Estudio Bíblico

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Las cosas que no le agradan a Dios.



LAS COSAS QUE NO LE AGRADAN A DIOS.
Apóstol Romeo Guerra.
(Notas respecto a su prédica).



Introducción.

En general, a Dios no le agrada el pecado, todo aquello que está en contra de la Palabra de Dios y dentro de esos pecados, hay algunos que nos pueden pasar desapercibidos, por lo que la Palabra de Dios se encarga de recordárnoslos, partiendo del ejemplo de los israelitas, que por ellos, no entraron en la tierra prometida, y si nosotros no tenemos cuidado de ellos, y no huimos de la tentación de cometerlos, podemos perder la vida abundante que El tiene para nosotros y que es Su propósito para nuestra vida.

La Palabra de Dios nos enseña en 1 Cor 10:5-14: “Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. Por tanto, amados míos, huid de la idolatría. “

Como podemos ver en el pasaje anterior, algunas de las cosas que desagradan a Dios son:
• La codicia.
• La idolatría.
• La fornicación.
• Tentar a Dios.
• La murmuración.

Notemos que el Espíritu Santo, a través del Apóstol Pablo, se está dirigiendo a la Iglesia. No al mundo que no conoce a Cristo, sino a aquellos que lo han proclamado Señor de sus vidas. Y lo que es todavía más dramático, es que la Palabra nos dice que los israelitas, a pesar de ser el pueblo de Dios, de la mayoría (de hecho, de casi todos) de ellos no se agradó el Señor y por ello perecieron en el desierto, sin entrar en la tierra prometida. La situación fue tan dramática que de por lo menos unos dos millones de personas que constituían el pueblo de Israel que salió de Egipto, solo dos entraron en la tierra prometida: Josué y Caleb. Y a la Iglesia del Señor Jesucristo le puede suceder lo mismo, principalmente en estos tiempos tan peligros y tan llenos de trampas y tentaciones que atentan directamente contra la vida en santidad. De ello nos dan evidencia las siete cartas del Señor Jesucristo a la Iglesia (Apo 2 y 3) cuando de todas ellas solo dos salen aprobadas, mientras que las otras cinco no lo estaban en ese momento y reciben una amonestación del Señor para consagrarse y santificarse a El.

Analicemos cada una de esas cosas y su significado para nosotros.



Codicia.
El deseo insano de poseer cosas. En una sociedad como la nuestra, materialista, y donde las cosas son las que dan status a las personas, no es extraño que muchos en la Iglesia estén buscando a Dios solo para recibir precisamente esas cosas, desviándose de la verdadera esencia del cristianismo que es la búsqueda de Dios y la extensión de Su gobierno sobre nuestras vidas y todo lo que nos rodea (Mat 6:33) y no la búsqueda de cosas, éxito, posiciones, etc.
Es el afán desmedido por obtener cosas, éxito y posiciones, que ocupa una prioridad más importante en nuestras vidas, que obedecer a Dios, que el carácter de Cristo sea formando en nosotros, que la transformación de nuestras vidas para que sean totalmente agradables delante del Señor.



Idolatría.
Es amar a las cosas más que a Dios y a las personas, darle a otras cosas el lugar que solo le corresponde a Dios, el lugar del control de nuestras vidas. Cuando las circunstancias, las cosas, nuestros pensamientos y sentimientos y/u otras personas son las tienen el principal lugar en nuestras consideraciones para la toma de decisiones, en lugar de Dios, entonces estamos cayendo en idolatría. Aunque no adoremos imágenes externamente, hemos construido un altar de adoración en nuestro corazón para esas cosas. La Palabra de Dios claramente nos enseña que los hijos de Dios somos guiados por Su Espíritu (Rom 8:14), no por las circunstancias, las cosas, nuestros pensamientos o sentimientos, u otras personas. Solo por Dios.
Es cuando el trabajo, la diversión, otras ocupaciones, las relaciones sociales –aún las familiares-, la comodidad, etc., condicionan nuestra relación con el Señor y en el caso de conflicto entre ellas y atender al Señor (oración, servicio al Señor, lectura de la Palabra, congregarnos, etc.), ellas dominan nuestras decisiones y nuestra obediencia a Dios.



Fornicación.
En principio, involucra todo tipo de inmoralidad sexual (sexo fuera del matrimonio, adulterio, pornografía, voyeurismo, homosexualidad, lesbianismo, etc.). Pero también espiritualmente existe una fornicación o adulterio espiritual. Cuando en nuestro corazón estamos “casados”, atados, a otras cosas (las tradiciones familiares, nuestras propias ideas acerca de Dios y la salvación, las cosas, otras personas, etc.). Es darle a las cosas nuestro amor y afecto, nuestro ser, en lugar de que Dios sea el principal receptor de ellas.
Un ejemplo de ello lo encontramos en la vida de Abraham: antes de que Isaac naciera, levantaba a Dios altares por todos lados y constantemente; después que nació Isaac la Biblia no da cuenta de que hubiera seguido levantando altares a Dios, lo que implica que, en su corazón, había sustuído a Dios por Isaac.



Tentar al Señor.
Pretender que Dios haga por nosotros cosas que violen Su Palabra, querer usar al Señor para que nos de cosas pero sin amarlo y obedecerlo, sin buscarlo (Mat 6:33, Mat 6:9-13), dudar de El y la Verdad de Su Palabra, y aún así, pretender que nos de y haga las cosas que nosotros queremos.



La murmuración.
Es quejarse contra Dios con enojo, o para manipular Sus respuestas hacia nosotros. Como el Señor no dejó que ellos lo “usaran” para sus propios propósitos y para satisfacer sus gustos y exigencias de que las cosas fueran como ellos querían, entonces murmuraron en contra de El, dudando de sus intenciones, Su fidelidad, Su poder, Su amor y misericordia, Sus planes de bien para ellos, etc.
Muchas veces nosotros podemos caer en eso cuando Dios no satisface nuestros gustos y deseos, o cuando ellos no llegan en el momento que queremos, etc.



Conclusión.
En primer lugar, necesitamos arrepentirnos genuinamente, de corazón, si hemos caído en alguno de esos pecados, que el mundo, engañosamente y retorciendo la Verdad de Dios, les ha dado una apariencia de “respetabilidad” (pecados “respetables”: competencia, ascenso, status, etc.), pero que delante de Dios son pecado, y punto. Si nos arrepentimos y los confesamos delante de El, El es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad (1 Jn 1:9-10).
Una vez, habiendo renunciado a ellos mediante el arrepentimiento y perdón, de allí en adelante, El antídoto contra caer en esas cosas en nuestra vida es una vida de consagración al Señorío de Cristo, es renunciar a que en nuestras vidas se haga nuestra voluntad, para que sea hecha la voluntad de El, es menguar nosotros para que El crezca en nosotros (Jn 3.30), además de huir de todo aquello que no esté conforme a la Palabra de Dios.
El pecado no puede ser consentido en nuestras vidas, y para ello, como nuestro corazón es engañoso (Jer 17:9), necesitamos mantener una constante comunión con el Espíritu Santo y un constante conocimiento, meditación y reflexión de la Palabra de Dios, para que nos enseñen los engaños del corazón en los que caemos (Jn 8:32-33) y los desechemos de nuestras vidas.






01 Oct 2010
Referencia: Santidad.