Estudio Bíblico

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La fe del grano de mostaza (3a. parte).



La fe del grano de mostaza (3ª. Parte).



Introducción.

La Palabra de Dios nos enseña que el justo vivirá por la fe (Rom 1:17, Gal 3:11, Heb 10:38), lo que implica que la fe es el estilo de vida del creyente en Cristo, y si ese necesita ser nuestro estilo de vida, necesitamos conocerlo con cierta profundidad para poder vivirlo adecuadamente. Por el otro lado, la Palabra también nos enseña que todo lo que no proviene de fe es pecado (Rom 14:23), por lo que también necesitamos identificar claramente lo que no es fe, para evitar caer en ello, y por ende, pecar.

Y, como lo hemos visto en los estudios anteriores sobre la fe del grano de mostaza (parte 1 y 2), siendo la fe como una semilla, al igual que esta, para alcanzar el cumplimiento de Su propósito para el que fue creada por Dios, necesita desarrollarse, crecer, fortalecerse, afirmarse, principalmente en un mundo como el actual, que en gran medida, en su forma de pensar y enfocar la vida, es enemigo de Dios y de la fe.



La fe que crece, se desarrolla, se fortalece.

Aún cuando la Biblia nos enseña que todos hemos recibido una medida de fe (Rom 12:3), una semilla, y que esa semilla, aunque sea del tamaño del grano de mostaza (mínimo) es suficiente para enfrentar todos los retos de la vida (montes) de acuerdo a lo que nos enseña Mat 17:20 y Luc 17:6, nuestra fe puede desarrollarse, incrementarse, perfeccionarse, fortalecerse, etc.

Al respecto, la Biblia nos enseña que Jesús es el Autor y Consumador de la fe (Heb 12:2). Ello implica que El es la fuente (Quién la produce) y El es Quién la perfecciona (Fil 1:6). Y por el otro lado, cada uno de nosotros ha recibido una medida de fe como un grano de mostaza (Rom 12:3, 2 Ped 1.1).

Así como la semilla necesita perfeccionarse y desarrollarse para convertirse en un árbol, así nuestra fe necesita pasar por el mismo proceso. Este proceso implica las siguientes cosas y/o situaciones:

Primero. Las pruebas, cuando las enfrentamos, son oportunidades de poner en acción la fe para que ellas actúen a nuestro favor (1 Ped 1:7). Cuando enfrentemos pruebas necesitamos tener en consideración varias cosas. Que son temporales no definitivas ni permanentes y que Dios no va a permitir que seamos probados más de lo que podemos resistir y juntamente con la prueba El nos proveerá la salida –que hay que tomarla, por supuesto- (1 Cor 10:13). Que Dios considera nuestra fe tan valiosa, o más, que el oro, y que como el oro, necesita ser despojada de imperfecciones, contaminaciones, etc., por lo que las pruebas hacen el papel con nuestra fe que el fuego hace con el oro: sirven para perfeccionar nuestra fe así como se perfecciona el oro.

Segundo. Oyendo, leyendo, repitiendo, meditando, y poniendo por obra la Palabra de Dios constantemente (Rom 10.17). El mundo está lleno de incredulidad, y si nosotros queremos mantener nuestra fe, que puede salvar nuestras almas (1 Ped 1:9), necesitamos alejarnos de la incredulidad, llenándonos de los pensamientos de Dios que nos ha dejado como un hermoso e invaluable legado, grabados en la Palabra de Dios. Y al mismo tiempo que la fe se va fortaleciendo por la Palabra, la Palabra va cobrando nuevas dimensiones en nuestra vida por el fortalecimiento de la fe. Heb 4:2 nos enseña que a algunos que oyeron la Palabra de Dios esta no les aprovechó porque al oírla no iban acompañados de la fe. La fe y la Palabra provocan una sinergía que solo puede provocar en nosotros una enorme bendición.

Tercero. Gal 5.6 nos enseña que la fe que se pone en acción a favor de otros, se fortalece, madura; nos enseña que la fe obra por el amor. Cuando oramos por otros y las respuestas comienzan a manifestarse en sus vidas, cuando les servimos y les cuidamos de tal manera que la fe se fortalezca en ellos, etc., nuestra misma fe es fortalecida y afirmada (cosechamos lo que sembramos, Gal 6:7).

Cuarto. 2 Cor 4:13 nos enseña que la fe habla (profetiza) a las circunstancias, llamando las cosas que no son como si fueran (Rom 4:17, Ezeq 37). Para que nuestra fe madure, necesitamos enfocarnos en lo que Dios es y va a hacer en medio de las circunstancias, no en las circunstancias, y si nos enfocamos en ello (ponemos nuestro corazón en lo que Dios es y va a hacer), entonces de la abundancia del corazón hablará la boca, y al hablar, nuestra fe se fortalece también porque la fe viene por el oír (Rom 10:17).

Quinto. Judas 20 nos enseña que cuando oramos en el Espíritu nuestra fe se edificar (fortalece, afirma, establece, consolida, etc.).



Los tres estadios de la fe.

La fe pasa por tres estadios: la fe del grano de mostaza, la fe de la semilla germinada y la mata, y la fe del árbol.

La fe del grano de mostaza es la fe básica, la fé salvífica (Rom 10:8-10) y la fe necesaria para vivir el día a día (Mat 6:25-31,1 Tim 6:8, Sal 23:1, Fil 4.19).

La fe de la semilla germinada, de la mata, es la fe necesaria para superar las crisis (1 Ped 1:7), y por ende, la fe para obtener sanidad, provisión, restauración, milagros, etc.

La fe del árbol, la fe firme, abundante, fructífera, persistente, que produce en nosotros un caminar en obediencia, en el propósito de Dios para nuestras vidas, en las promesas, en el ministerio sobrenatural de Dios. Es la fe de la gota de agua constantemente sobre la roca que termina partiendo, quebrando la roca (los problemas). Esta es la clase de fe que se requiere para establecer el Reino de Dios en la tierra, producir un ambiente de milagros, cambiar las circunstancias en cualquier tiempo y lugar.

04 Dic 2010
Referencia: Fe en Dios.