Estudio Bíblico

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Volvernos al Señor (Jer 2:1-19).




Introducción.

Este pasaje del libro de Jeremías nos enseña de un tema que, a lo largo de toda la historia de la humanidad ha sido una constante, tanto en la humanidad en general, como en Israel y la Iglesia, y desgraciadamente, hoy no es la excepción en lo que se llama a sí mismo “el Cuerpo de Cristo”.
Y es la falta de persistencia en cumplir el primer mandamiento, y uno de los dos mandamientos que resumen toda la ley (Mat 22:36-40): amarás al Señor tu Dios con todo tu ser.



El principio.

Jer 2:2-7b nos enseña el proceso por el cual pasamos todos los creyentes cuando conocemos al Señor Jesucristo y lo que Dios mira y hace por nosotros:
• Me he acordado de ti.
• De la fidelidad de tu juventud.
• Del amor de tu desposorio.
• Cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada.
• Santo era Israel a Jehová, primicia de sus nuevos frutos.
• Y os introduje en tierra de abundancia, para que comieseis su fruto y su bien.

Está hablando de lo mismo que le recuerda Jesús en Apo 2:1-7 a la Iglesia de Efeso: el primer amor que tuvo esta iglesia para con el Señor en el inicio de su caminar en la fe. O como también le dice a la iglesia de Laodicea en Apo 3:14-22: era una iglesia ardiente por el Señor.



La falla.

Pero como también le dice a la Iglesia de Efeso que abandonó el primer amor, o a la Iglesia de Laodicea, que se entibió, le dice al pueblo de Israel: “Pero entrasteis y contaminasteis mi tierra e hiciste abominable mi heredad” (Jer 2:7b).

Notemos algo importante: Tanto con respecto a Israel como a las Iglesias de Efeso y Laodicea, no dice que abandonaron su creencia mental en Dios, lo que abandonaron fue su caminar en fe. Seguían siendo el pueblo escogido o Iglesia, pero Dios ya no se agradaba de ellos porque habían contaminado la fe. ¿Cómo puede suceder eso? Porque no perseveraron y profundizaron en los caminos de la fe, renovando su mente y madurando en el conocimiento de la Palabra de Dios, en la intimidad con el Señor y en la guianza del Espíritu Santo, sino que se conformaron con ser “bebés” espirituales, y no quisieron crecer siendo responsables y diligentes en renovar su mente (Rom 12:2), por lo que el resultado fue una mezcla de sus antiguas creencias, aspiraciones, motivaciones y forma de vivir, con las nuevas. El agua limpia de la presencia de Dios en sus corazones fue contaminada por el agua sucia de las formas de la vieja manera de vivir que siguieron estando atesoradas en sus corazones (Mat 15:16-20). La levadura de la vieja naturaleza, que permaneció aferrada en sus corazones, leudo, contaminó, toda la masa (la vida del creyente) (Gal 5:7-9).

En la Iglesia hoy también hay mucho de esto. Personas que creyeron en el Señor Jesucristo y vivieron un “primer amor” con El, pero que no perseveraron en ese primer amor, sino que por falta de diligencia en mantener la comunión con el Señor y en conocer Su Palabra, “perecieron” (Ose 4:6), en algunos casos, siendo engañados por predicaciones que, basándose en ciertos pasajes bíblicos, pero no en el consejo completo de la Palabra, alimentan la carne, el ego, la codicia, en lugar del Espíritu (1 Tim 4:1-4, 2 Jn 2:16).

Por ello, y como el pueblo no es sino el resultado de lo que el sacerdote le enseña (su pastor, líder, predicador, etc.) (Ose 4:9), el pasaje del libro de Jeremías que estamos estudiando continua cuando Dios llama la atención de los líderes del pueblo porque el descuido en seguir los caminos auténticos del Señor comienza por quienes guían a ese pueblo (lo cual no implica que solo los líderes sean culpables, sino también lo es el pueblo –Ose 4:6-). Y cuales son las fallas que cometieron (y se cometen ahora) los pastores y líderes del pueblo de Israel (y de la iglesia hoy):
• Los sacerdotes no dijeron donde está Jehová.
• Los que tenían la ley no me conocieron.
• Los pastores se rebelaron contra mí.
• Los profetas profetizaron en nombre de Baal y anduvieron tras lo que no aprovecha.



¿Qué significan estos cuatro temas en la realidad de la iglesia de este tiempo?

Primero: que los ministros (los sacerdotes), y como consecuencia, el pueblo, en una buena medida –y salvo excepciones-, hemos estado corriendo detrás de las añadiduras (las bendiciones, la unción, los dones, el llamado, etc.) en lugar de el Reino de Dios y su justicia (carácter, obediencia, estilo de vida santo, fruto del Espíritu Santo) (Mat 6:33). Hoy enfatizamos abundantemente en las bendiciones de Dios pero no en el carácter del hijo o hija de Dios (1 Ped 1:13-18). Hoy, los servicios, eventos y actividades que tratan de obtener algo de Dios (milagros, prosperidad económica, éxito, autoridad, sanidad, emoción a través de la música, “palabras proféticas” –de las que vamos a hablar un poco más adelante-, etc.,) se llenan, pero cuando se trata de actividades para darle a Dios –oración y ayuno, verdadera adoración, etc.-, son, en contraste, las que por mucho, tienen la menor concurrencia y asistencia.

Segundo: los maestros (los que tenían la ley) no me conocieron –conocimiento íntimo, profundo, vivencial, pasar mucho tiempo con Dios--. Hoy hay mucha teología de todo tipo (la tradicional, con sus temas para el cielo) y la práctica (con los temas del día a día) que maestros de todo tipo escriben, pero que, en una buena medida, son superficiales, resultado del trabajo mental, de la sabiduría humana, –no de la revelación del Espíritu, de la sabiduría del Dios viviente- que buscan justificar sus propias creencias y caminos, y que por lo general, o presentan un conocimiento metafísico de Dios, o usan a Dios para obtener añadiduras. No conducen a una búsqueda desesperada de Dios, sino que alejan a muchos de ella, ya sea porque el conocimiento metafísico es demasiado complicado o porque en lugar de ponerlos a buscar a Dios pretenden usar a Dios para conseguir sus propios fines (además de resultar un buen negocio para las casas editoriales y los escritores).

Tercero: “los pastores se rebelaron contra mí”. Cuando dice esto el pasaje no se está refiriendo a una rebeldía directa en contra de Dios, pero si una rebeldía pasiva en no querer “entrarle” a los temas que confrontan nuestras propias vidas y actitudes, y por lo mismo, la vida y actitudes del rebaño sobre el cual Dios nos ha puesto por pastores. Es enfocar nuestras actividades buscando la estabilidad de la posición, la popularidad, la aceptación complaciente de las ovejas, como señal del propio éxito, más que llevar a las personas a hacer la voluntad de Dios, construyendo nuestro reino eclesiástico o denominacional más que el Reino de Dios en nuestras vidas y ministerios y en las personas que Dios ha traído a nuestro cuidado.

Cuarto: los profetas profetizaron en nombre de Baal (el mundo, la carne, los ídolos del corazón) y anduvieron tras lo que no aprovecha (los deseos, motivaciones y prioridades del mundo y de la carne, no de los de Dios). En la actualidad, cuando se trata de “servicios proféticos” las personas de amontonan tratando de recibir una “profecía motivacional” que los anime a seguir en sus propios caminos y buscando sus propios intereses (2 Tim 4:3-4). Generalmente, en contraste con la profecía bíblica que incitaba y confrontaba a los oyentes a buscar más de Dios, a volver su corazón y sus caminos a Dios (2 Tim 4:1-2), hoy, una buena parte de la llamada “profecía” tiene por objeto motivar a la gente a la búsqueda de las riquezas, el bienestar económico, el éxito mundano, las posiciones de autoridad y poder (1 Tim 6:8-10), no el carácter y la santidad que el hijo o hija de Dios requieren para poder manejar adecuadamente esas bendiciones cuando Dios las trae (1 Tim 6:17).



El resultado.

Jer 2:11 nos enseña el resultado de todo ello: el pueblo –la Iglesia- ha cambiado su gloria (carácter llamado, compromiso, estilo de vida, atributos), que es el resultado de la Gloria de Dios manifestándose en ella, por lo que no aprovecha (las riquezas, el éxito mundano, respetabilidad y posiciones al estilo mundano, pecado, carnalidad, etc.), ha cambiado lo eterno por lo temporal, lo divino por lo terrenal, ha enfocado su mirada debajo del sol en lugar de en Cristo.

Jer 2:13 nos enseña también que ello implica dos males (pecados) que el pueblo de Dios –la iglesia- comete: dejarlo a El y seguir sus propios caminos (Prov 16:25), ideas, intereses, religión (métodos que el hombre idea por sí mismo, aparte de Dios, para acercarse y buscar a Dios de acuerdo a su propio entendimiento o intereses, y ser salvo y bendecido), caminos que no conducen a la vida sino a la muerte (Mat 7:21-23).

Notemos que no implica un dejar a Dios totalmente: todavía se consideran el pueblo de Dios, todavía consideran que están reverenciando al Dios verdadero, todavía asisten a los cultos y servicios, todavía invocan el nombre de Dios, pero el problema es un problema más interno que externo: han dejado de creer en Dios como el Dios de la Biblia y han hecho un Dios a su medida, a la medida de su conveniencia. ¿Quién hoy puede decir que tiene todo el conocimiento bíblico necesaria para afirmar que está totalmente seguro que el Dios en el que está creyendo es el Dios bíblico y que no es una idea parcial; quién puede decir que tiene el suficiente conocimiento de toda la Biblia –Antiguo y Nuevo Testamento, los sesenta y seis libros de la Biblia— y que el Dios en el que está creyendo no contradice en ninguna forma lo que la Biblia nos enseña de Dios en todos esos libros? Si no podemos contestar afirmativamente y con toda seguridad esta pregunta, es posible que podamos estar en serios problemas con respecto a nuestra eterna salvación. Posiblemente estemos creyendo en la idea de Dios que predica la persona a la que escuchamos, o nuestra denominación, pero no en el Dios vivo y real que enseña la Biblia. Y que esto es posible, lo evidencian los testigos de Jehová, los mormones, los católicos, la ciencia cristiana, etc., todas ellas variaciones equivocadas y falseadas de la fe verdadera. ¿Quién puede asegurar sin lugar a dudas que su fe en Dios es en el Dios bíblico?



La confrontación.

En Jer 2:18 Dios nos hace dos preguntas que buscan confrontarnos para volvernos a El de todo corazón.

La primera: ¿Qué tienes tú en el camino de Egipto para que bebas agua del Nilo? En la Palabra de Dios, Egipto es tipo del mundo, el reinado de faraón, tipo del diablo, y el Nilo es lo que lo alimenta –el egoísmo, la carne, la codicia, el orgullo, la rebelión, etc.-. En otras palabras, lo que Dios nos está diciendo es que no debemos ver al mundo para desear lo que el mundo tiene –los deseos de la carne, los deseos de los ojos, la vanagloria de la vida, 1 Jn 2:16- porque nosotros tenemos algo mejor: a El, el gran YO SOY, todo lo que necesitamos. En Jer 15:19, en su parte final, Dios nos instruye claramente al respecto: que nosotros convirtamos al mundo a nosotros, y no nosotros nos convirtamos al mundo (lo que hoy nos está pasando en la iglesia de Cristo: estamos compitiendo por dinero, riquezas, bienes, números, posiciones, éxito, prestigio, grandeza terrenal, etc).

El Espíritu Santo, a través del Apóstol Pablo, también nos enseña en 2 Cor 6:14-18: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.”

En otras palabras, debemos ir al mundo para sacar de allí a los que están perdidos (Mat 28.18-20), pero para ello no necesitamos hacernos ni vivir como el mundo; estamos en el mundo para ser luz y sal (Mat 5:13-16), pero no somos del mundo para hacer lo mismo y buscar lo mismo que buscan ellos (Luc 12:30, 1 Jn 2:15-17). Nosotros buscamos lo celestial, no lo terrenal.

Algunos argumentan, para justificar el hacerse como el mundo (ir detrás de las riquezas, el dinero, el bienestar material, etc., usando a Dios –no que esas cosas sean en sí mismas contrarias al cristianismo, sino porque tienen el corazón en esas cosas –idolatría-- y usan a Dios para conseguirlas--), el pasaje cuando Pablo dice que se hizo judío para ganar a los judíos, y como sujeto a la ley para ganar a los que están sujetos a la ley (1 Cor 9:20-22), pero recordemos que está hablando de una cuestión racial –él pertenecía por nacimiento a esa raza—y de una cuestión ritual que en ninguna manera contradecía en nada a los principios esenciales del cristianismo, y no de hacerse carnal. Para más claridad al respecto de lo que Pablo quiere decir, leamos dos comentarios de ese pasaje, el primero de la Biblia Plenitud, y el segundo de Matthew Henry:

“Aunque Pablo estaba libre de la rigidez de los escrúpulos, se sentía constreñido por la debilidad de otros a quienes podía ganar para Cristo. Sin violar la moralidad bíblica, Pablo estaba dispuesto a ir tan lejos como fuese necesario a fin de entrar en el mundo de otros y conducirlos a la salvación”. (Comentario de la Biblia Plenitud).

“Aunque consideraba la ley ceremonial como yugo quitado por Cristo, se sometía a ella de todos modos para trabajar entre los judíos, eliminar sus prejuicios, lograr que ellos oyeran el evangelio y ganarlos para Cristo. Aunque no transgredía las leyes de Cristo por complacer al hombre, sin embargo, él se acomodaba a todos los hombres, mientras pudiera hacerlo lícitamente, para ganar a algunos. Hacer el bien era la preocupación y actividad de su vida, y para alcanzar ese objetivo, no reclamaba sus privilegios. Debemos estar alertas contra los extremos, y confiarnos en cualquier cosa, salvo confiar solo en Cristo. No debemos permitir errores o faltas que hieran a los demás o perjudiquen el evangelio”. (Comentario Matthew Henry)

No hay ninguna razón para que los cristianos persigamos lo material y la vanagloria de la vida, bajo pretexto de ganar a los incrédulos para el evangelio, cuando Jesús mismo nos enseña en Mateo 6:25-31 que los impíos son los que buscan esas cosas, no los creyentes en El.

La segunda pregunta es: ¿Y qué tienes tú en el camino de Asiria, para que bebas agua del Eufrates? Asiria es el territorio en el cual estuvo asentada Babilonia, y Babilonia, en la Biblia, es la cuna de la religión, la idolatría y el humanismo. En otras palabras, lo que Dios nos está preguntando es, ¿Qué tenemos nosotros, los cristianos, que ver con el ritualismo vacío que no entrega el corazón, que preserva intactos los ídolos del corazón y que responden a nuestros intereses humanos egoístas que hacen de nosotros el centro de todo? Hoy, muchos cristianos solo cumplen lo estrictamente necesario en el ritual religioso, o se involucran en un activismo religioso como sustituto a entregar el corazón, pero los deseos, pasiones y motivaciones de su corazón quedan intactos, sin mayores modificaciones, a pesar de la nueva naturaleza que Dios ha puesto en ellos.

Como resultado de lo anterior, de la mezcla de lo mundano y de la vieja manera de vivir, que no se está renovando, con la nueva naturaleza, el ser de la persona se contamina, y se pervierte con respecto a la voluntad de Dios que es un pueblo apartado, consagrado, dedicado a El en todo, por todo y para todo, mezcla y contaminación que por supuesto, no agrada a Dios de ninguna manera, tal como nos lo enseña Mat 7:21-23: las personas aparentemente hacían lo correcto, pero como su corazón no estaba dedicado a hacer la voluntad del Padre, sino a usar a Dios y las cosas de Dios para hacer su propia voluntad, entonces son desechadas.


La solución.

El mismo pasaje, en Jer 2:19, el Señor nos dice que ello es una maldad y una rebelión que nos acarreará castigo, condenación y amargura, por haber faltado Su temor en nuestros corazones. Por lo tanto, la solución es volvernos a El de todo corazón y ser llenos del temor de Dios que es el principio de la sabiduría (Prov 1:7) y el camino al conocimiento verdadero de Dios (Prov 2:5).

Necesitamos pedirle al Señor que desarrolle en nosotros el temor de Dios. Ya está en nosotros, por cuanto es una característica del Espíritu Santo que vive en nosotros (Isa 11:2), pero necesitamos desarrollarlo.

Hoy, la imagen que muchas personas tienen de Dios, es un Dios de solo gracia y amor, y se olvidan que es también un Dios de juicio y de ira (si no baste mencionar los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas de la ira de Dios en Apo Caps. 5 al 19). Es Amor pero también es Fuego Consumidor (Heb 12:29). Es maravilloso habitar bajo sus alas, pero también es terrible caer en sus manos (Heb 10:31). Es un Dios de perdón pero también es un Padre que al hijo que ama lo castiga y lo disciplina (Heb 12:5-6).

Hoy pareciera que nuestro Dios es alguien que se tiene que sentir agradecido que nosotros seamos salvos y que además tiene que cumplir todos nuestros gustos y deseos porque nos ha adoptado por hijos, que más se parece a la imagen de los padres terrenales de esta generación que mayormente fueron permisivos, carentes de disciplina y negligentes en la educación y formación de los hijos, que a la imagen que de Dios y Padre nos enseña la Biblia.


Conclusión.

Por todo ello, necesitamos en primer lugar, arrepentirnos de nuestra negligencia en conocer a Dios a través de la comunión personal con El y de la lectura y estudio diligente de la Palabra de Dios (Jn 5:39), y de tener una imagen distorsionada de El, y comprometernos con El en buscarle de todo corazón en todo tiempo, por nosotros mismos, quitando de nuestras mentes todo pensamiento que la Biblia nos enseñe que sea contrario a lo que ella establece –fortalezas que nos impiden llegar al conocimiento y a la obediencia a Dios, 2 Cor 10:4-6-.

En segundo lugar, necesitamos clamar constantemente que El derrame sobre nosotros espíritu de arrepentimiento y de temor de Dios, para que también constantemente escudriñemos nuestros caminos y nos volvamos a los de El, o no nos separemos de Sus caminos para nosotros (Prov 119:59)

En tercer lugar, si lo hemos hecho, que nos arrepintamos de haber pretendido usar a Dios para buscar y obtener las cosas que el mundo busca obtener, en lugar de habernos dedicado fervientemente a buscar Su Reino y Su justicia; por haber buscado las añadiduras antes que a El, y que El nos mantenga enfocados en la búsqueda de El por Su Espíritu Santo, y provoque en nosotros hambre, sed y desesperación por Su presencia.

Que el Señor nos ayude a volvernos a El de todo corazón. Amén.

28 Feb 2011
Referencia: Santidad.