Estudio Bíblico

Inicio > Estudio

Ser hijo de Dios y vivir como hijo de Dios.



Introducción.

La revelación de Dios como Padre es un deseo del corazón de Dios que cambia nuestro enfoque del ser cristianos e hijos de Dios, y que es indispensable para alcanzar la plenitud de la vida que Dios quiere que tengamos.

Uno de los propósitos de la Biblia es revelarnos a Dios para que le conozcamos más profundamente. Este es el objetivo que está en el centro de toda la Biblia, aún cuando nos revela otras muchas cosas. Su objetivo es hacernos ver nuestra pecaminosidad para que busquemos al Salvador y El nos lleve a la revelación del Padre. La revelación de Dios en ella se va dando de manera progresiva de tal manera que la máxima revelación de Dios la encontramos en el Nuevo Testamento.

En el Antiguo Testamento Dios se revela como el Creador, el Sanador, el Libertador, el Todopoderoso, el Dios que guerrea por Su pueblo, etc., y en ella encontramos también la revelación de nosotros, los que creemos en El como Su pueblo y Sus siervos.

En el Nuevo Testamento El se revela en la persona de Jesucristo como el Padre, y la revelación de nosotros, los que creemos en El como Su familia, Sus hijos. Jesús mismo lo dice claramente: El nos introduce y revela al Padre (Mat 6:9, el Padre Nuestro; Jn 14:6-10, El que lo conoce a El conoce al Padre, porque todo lo que El dice y hace es lo que dice y hace el Padre).

La revelación del Padre, que se desarrollaría en el Nuevo Testamento plenamente a través de Jesucristo está anunciada en el Antiguo Testamento, como lo podemos ver en los siguientes pasajes:
Jer 3:19-20: Dios, al pueblo de Israel lo quiso tratar como un hijo y que ellos le llamaran Padre, pero no quisieron, o no tuvieron la revelación o no entendieron (el anhelo del corazón de Dios de darse a conocer como Padre).
Jer 31:3: somos amados por El con amor eterno (como un padre ama a sus hijos).
Isa 49:14-16: El nos ama tanto que nos tiene esculpidos en la palma de Su mano (nos tiene presentes como hijos, siempre)-
Sal 121, Isa 46:3-5, Isa 49:14-16: El no nos deja, no nos abandona, siempre está pendiente de nosotros (como un padre normalmente lo está de sus hijos, aún cuando ya sean mayores).
Isa 41:9-10: El nos escogió como hijos, no nos desecho, de tierras lejanas nos trajo hacia El y no nos desecho a pesar de nuestros pecados e imperfecciones, y además, como hijos nos llama a servirlo (no para servirnos de El) en Sus negocios, que también, como herederos de El, son nuestros.

Aún cuando El fue para Israel, Padre (el Sal 23 nos lo revela claramente. Si el Pastor hace eso por una oveja, cuanto más lo hará nuestro Padre, y no solo lo hará más abundantemente, sino que irá más allá de ello), por cuanto El fue para ellos todo lo que un Padre es para un hijo: amor, cuidado, refugio, provisión, bendición, formación, transformación, corrección, disciplina, planes de El para sus hijos (Jer 29.11, Prov 4:18) con el fin de hacerles bien, mejorar su futuro, incrementarles la calidad de vida, etc., es en el Nuevo Testamento, a la luz de la revelación del amor y la naturaleza del Padre, que todo ello cobra un nuevo sentido, y se amplia su alcance, aunque ello también implica responsabilidades: andar en las buenas obras que El preparó de antemano para nosotros (Efe 2.10) y vivir para hacer Su voluntad, buena, agradable y perfecta (Rom 12:2), mediante la recepción del Espíritu de Adopción por el cual clamamos “Abba Padre” (Rom 8:14-16).



Jesús vino a ser la expresión máxima del amor, carácter, actitudes y acción del Padre (Jn 3.16, Jn 1:12).

Muchos de nosotros en el Cuerpo de Cristo, a pesar de que nos decimos hijos de Dios de acuerdo a Jn 1.12, no tenemos una imagen correcta de lo que es y significa la Paternidad de Dios. Creemos que Jesús es “buena onda” pero el Padre es un “viejito severo”. El nos hace Sus hijos, ¿pero nosotros hemos comprendido ello en su total dimensión y vivimos como tales? Los discípulos de Jesús también pasaron por ese proceso. Ellos le preguntaron, al final de su ministerio, que les mostrara al Padre, y El les contesta que el que le hubiera visto a El había visto al Padre porque todo lo que El hacía y decía, no era por sí mismo sino porque era lo que El veía hacer y decir al Padre. Es decir, que Jesús, lo “buena onda” que lo consideramos, es exactamente como es el Padre y no el viejito severo que muchos creen que es.


Los dos Jesus.

La Biblia nos enseña de dos facetas diferentes de Jesús. Jesús el Hijo de Dios (celestial), y Jesús el Hijo del Hombre (terrenal).

Jesús el Hijo de Dios, es el que nos revela el Libro de Apocalípsis. Por ejemplo:
Apo 1:4-5. “Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,”
Apo 1:8 “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”
Apo 1:13-17. “y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;”
Apo 2:5. “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.”
Apo 2:12 “Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto:

Cuando vino a la tierra se despojó de Su Gloria (todas sus características celestiales) y se revistió de otras características diferentes a las que tenía en el cielo: bondad, misericordia, gracia, paciencia, ternura, etc., que son las características del Padre (Jn 14.6).

Ser un hijo de Dios implica no solo tener un título, ni solo tener derechos, ni solo poseer una membresía y actividades relacionadas con todo ello. Implica un cambio de la actitud de nuestro corazón, de tal manera que sin ese cambio de actitud, podemos, y de hecho lo somos, ser hijos de Dios (Jn 1:12) pero no vivir como tales como nos lo enseña la parábola del Hijo Pródigo.



La Parábola del Hijo Pródigo (Luc 15:11-32).

Jn 1:12 nos enseña que Dios nos da la potestad (derecho) de ser hechos hijos de Dios, pero el ser hechos hijos de Dios no necesariamente implica que vivamos como hijos. De tal manera que nosotros necesitamos hacernos dos preguntas: la primera es la de si soy hijo de Dios, y la segunda es si estoy viviendo como un hijo de Dios.

El padre, que en esta parábola es una figura o representación del Padre, tenía dos hijos (el menor y el mayor) que reflejan dos tipos de creyentes mayoritarios en la Iglesia de Cristo.

Los dos eran hijos y recibieron una herencia. Sin embargo, el primero, en cuanto recibe la herencia se va de la casa, la desperdicia y cuando está en crisis vuelve en sí y dice: “en la casa de mi padre hasta los jornaleros tienen abundancia de pan y yo aquí, padeciendo hambre. Volveré a mi padre y le diré: Ya no soy digno de ser tu hijo, hazme como uno de tus jornaleros”. Era hijo pero no tenía la comprensión cabal de ello, por cuanto pensaba que su padre lo recibiría, ya no como hijo, sino como jornalero. Todos los que somos padres sabemos que ningún padre, en su sano juicio, le haría eso a su hijo. Lo que implica que este hijo tenía mentalidad de jornalero, no de siervo.

Por otro lado, el hijo mayor también recibe la parte de la herencia que le corresponde, pero cuando regresa a casa y ve que el padre hizo una fiesta para recibir de nuevo a su hijo menor, le reclama al padre que nunca le había dejado, que siempre había trabajado para El pero que nunca le había dado un cabrito para disfrutarlo con sus amigos, a pesar de que ya había recibido la parte de la herencia que le correspondía. Había recibido la herencia, pero por no entender cabalmente lo que significaba que su padre fuera padre y que él fuera hijo, no había podido disfrutar de la herencia porque funcionaba en base a merecimientos (salario, mentalidad de jornalero) no en base a herencia.

Como consecuencia de que ambos tenían mentalidad de jornaleros, el hijo pródigo desperdicio su herencia, haciendo un uso egoísta de ella, y el otro no la usó ni la disfrutó. Y ello pasa con muchos en el Cuerpo de Cristo, que siendo hijos no pueden disfrutar de la calidad de ser hijos (salvación, redención, salud, prosperidad, abundancia, etc.), sino más bien, por la mentalidad de jornaleros viven bajo la esclavitud de la ley (no la libertad con responsabilidad de la gracia), pensando que no es la voluntad de Dios que sean prósperos y tengan abundancia, o pensando que Dios es un padre masoquista que se deleita viendo que sus hijos viven en enfermedad y desierto (mentalidad de esterilidad). Se dan así mismo la calidad de ovejas, siervos, discípulos, en lugar de la de hijos de Dios, y por ende viven con las limitaciones de ovejas, siervos y/o discípulos.

Las ovejas tienen provisión básica (Sal 23): salvación, cuidado, fe, perdón de pecados, socorro, protección, etc. Los siervos, además de ello, un salario (si hago bien, Dios me va a amar más y/o a premiar respondiéndome mis oraciones), dones y poder (Hch 1:8). Viven por sus obras. Los discípulos tienen los beneficios de ser ovejas y siervos, además de los de libertad (Jn 8:31-32), salud y prosperidad (3 Jn 2). Pero los hijos tienen herencia (plenitud de vida en Cristo, Jn 10.10): identidad, propósito, plenitud de poder, revelación, unción, gozo, etc.

En suma, a los que se ven a sí mismo como ovejas, como siervos y/o como discípulos, aún les hace falta la revelación del Padre, no porque Dios no quiera que ellos la tengan, sino porque no la han buscado en la intimidad con El que nos lleva a Su conocimiento como Padre, sino que se han conformado con una actitud cómoda de solo salvación.

10 Ago 2011
Referencia: Identidad.