Estudio Bíblico

Inicio > Estudio

Exégesis y Hermenéutica Bíblica.







Exégesis.
Es el estudio cuidadoso y sistemático de la Escritura para descubrir el significado original propuesto.
Es fundamentalmente una tarea histórica.
Es el intento de oír la Palabra como debieran haberla oído los destinatarios originales, para hallar la intención original de las Palabras de la Biblia.
En realidad, todos somos exegetas en cierto modo, el problema es que esa exégesis a menudo es demasiado selectiva, en por lo menos tres sentidos. Primero, la tendencia a usarla solamente cuando hay un problema obvio entre los textos bíblicos y la cultura moderna. Segundo, que se puedan poner las ideas propias de la Palabra y otras extrañas dentro del texto y hacer de la Palabra de Dios algo diferente a lo Dios dijo en realidad. Tercero, que con frecuencia las fuentes que se consultan no son escritas por verdaderos “expertos”, esto es, son fuentes secundarias que también usan otras fuentes secundarias, y no las fuentes primarias.


Aprendiendo a hacer la exégesis.
La clave para una buena exégesis, y por lo tanto, para una lectura más inteligente de la Biblia, es aprender a leer el texto con cuidado y a hacer las preguntas apropiadas acerca del texto. Hay dos clases de preguntas que uno debe hacer sobre cada pasaje. Las que se relacionan con el contexto y las que se relacionan con el contenido. Las preguntas acerca del contexto son también de dos clases: históricas y literarias.
El contexto histórico. Difiere de un libro a otro. Tiene que ver con varias cosas: la época y la cultura del autor y sus lectores, esto es, los factores topográficos, geográficos y políticos de importancia para la situación del autor, y la ocasión del género literario utilizado. La pregunta más importante tiene que ver con la ocasión y el propósito de cada libro o parte de él. Lo que se quiere es tener una idea de lo que estaba pasando (en Israel o en la Iglesia) que exigía tal documento, o cuál fue la situación del autor que le hizo escribirlo. La respuesta a esta pregunta usualmente se halla dentro del libro mismo, pero hay que aprender a leer en espera de tales asuntos.
El contexto literario. Significa que las palabras sólo tienen significado en oraciones, y en su mayor parte las oraciones bíblicas solamente tienen significado en relación con las oraciones que las anteceden y/o las siguen. Esta es la tarea crucial de la exégesis; es algo que se puede hacer bien sin tener que consultar necesariamente a los “expertos”.
Las preguntas de contenido. Tiene que ver con los significados de las palabras, las relaciones gramaticales en las oraciones y la selección del texto original cuando hay varias versiones de los manuscritos. Para esto generalmente hay que buscar ayuda externa y la calidad de las respuestas a tales preguntas usualmente va a depender de la calidad de las fuentes de consulta usadas.
Los instrumentos para realizar una buena exégesis. Para realizarla libro por libro se puede hacer con una cantidad mínima de ayuda externa, con tal que esa ayuda sea de la mejor calidad: uno o varios diccionarios bíblicos, manuales de la Biblia, traducciones y/o versiones y comentarios de cada libro.


La hermenéutica.
Puede significar todo el campo de la interpretación (incluída la exégesis), o, en un sentido más restringido, la búsqueda de la aplicación contemporánea de los textos.
Comienza con una exégesis sólida: el único control apropiado de la hermenéutica se encuentra en el propósito original del texto bíblico (ese es el “significado sencillo” que se busca). Contra la necesidad de la exégesis se menciona que el sentido común puede impedir que uno cometa tonterías para encontrar ese significado sencillo; el problema es que muchas veces, las circunstancias y el trasfondo de cada uno de nosotros (“engañoso es el corazón, más que todas las cosas”) puede nublar ese sentido común.


Los pasajes problemáticos.
En muchos casos la dificultad de esos textos es que no fueron escritos para nosotros, sino para los destinatarios, y no tenemos toda la información que ellos si tenían y que el escritor no dice expresamente: tenemos que aprender a contentarnos con nuestra falta de conocimiento. Dios nos ha comunicado lo que quiere que sepamos. Lo que no nos ha dicho puede despertar nuestro interés, pero nuestra incertidumbre en esos puntos debe hacernos dudar, antes que ser dogmáticos al respecto.
Aunque no se puede tener plena certeza sobre algunos de los detalles, muy a menudo el propósito de todo el pasaje queda todavía a nuestro alcance. Necesitamos aprender a preguntar lo que se puede decir con certeza sobre un texto, y lo que es posible, pero no es cierto.
Para tales pasajes hay que consultar los comentarios: es la manera de tratar esos pasajes lo que separa los buenos comentarios de los demás. Los buenos hacen una lista de las diversas opciones y las comentan brevemente por lo menos, e indican las razones en pro y en contra de las soluciones sugeridas.
Por último, ni aún los eruditos tienen todas las respuestas  nosotros tampoco deberíamos pretender tenerlas todas.


Las cuestiones hermenéuticas.

Todos los y las creyentes hacemos hermenéutica, aunque no sepa nada de la exégesis. Lo más importante a considerar en la hermenéutica son los problemas de la relatividad cultural: lo que es cultural y por lo tanto pertenece al siglo primero solamente, y lo que trasciende la cultura y es entonces Palabra para todos los tiempos.

Hermenéutica común. Lo que todos hacemos cuando leemos las epístolas: le ponemos al texto nuestro sentido común iluminado y aplicamos lo que podemos a nuestra situación. Lo que no parece tener aplicación, se deja simplemente en el siglo primero. Nuestros problemas –y diferencias-: los textos que están entre los dos extremos anteriores- Algunos piensan que se debe obedecer exactamente lo que se dice y otros no están tan seguros de ello. Nuestras dificultades hermenéuticas están relacionadas con una cosa: nuestra heterogeneidad derivada de nuestra herencia teológica, tradiciones eclesiásticas, normas culturales y/o preocupaciones existenciales. La consecuencia de esto es que seleccionamos de muchas formas, e incluso “evadimos” ciertos textos.

Las reglas fundamentales. Un texto no puede significar lo que nunca pudo haber significado para su autor o sus lectores. Esta regla no siempre ayuda a encontrar lo que significa un texto, pero sí ayuda a poner límites en cuanto a lo que no puede significar. Siempre que compartimos particularidades comparables (es decir, situaciones específicas y similares en la vida) con la cultura del siglo primero, la Palabra de Dios para nosotros es la misma que la Palabra para ellos. La Palabra de Dios para nosotros en tales textos siempre debe limitarse a su propósito original. La aplicación por extensión se considera legítima si es verdadera: si está claramente expresada en otros pasajes que tienen el mismo propósito.

El problema de las particularidades no comparables. Tiene que ver con dos clases de textos en las epístolas: los que se refieren a asuntos del siglo primero, que en su mayoría no tienen su contrapartida en el siglo veinte, y los que tratan de problemas que podrían ocurrir también en el siglo veinte, pero cuyas posibilidades de que sea así son mínimas. La hermenéutica apropiada en este caso debe tener dos etapas: primero, hacer la exégesis con esmero para que oigamos lo que fue en realidad la Palabra de Dios para ellos; en la mayoría de tales casos se ha expresado un principio claro, que usualmente trasciende la particularidad histórica a la que se aplicaba. La segunda, se refiere al punto más importante, el “principio”: no debe aplicarse caprichosamente a cualquier clase de situaciones sino solamente a situaciones verdaderamente comparables.

El problema de los asuntos indiferentes y los importantes. Las cosas cambian de una cultura a otra, y de un grupo cristiano a otro, como parece que fue en el siglo primero también. Hoy la lista de tales asuntos incluye la ropa (el largo de los vestidos, las corbatas, los pantalones en la mujer), losos cosméticos, las joyas, la diversión y la recreación (el cine, la televisión, los juegos de caretas, el baile, los baños mixtos), el deporte, la comida y la bebida. ¿Qué hace que algo sea indiferente? Se sugieren las siguientes normas: UNO, lo que las epístolas indican específicamente como asunto indiferente, todavía puede considerarse como tal: comida, bebida, días de fiesta, etc. DOS, los asuntos indiferentes no son de inherencia moral, sino cultural, aunque se desprendan de una cultura religiosa. TRES, los asuntos que tienden a diferir de cultura a cultura, por lo tanto, aun entre los verdaderos creyentes, usualmente pueden considerarse como asuntos indiferentes (por ejemplo, la manera de vestir). La lista de pecados en las epístolas (Rom 1:29-30, 1 Cor 5:11, 6:9-10; 2 Tim 3:2-4) nunca incluyen los equivalentes del primer siglo de las cosas que mencionamos antes. Además, tales equivalencias nunca se incluyen en las varias listas de imperativos cristianos (Rom 12, Efe 5, Col 3, etc.). Según Rom 14, las personas que tengan opiniones contrarias sobre cualquiera de estos asuntos no deben juzgarse, ni despreciarse unas a otras. La persona que se sienta libre, no debe hacer alarde de esa libertad. La persona para quién tales asuntos sean una convicción personal profunda, no debe condenar a las demás.

El problema de la relatividad cultural. Se sugieren las siguientes normas para distinguir entre las cosas que son relativas a la cultura, y las que trascienden su fondo original y son normas para los cristianos de todas las épocas:
Uno debe distinguir primero entre el núcleo del mensaje (lo esencial) y lo que sea dependiente o periférico en él (lo secundario).
De modo similar, hay que distinguir entre lo que se considera intrínsecamente moral y lo que no. Lo primero son absolutas y permanecen para todas las culturas. Lo otro son expresiones culturales y pueden cambiar de una cultura a otra (las listas de pecados nunca contienen cosas culturales).
Se debe tomar nota de las partes donde la Biblia tiene un testimonio uniforme y constante, y donde muestra diferencias.
También podría ser importante, en cuanto se pueda hacer con cuidado, determinar las opciones culturales abiertas para cualquier escritor: el punto hasta el cual el escritor está de acuerdo con una situación cultural, en la cual hay sólo una opción, aumenta la posibilidad de la relatividad cultural de tal posición.
Mantenerse alerta a las posibles diferencias culturales entre el tiempo en el que fue escrito el texto y el actual, que algunas veces no parecen obvias.
Reconocer las dificultades, comunicarnos, tratar de definir algunos principios, amar a aquellos con los cuales tenemos diferencias y estar dispuestos a pedir perdón, si ése fuera el caso.

El problema de la teología funcional.
Buena parte de la teología presentada en algunos de los pasajes de las Escrituras (por ejemplo en las epístolas) es funcional, o relacionada con el caso que se trata, y por eso no se presenta de modo sistemático. Esto no quiere decir que no se pueda presentar sistemáticamente la teología expresada en las declaraciones de esos pasajes o derivadas de ellos. Para el estudio de la teología en ellas, hay que tomar las siguientes precauciones:
En las Escrituras Dios nos ha dado todo lo que necesitamos, pero no necesariamente todo lo que queremos.
DOS: Uno de los problemas teológicos que confrontamos en esos pasajes es que éstos responden preguntas hechas en esos momentos específicos, mientras nosotros queremos que respondan nuestras preguntas de ahora. A veces, podemos hallar la respuesta en ellos, pero con más frecuencia no encontramos soluciones a problemas que no se presentaron en su época. La manera de tratar estas cuestiones es apoyarse en una teología bíblica integral, que incluya nuestra comprensión de la creación, la caída, la UNO. A veces debemos contentarnos con las limitaciones a nuestra comprensión teológica: habrá casos en que más allá de la afirmación misma contenida en los pasajes, todo lo demás es pura especulación. redención y la consumación final.

14 Nov 2011
Referencia: La Biblia 02.