Estudio Bíblico

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Módulo 212. Reyes y Sacerdotes.



Reyes y Sacerdotes en el Nuevo Testamento.

Pablo: cuando tuvo el encuentro trascendental con Jesús que cambió su vida y su llamado, era el equivalente a uno que ejercía un oficio sacerdotal que fue llamado al ministerio de la calle, no solo para compartir el mensaje en el mercado sino también para incorporarse a él como un industrial y comerciante pleno (predicaba la palabra mientras fabricaba tiendas con sus manos, lo que equivale a un pequeño o mediano empresario actual que además era artesano, Hch 18:3, 1 Cor 4:12, 9:14-15, 1 Tes 2:9).

Por cierto que este es un buen ejemplo que rompe con el paradigma mental que es parte de la cultura evangélica actual de que un ministro que ejerce un oficio eclesiástico no está bien si además de ejercer el ministerio eclesiástico también ejerce un ministerio o actividad secular (por ejemplo, la de empresario). En la cultura evangélica actual un “ministro” de este tipo sería etiquetado como un ministro que retrocedió, o cambio lo sacerdotal por lo mundano, o algo por el estilo.

En el Nuevo Pacto, que ya no es un pacto bajo la ley como en el Antiguo Testamento, sino un pacto bajo la Gracia, también se modifica el sacerdocio. Deja de ser un oficio en plenitud exclusivo para una parte de los creyentes y se convierte en un sacerdocio de todos los creyentes por cuanto todos tenemos libre acceso al Lugar Santísimo:

“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Heb 4:14-16).

También es un tipo de sacerdocio diferente al del Antiguo Testamento en el sentido de que en este el sacerdocio era según el orden de Aarón, en tanto que el del Nuevo Testamento es según el orden de Melquisedec que era rey de Salem y sacerdote del Díos Altísimo (Gen 14:18, Heb 7, 8, 9, 10), del cual nosotros somos hechos sacerdotes bajo el Sumo Sacerdote que es Cristo.

“Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo (rey y sacerdote), que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre (nosotros también estamos en el proceso de ser hechos semejantes a Jesucristo –Rom 8:29-). Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico(porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec (Jesús, rey y sacerdote; nosotros, como llamados por Dios para ser hechos conforme a la semejanza de Cristo –Rom 8:29- igualmente, entonces, somos hechos reyes y sacerdotes). Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. Y esto no fue hecho sin juramento; porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote (los sumos sacerdotes, en el Antiguo Testamento, eran los “jefes” de todos los sacerdotes; ahora Jesús, como nuestro Sumo Sacerdote –rey y sacerdote-, es nuestro jefe como reyes y sacerdotes que somos) nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.” (Heb 7:1-28).

Derivado de ese orden sacerdotal, nosotros, los creyentes en Jesucristo, somos hechos no solo sacerdotes, sino también reyes porque Melquisedec era “rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo” (Heb 7:1). En él, como en nosotros, están reunidas ambas características, ambos oficios. Todos los creyentes, así como somos hechos reyes por el mandato que Dios le dio a Adán y Eva en el Edén y que Jesucristo rescató y restauró en la Cruz del Calvario (Luc 19:10) también somos hechos sacerdotes de Dios y ministros del Señor (no solo los que trabajamos tiempo completo en las iglesias y/u organizaciones “paraeclesiásticas”):

“Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” (2 Cor 3:4-6).

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2 Cor 5:17-20).

En consecuencia, en términos generales, nosotros los creyentes sin excepción, todos los hijos e hijas de Dios, somos llamados por el Señor para dos cosas:

a) Administrar en nombre del Señor las áreas de la vida naturales y sociales, administrando los recursos de Dios: tiempo, dinero, bienes, relaciones, recursos humanos, etc., y

b) Administrar en nombre del Señor las áreas de la vida espiritual: la comunión con El para recibir y comunicar Su voluntad y para representar al pueblo que no le conoce delante de El así como representarlo a El ante ese pueblo, servir a las personas en Su Nombre y para Su Gloria, además de ministrarlo a El individual y corporativamente con nuestra oración, intercesión, ayuno, acción de gracias, alabanza y adoración.

En la historia de la iglesia posterior al Libro de Hechos, la separación entre lo secular y lo espiritual no se daba, más bien se manifestaba de una manera complementaria, mediante la actividad, tanto de personas en oficios seculares como eclesiásticos, que ejercían con propiedad, sabiduría y guianza del Espíritu Santo su calidad de Reyes y Sacerdotes para Dios nuestro Padre:

a) Políticos creyentes como George Washington y Abraham Lincoln en Estados Unidos, por ejemplo, fueron siempre fieles testigos de Cristo y guiados por El en sus actividades políticas. En uno de sus primeros discursos como Presidente de los Estados Unidos, George Washington manifestó que no se podía gobernar una nación aparte de los principios de la Palabra de Dios (en este tiempo, por cierto, si dijera eso sería muy probable que lo harían renunciar a la Presidencia). Por el otro lado, Abraham Lincoln, por sus convicciones cristianas, fue un fiel promotor de la abolición de la esclavitud que va en contra de los principios de igualdad y unidad de todas las razas humanas.

b) Calvino, el teólogo de la Reforma, fue gobernante en Suiza y sentó las bases organizacionales y constitucionales de la Suiza actual basándose en los principios y enseñanzas de la Palabra de Dios.

c) La autoridad suprema de la Iglesia Anglicana, definida desde el tiempo de la Reforma Protestante en el siglo XVI es el Rey (en el caso actual, la Reina) de Inglaterra.

d) Tomas Alva Edison, uno de los mayores inventores en los
Estados Unidos, fue un creyente practicante y un fiel testigo de Jesucristo en todas sus actividades.

e) En el origen del Capitalismo, que en su tiempo fue un gran avance para la humanidad por cuanto la liberó de la servidumbre derivada de las relaciones feudales de producción y abrió las puertas para un mayor grado de civilización (independientemente de que hoy pueda tener sus grandes problemas y quizá ya sea obsoleto), fue sustentado en los principios de la ética laboral bíblica.

f) La Carta Constitutiva de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos emitida por esa organización a mitades del siglo XX, fue elaborada con una influencia y participación directa de creyentes bajo principios bíblicos (aunque desgraciadamente ahora se han visto desvirtuados por el humanismo y la nueva era que se infiltró paulatinamente en esa organización, y que redundaron en la proliferación de declaraciones de derechos que ya no responden a los principios bíblicos).

g) Los conventos y monasterios, originalmente, además de las actividades espirituales que tenían a su cargo, fueron centros de producción agrícola, artesanal y fabril en los que se desarrollaron técnicas y procedimientos que simplificaron la producción y aumentaron la productividad, disminuyendo el tiempo de trabajo al que estaban sujetas las personas en la edad media.

h) La eliminación de la esclavitud, la promulgación de los derechos civiles de la mujer y la defensa de los derechos humanos y civiles de las minorías, la paz, el bienestar social, las escuelas, los orfanatorios, los hospitales, las universidades, etc., han sido temas que todo el tiempo han sido enseñados y/o creados y liderados, en muchos países, no solo por civiles, sino por líderes eclesiásticos de las diversas denominaciones cristianas, inspirados en las enseñanzas de los principios bíblicos. Y en todo tiempo y lugar, las ofrendas y donaciones de las instituciones cristianas, aportadas por los creyentes en Jesucristo (además de por personas caritativas no creyentes) han sufragado estas instituciones, programas y la promoción de estos temas.

La separación entre lo civil y lo espiritual, lo secular y lo eclesiástico, entre la sociedad, la política y la iglesia, no es sino un hecho reciente, que cobró intensidad en la última etapa del siglo XX, en la que curiosamente, también se intensificó la pérdida de los valores “tradicionales” (cristianos) que regían las sociedades occidentales y se incrementó la maldad en el mundo: ¿casualidad o consecuencia?.


25 Ene 2012