Estudio Bíblico

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Módulo 212. Reyes y Sacerdotes.



Reyes y sacerdotes: una calidad y un ministerio (1).


Una calidad.

Por lo que hemos estado comentando hasta aquí, y retomando lo que mencionamos en el capítulo anterior, podemos observar que reyes y sacerdotes, en el tiempo del Nuevo Testamento y de la iglesia, es decir, ahora, más que un oficio, es una calidad que el Señor no otorga como parte de la identidad que en la Salvación El nos entrega que es la de ser sus hijos. Ello es así porque estamos siendo transformados en la “imagen misma” de Cristo (Rom 8.28-29), y Cristo es, como el Padre también lo es, Rey y Sacerdote.

Esas calidades implican un marco de referencia de principios y actividades generales que se deben aplicar dentro de un oficio determinado, pero no por ello son un oficio. Son el marco de referencia para ejercer ese oficio.

Déjeme explicarlo de esta forma: en mi caso, yo soy esposo, padre, director de una organización empresarial y miembro de una iglesia. Es decir, que ejerzo por lo menos cuatro ocupaciones, oficios o actividades específicas, pero en todas ellas aplico mi calidad de rey y sacerdote para orientarlas de acuerdo a los principios de la Palabra de Dios y traer orden, eficacia y eficiencia en cada una de ellas para la gloria de Dios.

Por nuestros paradigmas mentales (mapas de la vida y de cómo deben ser las cosas, que en relación con el presente tema son errados de acuerdo a lo que dice la Biblia, por cierto) originados en la falta de discernimiento entre lo que es una calidad y lo que es un oficio y nuestra tendencia a convertir un todo en partes más pequeñas (pedazos) y dicotomizarlas (lo uno o lo otro), es que hemos separado la calidad de rey y la calidad de sacerdote que la Biblia no separa y las hemos “rebajado” o diluido como oficios y dicha separación la hemos apoyado en la aparente evidencia de que porque hay quienes en lo público sus actividades o funciones sacerdotales son más notorias entonces ellos son solo sacerdotes, mientras que porque en otros sus actividades o funciones administrativas y de negocios son más evidentes entonces ellos son solo reyes. Y obviamente ello ha traído a muchas personas a muchos problemas derivados de la falta de atención de las actividades implicadas en la calidad diferente a la del oficio que ejercen (los del oficio sacerdotal, no ejercen las funciones de reyes consistentes en lograr mantener una administración eficiente de los recursos a su cargo, porque no fueron entrenados para estas funciones, en tanto que los que ejercen oficios de reyes –“seculares”- no ejercen las funciones sacerdotales consistentes un lograr mantener una relación íntima, continua, sistemática y de calidad con el Señor, tan necesaria para dirigir sus actividades como lo es para los que ejercen el oficio sacerdotal; como consecuencia de ello, unos pueden ser malos administradores, y otros creyentes que se comportan como tales en la iglesia y su ámbito familiar, pero que en el mundo de los negocios aplican principios impíos porque no han recibido entrenamiento para ejercer sus funciones bajo esos principios, y en todos los casos, como resultado, la bendición es limitada).

La Biblia habla de oficios diferentes, pero no de identidades ni funciones diferentes para cada uno de esos oficios (la calidad de reyes y sacerdotes es parte de la identidad que El nos ha dado).

Un ejemplo al respecto: nosotros para nuestros padres, somos hijos aunque seamos ingenieros. Para ellos nuestra calidad es la de hijos y nuestro oficio el de ingenieros. Igual sucede en el Señor: nuestra identidad es hijos, reyes y sacerdotes, y nuestro oficio, según lo que hagamos, puede ser pastor o pastora, evangelista, persona de negocios, ejecutivo o ejecutiva, etc.

“Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado. Pues así como cada uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos estos miembros desempeñan la misma función, también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás. Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado. Si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe; si es el de prestar un servicio, que lo preste; si es el de enseñar, que enseñe; si es el de animar a otros, que los anime; si es el de socorrer a los necesitados, que dé con generosidad; si es el de dirigir, que dirija con esmero; si es el de mostrar compasión, que lo haga con alegría.” (Rom 12:3-8).

“En realidad, Dios colocó cada miembro del cuerpo como mejor le pareció. Si todos ellos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo? Lo cierto es que hay muchos miembros (oficios, funciones), pero el cuerpo (la calidad, la identidad) es uno solo. El ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito.” Ni puede la cabeza decirles a los pies: “No los necesito.” Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son indispensables, y a los que nos parecen menos honrosos los tratamos con honra especial. Y se les trata con especial modestia a los miembros que nos parecen menos presentables, mientras que los más presentables no requieren trato especial. Así Dios ha dispuesto los miembros de nuestro cuerpo, dando mayor honra a los que menos tenían, a fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual unos por otros.” (1 Cor 12:18-25).



Un ministerio.

Según el “Diccionario Ilustrado de la Biblia” (Editorial Caribe, Decimoquinta edición, 1985), ministerio es el “servicio que rinde una persona a otra, que en sentido bíblico generalmente es relación personal no meramente trabajo manual”. El Nuevo Diccionario de la Biblia” (Editorial Unilit, primera edición, 1999), al respecto manifiesta: “La palabra latina ministerium equivale a servicio. Ministro es una persona que realiza un servicio, que asiste o ayuda a otro.”

La Biblia también dice que todos nosotros somos ministros de Dios, independientemente del oficio que ejerzamos (2 Cor 3:4-6, 2 Cor 5:17-20), así que designar ministros solo a los que trabajan en el área eclesiástica es una restricción del concepto, que “roba” la identidad de todos los demás creyentes. Es una “mitificación” del concepto en beneficio de unos pocos y en perjuicio de la mayoría, “mitificación” que debe ser combatida por todos los medios para volverla a su significado bíblico.

Cuando Apo 1.5-6 mencionar que el Señor Jesucristo nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, lo que está indicando, por el concepto que El tiene respecto de las posiciones de autoridad, es que en el ejercicio de esos oficios, en primer lugar, lo servimos a El, y así como El nos sirve a nosotros con la salvación, la redención, la santificación, etc., así nosotros servimos a quienes El sirve: a nuestro prójimo, a las personas.

A muchos nos puede resultar un poco chocante el hecho de expresar que Dios nos sirve, pero nos guste o no, eso es precisamente lo que nos indica la Biblia y eso es también precisamente lo que hace que nosotros amemos a Dios. Jesús nos enseña en el Evangelio de San Juan y lo manifiesta en todos los Evangelios, que El no actúa por sí mismo ni dice las cosas por sí mismo sino que lo que ve hacer y decir al Padre eso es lo que El hace y dice. Por otro lado, también expresa que quién lo ha visto a El ha visto al Padre. Ello quiere decir que cuando el dice lo siguiente, es lo que nuestro Padre Dios está diciendo:

“Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mar 10:42-45).

Como vemos, no solo nos manda a servir, nos dice que lo hagamos porque El nos sirve a nosotros, El nos pone el ejemplo. Y la dimensión y el alcance de ese servicio nos la expresa en el siguiente pasaje:

“Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.”(Luc 10:29-37).

En consecuencia, el ser reyes y sacerdotes significa que todos sin excepción, independientemente del oficio que realicemos y del lugar donde lo realicemos, somos ministros de Dios de tiempo completo, para servirle a El y a las personas. De hecho, por si no fuera suficiente el mencionar que somos reyes y sacerdotes (que son calidades y funciones permanentes, las 24 horas del día), la Palabra nos lo reafirma por lo menos dos veces más de una manera contundente:

“Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” (2 Cor 3:4-6).

”De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2 Cor 5:17-20).


25 Ene 2012