Estudio Bíblico

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Módulo 212. Reyes y Sacerdotes.



Reyes y Sacerdotes: una calidad y un ministerio (2).


El lugar de Ministerio de los Reyes y Sacerdotes.

Un hecho muy interesante, y que por cierto la mayor parte de las veces lo pasamos por alto debido a nuestros paradigmas mentales (no bíblicos necesariamente), es que el primer ministerio que Dios le dio al hombre no fue el oficio sacerdotal, o lo que hoy sería el equivalente a apóstoles, profetas, evangelistas pastores y maestros (Efe 4:11) puesto que su antecedente, que es el oficio sacerdotal antiguo-testamentario, aparece mencionado como tal hasta que Abram le da los diezmos de todo a Melquisedec (Gen 14:17) y se estructura formalmente dentro del pueblo de Israel hasta la designación de Aarón, en el desierto, como el primer Sumo Sacerdote y la designación de la tribu de Leví como la tribu sacerdotal, en tanto que el primer ministerio que Dios le dio a los seres humanos surge en el momento mismo de su creación: el trabajo (Gen 2:15). Y el trabajo es, en esencia, el ministerio de los reyes y sacerdotes, independientemente del lugar donde lo realicemos y la actividad que realicemos.

En consecuencia, todos somos ministros de tiempo completo para Dios, no solo los que tienen una actividad de tiempo completo dentro de la iglesia porque todos trabajamos de uno u otra manera en la administración de la Creación de Dios, y como tales somos sus administradores.

“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Ped 4:7-11).

“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel. Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.” (1 Cor 4:1-5).

Y nuestro ámbito de trabajo implica lo natural (el trabaja físico e intelectual) así como también lo espiritual (la comunión con Dios y el compartir el mensaje del Evangelio en todo lugar y a toda persona). El lugar de ese ministerio es el área de actividad y el lugar en la que la realizamos en cada instante de nuestra vida. Lo único que varía es la ubicación mental que le demos a ese lugar de trabajo: “secular” o “eclesiástico”, que por cierto es una clasificación no bíblica, porque para Dios, todo es una unidad y todo es suyo, variando únicamente las funciones:

“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.” (Gen 2:15).

“Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Rom 11:36).

“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” (Heb 11:3).

“De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan.” (Sal 24:1).



Una sola calidad y ministerio, dos lugares diferentes de ministerio.

“Ahora pues, si oyen mi voz y guardan mi pacto, serán mi principal tesoro entre todas las naciones de la tierra, porque toda la tierra es mía. Y serán un reino de sacerdotes y gente santa”. (Exo 19:5-6, LBAD).

“y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (Apo 1:6).

“Al hacerlo, los veinticuatro ancianos se postraron ante El con arpas y copas de oro llenas de incienso –que son las oraciones de los creyentes--, y dedicaron al Cordero un nuevo canto que decía así: “Eres digno de tomar el pergamino, romper sus sellos y abrirlo porque fuiste inmolado y con tu sangre nos compraste para Dios de entre todos los linajes, pueblos, lenguas y naciones, y con nosotros formaste un reino de sacerdotes de nuestro Dios, en virtud de lo cual reinaremos en la tierra.” (Apo 5:8-10, LBAD).

En Exo 19, el Señor no dice que seremos un reino (reyes) de sacerdotes si damos oídos a su voz y guardamos su pacto. Ello quiere decir que desde el momento en que venimos al conocimiento de Cristo, obedeciendo la voz del Espíritu Santo, desde ese momento, todos los creyentes somos hechos reyes y sacerdotes. Lo único que falta determinar es cual será nuestro lugar de ejercicio del ministerio que Dios nos ha dado.

Por el otro lado, en Apocalipsis, tanto en el versículo 1:6 como en el versículo 5:10, el Señor habla de dos calidades para aquellos a quienes ha llamado: sacerdocio y reinado. Ello quiere decir que como sacerdotes también tenemos un reinado que ejercer sobre la tierra, ejerciendo el dominio sobre el campo de actividad en el cual Dios nos ha puesto: el trabajo eclesiástico, la educación, las artes, el gobierno, los negocios, etc.

Manteniendo la supuesta división entre los dos posibles grandes campos de actividad de los creyentes: la iglesia y el resto de campos de la vida social, podríamos clasificar el ministerio de los creyentes en dos tipos:

a) el “ministerio de púlpito”, cuando su actividad de rey y sacerdote está orientada hacia el ministerio eclesiástico y

b) el “ministerio secular o del mercado” (marketplace, en inglés) cuando su actividad de rey y sacerdote está orientada hacia lo que llamamos la “actividad secular”.

Conste que esta clasificación es solo para efectos de entender el concepto, no porque en la mente de Dios y en Su Palabra sea así. De hecho, en los primeros años de la Creación, después de la caída, (Caín y Abel por ejemplo) y de la iglesia (Pablo, Lucas, etc.) y aún ahora en muchos casos, esos lugares de ministerio estaban ambos presentes fuertemente en la vida de una persona, y eran y son ejercidos simultáneamente, como en mi caso que además de ser constantemente invitado a enseñar y predicar en congregaciones y actividades congregacionales, también dirijo una empresa. Sin embargo podríamos decir que en la actualidad, siguiendo la especialización del trabajo y de las actividades de la vida social, uno de ellos es ejercido en mayor medida debido al campo de actividad predominante del creyente.

Tanto los “ministerios de púlpito” como los “ministerios del mercado” estamos llamados a trabajar unos a la par de los otros, como uno solo, a apoyarnos, unos guiando hacia la visión y otros proveyendo los recursos que se requieren para la visión, entendiendo que la visión sin provisión se convierte en solamente una idea, y una provisión sin visión, se convierte en un mal gasto, no en una inversión. Ambas cosas deben caminar de la mano: visión y provisión para alcanzar la efectividad.

Los lugares de ministerio son solo eso, lugares de ejercicio de la calidad de reyes y sacerdotes. Cuando Dios llamó a Moisés (que fue tanto un rey –gobernante- como un sacerdote –Dios hablaba con El cara a cara), éste se encontraba cuidando un rebaño de ovejas. Aarón, a quién Dios llamó como “ministro de púlpito” en el desierto, antes de ello era un hombre de mercado que trabajaba en lo secular para su mantenimiento, igual que Leví a partir de quién Dios constituyó la familia de “ministros de púlpito” de Israel una vez que salieron de Egipto y los apartó para ese ministerio específico. De hecho, el “ministerio de púlpito” surge después de 430 años de permanencia en Egipto de los patriarcas y sus descendientes, durante el Exodo, cuando Dios llama a Leví y a sus descendientes como sacerdotes. Es decir que primero fueron constituidos los “ministros del mercado” y posteriormente “los ministros de púlpito”, siendo ambos oficios necesarios y complementarios para el cumplimiento de la voluntad de Dios en Israel.

David, el varón conforme al corazón de Dios, y conocido ampliamente como un adorador, no era tampoco lo que hoy llamaríamos un “ministro de púlpito” sino un “ministro del mercado” dedicado al gobierno y a la política. Sin embargo en todo su legado (los Salmos) manifiesta un profundo conocimiento, intimidad y dependencia de Dios al igual que lo manifiesta la Palabra respecto a Nehemías, Daniel, Gedeón, José, que también eran “ministros del mercado”, en tanto que Samuel, Jeremías, Isaías, Jonás, eran “ministros de púlpito”.

En todos ellos vemos, pues, fuertemente presentes los dones relacionados con la actividad de reyes a la par de los dones relacionados con la actividad sacerdotal, manifestando esa doble calidad que en todos los tiempos y lugares han tenido todos los creyentes: reyes y sacerdotes.

Ministros de “púlpito”: Podemos definir estos ministros y ministerios como aquellos que son realizados dentro del contexto de una organización o ministerio eclesiástico o para-eclesiástico y cuyo fin es preparar a todos los demás santos, reyes y sacerdotes, que trabajan y se mueven mayoritariamente en el mercado, a realizar la obra del ministerio en sus lugares de trabajo:

“Y el mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio (ello quiere decir que todos estamos involucrados en la obra del ministerio, todos somos ministros), para la edificación del cuerpo de Cristo,” (Efe 4:11-12).


Ministros del “mercado”: Estos son aquellos ministerios que se desarrollan fuera de una organización ministerial eclesiástica o para-eclesiástica, y básicamente se desarrollen en los centros de trabajo donde las personas se relacionan con otras en una actividad social distinta a las iglesias. De hecho, la mayor parte del servicio a Dios (evangelismo, discipulado y ministración) debería ser hecho por quienes estamos en esta situación porque somos los que estamos en mayor contacto con las personas que necesitan del Señor. Otra característica de estos ministros de mercado es que son entrenados por los ministros de púlpito para hacer la obra del ministerio y a su vez sirven voluntariamente de apoyo a las organizaciones ministeriales eclesiásticas y para-eclesiásticas.

“Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?” (1 Cor 12:27-30).

“Porque, ¿qué no proviene de Dios (esto incluye a todas las actividades que hoy llamaríamos “seculares”)? Su poder sustenta la vida, y las cosas existen para gloria suya (también incluye todo lo “secular”). ¡A El sea la gloria siempre! Así sea. Por esto, amados hermanos, les ruego que se entreguen de cuerpo entero a Dios, como sacrificio vivo y santo; éste es el único sacrificio que El puede aceptar. Teniendo en cuenta lo que el ha hecho por nosotros ¿será demasiado pedir? No imiten la conducta ni las costumbres de este mundo; sean personas nuevas, diferentes, de novedosa frescura en cuanto a conducta y pensamiento. Así aprenderán por experiencia la satisfacción que se disfruta al seguir al Señor. Como mensajero de Dios les advierto: no se consideren mejores de lo que son; valórense de acuerdo al grado de fe que Dios les ha permitido. El cuerpo de Cristo, al igual que nuestros propios cuerpos, tiene muchas partes. Cada uno de nosotros forma parte de ese cuerpo, y éste no estaría completo si faltara alguno, ya que cada quien desempeña una tarea diferente. Así que entre nosotros hay dependencia mutua; nos necesitamos unos a otros. Dios ha concedido a cada persona el don de realizar bien cierta tarea (ello implica los negocios, la política, la educación, la ciencia, el arte, el gobierno, etc., tanto como la actividad eclesiástica). Así que si Dios te ha dado el don de profetizar, ejercítalo e acuerdo a la proporción de la fe que posees. Si posees el don de servir a los demás, sirve bien (el trabajo ¿no es un servicio hecho para otros?) Si eres maestro, sé un buen maestro. Si eres predicador, procura que tu sermón sea poderoso y útil. Si Dios te ha dado dinero (hombre de negocios, trabajador, ejecutivo, profesional, etc.), ayuda generosamente a los demás. Si Dios te ha concedido habilidades administrativas y te ha hecho responsable el trabajo de otros, cumple con seriedad tu deber. Y quienes consuelen a los afligidos, háganlo con alegría cristiana.” (Rom 11.36-12:8, LBAD).

25 Ene 2012