Estudio Bíblico

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Módulo 212. Reyes y Sacerdotes.



Funciones de los reyes y sacerdotes (3).

La Función de Rey.

Quizá a nosotros, en nuestro tiempo, por la predominancia de regímenes democráticos en nuestros países, nos cuesta definir la función o el rol de un rey, porque no hemos tenido la experiencia de vivir bajo el gobierno de uno de ellos, pero esa palabra y función sería el equivalente a presidente, director, líder, etc., pero con la connotación de servicio que el Señor Jesucristo le da en Mar 10:42-45:

“Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”

Nuestra actividad como Reyes no está restringida a un área o actividad de la vida, más bien abarca todas las áreas y actividades que realicemos. Cada uno en el área y actividad que Dios nos ha confiado somos reyes, dirigentes, líderes y debemos actuar como tales, trayendo el orden del Reino de Dios a ellas de tal forma que se posibilite el que las bendiciones de Dios llenen esas áreas y actividades con la vida abundante que el Señor Jesucristo trajo para nosotros (Jn 10:10) y echando fuera el desorden provocado por el diablo que es el ambiente en el que él roba, mata y destruye (Jn 10:10b).

Las funciones de los reyes (más o menos equivalentes hoy a las de los gobernantes, gerentes, administradores, líderes, hoy) en la antigüedad, eran las siguientes:

a) Monarca o príncipe soberano de un Estado. Como tal sus funciones eran:
a.1) la administración de la cosa pública (bienes, dinero y riquezas) para hacerlos producir y lograr con ello el bien común.
a.2) la preservación del orden y la seguridad interna y externa de la nación o territorio,
a.3) la dirección del destino de la nación: liderear, gobernar, marcar el rumbo, dar visión.
a.4) definir las normas de conductas y los procedimientos para el manejo de las cosas y las circunstancias.
a.5) traer orden, estructura, administración, seguridad, dominio, influencia y provisión a la nación.
a.6) dirigir el ejército en combate para defender a la nación y a sus súbditos.

b) En el Antiguo Testamento (y hoy bajo el Nuevo Testamento ello no cambió), una función muy importante de los reyes era la responsabilidad de seguir la visión de Dios para la nación proclamada por los sacerdotes y los profetas y traer la provisión necesaria para ver cumplida esa visión y bendecir al pueblo

c) El que tiene supremacía en un campo de actividad.

Si trasladamos esas funciones y las comparamos con las actuales de un presidente, director, líder, en cualquier lugar donde este ejerza esa actividad, podríamos decir que, en términos generales, ellas son las siguientes:

a) Poner orden, estructurar, organizar relaciones y procesos, legislar, planear.

b) Administrar los recursos disponibles para obtener los mejores resultados posibles con ellos, facilitar la provisión de bienes y servicios para las necesidades, su producción y su multiplicación.

c) Producir valor, fruto, generar productividad, fructificar, provisión.

d) Dirigir, dar dirección, marcar el rumbo, ejercer influencia para orientar las cosas en una determinada dirección, proveer una visión.

e) Conquistar, planear las batallas, dar seguridad.

f) Ejercer dominio, poder, autoridad, influencia.

g) Interpretar los tiempos, prevenir los peligros.

h) Impartir justicia.

i) Los primeros y los mejores en su actividad.

Todas esas actividades son derivadas del mandato original de Dios al hombre y a la mujer en el Edén, aplicadas a un mundo caído:

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Gen 1:27-28).


“Fructificar, labrar y guardar” significa trabajar cuidando y logrando fruto, productividad, agregar valor no solo a las cosas, sino a nuestro carácter, habilidades, capacidades, talentos, etc. En el área de las cosas significa también no solo que una cosa debe producir fruto sino que debemos multiplicar esa cosa para que a través de esa multiplicación también se produzca mucho más fruto. Dios espera de nosotros que produzcamos fruto en abundancia para la Gloria de Su nombre en todas las áreas de nuestra vida: la natural, la emocional y la espiritual:

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” (Jn 15:1-8).

“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.” (Mat 25:14-27).

En nuestras organizaciones, la función de fructificar puede medirse de muchas maneras: incremento de los ingresos con un incremento menor en los gastos, incremento de las utilidades, cumplimiento de las metas y objetivos, desarrollo de las habilidades y capacidades propias y de las personas a nuestro cargo, diversificación de servicios y productos, etc.

Si estamos cumpliendo adecuadamente con nuestras funciones como administradores de los recursos de cualquier tipo que Dios pone a nuestro cuidado (función de reyes), a la par de los frutos que se deben manifestar en nuestra organización, también se debe manifestar en nuestra vida, en nuestro carácter y en nuestras acciones, una mayor medida del fruto del Espíritu, pues por algo Dios lo llama “fruto”, porque espera que haya una producción mayor de él en cada uno de nosotros, como un árbol fuerte, sano, frondoso y bien regado, que cada año su cosecha de frutos es mayor que la del año anterior. ¿El fruto del Espíritu en nosotros, está siendo mayor en este tiempo que en cualquier otro anterior?

“En cambio, el Espíritu de Dios nos hace amar a los demás, estar siempre alegres y vivir en paz con todos. Nos hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza en Dios, ser humildes y saber controlar nuestros malos deseos. No hay ley que esté en contra de todo esto. Y los que somos de Jesucristo ya hemos hecho morir en su cruz nuestro egoísmo y nuestros malos deseos. Si el Espíritu ha cambiado nuestra manera de vivir, debemos obedecerlo en todo. No seamos orgullosos, ni provoquemos el enojo y la envidia de los demás, creyendo que somos mejores que ellos.” (Gal 5:22-26, Biblia para todos).



“Multiplicaos” se refiere a incrementar el número, a reproducir algo, y en el contexto en el que el Señor lo expresó se refiere tanto a cosas como a personas. Significa crecimiento en todo. Somos llamados a crecer en lo personal, como organizaciones, como Cuerpo de Cristo, como comunidades, como naciones, etc. Todo en la naturaleza, cuando está sano, crece continuamente. Dejar de crecer significa comenzar a declinar la vida.

Ello implica que nuestras organizaciones, una vez consolidadas, ordenadas, organizadas, debemos dirigirlas a un crecimiento gradual, sano, fuerte, sin temor, porque todo lo que Dios bendice, crece.

En este punto también es importante que hagamos referencia al significado de este mandato en cuanto a nuestra vida como personas. Multiplicarnos, en este caso, implica reproducirnos de nosotros mismos en otras personas, físicamente, en nuestros hijos e hijas naturales, y espiritualmente, en nuestros discípulos. Es responsabilidad nuestra dar de gracia lo que de gracia recibimos, es decir, no solo en lo que se refiere a nuestros hijos e hijas naturales, sino también en cuanto a nuestros subalternos en cualquier lugar de trabajo y a nuestros discípulos en Cristo, debemos reproducir en ellos nuestras habilidades, nuestras capacidades, nuestros dones y ministerio, en fin, todo aquello que agregue valor a sus vidas como seres humanos, y que ha agregado valor a las nuestras. El temor a ser desplazados, el egoísmo de considerar el conocimiento como una posesión exclusiva y excluyente de los demás, en el Señor, no cabe. Nuestra función es que así como Cristo hizo de nosotros mejores personas una vez que irrumpió con su amor, misericordia y gracia en nuestras vidas, nosotros, dando de gracia eso que hemos recibido de El, apoyemos a todos los que están a nuestro alrededor a que desarrollen todo lo que Dios les ha dado al máximo, sin temor a que ellos sean superiores a nosotros, es más, si nos apegamos a lo que nos enseña la Escritura, ese debería ser precisamente nuestro objetivo, que ellos y ellas sean mejores que nosotros en todo sentido:

“De cierto, de cierto os digo (es Jesús hablándole a sus discípulos): El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (Jn 14:12-14).

“La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos.” (Hag 2:9).

Algunos un poco inseguros, podrán argumentar que entonces pueden perder sus puestos, posiciones, ministerio, etc., lo cual solo es posible si no nos multiplicamos bien en aquellos en los cuales estamos invirtiendo nuestra vida, porque parte de lo que necesitamos moldear en ellos es el respeto a la autoridad (obviamente, nosotros antes debemos modelarlo en nosotros, porque si no, vamos a cosechar lo que hayamos sembrado). El hecho de que un hijo, subalterno o discípulo haga las cosas mejores que nosotros, no por ello implica que hemos perdido la autoridad que Dios nos ha delegado respecto a ellos. Una cosa son los logros y otra diferente es la autoridad. A la par de enseñarles a ser más habilidosos, talentosos, eficientes, etc., que nosotros, también les debemos enseñar que:

“El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor.” (Mat 10:24-25).

“El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.” (Luc 6:40).

La multiplicación, entonces, debe ocurrir por tres vías: la natural, mediante nuestros hijos e hijas, el área del alma o psicológica mediante la reproducción y el desarrollo en otros de las habilidades y capacidades que Dios nos ha dado y la espiritual mediante la formación de discípulos, de los cuales los primeros deben ser nuestro cónyuge y nuestros hijos e hijas, pero no solo ellos sino muchos más derivados de nuestra labor evangelística y testimonial en los lugares de trabajo y en todos los lugares posibles.

“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Tim 2:2).

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mat 28:18-20).

“Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen.” (Tit 1:5-9)


25 Ene 2012