Estudio Bíblico

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Jabes.



JABES (1 Cro 4:9-10) (1).
LA PERSONA.



SU NOMBRE.

Su madre lo llamó “Jabes”, el que causa (o causaba) dolor, porque lo dio a luz con dolor.

El significado de su nombre era dolor, limitación, fracaso, del montón y todo lo que ello implicaba: estar condenado a ser una persona poco conocida, poco apreciada, sin un buen futuro, más bien, con un futuro sin esperanza.

En ello se parece a muchos de nosotros: nuestra historia, nuestra educación, nuestro ambiente, nuestras habilidades, etc., no nos auguran un buen futuro. Es más, muchos ya nos lo han dicho y garantizado.

Pero Jabes logró superar esas limitaciones con la ayuda de Dios y ser más ilustre que todos sus hermanos.

Si Jabes lo logró, nosotros también podemos lograrlo con la ayuda de Dios.



LO QUE HIZO.

Lo primero que hizo fue negarse a que su vida fuera por siempre como la que estaba viviendo y como otros habían dicho. Se negó a conformarse con la mediocridad (lo que tenía y le era posible, con su zona cómoda o segura). ¿Estamos nosotros igualmente decididos a no conformarnos con lo que ya somos y tenemos? ¿Es esa decisión, una convicción, una absoluta insatisfacción con la vida que hemos llevado o solo un deseo de cambiar? Los deseos no cambian, solo las convicciones.

En segundo lugar, deseaba con desesperación huír de las circunstancias y expectativas limitadoras que le rodeaban desde su nacimiento (no son nadie, no tengo, no puedo, no se, no valgo, pobrecito yo, no lo voy a lograr, mi pasado, la familia que tuve, el lugar en que nací, el tipo de vida que me tocó, etc.). ¿Estamos nosotros realmente desesperados por salir del tipo de vida que hemos vivido hasta ahora, o no? ¿Esa desesperación se traduce en la convicción de romper con todo aquello que nos limita, y dejar de estar justificando la vida que tenemos por todas esas limitantes? La Palabra de Dios dice que en El haremos proezas, pero si seguimos justificando nuestras limitaciones, en lugar de proezas, tendremos limitaciones.

En tercer lugar, fue a la única fuente confiable que podía sacarlo de donde estaba: Invocó (clamó) a Jehová (Jer 17:5-8).
* Si me bendijeras (si me habilitaras, si me activaras para hacer algo diferente).
* Si ensancharas mi territorio (si me dieras una visión mayor).
* Si tu mano estuviera conmigo (si tu presencia estuviera conmigo).
* Si me guardaras del mal (santidad).

De la misma manera que para Jabes la única salida estaba en Dios, así necesita ser para nosotros. Mientras estemos confiando en otras cosas aparte de Dios, vamos a seguir fracasando, porque nuestros caminos, que nos parecen derechos en nuestra propia opinión, en realidad son caminos de muerte (Prov 16:25). Nuestra única respuesta, nuestra única solución, nuestro único camino es Cristo. Separados de El nada realmente significativo podemos alcanzar ni lograr (Jn 15:1-5).



EL FAVOR Y LA GRACIA DE DIOS DISPONIBLES.

Dios le dijo que sí. De la misma manera, si nosotros estamos en la misma situación de Jabes y con las mismas limitaciones y deseos, Dios nos va a decir que sí. Es más, Dios está esperando que nosotros recurramos a El porque El quiere mejorar significativamente y transformar radicalmente nuestras vidas: Jer 29:11, Prov 4:18, Fil 1:6, 2 Cor 3:18, 2 Cor 5:17.
La bondad de Dios no tiene límites (Jn 3:16). Sus misericordias para con nosotros son nuevas cada mañana (Lam 3:22-23). Y El no hace distinción de personas (Deut 10:17, Hch 10:34, Rom 2:11).



LO QUE NECESITAMOS.

Conocer a Cristo como nuestro Señor y Salvador personal. Separados de El nada podemos, nada tenemos, nada somos (Jn 15.1-5). Si no confiamos en Cristo confiaremos en otras cosas y esas otras cosas son nuestros propios caminos cuyo fin es muerte (Prov 16:25). Confiaremos en otras cosas que son resultado de nuestra confianza en lo humano, y ello solo traerá maldición a nuestras vidas (Jer 17:5-8). Solo en Cristo podremos ir adelante en nuestra vida (Prov 4:18), hacia lo mejor (Fil 1:6).

Expandir nuestra visión. Ver más allá de nuestras fronteras autoimpuestas. En Dios no estamos limitados ni estrechos (2 Cor 6:12). Lo que nos limita es lo que creemos de nosotros mismos en nuestro corazón (Prov 23:7). Lo que nos limita son los no puedo, no tengo, no se, no valgo, no soy, mi familia, mi ambiente, mi historia, etc.. Mientras no rompamos con ello vamos a estar limitados por ellos. Necesitamos ensanchar nuestro corazón, nuestra visión, nuestra perspectiva de nosotros mismos, nuestra perspectiva del propósito, de la identidad y del potencial que Dios nos ha dado (Isa 54.2).
Por eso Pablo ora por los efesios (Efe 1:17-19) que Dios les de espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de El. Cuando conocemos quién es Dios, vamos a conocer quienes somos nosotros, que tenemos en El, cuál es nuestro propósito, porque somos sus hijos, fuimos hechos a Su imagen y semejanza (Gen 1:26-27), tenemos Su naturaleza divina (2 Ped 1:4), y por lo tanto, tenemos su A.D.N. (características heredadas).

Seguir el camino que Dios nos marca para prosperar (3 Jn 2). Solo en la medida en que la Palabra de Dios sea nuestra delicia y en ella meditemos de día y de noche, vamos a prosperar (Sal 1.1-3). La Palabra es para nosotros vida, camino, verdad, sanidad, salud, prosperidad, etc. Solo la Palabra fortalece nuestra identidad, nuestro propósito y nuestro potencial. Todo lo que el mundo nos pueda decir, todo lo que las filosofías humanas nos puedan decir, no hace sino socavar, a corto o largo plazo, nuestra identidad, potencial y propósitos verdaderos (Prov 16:25). Necesitamos decidirnos a hacer de la Palabra de Dios nuestra forma de pensar, sentir, hablar, etc.

Ver los retos como oportunidades, no como barreras infranqueables (Rom 8:28-29, 1 Ped 1:6-7, 1 Ped 5.10). Los problemas, las circunstancias, los obstáculos que se puedan presentar en nuestro camino no son muros que no podamos saltar, ni montañas que no podamos pasar. Solo están allí para entrenarnos para superar los retos que se nos puedan presentar en el camino hacia nuestro mejor destino, nuestra mejor vida, nuestro mejor futuro. Que los obstáculos no nos desanimen, ni nos frustren, ni nos hagan desistir. Más bien, que sean reafirmaciones de nuestra convicción de ir hacia esa mejor vida, destino y futuro que Dios tiene para nosotros.

Insistencia, persistencia, paciencia, perseverancia (Jos 1:6-8, 2 Tim 2.1, Dan 11:32). Por mucho tiempo hemos sido enseñados que si pedimos, recibimos, lo cual es cierto, pero esa enseñanza, directa o sugeridamente, ha derivado en una pasividad de solo pedir, y esperar hasta que reciba, cuando lo que el pasaje de Mat 7:7-8 nos hace no es una invitación a la pasividad, sino a la fe activa, a la fe que tiene obras (Sant 2.20, Sant 2:26). Si pido, recibo; como ya recibí, busco lo que recibí, y tocó las puertas que sean necesarias para encontrarlo, hasta tenerlo. Y ello demanda insistencia, persistencia, paciencia, perseverancia, para superar todos los no, todos los obstáculos, todas las dificultades que encontremos en el camino de buscar y hallar lo que hemos pedido. Recordemos que la vida del cristiano no es una vida fácil (tampoco lo es la vida en el mundo), es una vida en la que las bendiciones del Reino de los Cielos solo los violentos, los esforzados, los valientes, las arrebatan. Necesitamos ser como Josué, esforzados y valientes (Jos 1:6-9, 2 Tim 2.1, Dan 11:32).



EL RESULTADO.

Fue más ilustre que todos sus hermanos: sobresalió, prosperó, triunfó, se desarrolló, creció, éxito. Si nosotros seguimos los pasos de Jabes seguramente vamos a tener los mismos o mejores resultados, por cuanto nosotros ahora vivimos en un nuevo pacto, hecho sobre mejores promesas (Heb 7:22, 8:6, 12:24).

Algunos que nos vean en el esfuerzo quizá, debido a su mediocridad, y a que nosotros somos para ellos cartas abiertas que los confrontamos con ella, nos criticarán diciendo que lo que nos sucede es que somos arrogantes, creídos, poco humildes, etc. Para afrontar esos ataques necesitamos, en primer lugar, escudriñar nuestro corazón y estar seguros de que no es por ello que queremos sobresalir, y después de ello, necesitamos estar claros de que el hecho de querer sobresalir o ser ilustre no debe dar lugar, en el futuro, a tener arrogancia ni egoísmo (Fil 3:13-14): Pablo proseguía a la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios). Ganar honra debe significar para nosotros dejar atrás los objetivos mediocres y las posiciones cómodas (tiene muy poco que ver con talentos). Recordemos que Dios le dijo a Abraham que si salía de Ur haría de él una nación grande y engrandecería su nombre (Gen 12.1-3). No tiene nada de malo querer sobresalir si es en total dependencia de Dios y no para nuestra gloria sino para la de El.

Muy pocos super-santos están en las galerías de los héroes de la fe de Dios. La mayoría de los que están en esa galería son personas como usted y como yo, personas que éramos comunes y corrientes, sobre las cuales Dios pusó su mirada, no por buenas sino por ser lo vil del mundo, y que por Su Espíritu Santo fueron transformadas para cumplir con Sus propósitos aunque no eran perfectas ni cien por ciento inmaculadas (Abraham, Jacob, David, Salomón, Sansón, Pedro, Pablo, etc.). En su gran mayoría son personas que en otras circunstancias hubieran pasado inadvertidas, comunes; pero tuvieron fe en un Dios extraordinario y milagroso y se apartaron para dar un paso y obrar en esa fe.



RETO.

¿Cómo serían nuestros días si creyéramos que Dios desea que nuestras fronteras se extiendan en todo momento y con toda persona, y tuviéramos la confianza en que la mano poderosa de Dios nos guía en todo lo que hacemos?




JABES (1 Cro 4:9-10) (2).
SI ME BENDIJERES.



Jabes, en la desesperación de su vida mediocre, como otro más del montón, que no se quería resignar al destino que los demás y sus propias circunstancias le habían determinado, pidió un favor sobrenatural, algo que no le era posible conseguir por sí mismo (en las circunstancias actuales, para progresar, desarrollarnos, etc., en muchos casos, por las limitaciones en las que vivimos, humanamente no es posible conseguir muchas cosas, pero con el favor de Dios y haciendo nuestro mejor esfuerzo, todo nos es posible -Fil 4:19-). Ello nos indica que Jabes confiaba completamente en la gracia, misericordia, favor y poder de Dios, no en sus propias fuerzas.

El problema de muchas personas, incluidas creyentes, es que haciendo las cosas por nuestra cuenta logramos de vez en cuando que algunas cosas nos salgan bien, y ello produce en nosotros una falsa esperanza de que podemos hacerlo solos, sin Dios, que no necesitamos depender absolutamente de El. Pero hasta que no llegamos al convencimiento de que sin Dios nada podemos, nada tenemos, nada somos, que dependemos totalmente de El para todo, que solo El es nuestra respuesta, no vamos a recurrir a El en busca de ayuda y lo que alcancemos va a ser limitado, insatisfactorio, lejos de lo máximo que podríamos alcanzar y para lo que El nos diseñó..

En Jer 17:5-8 la Palabra nos dice al respecto algo muy serio: maldita la persona que depende de cualquier cosa que sea humana (fuerzas, pensamientos, filosofías, métodos, etc.). Será como un desierto: en general seco, estéril, improductivo, aunque pueda tener algún oasis de vez en cuando. Pero también nos enseña que si ponemos nuestra confianza en Dios, que si dependemos de El para todo, entonces seremos como árboles que están plantados junto a corrientes de agua que todo el tiempo están verdes y producen frutos en abundancia, o lo que es lo mismo, tendremos vida en abundancia (Jn 10:10). Con razón Jesús nos enseñó que separados de El nada podemos hacer (Jn 15:1-5) y los discípulos dijeron: “¿adonde irémos si solo tú tienes agua de vida eterna? (Jn 6:68).

Necesitamos entender que seguir dependiendo de nosotros mismos o de otros, de nuestras fuerzas humanas, de nuestros conocimientos, de nuestros habilidades, de nuestras “conexiones” solo nos va a llevar, tarde o temprano, a enfrentarnos con un callejón de desesperación sin salida, a menos que volteemos de todo corazón a Cristo. Y eso fue lo que hizo la diferencia en Jabes. Se volvió de todo corazón a Dios y le clamó: “Si me bendijeres”. Cuando llegamos a ese punto es cuando somos bendecibles de parte de Dios porque El resiste a los soberbios pero da más gracia a los humildes (Sant 4:6) y El se magnifica en nuestra debilidad de tal manera que cuando somos débiles, somos fuertes; cuando somos menos, somos más (2 Cor 12:9). Recordemos que lo vil, lo necio, lo inservible, lo menospreciado, lo débil del mundo llamó Dios para avergonzar a lo sabio y lo fuerte (1 Cor 1:26-29).

Otra cosa que resalta en la petición de Jabes, y que manifiesta su total dependencia y confianza en Dios con respecto a su vida es que dejó por completo que Dios decidiera cuáles serían esas bendiciones y cuando, como y donde las recibiría. No fue a Dios con imposiciones, con gustos, con deseos, sino en completa humildad y dependencia de Dios, para que en él se cumpliera la voluntad de Dios, sabiendo que ella es buena, agradable y perfecta. Y esta actitud de Jabes nos recuerda la de Jesús en el Monte de los Olivos, la noche en que fue hecho prisionero, cuando ora a Dios que se haga Su voluntad y no la de El (Mat 26:42), y ello está en línea con lo que Jesús mismo nos enseñó a orar: “Hágase Tu voluntad” (Mat 6:10, Luc 11:2). Cuando llegamos a ese nivel de confianza en El, estamos listos para recibir todo lo que El tiene para nuestras vidas y vamos a entrar de lleno en la plenitud de Su voluntad para nosotros, y en la plenitud de la vida que Cristo pagó para nosotros en la Cruz.

Confió incondicionalmente en las buenas intenciones de Dios, lo que implicaba.
• Que conocía a Dios no solo de oídas (Mat 6:25-31).
• Que tenía una clara identidad derivada de su relación con El (Efe 1:17-19).
• Que no estaba buscando que Dios atendiera lo que él quería para sí mismo. Quería meterse por completo en la Voluntad, Poder y Propósitos de Dios para El. Quería meterse por completo en el río de la vida que Dios tenía para él. Estaba entregando su vida completamente a la Voluntad de Dios. Estaba renunciando a su voluntad egocéntrica (Rom 12:2).

Nosotros, igualmente hoy, necesitamos urgentemente, conocer a Dios no de oídas sino en verdad, como nuestro Padre amoroso, bendecidor, que quiere lo mejor para nosotros, que hace lo mejor para nosotros, que todo el tiempo está pensando en lo mejor para nosotros (no en el Dios que nos prueba, nos quiere pobres, enfermos, que nos castiga, que es duro, etc., como muchos creen hoy, aunque no lo manifiesten abiertamente, pero indirectamente muchas doctrinas apuntan a ello). Y note algo muy importante, estoy diciendo que necesitamos CONOCER A DIOS COMO PADRE, no como Dios, que son dos cosas totalmente diferentes. La Palabra nos enseña en la parábola del hijo pródigo, que aún viviendo los dos hijos en la casa de su padre, no lo conocían como tal sino como un empleador. Igualmente hoy muchos cristianos, decimos que Dios es nuestro Padre, pero vivimos como si fuera nuestro empleador.

Derivado de conocer a Dios como nuestro Padre, necesitamos desarrollar NUESTRA IDENTIDAD como hijos e hijas de El, y desarrollar en El la misma confianza que un niño o niña tiene en sus padres, que harán lo mejor, buscarán lo mejor, desarrollarán lo mejor, para ellos, que cuidarán de ellos, que atenderán todas sus necesidades, que nada les faltará, etc. Un hijo o una hija nunca están angustiados respecto a si tendrán que comer, que vestir, donde dormir, etc., cada día. Ellos duermen tranquilos, aún en medio de crisis, en la confianza de que sus padres proveerán sus necesidades en medio de las circunstancias más adversas. Con razón Jesús nos enseñó que para entrar en el Reino de Dios necesitábamos ser como niños (Mat 18.3) y no vivir con ansiedad ni con afán por qué vamos a comer o tomar, o como nos vamos a vestir, sino que asumamos nuestra calidad de hijos y confíemos en Dios como Padre (Mat 6:25-33).

Cuando conocemos a Dios como Padre, y no como un Padre cualquiera sino como el Padre perfecto, bueno, bendecidor, que quiere y va a hacer solo lo mejor para nosotros, y cuando vivimos en nuestra identidad de hijos de El, podemos confiar totalmente en la bondad, liberalidad y misericordia de Dios para con nosotros y dejar que El decida por nosotros nuestras bendiciones y podemos entregarnos totalmente a Su Voluntad, sabiendo que ella es buena, agradable y perfecta (Rom 12:2, Sant 1:17), aún en medio de los problemas y circunstancias adversas que se puedan presentar, que solo serán un incidente en el camino puesto allí para que desarrollemos nuestras habilidades y capacidades de vencedores de gigantes y vencedores en todas las cosas (Rom 8:28-39),

Dios quiera que podamos llegar a ese nivel de dependencia de El en todas las áreas y para todas las cosas de nuestra vida, porque solo nosotros podemos limitar la liberalidad de Dios, como lo manifiestan muchos ejemplos en la Biblia: Israel cuando no quiso entrar en la tierra prometida (Num 14, principalmente Num 14:30), la viuda que llenaba vasijas de aceite (2 Rey 4:1-7, principalmente 4:6), la pesca milagrosa (Luc 5:1-6, Jesús le dijo a Pedro que echara las redes y él echo solamente una red), etc. Jabes, seguramente, sabiendo esto, no quiso limitar a Dios de ninguna manera, y dejó que El definiera qué bendiciones, cuanto, cómo, donde y cuando. Jabes solo confió en El, y punto.

Solo nosotros limitamos la liberalidad de Dios, y lo hacemos por un falso o incompleto conocimiento de Dios, por una falsa o incompleta identidad como hijos de El, que derivan en conceptos acerca de nosotros mismos como no soy, no puedo, no tengo, no se, no valgo, no lo voy a lograr….mi pasado, la familia que tuve, el lugar en que nací, el tipo de vida que me tocó, etc.). Necesitamos combatir esos pensamientos, que son fortalezas que el diablo ha levantado en nuestras mentes, para impedirnos alcanzar el conocimiento de Dios (2 Cor 10:4-6) que nos va a llevar a la completa libertad de todas nuestras limitaciones (Jn 8:32-33). Recordemos que no estamos estrechos en Dios sino en nuestros corazones (2 Cor 6:12) por esos falsos conceptos de nosotros mismos, que Dios quiere eliminar para que nuestro corazón sea ensanchado (Isa 54:2) y nos abramos a la abundante liberalidad, misericordia y buenos planes de Dios para nosotros (Jer 29.11).




JABES (1 Cro 4:9-10) (3).
“SI ENSANCHARAS MI TERRITORIO”.



Cuando Jabes le pidió a Dios que le bendijera era porque ya conocía a Dios como Padre bueno, bendecidor, de abundancia, y había confiado en El como un hijo confía en su padre. Se había entregado a Su voluntad con todo su corazón, fuerzas, confianza y dedicación.

El también sabía que cuando Dios bendice, siempre da más porque El ha diseñado la vida del justo como la luz de la aurora (Prov 4:18) que va en aumento hasta que el día es perfecto (Gen 1.28). El sabía que la bendición de Dios, como administradores que somos de todo lo que Dios nos da (1 Ped 4.10), iba a traer consigo e iba a requerir de él más responsabilidades, más trabajo, más esfuerzo (1 Cor 4:2). De tal manera que cuando El ora a Dios para que ensanche su territorio, lo que estaba haciendo era reiterar la petición de que Dios le bendijera y afirmando que él entendía que la bendición iba a implicar más responsabilidad de su parte, de tal manera que le estaba diciendo a Dios que estaba consciente de las implicaciones que recibir Su bendición implicaban.

Ensanchar el territorio implicaba más influencia, más responsabilidad, más oportunidades, más trabajo.
* Para servir a Dios (Mar 10:42-45) y a las personas.
* Para darle gloria a Dios (Col 3:22-24).
* Más crecimiento, más desarrollo en El y para El, más prosperidad.

Esta petición de Jabes contrasta con la que muchos hoy le hacen al Señor: quieren que El les bendiga pero para tener más tiempo libre, más descanso, menos esfuerzo, menos responsabilidad, seguridad y comodidad sin esfuerzo, etc. Ello denota, no solo una falta de conocimiento de Dios y del propósito que El tiene para nosotros, sino que un carácter egoísta, centrada solo en sí mismos, en su beneficio, en su comodidad, en su seguridad, en su placer. Dios no está buscando quién quiera hacer menos, sino quién quiera hacer más. Y eso choca totalmente con las creencias del mundo, que todo el tiempo está buscando hacer menos y obtener más para sí mismo.

Dios quiere para nosotros lo mismo que Jabes quería. Cuando El creó al ser humano no lo hizo para que este descansara y llevara una vida contemplativa, sino lo hizo para trabajar, para producir, para multiplicar, para proteger y desarrolla (Gen 1:28), y ese mismo propósito sigue estando vigente para nosotros hoy (Isa 54:2, Prov 4:18, Mat 25:14-30). El nos creó para trabajar con El (somos sus co-laboradores (1 Cor 3:9, 2 Cor 6:1) y El hasta ahora trabaja y Jesús también (Jn 5:17). De tal manera que necesitamos estar conscientes que cuando le pedimos a Dios que nos bendiga de alguna forma o en general, lo que estamos pidiéndole es que nos dé más trabajo, más responsabilidad, más esfuerzo, más influencia, para trabajar en Sus planes (no en los nuestros), en Su agenda (no en la nuestra), en Su obra (no en la iglesia necesariamente, ni en la nuestra).

Con la bendición y con el premio de Dios a nuestro trabajo no viene menos trabajo sino más trabajo. Cuando el amo regresa para hacer cuentas con los siervos de la parábola de los talentos (Mat 25:14-30), al que le había dado cinco y había producido otros cinco, le da los diez para que siga produciendo. Al que le había dado tres y le entrega otros tres como resultado del trabajo le da los seis para que siga produciendo. Para ambos ello implicaba más trabajo, no menos. Por si ello fuera poco, al que ya tenía diez le hace entrega de uno más que se lo quita al siervo inútil. Por lo tanto, la bendición de Dios y su premio al buen trabajo es un llamado a servirle más, a dedicarle más nuestra vida a El, más trabajo.

En la última instrucción que Jesús les da a sus discípulos, antes de ascender en las nubes después de Su Resurrección, les dice (Hch 1:8) que recibirán poder y le serán testigos en Jerusalén (una ciudad) y como consecuencia de ello, ya no los enviaría a una ciudad sino a una región (Judea), y como consecuencia de su éxito en ella los enviaría a una nación (Samaría) y después de cumplir con esta tarea les enviaría a todas las naciones (hasta los confines de la tierra).

El éxito y la bendición en Dios, entonces, no implica menos trabajo ni menos responsabilidad sino más trabajo y más responsabilidad. Y nuestro diseño obedece a ello (Gen 1:28, Prov 4.18). A través de nosotros Dios quiere:
* Alcanzar a más personas (Jn 3:16).
* Restaurar más cosas (Rom 8.19-20).
* Expandir Su Reino (Mat 6:9-10, Efe 1:9-10).
* Aumentar las oportunidades de hacer Su voluntad, de cumplir Su propósito (Jn 3.30).
* Aumentar las oportunidades de darle gloria y honra, de exaltar Su Nombre (Col 3:22-24).

Dios busca personas que siempre quieran servirle más, conocerle más, obedecerle más; Dios se especializa en obrar por medio de personas normales que creen en un Dios sobrenatural que hará Su obra a través de ellos, en personas que se esfuerzan en lo poco para prepararse para esforzarse en lo mucho

Cuando Dios encuentra personas así, siempre va a responder a sus oraciones porque son personas que siempre le dan prioridad a Sus planes, Sus propósitos, Su voluntad, antes que a los de ellos (1 Jn 5:14-15).

Como hijos e hijas de Dios, a quienes El elige, salva, transforma y santifica, se espera de nosotros que seamos de esas personas, totalmente rendidos a El y a sus planes, adoradores en el más auténtico sentido de la palabra (Jn 4:23), que estemos comprometidos a intentar algo lo suficientemente grande como para que sea un fracaso garantizado a menos que Dios intervenga, lo contrario a lo que hace el mundo.

Todo ello se opone a lo usual, lo normal, lo que el mundo esperaría, pero nosotros, aunque estamos en el mundo (Jn 17.11), no somos del mundo (Jn 17.14, Jn 17:16), nuestra ciudadanía está en el cielo (Fil 3:20) y nuestra manera de pensar necesita corresponderse con la de nuestro país de origen, no con la del país en el que vivimos (Rom 12.2), no importa que:
* Ello vaya en contra del sentido común del mundo
* Se oponga a nuestras experiencias previas en lo natural.
* Parezca menospreciar nuestros sentimientos, enseñanzas y preparación previa.
* Desafíe nuestra necesidad de sentirnos seguros con el mundo natural.
* Nos prepare para que nos vean como si fuésemos tontos y perdedores.
* Pero es el plan de Dios no solo porque nos lleva a la siguiente oración, sino porque el llamó a lo vil, lo menospreciado, lo débil, lo que no valía, y lo que no era, para avergonzar a lo sabio y fuerte del mundo (1 Cor 1:26-29), a los que creyéndose sabios y poderosos, menospreciaron a Dios (Rom 1.18-31)

Estemos decididos a salir de la mediocridad de vidas que se viven con una mano en la salvación, pero con la otra dependiendo de las cosas a nuestro alrededor. Decidámonos a vivir vidas que únicamente dependan de los recursos y de la voluntad de Dios, que anhelen Sus bendiciones que El quiera dárnoslas, cuando El quiera dárnoslas, como El quiera dárnoslas, donde El quiera dárnoslas, que vivamos dedicados a cumplir Su agenda, Sus planes, Sus propósitos, y estemos dispuestos a asumir más responsabilidades, a realizar más esfuerzos, a desarrollar más y mejores planes, a superar obstáculos, a vencer gigantes, y una vez alcanzado el éxito, que estemos dispuestos a darle toda la gloria, el reconocimiento, el honor y la alabanza que todo ello merezca solo a El (Col 3:22-24). En Cristo Jesús fuimos diseñados y equipados para ello (Efe 2:10) y vivir por debajo de esas expectativas es vivir por debajo de nuestras posibilidades, y ello es mediocridad, aunque se obtengan algunos logros, metas, beneficios, etc., porque nos conformamos con menos de aquello para lo que fuimos llamados.




JABES (1 Cro 4:9-10) (4).
“SI TU MANO ESTUVIERA CONMIGO”.



La “Mano del Señor” es un término que expresa el poder y la presencia de Dios a favor de las vidas de quienes conforman Su pueblo (Jos 4:24, Isa 59:1, Hch 11:21) y su Iglesia, Su familia. Dios, como Padre amoroso, observa y quiere que recurramos constantemente al poder sobrenatural que El tiene a nuestra disposición y nos ofrece (2 Cro 16:9) sin medida. Y a quienes así lo hacen, El los busca para apoyarlos, fortalecerlos, afirmarlos, animarlos, bendecirlos y ampliarles la visión de Su propósito para ellos (1 Cor 2:9, Isa 45.3). El corazón fiel y devoto, dependiente de El y de Su poder, es la única parte que El no provee para su plan de expansión, sino que somos nosotros mismos lo que lo debemos ofrecer. Y Jabes conocía muy bien esta verdad.

Jabes conocía a Dios, además sabía quién era él para Dios, su hijo. También sabía que Dios iba a contestar su oración por bendición y que con ello iban a venir nuevas y mayores responsabilidades, más trabajo y más esfuerzo. Y como resultado de todo ello, sabía que él por sí mismo no iba a ser capaz de llevar todo eso adelante (Exo 33.11-15). Que iba a necesitar todo el equipamiento, toda la unción, todos los dones, todas las habilidades y capacidades y toda la ayuda de Dios que se correspondieran con la magnitud de lo que Dios le iba a traer a su vida en bendición y en responsabilidades.

El sabía que primeramente su capacidad debía encontrarla en Dios, que lo que se requería para lo que venía no eran una capacidad natural (aunque ayudarían) sino una capacidad sobrenatural que solo Dios podía darle. Y eso es justamente lo que pide.

Otra vez Jabes, con su oración, nos da a nosotros un ejemplo, nos marca un camino, nos da una perspectiva correcta de hacia donde necesitamos dirigir nuestra mirada en primer lugar para ser capacitados, equipados, formados, habilitados, para las tareas que Dios pone por delante nuestro, sin importar el tipo de tarea que sea. Sea para funcionar como hijos, o como padres, o como empleados, o como empresarios, o como políticos, o como ministros ya sea en el área laboral o en la eclesiástica, primeramente necesitamos del equipamiento de Dios, de Su Mano sobre nosotros, para ser guiados, equipados, formados, habilitados. Y después puede venir cualquier otra ayuda para ello. Pero sin la de Dios cualquier otra es insuficiente.

Contrario a Jabes, muchos de nosotros operamos exactamente al revés cuando tenemos delante de nosotros una bendición, una responsabilidad, una tarea que Dios nos asigna: rápidamente salimos en busca de ayuda, equipamiento, conocimientos, etc., terrenales, en lugar de doblar rodillas delante de nuestro Padre que nos está asignando no solo la bendición y la tarea, y que tiene el equipamiento sobrenatural disponibles que requerimos para alcanzarlas. Y por estar tan ocupados buscando el equipamiento terrenal, decimos que nos tenemos tiempo para buscar al que nos delegó la tarea y recibir Su equipamiento sobrenatural. Extraña paradoja que no es más que el resultado de que vivimos con un pie puesto en la salvación, pero otro pie en el mundo, y que nuestra mirada está más concentrada en el mundo que en la salvación de Dios.

Definitivamente, con una mirada en lo terrenal y otra en lo celestial, vamos a ser como personas de doble ánimo, sin fe (Sant 1:8, Heb 11:6), y el de doble ánimo no recibe nada del Señor así como tampoco el que tiene falta de fe porque Dios es galardonador de los que diligentemente le buscan. Si tenemos nuestra mirada en lo terrenal, lo más seguro es que no la vamos a poner en lo celestial, no vamos a buscar a Dios diligentemente, y por ende no vamos a recibir nada. Eso es exactamente lo que le pasó a Salomón, y de cuyo resultado surgió el libro de Eclesiastés, el libro de la desesperación, la frustración, el desánimo, porque puso su mirada debajo del sol (en lo terrenal) en lugar de en el cielo (Dios). Al final, dándose cuenta de su error manifiesta que el todo, el sentido, la perspectiva correcta de la vida, el enfoque correcto del trabajo y de todo lo que somos y hacemos, solo lo vamos a encontrar en Dios y en Su Palabra, en conocer a Dios y en seguir Su dirección.

Jabes sabía que para funcionar en la bendición y en las nuevas responsabilidades (que había pedido en total dependencia de Dios) iba a necesitar mantenerse en la dependencia de los recursos de Dios para poder enfrentarlas (Efe 6:12-18). Un principio subyacente en la Palabra de Dios es que lo que ganamos en El, para mantenerlo, debemos seguir haciendo lo mismo que nos permitió alcanzarlo. De lo contrario lo perderemos. Lo que se gana en oración, se sostiene en oración; lo que se gana en ayuno, se sostiene con ayuno; lo que se gana en dependencia de Dios se sostiene en dependencia de Dios.

Pero muchos de nosotros, no entendemos este principio, y cuando recibimos la bendición, cuando recibimos en ensanchamiento de la visión de Dios para nuestras vidas, nos relajamos, dejamos de hacer lo que estuvimos haciendo previo a recibirlas, y de esa manera, perdemos, por lo menos, el impulso, cuando no la bendición y la nueva visión de Dios.

En resumen, cuando hemos ganado en dependencia de Dios las bendiciones y la visión de El para nuestras vidas, debemos seguir en dependencia de El para administrarlas y llevarlas adelante, No podemos descuidarnos. Necesitamos mantenernos enfocados, haciendo lo que estábamos haciendo, y haciéndolo más aún, para alcanzar la plenitud de lo que Dios quiere para nosotros. Necesitamos seguir dependiendo absolutamente de Dios (Jn 15:5) porque cuando no somos dependientes de Dios, nos apartamos de vivir por fe, nos apartamos de ser bendecidos por El, y podemos perder todo lo que hemos avanzado en lo espiritual y en lo natural. Necesitamos recordar que la dependencia es el plan de Dios para nosotros (Jn 15.1-5) no la independencia y la autosuficiencia como lo proclama el mundo. Estas dos últimas cosas (la independencia y la autosuficiencia) más bien son la trampa del diablo, a través de la filosofía del mundo, para separarnos y robarnos las bendiciones y la visión de Dios para nuestras vidas.

Solo la dependencia de Dios hace de personas como Jabes y nosotros, héroes, personas triunfadoras, exitosas, victoriosas, aunque el mundo diga lo contrario. Y héroes no son solo los que escalan grandes posiciones y acumulan reconocimientos. Héroes son aquellos que en lugar de seguir la corriente del mundo y divorciarse, se mantienen luchando y superando los obstáculos que se interponen en su camino para cumplir la promesa que hicieron el día de su matrimonio de mantenerse juntos hasta que la muerte los separe. Héroes son los padres que a pesar de los problemas y las dificultades del matrimonio y la familia, permanecen en las trincheras del día a día batallando por mantenerse a la par de sus hijos, luchando con ellos para sacarlos adelante, en lugar de abandonar la familia, como lo hacen muchos siguiendo la corriente del mundo. Héroes son todos aquellos que cada día, en medio de un ambiente de mediocridad, y con la oposición, la burla y el menosprecio de los mediocres a su alrededor que siguen la corriente de este mundo, se esfuerzan por hacer su trabajo cada día mejor. Héroes son los que resisten las corrientes del pecado que prolifera en este mundo, y mantienen con todas sus fuerzas su integridad y compromiso con la santidad que Dios espera de ellos. Y así como estos, muchos otros en muchos otros campos y esferas de actividad, nutren los libros de los verdaderos héroes que dejan un impacto permanente en el mundo a través de dar un ejemplo que puedan seguir las siguientes generaciones.

Dios hace de cada uno de nosotros, cuando nos decidimos a vivir en absoluta dependencia y obediencia a El y a su Palabra, héroes, aunque sea anónimos para el mundo, pero conocidos para los ángeles y los santos de Dios (Sal 60:12, Sal 108:13) que estamos siendo observados por una gran nube de testigos (Heb 12.1). Así que no nos desanimemos, ni pongamos nuestra mirada en el mundo y sus falsos conceptos, sino en Dios y en Su Verdad que permanece para siempre, y sigamos adelante, librando la buena batalla de la fe (1 Tim 6:12) y corriendo la carrera que tenemos por delante hasta alcanzar el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo.




JABES (1 Cro 4:9-10) (5).
“SI ME GUARDARAS DEL MAL”.



En la medida en que rendimos nuestras vidas cada día más a Cristo, somos bendecidos y El ensancha nuestra visión y proponemos en nuestro corazón hacer más y mayores cosas para Dios, y vemos Su Mano poderosa guiándonos, equipándonos, abriéndonos caminos, operando a través de nosotros para bendecir a otros personas, etc.,; en la medida en que nuestras vidas se están saliendo del molde de la mediocridad y el conformismo, en la medida en que nuestras vidas producen más honra y gloria a Dios, en esa misma medida estamos penetrando los territorios del diablo, estamos empujando hacia el retroceso las fronteras del reino de las tinieblas y estamos haciendo evidente su derrota.

Y ello obviamente pone en alerta al diablo para tratar de atacarnos, bloquearnos, derribarnos, vencernos, derribarnos, etc. Los triunfos no solo nos hacen más visibles a los ojos del diablo sino que también nos hacen más vulnerables al fracaso (quién nada hace no tiene oportunidad de fracasar, ya fracasó; solo los que están haciendo e intentando nuevas cosas son susceptibles de enfrentarse al fracaso).

En estos momentos es cuando tenemos que tener un cuidado especial. Cuando estamos comenzando a caminar, a escalar la montaña, estamos luchando, batallando, orando, ayunando, buscando a Dios, preparándonos, entrenándonos, manteniéndonos alertas a las oportunidades, etc. Pero en cuanto llegamos a la cima de la montaña, obviamente todo el cansancio y la lucha acumulados nos llaman a descansar, a relajarnos. Y esos momentos son precisamente los que nos hacen más vulnerables. No son los momentos de peligro y batalla los peligrosos (allí estamos alertas). Son los momentos cuando estamos disfrutando del triunfo después de una batalla los peligrosos (generalmente allí no estamos alertas). Y el diablo que anda como león rugiente buscando a quién devorar (1 Ped 5:8) es quién puede aprovechar esos momentos para hacernos daño. Y esto sucede en todas las áreas de la vida. Yo me recuerdo cuando jugaba foot-ball, el momento más vulnerable de un equipo era recién había anotado un gol y estaba ganando el partido. En ese momento se relajaba y era más susceptible para el equipo que iba perdiendo anotarle un gol. Y sucedía constantemente.

Y la Biblia también nos habla al respecto: el mayor peligro no es cuando estamos a la orilla de un precipicio, es cuando no estamos alertas (Ecle 7:2, Ecle 7:4). Las bendiciones, con todo y lo maravilloso que son, si dejamos de estar alertas, si no renovamos nuestras energías para mantenernos alertas y en batalla, podemos caer en el conformismo, el relajamiento, la complacencia, a perder el sentido de la dependencia de Dios, y quedar expuestos a las artimañas del diablo.

Eso fue precisamente lo que le pasó a David que cayó en adulterio cuando se relajó de todas sus campañas de guerra y comenzó a disfrutar de sus victorias y bendiciones, y en lugar de seguir haciendo lo mismo, se quedó en su palacio mientras sus guerreros salían a pelear las batallas (2 Sam 11:1-4). Sansón, después de triunfar sobre los filisteos que no le podían quitar su fuerza, se relajaba con Dalila, hasta que en un descuido le compartió el secreto de su fuerza, y los filisteos le encadenaron, lo tomaron prisionero y lo volvieron ciego (Jue 16:1-30).

También fue lo que le pudo haber pasado a Elías, el gran hombre de Dios, después de haber sido protegido y respaldado por Dios para derrotar y destruír a los 400 profetas falsos de Baal, y terminar siendo víctima y caer amedrentado por una amenaza de Jezabeel que lo puso a huir hasta refugiarse en una cueva (1 Rey 19:1-10). Adán y Eva fueron tentados cuando estaban disfrutando de todas las bendiciones del Edén: tenían una excelente comunión con Dios y entre ellos, todas sus necesidades estaban satisfechos, estaban cumpliendo con el propósito de Dios para sus vidas, estaban realizando la obra de Dios con éxito, estaban caminando en santidad, etc. Su error fue la falta de prevención: haber estado separados. Como consecuencia de ello, una simple conversación tuvo como resultado su destrucción (Gen 3:1-6).

Salomón, después de haber sido bendecido con Dios con sabiduría para gobernar a su pueblo y con muchas riquezas, más que ningún otro rey que haya existido, se separó de Dios y decidió seguir sus propios caminos, a pesar de su sabiduría, y lo que experimentó fue fracaso, frustración, decepción, desánimo, angustia, etc. El resultado de todo ello fue el libro de Eclesiastés.

Muy frecuentemente, cuando vamos a experimentar o hemos experimentado alguna victoria espiritual importante de parte de Dios, el enemigo va a enviar en contra nuestra a personas, circunstancias, pensamientos, recuerdos, etc., con el objetivo de que no podamos experimentar esa victoria o de robárnosla. Pero no tenemos que quedar expuestos ni vulnerables, ni tampoco vivir atemorizados y paranóicos esperando por cualquier lado el ataque del enemigo. Jesús, nuestro amado Señor y Maestro, cuando iba a comenzar a experimentar las bendiciones y victorias maravillosas de Su Ministerio, fue llevado al desierto, y aunque el diablo trató de tentarle para hacerle caer (Mat 4:1-11), El salió victorioso y fortalecido en el poder del Espíritu y Su ministerio fue lanzado poderosamente a transformar el mundo (Luc 4:13-14). Y con nosotros puede suceder exactamente lo mismo, o mejor (Jn 14.12).

Jabes comprendió perfectamente esta situación, y por ello, luego de pedir ser bendecido, recibir una nueva visión y asumir nuevas responsabilidades, y que la Mano del Señor estuviera con El, lo siguiente que pidió fue que el Señor le guardara del mal. Esta oración no era para que Dios asumiera toda la responsabilidad del asunto, sino que Dios le recordara estar alerta todo el tiempo para no ser vencido de lo malo. Es el mismo sentido de la oración que Jesús les enseñó a los discípulos: “no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno” (Mat 6:13, NVI).

En todos los aspectos, la mejor estrategia frente a las artimañas del diablo es estar alertas, es la medicina preventiva no la curativa, permanecer fuera de su alcance, viviendo pegados a Dios, en su presencia, en su dependencia, bajos Sus alas. Entonces, el diablo no va a poder acercarse. En Mat 26:41, Mar 14.38, Luc 22:40, Luc 22:46, Jesús nos enseña a mantenernos en oración, comunión, intimidad, con Dios para evitar caer en la tentación. Cuando nosotros estamos conscientes que Dios está cerca de nosotros, con nosotros, le cerramos todas las puertas al enemigo y el diablo no tiene la más mínima oportunidad de acercarse.

Dios no quiere que en nuestras vidas se vea interrumpido el ciclo, el fluír, la recepción de las bendiciones. El nos ha dado, no espíritu de cobardía para que vivamos atemorizados por el diablo y sus posibles ataques, sino espíritu de amor, poder y dominio propio (2 Tim 1:7) para que vivamos de triunfo en triunfo, de victoria en victoria (Rom 8:35-39) y de gloria en gloria (2 Cor 3:18), no de tentación en tentación y de derrota en derrota. Dios no quiere que se interrumpa el flujo de las bendiciones que El tiene para nosotros y que ya nos tiene asignadas en los lugares celestiales en Cristo (Efe 1:3). Dios, después de bendecirnos, como Buen Padre, quiere llevarnos al siguiente nivel de bendición, no que nos estacionemos en el que ya estamos, porque nuestra vida El la diseño para que sea como la luz del sol que va en aumento a cada momento (Prov 4:18, Fil 1:6, Fil 3:13-14).

Entonces, no necesitamos estacionarnos, descansar, relajarnos. Necesitamos estar listos y preparados para alcanzar el siguiente nivel de bendición. Por eso Pablo decía que El proseguía a la meta del supremo llamamiento (Fil 3:13-14), el supremo nivel de bendición de Dios para él, dejando lo que quedaba atrás. El siempre estaba en movimiento hacia nuevos retos, nuevas metas, nuevos niveles de bendición nuevos niveles de intimidad y presencia de Dios en su vida. E igual necesitamos hacer nosotros.

Necesitamos estar conscientes que el relajarnos nos abre a los pensamientos del diablo, y ello nos abre al pecado (Sant 1:14-15) que es lo único que puede interrumpir el ciclo de las bendiciones crecientes de Dios en nuestras vidas, porque el pecado nos desconecta del fluir de Dios hacia nosotros. Necesitamos mantener nuestros pensamientos (Sal 1:1-3, Rom 12:2, Efe 6:16) y nuestra comunión en Dios todo el tiempo para vivir apartados del pecado



JABES (1 Cro 4:9-10) (6).
MANOS A LA OBRA.



TENEMOS UNA OBRA MUY IMPORTANTE QUE HACER (Neh 6:3).

Jabes oró al Dios del Cielo a partir del conocimiento de quién era Dios (su Padre) y quién era él (Su hijo), con un deseo enorme por salir de la mediocridad, del conformismo, de las limitaciones de las circunstancias y de su propia historia. El estaba consciente de que Dios tenía un propósito y un destino para él que era superior a las perspectivas de su vida en ese momento. Y también estaba consciente de que por sus propias fuerzas y recursos no lo podría lograr. Que la única forma de lograrlo era en una absoluta y total dependencia de Dios (Jn 1:1-5). Y él desarrollo esa dependencia totalmente en su vida.

Conociendo a Dios y su deseo de bendecirnos abundantemente, le pidió que le bendijera. Sabiendo que las bendiciones que Dios nos da debemos administrarlas como buenos administradores de Su multiforme gracia (1 Ped 4.10), y que cuando Dios nos bendice es para que nosotros bendigamos también a otros (Gal 3:13-14, Gen 12:1-3), le pide que ensanche su visión, que le de una nueva visión de Su propósito y su responsabilidad para con El. Jabes también sabía que la visión de Dios no es algo que podamos llevar adelante nosotros solos, ni aún un grupo de personas, por numeroso que sea, pues la visión de Dios es sobrenatural y solamente equipados de El y de lo sobrenatural, podremos llevarla adelante. Entonces ora también para que la Mano del Señor esté sobre él, equipándole, guiándole, enseñándole, dirigiéndole.

La última cosa que Jabes ora es para que Dios le guarde del mal porque sabía que lo único que puede detener el flujo de las bendiciones de Dios es el pecado, y Jabes, en su deseo de cumplir el propósito de Dios para su vida no quería que nada le interrumpiera en su caminar.

E igual sucede con nosotros. Dios nos quiere sacar de nuestras circunstancias actuales, sean las que sean, para llevarnos a un mejor futuro (Jer 29:11). Dios quiere producir un incremento en todos los órdenes de nuestra vida que nos lleve muy por encima del nivel de lo normal a nuestro alrededor (Prov 4.18, Fil 1:6). Dios está dispuesto, como nuestro Buen Padre, a ayudarnos en el camino, pero necesita que nosotros confíemos plenamente en El, dependamos plenamente de El, y para garantizarnos el éxito el alcanzar el propósito y la visión que El tiene para nosotros, El también está dispuesto a guardarnos del mal, pero nosotros necesitamos estar conscientes de que lo necesitamos en todos los sentidos, en todos los aspectos, dejemos de ser autosuficientes e independientes, y nos sometamos a El en todo y para todo (Efe 5:21, Jn 1:1-5).

Pero necesitamos estar conscientes de algo más. El hecho de que sepamos todo esto no nos lleva a ningún lado a menos que lo pongamos por obra. El hecho de que sepamos mucho de la oración de Jabes no es garantía de que vamos a recibir lo mismo que recibió Jabes, a menos que lo pongamos por obra. El conocimiento por sí solo, y aún la oración por sí sola, y más aún, el poder de Dios en nosotros, no van a producir nada, ningún fruto, a menos que nosotros nos pongamos en acción.

Solo lo que creamos y pongamos por obra sucederá. Solo lo que hagamos va a soltar el poder de Dios a favor de nosotros, operando un cambio en nuestra vida. Solo cuando actuemos entraremos a lo mejor de Dios para nosotros, nuestras familias, nuestro entorno y nuestras naciones. Dios no va a actuar por sí solo en esta dirección, a pesar de que El puede hacerlo. El decidió obrar con nosotros y a través de nosotros para llevarnos a alcanzar el cumplimiento de sus planes (Efe 2.10). El determinó que nosotros seríamos sus colaboradores en el cumplimiento de Su voluntad para nosotros (1 Cor 3:9, 2 Cor 6:1, Gen 1:28). Aún cuando El hace la mayor parte del trabajo, no implica que nosotros no hagamos nada. En ninguna parte de la Biblia encontramos que Dios bendiga la pasividad, más bien es todo lo contrario: el bendice nuestra diligencia (Prov 10:4, Prov 19:15).

En muchos casos hemos sido enseñados que si pedimos, recibimos, lo cual está escrito en la Palabra de Dios, pero el sentido que se le ha dado a esta enseñanza es que solo necesitamos pedir y quedarnos esperando que Dios haga lo que pedimos. Pero el sentido completo del pasaje del cual se ha derivado esta enseñanza no confirma eso. Mat 7:7-8 nos indica que necesitamos hacer tres cosas al respecto: la primer es pedir, y por fe, recibirlo. Luego, buscamos lo que hemos pedido y tocamos puertas que se nos abre, hallando aquello que hemos pedido. Es decir, hay necesidad de hacer tres cosas: pedir, buscar y tocar, para recibir, hallar y abrir. Las tres cosas son necesarias, no solo una de ellas.

Sant 2:14-16 también nos enseña, en la misma dirección que lo hace el pasaje de Mat 7:7-8, la necesidad de la acción en la dirección de aquello que queremos alcanzar en Cristo: que la fe sin obras es muerta. Solo creer y pedir, sin hacer nada más al respecto, es fe muerta. El que cree, recibe, y porque recibe comienza a operar en esa dirección para alcanzar lo que ha pedido. Es decir, comienza a planear, comienza a ejecutar acciones de su plan que le sean posibles, que le lleven a preparar el camino para alcanzar lo que ha pedido.

En Jos 1:3 Dios nos enseña más de lo mismo. El le dice a Josué (y también a nosotros hoy) que El nos va a entregar todo lugar que pisare la planta de nuestros pies, es decir, todo aquello hacia lo cual caminemos. Si no caminamos, no recibimos, aunque hayamos pedido y creído que lo íbamos a recibir.

La vida del creyente, como lo fue la vida de Josué, Jabes, Moisés, David, etc., no es una vida contemplativa, una vida de inactividad y pasividad esperando que Dios lo haga todo. Es una vida de esforzarnos, ser diligentes en hacer lo que nos corresponde, esperando que Dios haga lo que nosotros no podemos. Pero aquello para lo cual Dios nos equipó para que hiciéramos, El no lo va a hacer por nosotros.

Por ello le dice a Josué tres veces en cuatro versículos (Jos 1:6-9) que se esfuerce y sea valiente, para poner por obra la Palabra, no solo la escrita sino también la revelada, la visión que Dios le había dado, los planes, las estrategias, las instrucciones, para recibir en lo natural la tierra prometida que Dios ya les había entregado en lo espiritual. Y a nosotros nos dice lo mismo hoy. En Mat 11:12 Jesús nos enseña que el Reino de los Cielos hasta hoy sufre violencia y que solo los esforzados (violentos) lo arrebatan (lo reciben, entran en sus bendiciones). Y Pablo le dice a Timoteo que se esfuerce en la gracia, y que su esfuerzo sea como el de un soldado, un labrador y un atleta, es decir, el máximo esfuerzo posible de su parte para vivir en las bendiciones de Dios.

Ya es tiempo que nos sacudamos el polvo que nos ha dejado el estar en el desierto de la pasividad y el conformismo, esperando que Dios lo haga todo por nosotros y que nosotros hagamos nuestra parte, que Dios bendecirá, y a la que le agregará lo que nosotros no podamos, para bendecirnos abundantemente.

Ecl 7:18: “Bueno es que tomes esto, y también de aquello no apartes tu mano; porque aquel que a Dios teme, saldrá bien en todo.”

Ecl 9:10 (NVI): “Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño; porque en el sepulcro, adonde te diriges, no hay trabajo ni planes ni conocimiento ni sabiduría.”



Nota: este estudio fue desarrollado a partir de algunas de las ideas del libro “La oración de Jabes”



10 Jun 2008