Estudio Bíblico

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Módulo 212. Reyes y Sacerdotes.



FUNCIONES DE LOS REYES Y SACERDOTES (5).


Procurar el bienestar común. Todas las tareas relacionadas con la fructificación, la multiplicación, llenar la tierra, sojuzgar las circunstancias y las cosas y señorear, no son un objetivo en sí mismo, y como ya lo hemos manifestado también anteriormente, no son en nuestro propio beneficio, sino que son un medio para lograr el bien común de todas las personas y la expansión del Reino de Dios en la tierra en todas las áreas y actividades humanas:

“Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.” (2 Cor 8:13-15).

“El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.” (Efe 4:28).

“En el bien de los justos la ciudad se alegra; mas cuando los impíos perecen hay fiesta. Por la bendición de los rectos la ciudad será engrandecida; mas por la boca de los impíos será trastornada.” (Prov 11:10-11).


Conquistar, planear las batallas, dar seguridad. Los reyes, en la antigüedad eran los jefes de los ejércitos que poseían los diferentes reinos y eran quienes los conducían, en la mayoría de los casos, a la guerra, planeaban las batallas, definían la estrategia y las tácticas de la batalla y ordenaban los movimientos de sus grupos de combatientes. Nosotros también tenemos una batalla que librar, la cual si bien es cierto no podemos perder, no por ello implica que no la debemos realizar:

“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.” (Efe 6:10-20).

“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.” (2 Cor 10:3-6).

“Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.” (Jer 1:9-10).

Además de nuestras funciones como guerreros del Señor que mencionamos anteriormente, tenemos otras tanto en el mundo espiritual como en el mundo natural, que son:

a) En el mundo espiritual, mantenernos recordándole al diablo que está derrotado y despojado de todo, y que nosotros venimos en nombre de Cristo a tomar posesión de lo que legítimamente le corresponde a El como Señor de Señores y Rey de Reyes.

“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales,” (Efe 3:8-10).


b) En el mundo natural, traer el Reino de Dios a existencia en todo lugar donde nosotros desarrollemos cualquier actividad. Y ello se logra aplicando los principios de la Palabra de Dios generales y específicos, aplicables a cada situación en la cual estemos involucrados y hasta el ámbito de autoridad que Dios nos ha otorgado en ese lugar.

“Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” (Jos 1:6-9).


Impartir justicia. Una parte importante de la actividad de las personas que Dios levanta como autoridades, y nosotros lo somos dentro de nuestra área de influencia, actividad y oficio, es la de establecer, administrar e impartir Su justicia del Reino, es decir, ejercer nuestra autoridad jurisdiccional en base a los principios de la Palabra de Dios aplicables a cada circunstancia. Esa justicia no se refiere a cosas o situaciones abstractas, ni a erigirnos en jueces de las malas acciones que los demás ejecuten (para eso están los magistrados gubernamentales que Dios permite para que efectúen esta tarea) sino se refiere a la justicia de Dios en las relaciones bajo el principio del amor:

“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mat 22:37-40).

“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.” (Mat 7:12).

Se refiere básicamente a establecer justicia en las relaciones con todas las personas con las que día a día entramos en contacto, aún cuando solo una vez nos vayamos a relacionar con ellas. Implica aplicar cada uno de los principios y valores de la Palabra de Dios aplicables a las relaciones, entre otros: perdonar, soportar, bendecir, hacer bien, devolver el mal que nos hagan con bien, cuidar, honrar, etc.


Los primeros y los mejores en su actividad. En la antigüedad un rey ascendía al trono, si bien es cierto, muchas veces por la línea sanguínea, también era cierto que si no era suficientemente bueno en el arte de gobernar, era sustituido por otro que era mejor que él, y en este caso, el mejor disponible en el reino. Ello significa que ser rey también es equivalente a ser el mejor en su clase. A hacer todo con los mejores resultado y con el mayor grado de pericia posible, alcanzando los mejores estándares en lo que se hace. Por ese concepto involucrado en la calidad de rey es que al león le llaman “el rey de la selva” indicando con ello que es el animal que reúne las mejores cualidades para ostentar el liderazgo en el reino animal. Igual, para los que les gusta el fútbol, Pelé es llamado “el rey del futbol” significando con ello que ha sido el mejor jugador que ha existido en tal deporte. Hoy, en las carreras de fórmula uno, al piloto alemán Schumacher se le conoce como el “rey de la fórmula uno” significando con ello que es el mejor piloto en ese deporte.

Y ese significado de ser el mejor en su clase no es un significado del cual nosotros estemos exonerados, porque la Palabra de Dios dice:

“Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas.” (Col 3:22-25).

“Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.” (Prov 4:18).

Esta búsqueda de la excelencia, en la vida de los cristianos debe ser levantada, por cuanto que como creyentes, por diversas circunstancias, situaciones y paradigmas mentales, no estamos educados para ir en busca de la excelencia, sino más bien hemos sido educados en el conformismo y la mediocridad (para que esforzarnos si Cristo viene pronto y El suple mis necesidades), cuando no en sentido totalmente contrario a la excelencia (hacer las cosas para salir del apuro).

También es importante anotar que la medida de la excelencia no es lo que hacen los demás. La medida de que voy avanzando hacia la excelencia es “hacer hoy las cosas mejor de lo que las hice ayer, y mañana mejor de lo que las hice hoy”. En la búsqueda de la excelencia, la competencia es contra mi mismo, no por alcanzar o superar a los demás, sino por levantar mis “tapas”, avanzar mis límites, ir más allá de donde he llegado y más allá de lo que he alcanzado hasta hoy.



25 Ene 2012