Estudio Bíblico

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Módulo 115. Vida laboral.



Aprendiendo a enfrentar los problemas más usuales en el trabajo.



El trabajo, cuando fue creado por Dios, fue hecho como una actividad placentera, de mucha realización personal, y debido a la perfección de la creación, como una actividad sin problemas. Pero como resultado del pecado del ser humano, y las maldiciones consecuentes derivadas de ello, el trabajo se complicó:

Gen 3:17.19: “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”



El enemigo en el lugar de trabajo.

Siendo que la actividad del trabajo es una de las formas como la imagen de Dios se realiza en nosotros, y siendo también que el enemigo de nuestras almas, por su enemistad con Dios tiene como fin la destrucción de todo aquello que refleje la imagen de Dios, entonces resulta obvio que va a enfocar sus baterías y dirigir a sus huestes espirituales de maldad precisamente hacia los lugares de trabajo, para traer maldición al ser humano, robándole, matando y destruyendo esa imagen, trastornando nuestra mente y nuestros intentos de complacer a Dios y que persigamos lo malo, ya que:

• O nuestra mente se ocupa en pensar los pensamientos de Dios (que nos llevan a buenas obras, conductas, comportamientos, actitudes y acciones) que Dios los utiliza para establecer Su Reino en la tierra.
• O va a estar ocupada pensando los pensamientos del diablo, el mundo y la carne, que nos llevan cautivos al pecado y que constituyen un obstáculo para que Dios establezca Su Reino en la tierra, y por lo tanto, fortalecen las posiciones del enemigo.

En consecuencia, debemos tener claro que todos los problemas en el trabajo tienen un origen definido y hacia ese origen es hacia donde debemos enfocar toda nuestra energía para superar dichos obstáculos y problemas:

Efe 6:12: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”

1 Ped 5:8-10: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.”



El trabajo: un campo de batalla.

El trabajo, como cualquier otro campo de nuestra vida, principalmente para los creyentes, es entonces, un campo de batalla con las siguientes características:

• Tenemos un enemigo que odia todo lo que Dios ama, y entre ello, a nosotros, y que está empecinado en destruir la imagen de Dios en nosotros.

• Ese enemigo es como un león rugiente (1 Ped 5:8), y como león (de verdad, no de peluche), aunque no tenga necesidad de ello, lo que busca es matar, destruir totalmente, despedazar a su presa (Jn 10:10).

• Los creyentes, por habernos “zafado”, liberado, emancipado de su dominio, y habernos entregado al Señorío y a la autoridad de Cristo y ser parte de la iglesia, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efe 1:23), y quienes tenemos autoridad sobre él (Mat 28:18-20, Mar 16:15-18), somos un blanco favorito, principalmente en ambientes en donde somos minoría, como en el lugar de trabajo.

• En consecuencia, los creyentes en los lugares de trabajo, principalmente los consagrados al Señor, podemos tener la certeza de que vamos a enfrentar problemas causados por el enemigo para hacernos tropezar, separarnos de la vida cristiana victoriosa, arruinar nuestro testimonio frente a nuestros compañeros de trabajo no creyentes, etc.

• El poder de nuestro enemigo es el segundo en el universo después del de Dios (y ese mayor poder está en nosotros -1 Jn 4:4-, así que aunque tengamos que librar las batallas, que son inevitables, de todos modos podemos ganarlas).

o Debemos estar conscientes del poder al que nos enfrentamos, que aunque menor que el que está en nosotros, no por ello es incapaz de hacer año. La Biblia nos exhorta a no ignorar sus maquinaciones (2 Cor 2:11) y a resistirlo (Sant 4:7, 1 Ped 5:9). O lo que es lo mismo, va a lanzar sus maquinaciones contra nosotros y vamos a tener que enfrentarlo.

o El poder del diablo está en la mentira (Jn 8:44), y ella en sus manos es tan poderosa, que logró engañar a la tercera parte de los ángeles en el cielo (aunque el poder de la Palabra de Dios, que es nuestra espada para la batalla –Heb 4:12, Efe 6:17- es mucho más poderosa que la mentira).

o Por estar presente desde el mismo momento de la creación de la humanidad, el diablo y sus demonios han adquirido una gran experiencia en el conocimiento y ataque de nuestras debilidades, aunque como no es creativo, es fácil conocer sus artimañas (siempre son las mismas) y hace gala de una audacia temeraria (sabe que lleva las de perder pero de todos modos lo intenta) y como no tiene nada que perder, hace gala de perseverancia y paciencia “tejiendo fino” la red en la que pretende hacernos caer.

• Es experto en el arte del camuflaje: se viste como inofensivo, y muchas veces aún como inoperante e inexistente, para que no tomemos en serio sus sutiles seducciones y pueda continuar operando sin ser detectado.

Sant 1:12-15: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

o De acuerdo al pasaje anterior, el proceso de la seducción sigue las siguientes etapas:

 Tentación. Comienza en nuestras mentes apelando a la necesidad de nuestros egos de tener el control (“seréis como Dios”, Gen 3:5) o la necesidad de nuestras pasiones de ser satisfechas (concupiscencia). En el lugar de trabajo, algunas de las tentaciones más características asumen la forma de argumentos tales como:
• Tomar ventaja sobre otros para ascender (hacer notorios sus errores, criticar, murmurar, etc.).
• Quedarse hasta tarde trabajando con compañeros y/o subalternos del sexo opuesto.
• Descuidar a la familia para ganar dinero o posiciones dentro de la empresa.
• Aprovechar los viajes solos para ver pornografía en los hoteles, o parrandear, o iniciar relaciones inconvenientes con personas del sexo opuesto.
• La costumbre de los “tragos sociales” en las reuniones de negocios.
• Adquirir ganancias adicionales inflando los gastos, evadiendo impuestos, dando sobornos, usando recursos para fines diferentes a aquellos para los cuales fueron asignados (malversación), etc.

 Engaño (Jn 8:44). Luego que os ha hecho considerar la tentación (atracción y seducción) nos adorna los cuadros que ha pintado en nuestra mente con falsas promesas y falsas excusas para facilitarnos la caída, tales como “Dios perdona”, “una vez al año no hace daño”, “solo esta vez”, “nadie se va a enterar”, etc., con lo cual ya estamos listos para concebir el pecado y ejecutarlo.

 Acusación y condenación (Apo 12:10, Rom 8:33-34). Una vez ejecutado el pecado (que da a luz la muerte), el diablo se lanza de lleno a atacarnos con acusación y condenación. Algunas de las acusaciones y condenaciones favoritas que el diablo nos trae son algunas como:

• “Y no que eres hijo de Dios”.
• “Eres un farsante”.
• “Dios no te perdonará”.
• “Ya no eres digno de su amor ni de sus bendiciones”.
• “No has sido libre del pecado, sigues siendo su esclavo”.
• “Después de lo que has hecho Dios ya no te va usar”.
• “Estás terminado”.
• Etc.

 Neutralización. Y como consecuencia de lo anterior, nos neutraliza en el lugar de trabajo como creyentes para establecer el Reino de Dios y su justicia en ellos. ¿Cómo? Para varia, apelando a argumentos falsos:

• El legalismo: “no puedes, no eres lo suficientemente bueno para hacer la diferencia en el lugar de trabajo, eso no es para cualquiera, sino solo para especiales, y tu no lo eres”.
• Religión acomodaticia, mediocridad, como la que embargó a la Iglesia de Laodicea, que se acomodó al status imperante a su alrededor (Apo 3:15-16): “la religión es para la iglesia, en el lugar de trabajo, el tiempo es dinero, y negocios son negocios”.
• Tolerancia al pecado: “no hay que llevar el mensaje de Dios al trabajo”.

Con todo ello, los creyentes no tenemos porque perder la batalla en los lugares de trabajo, más bien, nuestra responsabilidad dada por Dios (y El nos conoce más que nosotros a nosotros mismos) y que podemos cumplir, es la de ganar la batalla de establecer el Reino de Dios y su justicia (sus principios y valores, su estilo de vida) en los lugares de trabajo mediante nuestra perseverancia, resistencia a los ataques del diablo, y la transformación de nuestro carácter. Dios está de nuestro lado y con El no podemos perder:

Prov 24:16 (RV95): “porque aunque siete veces caiga el justo, volverá a levantarse, pero los malvados caerán en el mal.”

1 Cor 10:12-13: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”

2 Cor 10:3-6: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.”

1 Jn 3:8-9: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.”

1Jn 4:4: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.”

Algunos enemigos específicos con los cuales nos vamos a enfrentar en el trabajo son:
• La ira.
• La obsesión en la profesión (adicción al trabajo).
• Desorden (falta de planificación y organización).
• El fracaso y falta de confianza propia.
• Falta de perseverancia.
• Mal uso del dinero.





25 Ene 2012