Estudio Bíblico

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Módulo 118. Los Dones del Espíritu Santo.



5.1 Generalidades.


“Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Cor 12:7-11).

Los dones del Espíritu Santo se llaman así porque son “manifestaciones” del Espíritu Santo para provecho de los demás, no son dones que le pertenezcan a la persona, sino que son dones que pertenecen al Espíritu Santo y El los manifiesta a través de personas en los momentos en que sean provechosos para sí mismos o para otros.

Teóricamente, al menos, cualquier creyente puede fluir en cualquiera de las nueve manifestaciones en diferentes momentos porque, como acabamos de anotar, no son suyas sino del Espíritu Santo, y El vive en cada creyente y puede manifestarse en cualquier forma en cualquier momento. Sin embargo, como no somos marionetas al servicio del Espíritu Santo, sino que tenemos una voluntad que toma decisiones, a veces se nos facilita fluir en alguno más que en los otros, en respuesta a diversas cuestiones y/o situaciones: madurez, fe, seguridad, conocimiento, facilidad, comodidad, deseo, etc.

De acuerdo a la Escritura anterior, los dones del Espíritu Santo son:
1) Don de palabra de sabiduría.
2) Don de palabra de ciencia.
3) Don de fe.
4) Dones de sanidades.
5) Don de hacer milagros.
6) Don de profecía.
7) Don de discernimiento de espíritus.
8) Don de diversos géneros de lenguas.
9) Don de interpretación de lenguas.

Por cuestiones didácticas, estos nueve dones se organizan en tres grupos, de acuerdo con su característica principal, así:



• Dones de revelación: son los dones por medio de los que Dios enseña y/o manifiesta y/o revela algo. Estos son dones complementarios al don de profecía y necesarios en la liberación de creyentes y/o incrédulos, aunque también se manifiestan independiente y adicionalmente a esas situaciones.
Todo cuanto está dentro de la esfera del conocimiento: hechos, eventos, propósitos, motivos, origen y, destino; humano, divino o diabólico; natural o sobrenatural; pasado, presente o futuro, cae dentro del rango focal de uno u otro de los tres dones de revelación: Palabra de Ciencia (o conocimiento), Palabra de Sabiduría y Discernimiento de Espíritus.

Ellos incluyen dentro de su campo de acción todo lo que Dios conoce, y nada hay de lo que Dios conoce que no pueda ser dado a conocer al hombre, según sea la voluntad del Espíritu mediante la operación de uno o más de estos tres dones.

Son de revelación porque proveen información que se recibe no por el uso de nuestras facultades naturales de recepción de información sino de una manera sobrenatural: del Espíritu de Dios a nuestro espíritu.

Generalmente, aunque no siempre, tienen su expresión oral. Cuando se expresan oralmente, no por ello dejan de ser dones de revelación para convertirse en dones orales. Lo milagroso es la revelación no la expresión de la revelación.

El tratar estos dones poderosos como dones vocales y sugerir que solo se hallan en función, advertida o inadvertida, en la predicación y la enseñanza en las iglesias (lo que puede suceder eventual o frecuentemente, dependiendo del predicador), es privarlos, por lo menos parcial si no completamente, de su carácter sobrenatural y milagroso.


Los dones que pertenecen a este grupo son:
o El don de palabra de sabiduría, que consiste en la habilitación sobrenatural de Dios para que el creyente reciba revelación sobrenatural de los propósitos divinos (futuro).
o El don de palabra de conocimiento que consiste en la habilitación sobrenatural de Dios para que un creyente reciba revelación sobrenatural de hechos concernientes a personas y/o situaciones, cuyo conocimiento está en la mente de Dios (pasado y presente).
o El don de discernimiento de espíritus que consiste en la habilitación sobrenatural de Dios para que el creyente tenga una percepción, visión, conocimiento sobrenaturales de lo que está operando en el reino espiritual.




• Dones de poder: son los dones por medio de los cuales Dios está haciendo algo en el mundo natural.

Son los dones mediante los cuales Dios obra en el mundo natural, produciendo cosas sobrenaturales, que se salen del orden natural de las cosas. En muchas ocasiones, este tipo de dones actúan entrelazados unos con otros, por lo que es bueno recordar, en este punto, lo que dijimos anteriormente en la introducción de los dones: los dones no operan químicamente puros en una persona. Por lo general operan bajo una combinación, dependiendo de las necesidades de las personas que el Espíritu Santo quiere ministrar, y de las personas que el Espíritu Santo va a utilizar para esa ministración.

Los dones que pertenecen a este grupo son:
o El don de fe, que consiste en la habilitación sobrenatural de Dios para que un creyente desarrolle una confianza sobrenatural en Dios para lo milagroso, para la intervención de Dios de manera extraordinaria en el mundo natural. Esta es una confianza pasiva (creer que Dios lo va a hacer).
o El don de hacer milagros, que consiste en la habilitación sobrenatural de Dios para que un creyente provoque, en Su Nombre, intervenciones sobrenaturales en el curso ordinario de la naturaleza. Esta es una habilitación activa (no creer sino hacer los milagros).
o Los dones de sanidades, son la habilitación sobrenatural de Dios para que un creyente pueda fluir en el poder sobrenatural de Dios para sanar enfermedades.




• Dones de inspiración y/o vocales: son los dones por medio de los cuales Dios está hablando algo en el mundo natural.

Los tres dones de este grupo: lenguas, interpretación y profecía, están especialmente condicionados para manifestarse en una reunión de creyentes, salvo en de profecía que también puede, y debiera manifestarse en una reunión de creyentes y no creyentes, y la finalidad principal de todo, en su empleo público, es la edificación de la iglesia.

Los dones que pertenecen a este grupo son:
o El don de profecía que consiste en la habilitación sobrenatural de Dios para que un creyente, exprese en una lengua conocida, hechos y situaciones que Dios le está indicando, para exhortación, edificación y consolación. Algunas de estas manifestaciones corresponden a la expresión verbal de revelaciones obtenidas mediante el don de palabra de sabiduría, el don de palabra de conocimiento y/o el don de discernimiento de espíritus y otras corresponden a la declaración de una porción de las Escrituras que trae exhortación, edificación y/o consolación a una persona o un grupo de personas en una situación específica.
o El don de diversos géneros de lenguas que consiste en la habilitación sobrenatural de Dios para que un creyente puede expresarse en un idioma desconocido, angelical o humano, sin que tenga un conocimiento previo del mismo.
o El don de interpretación de lenguas consiste en la habilitación sobrenatural de Dios para que un creyente pueda, sobrenaturalmente, declarar el significado de lo que se está hablando en otras lenguas que para él no son conocidas.



En la práctica, en la manifestación de los nueve dones, como en la manifestación de todos los dones de servicio al Cuerpo de Cristo, estos se entrecruzan, mezclan, armonizan y combinan unos con otros, lo que significa que no se manifiestan químicamente puros.

La característica principal de todos ellos es que son dones totalmente milagrosos, lo que significa que no hay elementos de lo natural en ninguno de ellos, no son manifestaciones de habilidades y/o capacidades humanas y son independientes de cualquier conocimiento o habilidad que la persona tenga o pueda tener sin ellos.

Con ellos, la persona ve lo que Dios ve; hace lo que Dios hace; dice lo que El dice y está donde Dios está: “como El quiere”. El cuerpo de Cristo sin los dones del Espíritu es un tronco desprovisto de miembros, y por lo tanto, en circunstancias específicas en las que se requerirían esos dones: ciego, sordo, mudo, inválido, Los miembros del cuerpo de Cristo sin los dones son como miembros desprovistos de vitalidad, paralizados, y como órganos a los que se haya privado de sus facultades. Los dones milagrosos son tan necesarios ahora al Señor en los miembros de su cuerpo como le fueron necesarios los miembros de su propio cuerpo cuando El habitó entre los hombres.


5.2 Algunas de las fortalezas a vencer para la plena manifestación de los dones.

Algunos dicen que los dones del Espíritu son en todo caso optativos; que se puede vivir sin ellos. Es igual que vivir sin ojos, sin oídos, sin voz. Uno puede caminar sin ojos, pero no puede ver sin ellos. Puede ser santo sin dones, pero no puede ser poderoso en Dios sin ellos, y por otro lado ¿acaso la santidad no consiste en obedecer todos los mandamientos de nuestro Dios, aún el de “procurar los dones espirituales?.

Otros dicen que todos los tienen, lo cual es cierto por cuanto los dones son de Dios, vienen de El, son una expresión de su naturaleza, y Dios vive en cada creyente y su naturaleza divina está en cada uno de nosotros, pero una cosa es tenerlos (pasivo) y otra es fluir en ellos, manifestarlos (activo), por lo cual necesitamos creer y desarrollar nuestra fe para manifestarlos plenamente (no es suficiente tenerlos si no los manifiesto, si no los uso), por lo cual se nos exhorta a procurarlos. Los dones no solo deben estar presentes en una persona sino que además, y principalmente, deben manifestarse, notarse, principalmente por cuanto los dones no son para beneficio propio sino de los demás.

Otros dicen que los milagros se terminaron con los apóstoles. Siguiendo el mismo razonamiento, entonces, podríamos decir que también la salvación de terminó, y los pastores y los evangelistas, etc., porque todo ello está incluido en el mismo “paquete” dentro de la Escritura. ¿Es que el Dios obrador de maravillas de Moisés, Elías, Pedro, Pablo, Esteban, etc., el Dios Todopoderoso de los milenios que han de venir, ha caído hoy en un período de temporal impotencia cuando hay tanta necesidad presente en el mundo? Para poner en duda un Pentecostés presente uno tiene que haber quedado fuera del mismo por lo que lo sabio, en todo caso, en lugar de negar la experiencia, sería clamar a Dios y creerle para tener la experiencia. La totalidad de nuestra actitud hacia los dones espirituales está determinada por nuestra respuesta a la pregunta: ¿Cree usted o no en lo sobrenatural? La persona que cree en lo sobrenatural no encuentra ninguna dificultad en aceptar los dones.

Debemos recordar siempre que el enemigo tiene un plan para destruir lo sobrenatural, y el punto focal de su ataque es la fe. Si él puede destruir la fe en los dones espirituales en aquellos que los poseen, entonces estará en condiciones de destruir los dones mismos. Si puede conseguir que la fe se convierta en temor, está en condiciones de silenciar los dones existentes y de impedir que recibamos otras bendiciones celestiales. El temor es lo opuesto de la fe (2 Tim 1:7). Por consiguiente, siempre es necesario estimular la fe, y seguir haciéndolo, por medio de llevar a cabo acciones firmes, valientes, deliberadas y determinadas, con el fin de que estos dones no caigan en el desuso. Aún Timoteo debió ser advertido contra el descuido del don espiritual que poseía, y se le exhortó a que lo avivara, para que su ministerio no fuera limitado por el temor, y la voz del Espíritu se silenciara por causa del descuido, y obviamente, esas mismas observaciones están vigentes para nosotros hoy.

“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Tim 1:6-7).




26 Ene 2012