Estudio Bíblico

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Módulo 202. Espíritu de Grecia.



INFLUENCIA DEL ESPÍRITU DE GRECIA EN LA IGLESIA DEL SEÑOR JESUCRISTO (1).



“El error nunca se presenta en toda su desnuda crudeza, a fin de que no se le descubra. Antes bien se viste elegantemente, para que los incautos crean que es más verdadero que la verdad misma.” (Ireneo de Lión).

La influencia del espíritu de Grecia en la Iglesia del Señor Jesucristo ha asumido múltiples formas a través de un proceso gradual y sutil que ha llevado siglos, desde el inicio mismo de la iglesia en el tiempo en que Jesús aún no había sido crucificado. Esta influencia ha sido por dos vías.

La primera es la cosmovisión que cada uno de los creyentes traemos al cristianismo, y que es el resultado de los procesos educativos mundanos, influidos y estructurados bajo la dirección de personas que se encuentran bajo la influencia espiritual del espíritu de Grecia, y que obviamente, obedece a principios y valores de la cultura griega. Y por el otro lado, por la interacción directa entre los principios de la cultura griega que le dan forma al medio ambiente cultural, social, económico, etc., que rodea a la iglesia y los principios y valores del cristianismo en la cotidianeidad del quehacer de la iglesia, que al final de cuentas, tanto en su dirigencia como en su membresía está constituida por personas que interactúan con el mundo, y por ende, están también en contacto constante con los principios de dicha cultura. Y esta es una batalla que ha durado desde el orígen de la iglesia y en cada generación se actualiza al irse con el Señor los miembros de una generación de creyentes y renovarse la iglesia con nuevos convertidos.



El espíritu de Grecia y la Iglesia en los primeros dos siglos.

Todos los que se convertían al cristianismo durante los primeros siglos no venían a él, como nosotros tampoco lo hicimos, carentes de todo trasfondo religioso y filosófico. Al contrario, cada cual traía, y trae a él, sus propias experiencias y sus propios conocimientos. Esta variedad de trasfondos ha tenido, en muchos casos, un gran valor para la iglesia, pero también ha supuesto serios peligros derivados de que algunos han querido ofrecer sus propias interpretaciones del Evangelio, apartándose de la Biblia, priorizando sus creencias sobre la Palabra de Dios misma. Este peligro era mayor en los primeros siglos de la iglesia por cuanto por la influencia de la cultura griega, la cultura de ese tiempo era esencialmente “sincretista”, es decir, trataba de meter todas las creencias de todo el mundo en un mismo paquete (lo mismo que ahora trata de hacer la “Nueva Era”. De hecho esa tendencia era tan fuerte que fue lo que sucedió con los romanos cuando invadieron y conquistaron Grecia. Grecia los conquistó con sus creencias haciendo un sincretismo entre las creencias romanas y las griegas a tal punto que si bien los dioses romanos tenían nombres romanos, eran, en su esencia, los equivalentes a los mismos dioses griegos. Esta fue una realidad a la cual se tuvo que enfrentar el Señor Jesucristo en su ministerio terrenal (Jn 12:20-37).

También se tuvo que enfrentar a ello la Iglesia del Libro de Hechos antes de que los gentiles tuvieran acceso a la Iglesia (lo cual sucedió en Hch 10), como lo evidencia el conflicto que origino la necesidad de nombrar diáconos en la Iglesia, que de hecho fueron judíos pertenecientes a ese grupo helenizado (Hch 6:1-6) y también durante el ministerio de Pablo (1 Cor 1:17-25).



El gnosticismo como expresión del espíritu de Grecia.

De todas las creencias que aparecieron en los primeros siglos de la iglesia ninguna fue tan peligrosa, ni estuvo tan cerca de triunfar sobre el cristianismo, como el gnosticismo, que toma su nombre de la palabra griega “gnosis” cuyo significado es conocimiento. Ellos sostenían, y con diferentes matices ahora, siguen sosteniendo, entre otras cosas las siguientes.

Existe un conocimiento especial, reservado para algunos privilegiados (los “iluminatis” o iluminados), que es la clave secreta mediante la cual se logra la salvación (la salvación entonces es por el conocimiento y no por Jesucristo), que era su preocupación principal.

Sostienen que todo lo que es materia es el resultado de un “aborto” que un ser sobrenatural produjo ya que en el principio todo lo que iba a existir no iba a ser material. En consecuencia, todo lo material es necesariamente malo, fuera de los designios de Dios. Este ser se llamaba “Sofía” –o Sabiduría. Puesto que este mundo había sido creado por ese ser sobrenatural, siempre quedaron en él algunas “chispas” o “porciones” de ese ser superior. Esos elementos son los que están encerrados dentro de los cuerpos humanos. Como esos elementos eternos han quedado de algún modo encarcelados en el cuerpo, el propósito último del ser humano es, por ello mismo, liberarse, escapar de ese cuerpo y de este mundo material en el que está preso (desdoblamiento le llaman ahora los partidarios de la Nueva Era).

A fin de lograr esa liberación, es necesario que venga un mensajero del reino espiritual (asumían que Jesús era ese mensajero en su tiempo, y ahora son los espíritus guías) para “despertarlos”, ya que su esencia (que llaman espíritu, pero que es totalmente diferente a lo que la Biblia llama “espíritu”) se encuentra “dormida” (no muerta como dice la Biblia) dentro de sus cuerpos dejándose llevar por los impulsos y las pasiones del cuerpo.

Ese mensajero ha de darles otra información (“gnosis”) necesaria para su liberación, porque en el camino hacia su liberación (“elevación desdoblada hacia el mundo espiritual”) han de atravesar una serie de “esferas” malignas y la única forma de atravesarlas es poseyendo el conocimiento secreto que abre las puertas a cada paso.

Para los gnósticos dentro del cristianismo (también los había fuera del cristianismo), ese mensajero era Cristo, que había venido a la tierra para recordarles su origen celestial y darles el conocimiento sin el cual no podrían regresar a las moradas espirituales. Puesto que Cristo era un mensajero celestial y el cuerpo y la materia son malos, sostenían que no podía haber tenido un cuerpo como el nuestro sino que era una especie de “aparición”, una puro apariencia o uno hecho de una materia especial, y también negaban el nacimiento de Jesús pues tal nacimiento lo habría colocado bajo el poder de este mundo material.

La forma de vivir en esta vida, entonces, tenía dos posibilidades que dieron origen a dos corrientes distintas dentro del gnosticismo: la mayoritaria decía que puesto que el cuerpo era la cárcel de la esencia del ser humano, lo que había que hacer era castigar el cuerpo para debilitar su poder sobre esa esencia y para que sus pasiones no lo arrastraran (en esa creencia esta el origen de las penitencias). Otros sostenían que como esa esencia es por naturaleza buena y nada puede destruirla, entonces podíamos y debíamos darle rienda suelta al cuerpo y a sus pasiones (el fundamento del libertinaje, que reprende Pablo:

Pablo reprende ambas formas de desviación en la carta a los Galatas y también en la carta a los Romanos, que aunque cobraron su apogeo en el siglo segundo de la iglesia, ya estaban presentes en sus gérmenes desde el principio de la iglesia (Galacia era una provincia griega, y Roma, como ya hemos mencionado anteriormente, había sido conquistada culturalmente por los griegos) (Gal 5:1-2, 11-13, Rom 6:1-2)

Obviamente, para justificar sus doctrinas, los gnósticos, imitando el ejemplo de los primeros cristianos que para defender su fe comenzaron a escribir libros y documentos sobre la fe cristiana, las doctrinas básicas y los conocimientos derivados de las Escrituras, escribieron una serie de documentos para justificar sus puntos de vista, a algunos de los cuales, también llamaron “evangelios”, y que son los que ahora conocemos como “los evangelios apócrifos”, dentro de los cuales, el recién sacado a luz “Evangelio de Judas” es solo una muestra, y cuya publicación en este tiempo responde a una nueva andanada de ataques del gnosticismo al cristianismo, de los cuales también forman parte las novelas como “El Código da Vinci”, “El Caballo de Troya” y todas las relacionadas con el supuesto “Santo Grial”, los “Iluminatis”, etc.

Regresando a los primeros tiempos de la iglesia y siguiendo el hilo de la historia, podemos notar que a partir de ese tiempo, en cada generación, así como se han escrito libros y documentos cristianos para fortalecer nuestra fe y conocimiento de la Palabra, igualmente los gnósticos, y sus simpatizantes, dirigidos por el espíritu de Grecia, que en ellos asume el nombre de “sabiduría”, han ido acumulando argumentos y escritos y modificando sus formas de cuestionar nuestra fe, adaptándolos a las corrientes de pensamiento de moda en cada momento de la historia. En este tiempo se han aliado con la ciencia para fortalecer muchos de sus argumentos.

El proceso de los primeros dos siglos se vio acelerado grandemente en el tercer siglo cuando Constantino, en su afán de salvar el imperio romano, oficializó el cristianismo como la religión del estado, para lo cual los líderes de la Iglesia Cristiana de ese entonces tuvieron que hacer concesiones tales como la separación entre “sacerdotes” y “laicos” que llevo a la profesionalización de los ministros, la concentración de creyentes en templos paganos transformados al cristianismo, la aparición de imágenes, la entronización de María como objeto de adoración, etc.

Otro “hito” en este proceso está marcado, como ya nos anticipamos a mencionar, por el enorme desarrollo que ha tenido la ciencia y derivado de ella, el humanismo y la educación, en los últimos dos siglos, que han alimentado los argumentos de aquellos que han querido minimizar o reducir al mínimo las demandas del cristianismo.

Todos estos procesos, complementarios unos a otros, han dado lugar a que dentro de algunos sectores de la Iglesia hoy, encontremos, entre otras, las siguientes tendencias:
• La separación de lo espiritual y lo natural.
• La humanización de la Palabra de Dios.
• La negación, menosprecio o minimización de lo sobrenatural.
• El escapismo de la realidad circundante.
• La ambigüedad en la vida del creyente.
• El uso y abuso de la sabiduría humana en sustitución del poder del Espíritu en la predicación de la Palabra.
• Formas de gobierno humanas dentro de la Iglesia.
• Espectáculos y shows institucionalizados en lugar del poder de Dios.


La separación de lo espiritual y lo natural.

De la cultura y cosmovisión griega, fortalecida por la filosofía gnóstica, deriva, en la cultura occidental, un rompimiento entre lo espiritual y lo natural como si fueran dos mundos totalmente desconectados el uno con el otro, y como consecuencia, las actividades del mundo espiritual no tienen ninguna relación con las actividades del mundo natural. Y ello, al introducirse sutilmente en la Iglesia de Cristo, ha determinado el divorcio, la separación, el escapismo de la Iglesia en relación con los problemas del mundo social circundante, contrario a lo que la Palabra de Dios enseña (Heb 11:3. Col 1:16-20, Rom 8:19-21).

Heb 11:3 claramente rechaza esa separación, al indicarnos que lo que se ve fue hecho de lo que no se ve, es decir, hay una conexión vital y existencial entre el mundo espiritual y el mundo natural, no como dos mundos separados sino como dos mundos relacionados. De hecho, todo lo que pasa en el mundo natural tiene su origen y es reflejo del mundo espiritual. Jesús mismo, en Mat 18:18 nos enseña que todo lo que atemos o desatemos en la tierra (mundo natural) será atado o desatado en el cielo (mundo espiritual).

Col 1:16-20 nos indica que el origen de todas las cosas (espirituales y naturales) está en Dios y que todo es para El, que en todo (lo natural y lo espiritual) El debe tener la preeminencia, y que cualquier impedimento o rompimiento que hubiera existido para ello fue eliminado por medio de la Sangre de Cristo derramada en la Cruz del Calvario. Y más aún, Rom 8:19-21 dice que debido a la reconciliación que Cristo hizo en la Cruz, la creación entera está esperando la libertad de la corrupción a la que fue sometida por el pecado, siendo los hijos de Dios (la Iglesia) los responsables de manifestarnos (implementar en todas nuestras relaciones y actividades los principios y valores de la Palabra de Dios que constituyen la justicia del Reino de Dios, Mat 6:33) para que tal cosa suceda.

El más interesado en evitar que eso suceda, obviamente, ha sido el diablo, utilizando cualquier tipo de argumento posible, y en la cultura griega ha encontrado todos lo necesario para ello. Al diablo no le conviene que la Iglesia tome su papel en la batalla por la liberación de la creación del dominio del diablo por cuanto habiendo sido el príncipe de este mundo y habiendo tenido bajo sí al mundo, no quiere dejar voluntariamente esa posición a pesar de haber sido despojado de toda autoridad por Cristo en la Cruz (Col 2:15), y por cuanto que a los seres humanos en la creación nos había sido dado el dominio sobre la tierra, es a nosotros, los seres humanos redimidos por Cristo a quienes nos toca recuperar para Cristo lo que nuestros antepasados perdieron, razón por la cual el Señor Jesucristo nos dio toda autoridad para someter bajo su Reino y Señorío a todas las naciones (personas, organizaciones, leyes, etc.).

Por lo tanto, en lugar de seguir manteniendo la artificial y satánica separación entre lo espiritual y lo natural, la iglesia debe sostener y vivir la unidad de lo espiritual y lo natural y preparar a todos sus miembros para que como ministros de la reconciliación (2 Cor 5:17-21) tomen sus posiciones en el mundo natural y social como oportunidades y lugares de ministerio para establecer los principios y valores del Reino de Dios en su entorno y de esa manera transformar la realidad circundante, la sociedad y la naturaleza para prepararla para que vuelva a los designios originales de Dios para ella que se concretarán perfectamente en la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo.



La humanización de la Palabra de Dios.

Una de las formas en que ello se manifiesta es en que a Dios se le atribuyen características como las nuestras: su justicia debe ser como la nuestra, su forma de amar como la nuestra, su respuesta a las situaciones de la vida como la nuestra, sus respuestas a nuestras oraciones como nosotros queremos, y si va a actuar solo lo va a hacer si nosotros actuamos. Como en la Biblia Dios no actuó, en muchas ocasiones a nuestra manera, entonces la Palabra de Dios es puesta en duda y sustituida por ideas propias de Dios. Igualmente, cuando Dios no actúa de esa forma en el presente, entonces es cuestionado.

Otra forma en que se manifiesta esta tendencia es como una preferencia por razonarlo todo para conocer a Dios de tal manera que aquello que no puedan entender por ese método es rechazado, una de cuyas posiciones más extremas es la de comparar porciones de la Palabra de Dios con mitos, leyendas y/o fábulas, o sujetar el valor de otros pasajes a opiniones y palabras de hombres. En posiciones menos extremas de esta tendencia se argumenta que tal forma de actuar o las situaciones en las cuales Dios obró de una determinada manera, que no se adaptan a nuestra forma de pensar hoy, fueron pero ya no son, y que al final de cuentas constituyen restas de Dios en lugar de sumas, que es la forma en la que Dios actúa. Cuando Dios supera una forma de actuar suya en la Palabra siempre lo hace por una forma mejor, superior, no inferior.

Ante estas tendencias debemos recordar que según la misma Palabra de Dios, el conocimiento de El tiene dos fuentes: la razón y la revelación de la Palabra en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Efe 1:17). El privilegiar una de ellas dos sobre la otra, y peor aún, eliminar una y solo aceptar la otra es un error, y cuando la fuente que se privilegia es la de la razón y se elimina la revelación, entonces ese error es causado por el espíritu de Grecia, que como ya vimos, es el espíritu que está detrás de la racionalidad y el intelectualismo como únicas fuente del conocimiento (ver para creer). Y ese es precisamente el error en el que se ha caído en amplios sectores del Cuerpo de Cristo.

Unos, al privilegiar los argumentos teológico sobre la Palabra de Dios como fuente de doctrina, y más aún, ajustar la Palabra a los criterios de la teología, hermenéutica y exégesis, que son criterios y principios humanos, correctos y necesarios, pero que no pueden, nunca, estar por encima de los criterios y principios de la Palabra de Dios.

Otros, al privilegiar los argumentos, filosofías y doctrinas humanísticas derivadas de la ciencia especulativa por encima de la Palabra de Dios, como hacen os liberales y modernistas, al punto de señalar como “mitos” aquellos pasajes de la Escritura que contradicen los conocimientos derivados de la ciencia especulativa (como la Creación, la encarnación de Jesús, su nacimiento virginal, etc.), dándole más valor e importancia a la palabra de hombres que a la Palabra de Dios.

Y otros, sin ser influidos directamente por el espíritu de Grecia, al privilegiar solo la revelación como fuente de conocimiento de Dios, rechazando de plano todo lo que es teológico (que de alguna manera, aunque incompleto e imperfecto también contiene conocimiento de Dios), como algunos grupos de pentecostales y neo-pentecostales radicales, le hacen el juego inconscientemente a ese mismo espíritu en debilitar la fortaleza doctrinal y la unidad del Cuerpo de Cristo.

Otra forma como se manifiesta tal tendencia a humanizar la Palabra de Dios es reduciendo el evangelio a un “evangelio social”, una de cuyas formas extremas fue y es la “teología de la liberación”, que reduce el poder del evangelio a la salvación (de las necesidades materiales y de las circunstancias socio-económic-políticas) del hombre por el hombre, en la tierra, y sin que su carácter y estilo de vida sea transformado y evolucione hacia el modelo de Cristo en lo más mínimo.



04 Feb 2012