Estudio Bíblico

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Módulo 216. El libro de Nehemías y la administración ministerial.



TEMA No. 4.

LA VIDA PERSONAL DEL MINISTRO (1).


NEH 3. La reconstrucción y restauración de nuestras vidas.

En este capítulo de la reconstrucción de los muros se mencionan:
• Doce puertas (3:1, 3:3, 3:6, 3:13, 3:14, 3.15, 3.20, 3:26, 3.28, 3;29, 3:31, 3:32). El doce es el número del gobierno de Dios (doce tribus, doce apóstoles).
• Cinco torres (3:1, 3:1, 3:11, 3:25, 3:27) . El número cinco es el número del ejercicio y la responsabilidad. Cinco son los ministerios que Dios ha levantado como entrenadores de los santos (Efe 4.11) para que alcancen, mediante el perfeccionamiento, el ejercicio y la responsabilidad, la estatura del varón perfecto y la plenitud de Cristo (Efe 4:12-16).
• Nueve gobernadores (3:7, 3:9, 3:12, 3:14, 3:15, 3:16, 3:17, 3:18, 3:19). Nueve son los dones del Espíritu que nos guía (gobierna). Estos nueve gobernadores representan los nueve dones del Espíritu Santo (1 Cor 12:8-10).

Entendiendo que Jerusalén en el Antiguo Testamento representa el lugar de la presencia de Dios, y que en el Nuevo Testamento el lugar de la presencia de Dios es el ser total del creyente (1 Cor 3:16-17, 2 Cor 6:16, Apo 3.20, 1 Tes 5:23), la reconstrucción de los muros de nuestro ser, para guardar el templo de Dios en nosotros requiere de la restauración del gobierno pleno de Dios en nuestras vidas (Mat 6:33, 1 Ped 1.13-16), que no es posible avanzarlo sin la participación de la ministración de los oficios ministeriales junto con los dones del Espíritu Santo. Necesitamos tanto del Espíritu Santo como de la Iglesia (Sal 133:1-3, Heb 10:25) para ser reconstruídos y restaurados totalmente.



Doce puertas hacia la madurez.

En este pasaje son mencionadas doce puertas (una de ellas dos veces, al principio y al final). Siendo el número doce el número del gobierno de Dios y que ellas están enumeradas en la forma de un camino, esas doce puertas significan doce etapas por las que necesitamos pasar para que la plenitud del gobierno de Dios (el Reino) sea cumplido en nosotros

De la forma en que fueron restaurada las puertas de la ciudad destruidas se puede deducir que hay allí un proceso de la forma en como el Señor nos va llevando por un camino hasta concluir su obra de reedificación de nuestras vidas.

Empieza por la puerta de las Ovejas (Neh 3:1), y lo primero que nosotros somos cuando nos convertimos al Señor es ovejas. Allí el Señor comienza a levantar nuestras vidas, a reedificarlas, a fortalecerlas.
• Esta era la puerta por la que entraban las ovejas que iban a ser sacrificadas en el templo (morir a nosotros mismos).
• Representa la puerta de la salvación, a Jesús (Jn 10:1-18). Nuestra vida en el Señor comienza precisamente por atravesar la puerta que El es para llegar al Padre (Jn 14:6) y comenzar a experimentar los beneficios de las ovejas: no ser maltratados (como por la religión); entrar en el Reino de Dios, en una relación personal de hijos con El (Efe 1:17-19). La religión: oprime, aprisiona, frustra --nunca podemos alcanzar el estándar--, esclaviza, culpa, condena (Col 2:20-23, Gal 3:1-3)
• Nos habilita para oír la voz del Pastor (Jesús) (Jn 10:27). Nos abre los ojos del entendimiento para Su Palabra (2 Cor 4:3-6) Abre las puertas de nuestro corazón para que el Espíritu Santo haga morada en nosotros y podamos comenzar a recibir de El dirección, enseñanza, revelación, etc. (Jn 14:16, 14:26, 15:26, 16:7).
• Ser llamados por nuestro nombre (nueva identidad, conocimiento, intimidad) (Jn 10:2-3). No somos uno más del montón, somos conocidos personalmente, por nombre (el Pastor conoce a sus ovejas por nombre; trato personalizado de parte de Dios con nosotros). No hay cabida para la uniformidad de la religión y de las reglas religiosas: Dios nos creó con características específicas que a El le agradan (no en relación con el pecado, sino con el diseño) (Sal 119:13-16, Efe 2.10). Podemos ser originales, no tenemos que ser copias de nadie (aunque recibamos por herencia características de alguien más, no como copia, sino como transferencia de ADN).
• Dejarnos guiar, ser enseñables, moldeables; ser obedientes (la obediencia es la puerta de la bendición). Ser como barro en la mano del alfarero (Jer 18.6). La obediencia (1 Tes 5:23, 1 Ped 1:13-16) es el camino de la bendición. y la santidad (Jos 1:8).
• Ser alejados y protegidos de la voz de los extraños, de los que hablan mal del Pastor (legalistas, humanistas, etc.), los leones, los osos y los lobos (los falsos ministros), los perros (los que quieren sacar provecho de nosotros).
• Comer con y del Pastor lo que el Pastor nos da; no cualquier pasto; no cualquier redil (la Palabra; amor a la Palabra, hambre y sed de ella).

Después nos lleva a la puerta del Pescado (Neh 3:3), que es la etapa siguiente a la de ser ovejas en el proceso de nuestra madurez: la de ser pescadores de hombres, contándoles a otros el testimonio de todas las grandes cosas que el Señor ha hecho en nuestras vidas.
• Por esa puerta entraba el pescado y los demás alimentos que alimentaban la ciudad, lo que es un tipo del alimento que sostiene nuestra vida espiritual: Jesús, el pan de la vida, la Palabra, el Verbo encarnado (Mat 4:4, Luc 4:4, Jn 6:51, Jn 6:58).
• Los pescados vienen del mar (el mundo; y el mundo: aprisiona, divide, nos convierte en rebeldes, nos llena de maldad, pobreza, maltrato, contaminación, opresión, cautividad, depresión). Pero ahora entramos a una nueva dimensión de vida. El nos pescó y nos trajo a Su casa como hijos (Jn 1:12).
• En el mundo (mar) eramos seducidos por las posiciones, el dinero, el orgullo, la seguridad, la comodidad. El ser pescados determina que hemos dejado atrar la vieja manera de vivir y nos hemos dejado seducir por Cristo, que hemos cambiado de reino, de lenguaje, de cultura, de comida, etc.

De ahí nos lleva a la puerta Vieja (Neh 3:6), que es la etapa en que nuestra vieja manera de pensar comienza a ser cambiada, y con ello la vieja manera de ser, y se potencializan mucho más aquellas áreas que a pesar de andar en el mundo Dios nos las dio como cosas buenas para nosotros. Cambia nuestra manera de pensar, sentir y fortalece aquellas áreas que El desea que sean fortalecidas.
• También se refiere a andar en las sendas antiguas, las verdades que no cambian de la Palabra de Dios, retomándolas, reedificandolas, restaurándolas (Isa 61:4).

Después de esta etapa viene la reedificación de la puerta del Valle (Neh 3:13), que es una etapa en que Dios nos lleva a un nuevo conocimiento de Cristo ("el lirio de los valles"), una etapa de una comunión más íntima con El, en la que podemos sentir más de Su presencia en nosotros, vemos una mayor dimensión de su majestuosidad presente en todas las cosas en la creación y en su forma de hacer las cosas.
• Esta puerta fué reconstruída por Hanún (agraciado, con gracia -2 Sam 10.1-). Ello nos habla de la puerta de la gracia (por gracia somos salvos -Efe 2:8-9- y hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual -Efe 1:3-). Dios nos quiere favorecer.
• Los valles en la Biblia representan lugares de oportunidades y/o lugares de tomar decisiones trascendentales.
• Sal 23: el valle de sombra de muerte (dejar atrás todo lo viejo y seguir de frente hacia la vida plena en Cristo).
• Ezeq 37: el valle de los huesos secos (todo lo que había estado muerto en nosotros por causa del pecado resucita a la vida).
• Joel 3:14: el valle de la decisión (la decisión de seguir a Dios de cabeza). Las cosas grandes de Dios comienzan con cosas pequeñas. Las grandes decisiones para con Dios comienzan con decisiones pequeñas. Las zorras pequeñan echan a perder las vides (Cant 2:15). Cuidar los detalles, las pequeñas decisiones.
• Isa 22:1: el valle de la visión (tomar la visión de Dios).

De esa puerta pasamos a la puerta del Muladar (Neh 3:14) (muladar: lugar o sitio donde se echa el estiércol o basura de las casas; lo que ensucia o infecta material o moralmente).
• Representa echar a la basura, sacar de nuestra vida todo aquello que traemos con nosotros que es mundano, carnal, nuestros propios caminos que son caminos de muerte, para someternos totalmente a Cristo. Dejar atrás al hombre viejo para vestirnos del nuevo, enterrar al hombre viejo (Efe 4:22-24).
• Lo que no lleva fruto para Dios, lo que no sirve para nada, que produce resequedad e infructuosidad en nuestra vida como creyentes, lo que nos amarra al mundo.

La siguiente puerta a la que nos lleva es la puerta de la Fuente (Neh 3:15), donde somos llenados del Espíritu Santo, de los dones, de la unción, de la gracia, para dar a otros. Esta es la puerta de la formación, de la preparación, para cumplir Su propósito en nosotros (Efe 4:11-16). Para dar a otros, en nuestro peregrinaje para la siguiente puerta, nos pasa por:
• El estanque de Siloé (rama, armadura, coraza). En la armadura de Dios, la coraza es la coraza de la justicia, y la justicia deviene de buscar el Reino de Dios, su Señorío pleno sobre nosotros, la obediencia. Es, entonces, el lugar del aprendizaje de la obediencia (Jesús aprendió la obediencia, Heb 5:8. Nosotros también necesitamos desarrollarnos en la obediencia para enseñarla a otros, Mat 28.18-20). Por otro lado, para ser efectivos en la bendición a otros, necesitamos ser guiados por el Espíritu Santo, que es quién conoce las necesidades de los demás. Y para ser guiados por el Espíritu Santo necesitamos ser obedientes.
• El huerto del rey: los huertos producen fruto, y nosotros necesitamos aprender a manifestar y desarrollar el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23) que ya está en nosotros. Sin el fruto del Espíritu, cualquier cosa que podamos decir a otros no es más que palabras huecas.
• Las gradas que descienden de la ciudad de David: a otros solo les podemos dar aquello que hemos recibido de gracia, y por ende, aquello que recordamos, reconocemos y entendemos que hemos recibido de El como beneficio. Y el reconocimiento de todos los beneficios que hemos recibido de El no hacen otra cosa que llevarnos a la acción de gracias, la alabanza y la adoración (Sal 103:1-6). Si no hemos entendido que todo lo hemos recibido de El (Jn 3:27), que separados de El nada podemos hacer (Jn 15:5), que somos el resultado de Su gracia en todo lo que somos, tenemos y hacemos (1 Cor 10:5-10), ¿como podremos convencer a otros de su necesidad de Cristo? Si hemos entendido todo ello, ¿como podremos vivir sin mantener una actitud de acción de gracias, alabanza y adoración a El?
• Los sepulcros de David (las experiencias de los que nos antecedieron): Dios es un Dios trigeneracional que construye sobre las experiencias de otros (Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, 2 Tim 2:2, Hch 2:16-17, Isa 59:21)
• El estanque labrado (representa los tesoros de la Palabra, la revelación nueva y fresca de ella en nuestros corazones): cuando caminamos en Dios cada día, crecemos en el temor (reverencia y honra) a Dios y Su comunión íntima es con nosotros (Sal 25:14) y entonces llega un momento en que El nos comienza a revelar los tesoros escondidos y los secretos muy guardadas de El y de Su Palabra (Isa 45:3).
• La casa de los valientes (espíritu de poder): para ministrar a otros no podemos estar en temor. Por ello Dios nos imparte un espíritu de amor, poder y dominio propio (2 Tim 1:7).
• La armería de la esquina (la armadura de Dios): cuando ministramos a otros nos estamos enfrentando cara a cara con el enemigo; por ello requerimos de todo el arsenal que Dios pone a nuestra disposición, para librar la batalla en contra de él y vencerle en nuestras vidas y en las vidas de otros (Efe 6:10-18).

Después necesitamos llegar a la puerta de la casa de Eliasib (Neh 3:20) (restaruación, Dios restaura) (Luc 19:10, Luc 4:18-19) para que no solo sean restauradas nuestras vidas sino que seamos equipados también con Su Espíritu Santo y Su unción para restaurar también a otros (2 Cor 1:4). Si vamos a dar de gracia lo que hemos recibido, necesitamos recibir antes de El:
• Dar buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, libertar a los cautivos y a los oprimidos, dar vista a los ciegos (físicos y espirituales) y proclamar el año de la buena voluntad de Dios (gracia, misericordia, perdón de pecados, vida eterna).
• La casa de Eliasib era la casa del sumo sacerdote, tipo del Señor Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote (Heb 4:14-15) quién todo el tiempo está intercediendo por nosotros delante del Padre y salvar perpetuamente a los que por El se acercan a Dios (Heb 7:25) que son los que nosotros ministraremos. De la casa del Sumo Sacerdote necesitamos seguir hasta la casa del Rey (Dios), es decir, nos presentamos delante del Trono de la Gracia, para encontrar la gracia y misericordia que necesitamos para el oportuno socorro (Heb 4:16) de aquellos a los que Dios nos permite ministrar en Su Nombre.
• Finalmente necesitamos llegar al patio de la cárcel donde se encuentran los que están cautivos y oprimidos, para que les podamos hablar de la libertad que hemos recibido y que solo hay en Cristo, Señor nuestro, y que ellos necesitan recibir también para ser liberados de toda cadena y opresión del enemigo que los tenga aprisionados, para caminar en plenitud en la vida que Dios tiene para ellos.

Después de esto nos lleva a la puerta de las Aguas (Neh 3:26) en donde podemos nuevamente beber para recobrar fuerzas.
• Este es un lugar para entender que nuestra vida no solo se trata de dar, sino también necesitamos recibir, y que siempre necesitaremos parar para beber de las aguas del Señor, que nos limpian, nos refrescan, nos reaniman.
• Dios mismo reposó después de haber trabajado seis días en la creación, no porque estuviera cansado, sino para darnos ejemplo a nosotros, de reposar aún de la obra del Señor para ser recreados, para recobrar nuestras fuerzas, para meternos en una intimidad no interrumpida por el trabajo con El.
• Necesitamos regresar al Señor de la obra para volver a poner en orden nuestras prioridades y recibir Sus instrucciones, y no enfrascarnos solo en la obra del Señor hasta el punto que ella tenga prioridad sobre la comunión e intimidad con El.

Si seguimos este caminar en Cristo, vendrá una etapa en que a los ojos de los demás pareceremos exitosos, y todos nos miran, que somos reconocidos y por lo mismo la fama y el reconocimiento nos pueden hace creer que podemos hacerlo todo y el Señor nos lleva a la puerta de los Caballos (Neh 3:28) para hacernos un recordatorio:
• Sal 32:9 No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti.
• Muchas veces, en nuestro afán de hacer las cosas y lograr objetivos para Dios, nos podemos volver como caballos que corren desbocadamente y sin freno y el Señor tiene que volvernos a poner las riendas para que entendamos que sin El nada somos.

Después nos toca entrar por la puerta Oriental (Neh 3:29). El oriente es el punto de aparecimiento de la luz y el punto de referencia para las direcciones básicas geográficas.
• Ello nos indica la necesidad de acudir siempre delante de Dios para recibir las instrucciones necesarias para hacer Su obra.
• No importa el grado de madurez, éxito, unción, desarrollo de los dones y del ministerio que hayamos alcanzado. No podemos olvidarnos de ir a la fuente de nuestras instrucciones.
• No hacerlo significa caer en la autosuficiencia, y ello no es agradable a los ojos de Dios (Mat 7:21-23). Por ello, siempre necesitamos caminar en la voluntad de El, no importa que tan grande hayamos llegado a ser en el ministerio.

Después de esta etapa como que empezamos a definir cosas y nos convertimos en vasos útiles (casa del platero) y comenzamos a ser sirvientes y dejamos de llevarnos la honra que solo pertenece a Dios, así que pasamos a la casa de los sirvientes del templo y de los comerciantes (recordemos la parábola de los talentos, Mat 25:14-30) y finalmente llegamos a la puerta del Juicio (Neh 3:31), el lugar donde se no pide cuentas de lo que hacemos al igual que la parábola de los talentos, y donde nuestras obras serán pasadas por fuego para probarlas y determinar nuestras recompensas (1 Cor 3:13-15).

De la puerta del juicio llegamos nuevamente a la puerta de las Ovejas (Neh 3:32) cuando ya la obra ha sido concluida. El camino termina donde empezó porque Dios es el principio y el fin, el Alfa y la Omega (Apo 1:8, Apo 1:11, Apo 21:6, Apo 22:13). Nuestro caminar comienza en El y termina en El, aunque en un nivel muy diferente, resultado de las experiencias, la madurez, el desarrollo, el conocimiento, etc., que requiere nuestro esfuerzo sostenido (2 Tim 2:1-6) para terminar la carrera con el mismo ímpetu que la iniciamos (Ecle 7:8), con la misma pasión (el primer amor, Apo 2:4).



04 Jul 2012