Estudio Bíblico

Inicio > Estudio

La soberanía de Dios.



LA SOBERANÍA DE DIOS.



INTRODUCCIÓN.

La doctrina de la soberanía divina es una doctrina fundamental del cristianismo con amplias implicaciones para el entendimiento y la práctica de nuestra relación con Dios (de la salvación a la santificación) y de la vida cristiana.

El cristianismo, debido a la percepción que se tenga de esta doctrina, se divide en dos grandes grupos: los arminianos y los calvinistas (de hecho esta diferencia fue lo que determinó la Reforma Protestante).

Los arminianos, en última instancia, supeditan la soberanía de Dios a la responsabilidad del ser humano, que según ellos tiene libre albedrío, entendido como tal el poder hacer lo que el quiera por su propia voluntad, lo que, entre otras muchas cosas, lleva, en la práctica, a ponerle límites a la soberanía de Dios.

En tanto que los calvinistas, en términos generales, sostienen lo contrario: que la responsabilidad del ser humano está por debajo de la soberanía de Dios, que aún cuando Dios le ha dado al ser humano la responsabilidad de escoger, esta escogencia, por operación de la providencia divina que ejerce influencia sobre la voluntad humana, sin que la anule, no va a ir más allá de lo que Dios ha determinado, por lo que Dios sigue siendo Dios y teniendo el pleno control de todas las situaciones que competen a la vida humana y a la vida de la creación, que se encarrillan justamente por donde el Señor, en su determinado consejo y de acuerdo a Sus planes y propósitos, ha determinado.

El dilema en realidad no es tal de acuerdo a lo que enseña la Palabra de Dios. Tanto la Doctrina de la Soberanía de Dios como la de la Responsabilidad Humana son doctrina bíblicas y no se excluyen sino que se complementan, aun cuando en nuestra limitada manera de pensar pareciera que son contrarias. Recordemos lo que nos enseña Isa 55:8-11: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.



¿QUE ES LA SOBERANÍA DE DIOS?

La soberanía de Dios representa la capacidad de Dios de poner en práctica Su Santa Voluntad o supremacía, sin ninguna limitación y de acuerdo a su predeterminado Consejo, Sapiencia, Sabiduría, Justicia, Perfección, Santidad, Bondad, Amor, etc.

El Altísimo, Señor del Cielo y de la tierra, tiene poder ilimitado para hacer lo que haya resuelto. Al ser absolutamente independiente, Dios hace lo que le place. Nadie puede disuadirlo, nadie puede obstaculizarlo. "Yo soy Dios, y no hay otro Dios; y nada hay semejante a mí. . . "que digo: 'Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero'" Isaías 46:9-10). Y también: "Todo lo que quiso Jehová ha hecho, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos" (Sal. 135:6). "Y nuestro Dios está en los cielos: Todo lo que quiso ha hecho" (Sal. 115:3).

Soberanía divina significa que Dios es Aquel que se sienta en el Trono del universo. Él es Dios en nombre así como en todas las cosas, dirigiendo todas las cosas, y "el que hace todas las cosas según el designio de su voluntad" (Efesios 1:11).

La Confesión de fe de Westminster dice: "Dios desde la eternidad, por el sabio y santo consejo de su voluntad, ordeno libre e inalterablemente todo lo que sucede." La soberanía de Dios puede ser definida como el ejercicio de su supremacía. Dios es el único ser supremo e independiente. Él es el único en todo el universo que tiene el derecho y el poder de hacer en forma absoluta, lo que a Él le place. Él es Él único que tiene el derecho de actuar para Su propia gloria.

La soberanía de Dios significa que El hace como El le place, siempre como a El le place y únicamente como a El le place. Dios está en control de todas las cosas y de todas las personas, y está dirigiendo todas las cosas según Su voluntad y para la alabanza de Su propia gloria. No hay alternativa o puntos intermedios entre un Dios soberano absoluto y uno no soberano. Un dios no soberano, al final de cuentas no es Dios, porque al concepto de Dios le es inherente la autoridad absoluta para hacer absolutamente todo lo que Él decide (que por cierto, en ninguna manera puede decidir mal).

La doctrina de la soberanía de Dios, en contraposición con la de la responsabilidad humana, es la que subyace en el fondo de otras doctrinas que bíblicamente están perfectamente enunciadas, pero que por Su Naturaleza (porque afirman la soberanía de Dios –Dios-céntricas—y supeditan la voluntad humana a ella) son controversiales para aquellos que aún sostienen algún grado de humanismo egocéntrico (la filosofía del mundo): la doctrina de la elección, la predestinación y la seguridad eterna.

De hecho, en cierta forma este fue el conflicto que tenían Job y sus amigos al que Dios le pone punto final cuando le dice a Job (Job 38:1-7): “Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?”, y así le sigue preguntando Dios a Job por tres capítulos más (hasta el final del 41).

Entre otras cosas, Dios le responde a Job (Job 40:7-9): “Cíñete ahora como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me responderás. ¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú? ¿Tienes tú un brazo como el de Dios? ¿Y truenas con voz como la suya?” y también (Job 41:10b-11): “¿Quién, pues, podrá estar delante de mí? ¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío.”

La conclusión final de Job, y debería ser la nuestra también, es (Job 42:1-6): “Respondió Job a Jehová, y dijo: yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.”.

Otros pasajes en las Escrituras reafirman el tema de la soberanía de Dios por encima del de la responsabilidad humana, supeditando esta última a la primera:
Jer 18:1-6. “Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel.”
Rom 9:13-16. “Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.”
Rom 9:18-23. “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria,”



¿CUÁLES SON LAS CONDICIONES SUBYACENTES EN LA SOBERANÍA DE DIOS?

Aunque la supremacía de Dios no tiene restricciones, si tiene condiciones subyacentes.

En última instancia, Dios tiene completo control sobre todas las cosas, y así como Él puede escoger permitir que ocurran ciertos acontecimientos según las leyes naturales que Él ha ordenado, también puede escoger permitir que ocurran otros que sobrepasen esas leyes (lo sobrenatural).

Dios no puede hacer nada que vaya en contra de Su propio carácter. Debido a que Dios es inmutable, Sus palabras y sus acciones reflejan Su integridad (Núm 23:19). Dios no puede mentir (Heb 6:18). En todos los casos, Dios no sólo continúa siendo veraz, sino que cumple todas las promesas que hace. Dios no puede negarse a Sí mismo ni contradecirse. Dios permanece fiel a las promesas de Sus pactos (Mal 3:6). Una promesa es tan verdadera como la persona que la hace. Al igual que Dios, Su Palabra es inmutable (1 Sam 15:29). Dios no revoca lo que ha dado ni desecha a quién ha escogido (Rom 11:29).

Dios no puede ser tentado por el mal. No existe ningún elemento en Su naturaleza que pueda ser tentado por el mal (Sant 1:13). Aunque Dios a menudo nos prueba, Él no tienta a nadie. De hecho, Dios utiliza Su poder ilimitado para permitirnos resistir y escapar del mal (1 Cor 10:13).

Dios no puede perdonar el pecado mientras no haya sido pagado. Debido a que Dios es justo, no puede simplemente "hacer borrón y cuenta nueva" (Rom 6:23). Cristo clamó en el Jardín de Getsemaní, "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa. . .” (Mat 26:39). Cristo tuvo que soportar una terrible agonía física y espiritual, la justicia perfecta de Dios pronunciada sobre el pecado.

Dios no puede forzar nadie a amarlo ni a recibir Su regalo de salvación eterna mediante Jesucristo. Es un acto de la voluntad del ser humano, que aunque alentado por Dios de diversas maneras, en última instancia es una decisión que necesita hacer cada personas (Jn 1:11–13).

Aunque la soberanía de Dios es infinita, el uso de Su poder está delimitado por Sus otros atributos. Características tales como veracidad, bondad, fidelidad, justicia, y amor definen cada una de las acciones de Dios. Si un atributo estuviera desproporcionado o exagerado, esto resultaría en un caos a nivel universal.



LA SOBERANÍA DE DIOS EN LA CREACIÓN

Dios actuó como un Soberano en la obra de la creación. El no creó por necesidad, sino según su propio e imperial deseo. Y al crear, El fue completamente libre para crear lo que a El le plació. El no creó por causa de sus criaturas, porque las criaturas existen para su Creador y no el Creador para ellas, como algunos pretenden creer hoy cuando se trata de las bendiciones, la prosperidad y el éxito que deberían recibir los creyentes incondicionalmente de parte de Dios, o con mínimas condiciones por debajo de los parámetros que Dios ha establecido (la obediencia a Su Palabra, la santificación, el temor de Jehová, la búsqueda de Su Señorío, etc.). Varias escrituras reafirman esta soberanía ilimitada de Dios:
• "Todas las cosas ha hecho Jehová por sí mismo, y aun al impío para el día malo" (Prov 16:4).
• "Porque de él y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea gloria por siglos. Amén" (Rom 11:36).
• "Señor, digno eres de recibir gloria y honra y virtud: porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron creadas" (Apo 4:11).



LA SOBERANÍA DE DIOS EN LA ADMINISTRACIÓN DE SU CREACIÓN.

Dios es el gobernador soberano en Su universo. Él está en control de todas las cosas, de todos los hombres, de los demonios y del diablo. Él gobierna todas las cosas como mejor le parece a El mismo. Él no busca el consejo de nadie. Él controla y dirige en la esfera de la naturaleza. Si no fuera así, Él no sería plenamente Dios, sería algo así como un medio dios o un semi-dios

La Biblia –y nosotros deberíamos pensar y actuar en consecuencia-- aunque reconoce la operación de las leyes de la naturaleza y espirituales en todas las cosas, no le atribuye a estas leyes la generación de las situaciones en la creación y/o en la vida humana, sino más bien le atribuye a Dios el origen de todas las situaciones, como el autor y soberano de las leyes de la naturaleza y espirituales.

Por ejemplo no le atribuye a las leyes de la naturaleza la repetición de las estaciones del año; dice que Dios es quien cambia los tiempos y las estaciones (Dan 2:21). Las Escrituras rara vez usan la expresión "llovió" como si la lluvia se produjera a sí misma; más bien las Escrituras hablan de que Dios envía la lluvia. (Mat 5:45, Hch 14:17, Job 28:26). Job no habló de su propia enfermedad como la causa de su muerte; sino que contempló a Dios y dijo: "Porque yo conozco que me reduces a la muerte; a la casa determinada a todo viviente" (Job 30:23). Frente a muchos enemigos quienes buscaban su vida, David clamó a Dios y dijo: "En tu mano están mis tiempos" (Sal 31:15).

Han existido demostraciones de que Dios tiene control y dirige aún a las criaturas irracionales. El cerró las mandíbulas de los leones para que Daniel no fuese herido. El dirigió a los cuervos para alimentar a Elías tal como dijo que lo haría. El causó que las vacas, contrario a su instinto natural, dejaran a sus becerros y marcharan por las fronteras de Israel con el arca de Dios (1 Sam 6:1-12).

Dios también controla a los hombres, a todos los hombres, no importa si son buenos o malos, no importa si actúan individual o colectivamente. El ejerce sobre los impíos un poder restrictivo. El no les permite hacer todo lo que su naturaleza les conduciría a hacer. Dios dijo a Abimelec, "... y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases" (Gen 20:6). Frecuentemente se ha dicho que Dios no podrá infringir el libre albedrío humano. Pero, si Dios no hubiera controlado la voluntad de Abimelec, aquel rey pagano habría hecho daño a Sara. Dios estaba controlando y dirigiendo la voluntad de Ciro, rey de Persia, cuando éste ordenó la edificación del templo en Jerusalén (Esd 1). Dios estaba controlando y dirigiendo a Tito y su ejército en la destrucción de Jerusalén; sí, las Escrituras dicen que El llamó "Su ejército" y puso fuego a la ciudad (Mat 22:7). La Palabra nos enseña que "como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová: a todo lo que quiere lo inclina" (Prov 21:1), sea ese rey un creyente o un incrédulo.



LA SOBERANÍA DE DIOS EN LA SALVACIÓN

Dios en ningún momento se encontró bajo la obligación de salvar a sus criaturas rebeldes. Su propósito e intención de salvar fue completamente libre, para la alabanza de la gloria de su gracia (Efe 1:3-14). El podría haber enviado a todos los pecadores al infierno y permanecer como absolutamente justo. Como obra de la soberanía divina, la salvación no puede ser por gracia (Efe 2:8-10) y como el pago de una deuda al mismo tiempo. "Empero al que obra, no se le cuenta el salario por merced, sino por deuda" (Rom 4:4). La soberanía de Dios en la salvación también significa que Dios salva a quien le place. "De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece" (Rom 9:18), y no por ello se puede “alegar” que Dios es injusto, porque nadie se va al infierno por sus pecados (ya todos fueron pagados por Cristo en la Cruz del Calvario por cuanto Dios cargó en Él el pecado de todos nosotros, Isa 53:6) y Cristo vino para que el mundo fuera salvo por Él no para condenar al mundo (Jn 3:16-21). “Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Rom 11:33).



LA SOBERANÍA DE DIOS EN LA SALUD FÍSICA

Toda sanidad es divina, con o sin el uso de medicinas. El método usual de Dios es bendecir los medios que son usados, pero algunas veces El sana sin medicinas. Más aún, El sana a algunos y deja a otros en su cama de enfermedad, o les conduce a la muerte. (Job 30:23). El es soberano en ambas cosas, en cómo y a quién sana.

En el ministerio terrenal de Jesús vemos que aunque el tenía el don de sanar a todos los enfermos, Él no ejerció ese don de manera ilimitada. Por ejemplo, en el estanque de Betesda, aunque había muchos enfermos esperando el movimiento del agua, Él solo sano a uno (Jn 5.1-9). Igualmente, Él fue constantemente al Templo y pasó por la Puerta de la Hermosa, que era la entrada común al Templo. Sin embargo allí había un cojo de nacimiento a quién ponían cada día a la puerta del Templo y no lo sanó Él sino que Dios lo sanó por mano de Pedro y Juan (Hch 3:1-10).

En los días de Pablo, él tenía el don de sanar, pero no siempre lo pudo ejercitar. En Hch 19:11-12 leemos acerca de unos milagros especiales que Dios obró por mano de Pablo, cuando personas fueron sanadas en sus cuerpos por medio de paños o delantales que Pablo había usado. Pero en 2 Tim 4:20 leemos que él tuvo que dejar enfermo a Trófimo, en Mileto.

Isaías prescribió una masa de higos para la llaga de Ezequías y Dios la bendijo con su curación. Pablo prescribió un poco de vino para el enfermo estómago de Timoteo.

Dios sana cómo, cuándo y a quién a El le place. Veamos la oración del creyente enfermo, "Señor si tú quieres puedes sanarme". Puede ser que Su voluntad para usted sea que esté enfermo para traerle algún bien (Rom 8:28-29, Sant 1:2-4, 1 Ped 5:8-10), y para Su gloria. (Jn 9.1-3). O puede ser Su voluntad dejar un aguijón en la carne, para la alabanza de la suficiencia de su gracia.



CONCLUSIÓN.

El orden y sustento de la creación misma descansa sobre la soberanía de Dios. Si Dios no está en control, obrando todas las cosas según el consejo de su propia voluntad, incluidas la salvación, la sanidad, la liberación, la restauración, etc., de la vida de las personas, y estas dependieran por sobre todo de las decisiones de las personas, a las que se tendría que supeditar la soberanía de Dios, entonces tendríamos frente a nosotros una absoluta oscuridad no solo en lo que a nuestra vida respecta, sino respecto a la vida natural y a la vida social, y el cumplimiento de la Palabra profética de Dios no dependería de Él sino de nosotros, los seres humanos, lo que es totalmente contrario a lo que nos enseña la Escritura. Entonces, en lugar de tener la Palabra Profética como una ancla segura para nosotros (2 Ped 1:19), estaríamos frente a una gran incertidumbre y dependiendo de los hechos de la humanidad en lugar de los de Dios, lo cual traería idolatría y maldición a nuestras vidas de acuerdo a lo que nos enseña Jer 17:5-9: “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?“




BIBLIOGRAFÍA:

“Todo sobre Dios”, la Soberanía de Dios
(http://www.allaboutgod.com/spanish/soberania-de-dios.htm).

Iglesia Presbiteriana “Emanuel”, Quetzaltenango, Guatemala.
(http://www.iglesiaemanuel.net/PageDisplay.cfm?studyID=21).


22 Sep 2014