Estudio Bíblico

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La oración.



La oración es un tremendo privilegio que Dios nos da de comunicarnos con Él. Privilegio que viene implícito en la Salvación que Cristo pagó para nosotros en la Cruz, por Su Sangre (Heb 4:16).

Más que un mandamiento --que lo es--, es una necesidad para mantenernos enfocados en lo esencial de la vida (la Persona de Dios, Su Voluntad y Sus propósitos para con nosotros).

Al día de hoy, una buena parte de cristianos la ven como una obligación o una disciplina de la vida cristiana, lo que, por los restos de la mentalidad carnal en nosotros (Jer 17:9), hacen que las personas en el fondo de su corazón consideren de la oración una actividad aburrida, cansada, rutinaria, indeseable, y la que deben realizar lo más rápidamente posible. Ello se evidencia en el tiempo diario que emplean en la oración y en la asistencia tan baja, mínima, a los servicios y/o actividades de oración.

Que la oración requiere disciplina, por lo menos en el principio de nuestra vida como creyentes, muy probablemente sí porque la carne se opone a todo lo que es del Espíritu y necesitamos disciplinar nuestros pensamientos, pero que sea una disciplina es otra cosa muy diferente. Creo que la clasificación de la oración como una disciplina en lugar de un deleite se debe a una trampa de la mentalidad carnal que nos sigue haciendo pensar que todo lo que Dios ha diseñado para nosotros como un bien, una necesidad y un privilegio es una imposición de Él hacia nosotros, en lugar de una bendición.

Por el otro lado, la mayoría solo tiene conocimiento de la oración, y generalmente en su práctica lo evidencian, como petición de cosas, bendiciones, soluciones, favores, dones, etc., no como un camino para tener comunión e intimidad con Dios. Y ello también incide en los tiempos de oración que la mayoría tiene con Dios. El tiempo de oración dura tanto como el tiempo que toma presentarle sus peticiones al Señor.

Si bien es cierto que la oración incluye la petición, ello, como veremos más adelante, ni es la mayor parte de la oración ni es su beneficio principal. Hay muchas otras cosas que implica la oración, y un sinnúmero de beneficios adicionales, muchos de los cuales desconocemos, que están incluidos en la bendición de la oración.

Otra cosa que manifiesta el desconocimiento acerca de la oración, además de la comprensión estrecha acerca de ella, es que en la mayoría de los casos se le asigna solo un limitado sentido utilitario (pedir y recibir), centrado fundamentalmente en lo terrenal inmediato (necesidades materiales y emocionales, solución de problemas), sin valorar su utilidad para lo eterno.

Es por ello que se hace necesario que conozcamos y entendamos más profundamente el significado, valor, forma, variedad y delicias de la oración, de tal manera que aprovechemos al máximo ese privilegio tan grande que Dios nos ha dejado lo que redundará también en que podamos vivir los beneficios máximos de la oración, no tan solo algunas respuestas a las situaciones de nuestra vida. El

Para comenzar, Dios no diseñó la oración para hacernos sentir esclavos de una rutina y/o una disciplina. Dios diseñó la oración para que por ella, una parte del cielo bajara a la tierra, y más específicamente, a la vida, al corazón, de cada uno de nosotros, los que oramos.

El Sal 37:4 nos manifiesta ese diseño hermoso de la oración que hizo nuestro Padre: "Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. "

La oración, sea cual sea la forma que adopte, nos lleva a la Presencia del Señor. "En la Presencia del Señor hay plenitud de gozo y delicias para siempre" (Sal 16.11). Por lo tanto, la oración debería ser una forma de deleitarnos delante del Señor, un deleite para nosotros. Donde está la Presencia del Señor, allí está el poder de lo sobrenatural, el poder del Amor, supliendo nuestras necesidades ("Él te concederá las peticiones de tu corazón"). Y ello trae más delicia ("el deseo cumplido regocija el alma, Prov 13:19).


03 Nov 2014