Estudio Bíblico

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La oración.



El Padre nuestro que es el modelo de oración que Jesús les mostró a sus discípulos es una oración didáctica, no repetitiva, en la que Jesús les enseñó los diferentes tipos de oración según la temática que implican, pero antes de mostrarles ese modelo les dio instrucciones generales acerca de la oración que es importante que consideremos.



Instrucciones generales.

Mat 6:5-8. "Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.  No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis."


En Mat 6:5 les da la instrucción de no orar para impresionar a otros ni para obtener reconocimiento de otros. La oración no tiene que ver con los demás, tiene que ver exclusivamente con Dios. Cuando no tenemos ese enfoque en que nuestra oración sea escuchada por Dios sino que el enfoque es que seamos vistos de las demás personas, entonces nuestra oración no va a tener recompensa o respuesta de parte de Dios, porque ya la obtuvimos en el reconocimiento (o rechazo) que las personas puedan manifestar respecto a ella.

En Mat 6:6 el Señor refuerza este concepto: lo importante de nuestra oración es que sea enfocada en Dios, dirigida a Dios, para Dios. Enn cuanto a que sea en un lugar cerrado, no se está refiriendo a ello literalmente, aunque en ciertos momentos ello sea deseable. Todos nosotros tenemos un aposento privado, cerrado, donde Dios está, donde Dios escucha, donde Dios inclina Su oído para oírnos: nuestro corazón. Ese es el lugar más secreto que existe y un lugar que solo Dios conoce de verdad. Es allí donde necesitamos orarle a Dios, es allí donde necesitamos juntarnos con Él y hablar, comunicarnos, tener intimidad con Él. La oración que a Dios le agrada es la oración que es hecha desde un corazón contrito (con dolor, pesar y arrepentimiento por el pecado) y humillado que lo anhela a Él por sobre todas las cosas.

Por otro lado en Mat 6:7 también nos enseña Jesús que nuestra oración no debe ser el resultado de repeticiones ni palabrerías, no es por la repetición ni por usar palabras altisonantes, rimbombantes, elaboradas o por el estilo, ni por gritarlas, que el Señor va a escuchar nuestra oración. Él va a escuchar la oración que sea genuina, sincera, la que viene del corazón no la que emana de una cabeza que cree que por la forma, las palabras que usa o el largo de la oración va a ser escuchada y respondida. Nuestra oración para ser agradable a Dios debe ser natural, auténtica, sincera. Y ello implica que en algunos momentos, cuando no tenemos nada que decir o no sabemos como decirlo, es mejor quedar callados sabiendo que Dios conoce nuestro corazón. Y aquí hay un punto importante. Dios conoce nuestro corazón. Él sabe perfectamente cuando estamos haciendo una oración para impresionarlo, formal, no sentida, no genuina. Aún cuando Él la oye, lo más probable es que no la conteste precisamente porque no es una oración genuina.

Y en Mat 6:8 Él nos enseña que lo que son nuestras necesidades, y aún nuestros gustos, no necesitaríamos ni pedírselos porque Él ya los conoce porque conoce nuestro corazón. Pero cuando le pedimos esas cosas de una manera genuina, auténtica, Él no se molesta, más bien le agrada porque esas oraciones, si son genuinas, son el resultado del corazón de una persona que reconoce absolutamente su dependencia de Dios para todo, en todo y por todo, y eso es precisamente un corazón contrito y humillado.

De hecho en Fil 4:6-7 el Señor reafirma esto, y además nos da una clave adicional de para qué pedir por nuestras necesidades:

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Primero dice que si estamos afanados le presentemos nuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias (ello implica un corazón contrito y humillado). Y notemos que esa oración es para sustituir el afán por la fe, tal como nos lo enseña en la segunda parte: "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús". Es decir, que Dios nos provee de esta alternativa para que cuando la presión de las circunstancias nos comiencen a poner afanados por las cosas que necesitamos o deseamos, recurramos a la petición para que una vez hecha nuestra oración, con el corazón en paz, podamos volver a poner nuestros corazones y pensamientos en el Señor y dejemos de estar preocupados o afanados por esas cosas.

Contrario a ello, una persona que se presenta delante de Dios con un corazón pretencioso a reclamar lo que considera "su derecho" delante de Dios, es el resultado de un corazón arrogante que no ha reconocido su estado de "desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" delante de Dios (Apo 3:17). Una cosa es ser hijo de Dios, amado, favorecido, lleno de la gracia y misericordia de Dios (precisamente necesitamos de ello porque somos inmerecedores de todo, Lam 3:22-23) y otra cosa es que el título se nos suba a la cabeza y nos sintamos con derechos y con autoridad para hacerle reclamos al Señor, directa o indirectamente (bajo el argumento o la pretensión de que le estamos reclamando al diablo lo que es nuestro).

Algunos pueden aducir que en realidad no le están reclamando a Dios sino que le están reclamando al diablo, pero indirectamente ello significa un reclamo a Dios porque si Él es Todopoderoso y tiene control de todo lo que sucede en nuestras vidas y en el universo, entonces Él tendría que estar permitiendo que el diablo retenga las respuestas a nuestras oraciones y/o necesidades (verdaderas o supuestas). De tal manera que entonces estamos en un dilema: o Dios no es Todopoderoso con lo cual estamos negando lo que la Biblia nos enseña en muchos pasajes, entre ellos 1 Jn 4:4: "mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo" o en verdad le estamos reclamando indirectamente a Dios por permitir que el diablo nos retenga las respuesta.

Algunos pueden aducir que ello no es así porque cuando Daniel oró la respuesta a su oración tardó veintiún días pero el príncipe de Persia /un demonio) se había opuesto a que llegara esa respuesta. Pero en relación a ese pasaje podemos observar algunas cosas. La primera es que la Palabra no dice que Daniel en algún momento estuvo reclamando la respuesta de su oración (Dan 10:1-21). Él siguió orando pidiéndole al Señor por lo que estaba orando. En segundo lugar, en esos momentos de la historia, por efectos de la caída, el diablo era el príncipe de este mundo y tenía autoridad sobre las naciones (Mat 4:8-9) y lo que Daniel estaba pidiendo tenía que ver con esa autoridad, a pesar de lo cual Dios de todos modos se impuso sobre satanás. Y en tercer lugar, cuando Cristo resucitó triunfó sobre todos los principados y potestades, despojándolos de toda autoridad, exhibiéndolos públicamente (como los ejércitos vencedores en la antigüedad hacían desfilar a los prisioneros de los ejércitos vencidos en el desfile de victoria), y ahora toda autoridad en el cielo y en la tierra la tiene el Señor Jesucristo (Mat 28:18) quién ha sido hecho Señor de todo (Hch 2:36). Así que ese argumento no resulta válido para apoyar reclamos de ningún tipo principalmente cuando se hacen en los tiempos de oración que son tiempos en los cuales estamos hablando con Dios.



03 Nov 2014