Estudio Bíblico

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La Renovación de nuestra mente.



PORQUE RENOVAR NUESTRO ENTENDIMIENTO.
Prov 23:7: nuestras acciones son determinadas por nuestra forma de pensar.
Nuestras acciones (semilla) determinan la calidad de nuestra vida (cosecha) (Gal 6:7).
Rom 12:2: para que cambie nuestra manera de vivir es necesario cambiar nuestra manera de pensar.
Para que podamos vivir en la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta necesitamos cambiar nuestra manera de pensar (3 Jn 2).
Si no hay cambio en nuestra manera de pensar no hay cambio en nuestra calidad de vida (Sal 1:1-3).
Cada situación y/o circunstancia verla desde la perspectiva de lo que dice la Palabra de Dios.
A la hora de tener un problema y buscar una solución solucionarlo de acuerdo a lo que dice la Palabra de Dios.
Fil 2:5: haya en nosotros el mismo sentir que hubo en Cristo:
• Pensar como Jesús pensaba  lo que dice la Palabra.
• Sentir como Jesús sentía  lo que dice la Palabra.
• Hacer como Jesús hacía  lo que dice la Palabra.
Necesitamos (no es deber, es necesidad) estar constantemente (todo el tiempo) oyéndola, leyéndola, conociéndola, meditándola, entendiéndola, pensando en ella, y memorizándola, alineando a ella nuestra manera de pensar, sentir y decidir; y practicándola.
Todo ello es resultado de un proceso: convicción, establecer un plan, llevándolo a la práctica, no importa lo que cueste, lo que pase, lo que se interponga.



COMO CAMBIAR NUESTRA MANERA DE PENSAR.
Desarrollando una buena actitud consciente hacia la Palabra, valorarla, apreciarla, hacer de ella nuestra prioridad (Sal 119:24, Sal 119:72, Sal 119:127).
Creer, conocer y entender la Palabra.
Hacer de la Palabra la base, la guía, la rectora de nuestras decisiones, obedecerla en todo tiempo y circunstancia..



MAT 13:18-23  LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR.

Al escuchar, leer y/o pensar en la Palabra tenemos 4 posibilidades.
Uno. Que no le pongamos cuidado y no tengamos entendimiento de ella (junto al camino, Mat 13:19).
Dos. Que la entendamos pero no echemos mano de ella, no la apliquemos, nos olvidemos de ella; que al momento de las crisis en lugar de enfrentarlas con la Palabra las enfrentamos con nuestros propios recursos (entre pedregales, Mat 13:20-21)
Tres. Que la entendamos pero los compromisos con el mundo (riquezas, posición, reconocimiento) nos impidan aplicarla; un negarla intencional por conveniencia con el mundo (infructuosa, no sirve de nada que la conozca porque no la aplica, Mat 13.22.
Cuatro. La que cae en buena tierra porque oye, entiende y la hace (Mat 13:23) produce mucho fruto (es evidente los resultados de la aplicación de la Palabra en su vida y en sus relaciones de todo tipo).

La actitud para recibir la Palabra la determina cada uno de nosotros (Prov 23:7).
Es una actitud personal que podemos (y necesitamos) desarrollar para ser transformados por la Palabra: hacernos responsables por ella.
Cada vez que nos vamos a acercar a la Palabra (escuchándola, leyéndola, meditando en ella), necesitamos disponer nuestro corazón para escucharla, entenderla y ponerla en práctica; no es algo que podamos dejar a la improvisación.
Las circunstancias no deberían determinar nuestras actitudes.
Las actitudes las deberíamos determinar nosotros, ordenarle a nuestra alma que actitudes tener, y obligarla a que las tenga (Sal 103:1-2, Sal 104:1). Nuestra alma es nuestra responsabilidad, no el alma responsable de nosotros. Necesitamos ponerla en sujeción (pensamientos, sentimientos, emociones, voluntad) como Jesús (Fil 2:5-8).

Oirla, entenderla y dar fruto implica un ejercicio de atención, meditar en ella y practicarla.
• Preparar nuestra actitud para oírla y/o leerla: atención, concentración.
• Tomar notas de lo más importante para que no se nos olvide.
• Después de oírla (ese día y los días posteriores), meditar en ella día y noche (Sal 1:2).
• 2 Tim 3:16: toda la Escritura es útil para enseñar, redargüir, corregir, instruír.
Meditar en ella es determinar: que es lo que nos está enseñando e instruyendo, lo que nos está indicando que estamos haciendo mal y necesitamos corregir, como hacer para ponerla en práctica en cada circunstancia.
Terminamos de meditar en ella hasta que ya hayamos extraído toda la riqueza de la Palabra para nuestra vida, hasta que hayamos agotado todo lo que la Palabra tiene que decirnos para este tiempo.

05 Ene 2009