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Circuncisión, santidad y comunión con Dios.



CIRCUNCISIÓN, SANTIDAD Y COMUNIÓN CON DIOS.



La circuncisión.

La circuncisión física fue instruida a Dios por Abraham como señal para Abraham del pacto que tenía él con Dios y Dios con él, por sus generaciones (Gen 17:1-11).

Andar delante de Dios y ser perfecto.
Ser el Dios de Abraham y de toda su descendencia, y darles la tierra de Canaán por heredad perpetua.
Dios le multiplicaría en gran manera y sería padre de muchas gentes, de tal manera que de Abraham saldrían naciones y reyes.

Es una sombra o tipología de una realidad espiritual, que representa la total consagración, devoción y separación para Dios. Siempre fue más que una marca física. Fue una señal del pacto de las generaciones de Abraham con su Dios (Jos 5:2-9). Fue una señal de la circuncisión del corazón, que implica una total santidad y separación para Dios (Rom 2:28-29).

La circuncisión en la Biblia es una cirugía espiritual que Dios lleva a cabo en Su pueblo con el propósito de tener una comunión más íntima con El. Simboliza cortar, quitar, cualquier cosa que sea de la carne, que está en nuestro corazón y que nos impide una relación íntima y constante con el Padre.

Jer 4:4 BAD. Habitantes de Judá y de Jerusalén, marcad vuestro corazón con la señal del pacto: circuncidaos para honrar al Señor, no sea que por la maldad de vuestras obras mi furor se encienda como el fuego y arda sin que nadie pueda apagarlo.

Rom 2:28-29. Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.

Col 2:11-23. Además, en él fueron circuncidados, no por mano humana sino con la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo. Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos. Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal. Así que nadie los juzgue a ustedes por lo que comen o beben, o con respecto a días de fiesta religiosa, de luna nueva o de reposo. Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo. No dejen que les prive de esta realidad ninguno de esos que se ufanan en fingir humildad y adoración de ángeles. Los tales hacen alarde de lo que no han visto; y, envanecidos por su razonamiento humano, no se mantienen firmemente unidos a la Cabeza. Por la acción de ésta, todo el cuerpo, sostenido y ajustado mediante las articulaciones y ligamentos, va creciendo como Dios quiere. Si con Cristo ustedes ya han muerto a los principios de este mundo, ¿por qué, como si todavía pertenecieran al mundo, se someten a preceptos tales como: "No tomes en tus manos, no pruebes, no toques"? Estos preceptos, basados en reglas y enseñanzas humanas, se refieren a cosas que van a desaparecer con el uso. Tienen sin duda apariencia de sabiduría, con su afectada piedad, falsa humildad y severo trato del cuerpo, pero de nada sirven frente a los apetitos de la naturaleza pecaminosa.*


La relación con Dios nuestro Padre implica nuestra adoración a El (Jn 4:23) y ella requiere de la habilidad de oír su voz y reconocerla cuando El nos habla (Rom 8:14) lo que es imposible cuando nuestros oídos están cubiertos de las cosas de la carne, porque ellas distorsionan la voz de Dios.

Jer 9:23-26. Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová. He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo incircunciso; a Egipto y a Judá, a Edom y a los hijos de Amón y de Moab, y a todos los arrinconados en el postrer rincón, los que moran en el desierto; porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón.

Si bien, la circuncisión es hecha por Cristo en nuestro corazón en el momento de nuestra salvación, necesita ser perfeccionada a lo largo de todo nuestro caminar con Cristo (Fil 1:6) por Dios. Esto es algo muy delicado y Dios usa a personas para ello, pero no a cualquier persona, no puede ser llevado a cabo por cualquiera. Debe ser hecho por un padre espiritual que nos ame y que sepa ser un padre para nosotros, como Abraham con Isaac y sus siervos (Gen 17:23-24, Gen 21:4, Hch 7:8).


Circuncisión y santidad.

Es la separación para el “uso” exclusivo de Dios. Vivir de la misma manera que Jesús vivió, tener la misma naturaleza de Jesús y un corazón circuncidado como El lo tuvo.

Es una decisión que se toma en el corazón pero implica una total dependencia del Espíritu Santo, porque no es algo que podamos experimentar y lograr con nuestras propias fuerzas.

1 Ped 1:13-16. Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.

El Espíritu Santo es el que nos santifica, siempre y cuando tomemos la decisión de llevar una vida santa. Nosotros somos los que decidimos estar apartados y separados para Dios. Cuando tomamos la decisión de apartarnos para El, El nos dará todo el poder del cielo para ratificar y mantener esa decisión.


Circuncisión, santidad y comunión con Dios.

Dios, en Cristo, nos ha abierto el lugar más íntimo, el Lugar Santísimo, que lo ha convertido en el trono de la Gracia, para tener comunión con nosotros.

Mat 27:50-51. Más Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

Heb 4:14-16. Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Heb 10:19-22. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

Lo único que Dios nuestro Padre nos pide para tener comunión e intimidad con nosotros es que nos dejemos circuncidar por El, que lo dejemos cortar las cosas de la carne que nos impiden tener una relación íntima y estar unidos en la misma vida santa con El.


La necesidad de la comunión e intimidad con Dios (Luc 10:38-42, María y Marta).

“Oía su Palabra”. Escuchar con atención para ponerla por obra.
“Se preocupaba por muchos quehaceres”. Tener puesta la atención, en primer lugar, en otras cosas, no en Dios. Estar con ocupada haciendo otras cosas que no tenía tiempo para oír a Dios.
“Afanada y turbada”. Un estado de turbación, de no terminar nunca a pesar de los esfuerzos. El no poner nuestras prioridades en orden produce este efecto.
“Solo una cosa es necesaria”. Podemos estar ocupados en hacer muchas cosas buenas, pero ello no implica que vamos a estar ocupados en lo mejor. Marta estaba ocupado en lo bueno (preparar la comida), pero no en lo mejor (poner a Dios primero y escuchar Su voz). Una cosa era de carácter temporal (aunque era válida) pero la otra era de carácter eterno (la que estaba descuidando). Era necesario hacer aquello, pero sin dejar de hacer lo primero.


Algunas claves para desarrollar una comunión íntima con el Padre.
Saber y entender y tener una revelación de:
• El es nuestro Padre celestial (Jn 1:12).
• Nosotros somos sus hijos y fuimos creados para tener comunión con El (Jn 1:12).
• El nos ama y anhela nuestra compañía (Sant 4:5).
• La comunión íntima del Padre es con los santos (Heb 12.14, Sal 25:14).
• Podemos acercarnos con confianza al Trono de la Gracia (Heb 4:14-16)
• La comunión íntima con El siempre nos va a llevar a accionar.
• Primero está nuestra alabanza y adoración a El, antes que pedir o hacer cualquier otra cosa (Mat 6:9-15).

Otros asuntos que ayudan o facilitan el tener una comunión íntima con El son:
• Disponer de un lugar privado y tranquilo para estar con El (Mat 6:5-6)
• Para disciplinarnos es bueno disponer de la misma hora todos los días para tenerla.
• Escuchar música ungida de adoración para preparar la atmósfera para la comunión.
• Requiere de paciencia, fe y perseverancia.


Los resultados de la comunión íntima con el Padre.
Uno. La manifestación de la vida sobrenatural y eterna de Dios en nosotros.
Dos. Nos mostrará nuestra condición personal para limpiarnos, sanarnos, restaurarnos y sacar a relucir el carácter de Cristo en nosotros (el fruto del Espíritu, Gal 5:22-23).
Tres. Denuedo, audacia, osadía, intrepidez, arrojo, valentía, atrevimiento, para hablar y actuar en el nombre de El (Dan 11:32).
Cuatro. Conocer Sus propósitos, planes, estrategias y diseños para nosotros (Sal 138:8, Efe 2:10, Jer 29.11).
Cinco. Un fluir sobrenatural de la revelación de Su Palabra en nosotros (Sal 25:14).




18 Ene 2009
Referencia: Santidad.