Estudio Bíblico

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Paternidad espiritual. Hijos maduros para recibir la herencia.



PATERNIDAD ESPIRITUAL.
VERDADEROS HIJOS, MADUROS PARA RECIBIR LA HERENCIA.



La autoridad verdadera: autoridad paterna.
Todo lo que Dios hace lo hace según Su naturaleza.
Cuando Dios delega autoridad, la autoridad que delega es una autoridad de carácter paternal, por cuanto El es Padre y su autoridad es Paterna.
Dios delega autoridad en por lo menos tres niveles:
• La familia: el padre natural.
• La iglesia: los padres espirituales.
• El gobierno: los padres de la patria.
Cuando Dios delega su autoridad, además de equipar a las personas delegadas para que puedan ejercer bien esa autoridad, también les provee de una herencia para los hijos e hijas que estarán bajo su cuidado.
Siempre, un padre de familia, uno espiritual, o una organizacional, tiene una herencia para sus hijos e hijas en esas instancias.



La autoridad en la Iglesia: los padres espirituales Efe 4:11-16).
Todo aquel que ocupe una posición de dirección en la Iglesia local, recibe una autoridad delegada como padre espiritual de esa iglesia local.
Las personas que se congregan en esa iglesia local son los hijos e hijas espirituales de ese padre espiritual.
Dios pone en ese padre espiritual una herencia para sus hijos e hijas espirituales (Isa 59:21).
Los hijos e hijas espirituales reciben una doble porción de esa herencia (como Elíseo con respecto a Elías, y los discípulos con respecto a Jesús, Jn 14:12).
La herencia no la reciben los o las asistentes, los o las miembros, las ovejas, los discípulos o las discípulas, los siervos o las siervas.
La herencia solo la reciben los hijos e hijas.
Podemos vivir en la casa y no ser hijos (como el hijo pródigo y su hermano, que siendo hijos naturales, no se sentían hijos verdaderos; tenían mentalidad de jornaleros, Luc 15:11-31).
Para recibir la herencia que Dios ha puesto para nosotros como hijos e hijas espirituales, en nuestro padre espiritual, necesitamos aprender a vivir como sus hijos e hijas.



Como llegar a ser un verdadero hijo, maduro, listo para recibir la herencia (2 Rey 2:1-15).

Tiene pasión por Dios y ve a su padre espiritual como el medio que Dios usa para bendecirlo (Ecle 5:8, Sal 133:1-3). Esta claro que el hombre o la mujer de Dios que han sido designados para cuidarlos, son el canal a través del cual Dios le transmitirá toda la herencia espiritual (dones, revelación, autoridad, unción, etc.), que necesitará para ser eficiente y efectivo en el llamado que Dios le ha hecho, y que le abrirán las puertas de la realización (gozo) y la prosperidad en ese llamado.

Tiene un verdadero anhelo por su herencia (2 Rey 2:1-11, especialmente 2:9). No es como Esaú que vende su herencia por un plato de lentejas (mejores oportunidades, mejores títulos, mayores reconocimientos, mejores ingresos, mayor comodidad, etc.), sino como Jacob, que batalla arduamente por recibir esa herencia. No permite que ningún obstáculo, incluyendo el padre espiritual, le aparten de recibir esa herencia, como Eliseo cuando Elías le dice en tres oportunidades diferentes que lo deje porque Dios lo ha enviado a otros lugares.

Tiene siempre un gran deseo de estar cerca de su padre espiritual (Josué, 2 Rey 2:1-11). Siempre toma la iniciativa de buscar una relación con su padre espiritual. No es de las personas que todo el tiempo se están quejando en las iglesias de que el pastor no les pone atención, o no los visita, o no los busca, o no les habla. Ellos crean las oportunidades para estar con el pastor.

No trata de tomar su herencia antes de tiempo, sino que espera hasta que su padre espiritual se la dé (Josué, David, Eliseo). No trata de tomar lo que es legítimamente suyo por medios equivocados como la arrogancia de sentirse más que su padre espiritual, o la división o la rebelión. Ni el orgullo, ni la rebelión ni la división son caminos para alcanzar la bendición de Dios. Más bien son caminos de maldición para volvernos ineficientes, inefectivos, estériles, para el Señor (Prov 16:25). Más bien, aprende a esperar en el Señor con fe para recibir su herencia en el tiempo correcto.

No rehuye sino que persiste y vence las pruebas (Gilgal, Bethel, Jericó, el Jordán) que intentan separarlo de su padre espiritual, cuyo fin último no es otro más que robarle la herencia espiritual que el padre tiene para él, y truncar la operación de sus dones y/o el llamado, o hacerlos ineficientes e ineficaces, para que Dios no sea glorificado.

Deja a su padre natural si es necesario (renuncia a su herencia natural) y adopta a Elías como su padre espiritual (1 Rey 19:19)  el manto encima de él  adopción de hijo, investidura. Es como los discípulos Pedro, Andrés, Juan, Jacobo, Mateo, que aún teniendo bienes y posiciones sociales, dejaron todo por seguir a Cristo. Sabe que la herencia espiritual es más importante que la herencia natural, y que si por recibir la herencia espiritual pierde la terrenal, después, en esta vida terrenal recibirá cien veces más y en el cielo la vida eterna (Mat 19:29, Mar 10:29-30).

Honra y valora a su padre espiritual (Exo 20:12, Deut 5:16, Efe 6:2). Implica:
Uno. Tenerlo en gran estima, considerarlo preciado y de gran valor. En ningún momento lo menosprecia, se burla de él, murmura, critica, juzga, o levanta chismes acerca de él. Aún cuando sabe que es imperfecto, y experimenta esas imperfecciones, más que las imperfecciones humanas valora lo que Dios ha puesto en él o ella, lo aprecia, y lo desea para sí.
Dos. Admira a su padre espiritual, no por las cosas humanas, sino por lo que ha alcanzado espiritualmente, y quiere emularlo y mejorarlo en su actividad para con Dios. No “endiosa” a su padre espiritual, pero ello no implica que no lo reconozca, respete y admire por los dones, la unción, el llamado y la autoridad que Dios ha puesto sobre él. Ve más allá de las faltas de su padre espiritual y se concentra en el tesoro divino que hay dentro de él (Gal 6:1, Sem y Jafet, vrs Cam, Gen 9:20-27).
Tres. Aún cuando todo lo que oye de su padre espiritual lo tamiza a través de la Palabra de Dios, reteniendo lo bueno y desechando lo malo, siempre mantiene una actitud correcta, atenta, respetuosa, ávida, anhelante, de recibir y oír sus enseñanzas por lo que ellas significan para su madurez y crecimiento espiritual en el llamado que Dios ha hecho a su vida.
Cuatro. Lo sirve en todo momento (Jos 1:1, 1 Rey 19:21, 2 Rey 3.11), en todas las áreas de su vida, en todas las necesidades que su padre espiritual experimente, incluidas las materiales, cuando sea necesario. No escatima ningún esfuerzo por hacerle las circunstancias más favorables para el ejercicio de su ministerio, de tal manera que se pueda dedicar a la Palabra y a la oración (Hch 6:4). Es un escudero espiritual en el más amplio sentido de la palabra ayudándole en todo aquello que se requiera, sin limitaciones.
Cinco. Es un compañero para su padre espiritual, lo acompaña siempre que sea posible, para servirle, cuidarle, sostenerle, apoyarle, en todo lo que sea necesario (2 Rey 2.2, 4, 6), y tener comunión con él para que no esté solo (2 Rey 2:11, Ecle 4:9-12).
Seis. Se entrega por entero, en el cumplimiento de la visión que ha recibido su padre espiritual (Hab 2:2-4, Mat 28:18-20), sabiendo que si no es fiel en ella, no recibirá la propia (Luc 16:12), que por otro lado, siempre, siempre, será una continuación ensanchada de la visión de su padre espiritual (Jn 14:12, Isa 54:2).
Siete. La honra implica el servicio al padre espiritual también con dinero y bienes materiales (1 Cor 9.11, Gen 14:18, Gal 6:6-10, Mat 15:4-6).
Ocho. Como consecuencia de todo ello, siempre manifiesta sumisión, fe, honor, amor y aprecio por su padre espiritual.

09 Feb 2009