Estudio Bíblico

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La guerra espiritual y las palabras.



LA GUERRA ESPIRITUAL Y LAS PALABRAS.

Goliat.
1 Sam 17: 8, 10, 23, 43, 44: la guerra que libró se basó en retarlos con sus palabras:

El ejército de Israel.
1 Sam 17:11, 24: no dijeron nada, aceptaron las palabras de Goliat que produjeron en ellos turbación, miedo y huían. Antes de pelear ya estaban Derrotados.

David.
1 Sam 17:26, 32, 34, 27, 45-47, 49-51.
Identificó al enemigo. Identificó a Israel como escuadrones del Dios viviente.
Sabe ministrar, consolar y animar
Testificaba del poder de Dios a través de su vida.
Daba testimonio que Dios lo libraba siempre, hoy no será la excepción.
Peleaba en el nombre de Jehová de los Ejércitos, identificaba que la guerra la peleaba quien nunca había perdido una batalla.
Profetizó lo que Dios hará con Goliat, las palabras de David son superiores a las de Goliat quien le dijo lo mismo.
El propósito de la victoria: Glorificar a Dios y testimonio público.
El resultado de hablar lo que se debe hablar: Victoria Total.

La Palabra constante nos enseña y advierte acerca del cuidado que debemos tener al hablar (Prov 18:21, Sant 3:1-12, Mat 12:34-37, etc.).
Nuestra lengua es fuente de bendición o de maldición.
Lo que uno dice tiene efecto en nuestra realidad y en la de los demás.
Satanás sabe muy bien esta verdad, por eso, una de sus principales ocupaciones es buscar quién pueda hablar sus palabras, para darle vida a sus planes.
Mientras la serpiente antigua está en los asuntos estratégicos de ganar reyes, gobiernos, territorios y tener dominios en las naciones, los demonios de menor jerarquía trabajan en hacer que las personas, principalmente los creyentes en Cristo, se ocupen en hablar mal unos de otros.

Desde siempre el Señor ha hecho ver a su pueblo, que las batallas se libran por el poder de la Palabra, aún las batallas naturales.
Les recordó en Num 14:2, que lo que uno dice, eso sucederá. Ellos dijeron ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto o en este desierto ojalá muriéramos! Dicho y hecho.
En Num 20:8, Dios le dijo a Moisés que hablara a la peña, no que la golpeara, para dar el agua que necesitaban.

Num 22-24. Estos capítulos son un tratado de guerra, usando el poder de la palabra como un arma de guerra.
En Num 21 Israel viene arrasando con sus victorias que Dios le ha dado.
La fama de Israel llega a Balac rey de Moab y se atemorizó.
Lo que hizo fue recordar a un personaje, Balaam, que era conocido por su trabajo, que tenía el poder de bendecir o maldecir y eso sucedía.
El propósito de Balac era contratarlo para que maldijera a Israel, quizá así podría herirlo y vencerlo.
Después de ofrecerle medio reino como pago por su trabajo de maldecir a Israel, Dios se le aparece a Balaam para hacerle ver algunas cosas importantes.
Una para aclararle que Israel es un pueblo bendecido porque Dios así lo ha dicho.
También le hace ver que lo que Dios ha dicho, nada ni nadie lo puede cancelar.
Tal impacto hace Dios en la vida de Balaam, que teniendo los ofrecimientos tentadores de Balac y la presión continua e insistente, termina hablando, profetizando la Palabra de Dios, terminó hablando palabra que Dios la inspira como Palabra de Dios.
En el 23:7-8 hace ver que si Dios no ha maldecido (apuñalar con palabras) a alguien, nadie lo puede hacer, aún tendiendo la más grande cólera (execrar).

En Isa 3:8,10, nos hace ver lo mismo.
Isaías está haciendo ver la condición deplorable de su pueblo.
El que debió ser cabeza de naciones, el instrumento para bendecir las naciones, ahora está en la peor condición espiritual, moral y social.
Jerusalén, la ciudad física está arruinada, sus fundamentos tambalean, están debilitados.
Judá, la gente, está decaída, las personas están deprimidas, desanimadas, frustradas.
¿Qué hizo eso? Dice, “porque la LENGUA de ellos y lo que hacen ha sido contra el Señor para irritar sus ojos”.
Lo que uno habla no irrita los oídos de Dios, sino sus ojos, porque Dios oye las barbaridades que dice el pueblo, pero Dios ve el corazón, lo que tienen en abundancia.

La lengua nos ha sido dada para alabar y adorar a Dios, para bendecir y edificar a nuestros hermanos y como un arma de guerra para derrotar al enemigo.
Sin embargo, principalmente en estos últimos tiempos, aún cuando la iglesia estaría en el mejor momento para tomar el liderazgo de la nación, está de debilitada.
Aunque toda persona fuera salva, serviría de poco por lo que estamos hablando unos de otros, principalmente por Internet.
Hablamos mal de los pastores, de las denominaciones, de los miembros, de los ministerios, de lo que unos hacer para crecer y madurar, usamos hasta los medio masivos para “sacar nuestros trapos al sol”, etc.

Dios quiere que cambiemos nuestro lenguaje.
Lenguaje que edifica, que construye, que consuela, que anima, que vence el pecado, que trae victoria, que trae prosperidad, que unifica, que bendice, etc., con implicaciones hacia nuestras pueblos, ciudades y nación como dice Prov 11:10-11.
La boca puede traer edificación y grandeza o trastorno y destrucción. Es hora de cambiar nuestro destino y el de nuestra patria. Isa. 3:10 dice “decid al justo que le irá bien, porque comerá de los frutos de sus manos”.
Por amor a Jesucristo, a nosotros mismos, a nuestras familias, a nuestras iglesias y a nuestra patria empecemos a hablar lo que Dios quiere que le digamos a los justos, a la Iglesia, TE IRA BIEN. Que nuestro saludo, despedida, llamada, al vernos, al estar juntos, estar a la distancia, cuando vengan personas sus nombres, digamos Que les irá bien y no mal. Digámoslo a todo mundo.
Aún a quienes nos maldicen, bendigámosles. Bendigamos a los pastores, a las iglesias y organizaciones cristianas, a los periódicos, radios, televisoras cristianas, bendigamos al gobierno, no importa si no son “los santos de nuestra devoción”, bendigamos nuestra patria.


Bibliografía.
Revista Basileos No. 4, Marzo 2010. Publicación digital de Editores OC. El Salvador.

19 Mar 2010