Estudio Bíblico

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Entendiendo las delicias de la oración.



PENSAMIENTOS ACERCA DE LA ORACIÓN.



El significado más profundo de la oración.

Para un hijo de Dios la oración es como llamar a casa. Llama todos los días (Mat 6:9).

Orar es el tiempo de estar juntos dos enamorados: El que nos anhela celosamente (Sant 4:5, Cant 2:14), y nosotros que lo amamos a El cada día más al reconocer la inmensidad de Su amor por nosotros (1 Jn 4:19, 2 Cor 5:14).

No podemos conocer el corazón de Dios a menos que tengamos un corazón para Dios. Y nada manifiesta más el corazón que tenemos para con Dios que la oración genuina. La oración genuina es anhelo, la oración es humildad (Sal 51:17), la oración es reconocimiento de nuestra debilidad y de nuestra necesidad (Jn 3:27, Jn 15:5), la oración es clamor (Jer 33:3) y el clamor es la suma de todo ello.

Dios no necesita mi oración; yo la necesito para conocer cada día, cada momentos, Sus planes de bien para mí (Jer 29:11), Su buena voluntad, agradable y perfecta en cada situación (Rom 12:2). De lo contrario, voy a caminar en otros planes y en otra voluntad que no me bendecirán (Deut 30.19-20; Prov 16:25).

La oración no es una obligación ni una disciplina de la vida cristiana, aunque si requiere de ella. Es mi necesidad. No tengo que orar, necesito orar (Luc 6:12, Sal 27:8).

Orar es poner de lado toda otra persona, asunto o situación, para concentrarme solamente en la persona de mi Padre y en Sus asuntos (Mat 6:9-10)

Orar para buscar la comunión con Dios –no el cumplimiento de nuestras peticiones—es el cumplimiento de nuestro principal propósito en la tierra: amar a Dios con todo nuestro ser (Sal 27:8).

El propósito de la oración no es obtener lo que queremos, sino llegar a ser lo que Dios quiere que seamos, y en el camino, El nos va a regalar los deseos de nuestro corazón (Mat 6:33, Sal 37:4). La oración no es para “hágase mi voluntad” sino para “hágase Tu voluntad” (Mat 6:9-10, Mat 26:42-44).

La oración no es una tarjeta de crédito que metemos en el cajero automático, marcamos la opción que queremos, y recibimos la respuesta. Ni la oración es tarjeta de crédito ni Dios es cajero automático. El es nuestro Padre, que nos anhela celosamente (Sant 4:5), que quiere tener con nosotros una comunión y una relación más allá de nuestras peticiones y deseos. La oración es una aventura diaria. Dios siempre nos tiene preparadas sorpresas que nos quiere compartir (Jer 33:3). La respuesta a nuestras peticiones es la añadidura de buscarlo a El (Mat 6:33).

Orar no es mover la mano de Dios. Es moverme yo en la dirección en la cual se está moviendo la mano de Dios (Sal 119:105). Orar es discernir la dirección en que Dios se está moviendo en cada situación y disponer mi corazón para moverme en esa misma dirección.



Oración y actitud.

Ni mis lágrimas, ni mis gritos, ni mis lamentos, ni mis quejas, ni mis berrinches, ni ninguna cosa parecida a esas impresiona el corazón de Dios. A El solo lo impresiona un corazón contrito (arrepentido) y humillado delante de El (Sal 51:17).

Orar es alabar y adorar a Dios reconociendo que toda nuestra vida, y todo en ella, es totalmente dependiente de El y para Su gloria (Sal 95:7, Sal 100:3)

Orar es desnudar nuestra alma con sinceridad delante de Aquel que nos ama a pesar de que la conoce más profundamente, totalmente (1 Sam 16:7). Es reconocer delante de El que si no fuera por Su gracia y Amor seríamos totalmente miserables, pobres, ciegos y desnudos (Apo 3:17).

Orar no es exhibir mis méritos ni mis derechos delante de El, sino reconocer mi total falta de ellos por mis pecados y errores, y mi absoluta dependencia y agradecimiento por Su gracia (Dan 9:18).

Dios no espera una oración perfecta. Dios espera una oración sincera que sale del corazón más que de la mente y la lógica (Heb 10.19-22).

Si cuando oro delante de El mi corazón no se ablanda, se conmueve, se quebranta, probablemente es porque en mí todavía hay algo de orgullo y/o autosuficiencia, aunque sea mínimo. Dios resiste al orgulloso pero da más gracia a los humildes (Luc 18:9-14).

Cuando oramos con un corazón contrito y humillado delante de Dios estamos reconociendo que somos totalmente dependientes de El (Jn 15:5, Prov 16:3).



Oración y silencio.

Orar no es hablar y hablar y hablar. Hay un tiempo para ello, pero también hay un tiempo para hacer silencio y descansar en Su presencia y oírla a El (Sal 5:3, Lam 3:24). Orar también es permanecer en silencio delante de Dios y descansar en Su sola presencia.



Aprendiendo a orar.

A orar no se aprende en los libros, ni oyendo a los demás. A orar solo se aprende orando. Así que manos a la obra. Aprende constantemente (Mat 6:5-15, Rom 8:26-27). La oración, como las características de mi relación con Dios, es personal, única. No puedo aprender a orar siguiendo teorías o fórmulas que les dieron resultado a otros. A orar solo se aprende orando.



Intercesión.

Interceder es orar delante de Dios a favor de otras personas para que El obre en la vida de ellas acercándolas a sí y para que El intervenga en las situaciones que las afectan (Heb 7:25, Ezeq 22:30).



Otras.

Encomienda cada cosa que hagas al Señor por simple, común o natural que parezca, de manera que El pueda bendecirla (Jn 15:5, Prov 16:3).

Dios le habla a aquellos que se toman el tiempo para escuchar y escucha a aquellos que se toman el tiempo para orar (Jer 33.3). Tomémonos el tiempo para orar y escucharle porque El tiene secretos muy guardados y tesoros escondidos que quiere revelarnos para bendecir nuestras vidas (Isa 45.3).

Si te preocupas es porque no oraste (Fil 4:6). Y si oraste, entonces no te preocupes porque ya Dios tomó nota (Mat 6:32) y El hará lo mejor para ti en el tiempo preciso (Ecle 3:11).

Un cristiano quejoso es una contradicción. Nadie está sin esperanzas si su esperanza está en Dios. Nadie que ora, que constantemente está en comunión con el Padre puede ser quejoso. Puede enfrentar contradicciones, problemas, circunstancias difíciles, pero lo hará sin quejas, porque diariamente está recibiendo de Su Padre que El tiene todo bajo control y que está obrando para que todas las cosas sean hermosas en su tiempo (Ecle 3.11), para que cambien los tiempos (Dan 2:21), para que todas las cosas obren para bien (Rom 8.28), y para cumplir Sus planes de bien y no de mal en su vida (Jer 29.11).

Cuando tengas problemas y parece que todo lo que haces en lugar de arreglarlos los complica (Jer 17:5-6), al punto que te sientes enredado en ellos, ora al Padre y quédate quieto. Dios quiere deshacer el nudo (Jer 17:7-8).

Si piensas que Dios no te ama, no te escucha, no responde tus oraciones, no se agrada de ti, o cualquier cosa similar, haz los cálculos, cuenta tus bendiciones (todo lo que eres, puedes y tienes, Sal 103:1-4, Fil 4:9). Nada nos es dado que no venga del cielo (Jn 3:27).


21 Abr 2010
Referencia: Oración.