La visión de Dios para el creyente, la Iglesia y el Ministerio R y S.
LA VISIÓN DEL MINISTERIO REYES Y SACERDOTES.
Introducción.
Prov 29:18 nos enseña que el pueblo sin profecía y/o sin visión se desenfrena, pero el que cumple la ley, la visión y/o la profecía, es bienaventurado. Eso implica que todos nosotros, los hijos y las hijas de Dios, y principalmente, los ministerios de Dios necesitan tener una visión que los guíe.
Igualmente la Palabra nos enseña en Hab 2:2-4, que necesitamos tener la visión por escrito para que todos leamos en ella, y la sigamos, y que aún cuando esa visión tardare, se cumplirá. Por esa razón es que nosotros tenemos escrita en la iglesia la visión y la misión que Dios nos ha dado como ministerio, para que todos sepamos hacia donde vamos y para que ella sea la que guíe las actividades que hacemos.
Hoy, que estamos cumpliendo y celebrando los cuatro años del Ministerio, vamos a recordar las bases y los fundamentos de la visión para refrescarlos en nuestra mente y corazón de tal manera que reafirmemos nuestro caminar en ella.
La visión de Dios para cada creyente.
La Palabra de Dios nos enseña en Mat 28.18-20 que El quiere que cada uno de nosotros seamos sus discípulos para discipular a otros (no podemos darles a otros lo que nosotros mismos no tenemos) y a las naciones, porque El quiere ser Señor sobre ellos y ellas.
Por otro lado, 2 Cor 5:17-18 nos enseña que todos los nacidos de nuevo somos ministros de la reconciliación, que implica reconciliar todas las personas y cosas con Dios para que El sea Señor sobre todas ellas.
Es decir que el deseo de Dios, como también está manifestado en Col 1:15-20 es que Jesús sea Señor sobre todas las cosas (personas y cosas) que existen, y nosotros, Su Cuerpo, que hemos recibido toda la autoridad que Jesús tiene (Mat 28:18), somos los llamados a trabajar en ello, por supuesto, con el respaldo de El.
Dios también dice de nosotros que somos la luz del mundo y la sal de la tierra (Mat 5:13-16), para guiar al mundo al y en el camino de Cristo y ser el freno a la corrupción del pecado que busca expandirse en la creación, así como la levadura que transforma la masa del mundo (Mat 13:33).
Para lograr ese objetivo, todos nosotros necesitamos ser entrenados, formados, capacitados, entrenados, equipados, etc. La Palabra que la Biblia usa para ello es “perfeccionados”, lo que sucede de dos maneras. La primera es que Dios mismo nos perfecciona día a día (Fil 1:6), pero también para ello creó los oficios ministeriales en la Iglesia (Efe 4.11-16) que deben cumplir una serie de tareas específicas orientadas a ello como prepararnos para la obra del ministerio, la edificación del Cuerpo de Cristo, la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, el desarrollo del carácter de Cristo y el servicio en nosotros, etc.
Los creyentes somos hechos por Dios reyes y sacerdotes (Apo 1:5-6, 1 Ped 2:9-10) para, precisamente, establecer la Autoridad y Señorío de Cristo en lo natural, la tierra (reyes), y en lo espiritual, el cielo (sacerdotes).
Todo ello orientándolo para que esa reconciliación de todas las cosas bajo el Señorío de Cristo sea de acuerdo a la manera en que Dios quiere (Col 3:22-24) y para Su gloria, no a nuestra manera.
La visión de Dios de la obra de cada creyente.
Col 1.15-20 establece que el propósito de Dios es que todas las cosas estén bajo el Señorío (gobierno) de Cristo, es decir, que el Reino de Dios sea establecido en todo y sobre todo: personas, iglesia, familia, actividades y relaciones. Ello implica que no solo las personas necesitan ser salvas y restauradas y renovadas, sino también los negocios, la educación, la política, el gobierno, las artes, el deporte, la cultura, la ciencia, la tecnología, las profesiones, etc.
De hecho, Efe 1:21-23, al referirse a la Iglesia, establece que ella es la plenitud de Cristo que todo lo llena en todo, lo que implica que la Iglesia debe llenarlo todo con el Señorío de Cristo y los principios de la Palabra, tal como está establecido también en Jer 15.19: que el mundo se convierta a Dios y no nosotros al mundo.
Cada uno de nosotros es, de acuerdo con Mat 13:31-33, como una semilla de mostaza que el Señor ha sembrado en su campo (que es el mundo) para que Su Reino vaya creciendo y todos vengan a estar bajo su sombra, es decir, que el mundo sea transformado y libertado de la corrupción a la que ha sido sometido por causa del pecado (Gen 3:6-19, Jn 3:16, Luc 19.10). De hecho, el mundo en su totalidad –personas, organizaciones, instituciones, relaciones, actividades- ya nos están esperando (Rom 8.19-21).
Estamos claros, por otro lado, que la perfección en el establecimiento del Reino de Dios en la tierra no se dará sino, en una primera etapa, con el establecimiento del Reino Milenial de Cristo después de la derrota del anticristo y el diablo en la batalla del Armagedón (Apo 19:11-20:10) hasta que, después del juicio del Gran Trono Blanco (Apo 20:11-15), los cielos y la tierra que hoy conocemos sean hechos nuevos (Apo 21:1), pero también estamos claros que la Palabra de Dios dice que antes de la segunda venida de Cristo todas las cosas van a ser restauradas (Hch 3:21), que todos los enemigos de Cristo van a ser puestos por estrado de sus pies (Heb 10:11-13), y habrán naciones (personas y todo lo que hay en ellas) que sean salvas para ser presentadas delante del Señor en el final de los tiempos (Apo 21:24), todo lo cual implica una etapa previa que nos corresponde a nosotros los creyentes, como colaboradores de Cristo y con Su acompañamiento (Mat 28.20), autoridad (Mat 18:18) y poder (Hch 1:8), alcanzar.
La visión de Dios para el Ministerio Reyes y Sacerdotes.
Por lo que entendemos de la Palabra de Dios que es la visión y función de cada creyente y de la Iglesia, la visión del Ministerio es “adiestrar hombres y mujeres de propósito, destino y visión” para convertirnos en colaboradores de Dios, preparados y formados para que, conjuntamente con el resto del Cuerpo de Cristo, ayudemos a que el Reino de los Cielos en plenitud sea establecido sobre cada persona, iglesia, organización, relación y actividad en la nación de tal manera que Guatemala sea transformada en una nación bienaventurada (Sal 33:12) que sea luz (ejemplo) para todas las naciones de la tierra.
Ello quiere decir que la función del Ministerio y de la Iglesia es enseñarnos y adiestrarnos (perfeccionarnos) a todos los creyentes, tanto en forma teórica como práctica, para que podamos discipular a las personas a nuestro alrededor y sujetemos nuestras actividades, según el campo en el que se desenvuelve cada uno, a los principios de la Palabra de Dios, para que el Reino de los Cielos y la voluntad de Dios se vayan manifestando en la tierra de la manera que se manifiestan en el cielo (Mat 6:9-10).
En consecuencia, el Ministerio, para cumplir con esa visión y función, tiene dos grandes áreas de acción: la eclesiástica y la secular. En lo eclesiástico, sus áreas de actividad son la Iglesia Central, las Iglesias que se vayan abriendo o adhiriendo como resultado de la expansión del ministerio y la activación de los hermanos y hermanas llamados al ministerio eclesiástico, y la Misión que es el área administrativa de apoyo y servicio a todas las Iglesias bajo cobertura del Ministerio. En lo secular, sus áreas de actividad serán el ministerio educativo (colegios y escuelas, institutos de formación vocacional, los centros de equipamiento cristiano y la Universidad); el ministerio de negocios, el ministerio de desarrollo social y el ministerio socio-político, de tal manera que cada uno de los y las creyentes que Dios traiga bajo este ministerio no solo sean formados y activados para el ejercicio del llamado de Dios para sus vidas (Efe 2:10) sino que tengan un lugar de ejercicio y desarrollo de ese llamado.
Introducción.
Prov 29:18 nos enseña que el pueblo sin profecía y/o sin visión se desenfrena, pero el que cumple la ley, la visión y/o la profecía, es bienaventurado. Eso implica que todos nosotros, los hijos y las hijas de Dios, y principalmente, los ministerios de Dios necesitan tener una visión que los guíe.
Igualmente la Palabra nos enseña en Hab 2:2-4, que necesitamos tener la visión por escrito para que todos leamos en ella, y la sigamos, y que aún cuando esa visión tardare, se cumplirá. Por esa razón es que nosotros tenemos escrita en la iglesia la visión y la misión que Dios nos ha dado como ministerio, para que todos sepamos hacia donde vamos y para que ella sea la que guíe las actividades que hacemos.
Hoy, que estamos cumpliendo y celebrando los cuatro años del Ministerio, vamos a recordar las bases y los fundamentos de la visión para refrescarlos en nuestra mente y corazón de tal manera que reafirmemos nuestro caminar en ella.
La visión de Dios para cada creyente.
La Palabra de Dios nos enseña en Mat 28.18-20 que El quiere que cada uno de nosotros seamos sus discípulos para discipular a otros (no podemos darles a otros lo que nosotros mismos no tenemos) y a las naciones, porque El quiere ser Señor sobre ellos y ellas.
Por otro lado, 2 Cor 5:17-18 nos enseña que todos los nacidos de nuevo somos ministros de la reconciliación, que implica reconciliar todas las personas y cosas con Dios para que El sea Señor sobre todas ellas.
Es decir que el deseo de Dios, como también está manifestado en Col 1:15-20 es que Jesús sea Señor sobre todas las cosas (personas y cosas) que existen, y nosotros, Su Cuerpo, que hemos recibido toda la autoridad que Jesús tiene (Mat 28:18), somos los llamados a trabajar en ello, por supuesto, con el respaldo de El.
Dios también dice de nosotros que somos la luz del mundo y la sal de la tierra (Mat 5:13-16), para guiar al mundo al y en el camino de Cristo y ser el freno a la corrupción del pecado que busca expandirse en la creación, así como la levadura que transforma la masa del mundo (Mat 13:33).
Para lograr ese objetivo, todos nosotros necesitamos ser entrenados, formados, capacitados, entrenados, equipados, etc. La Palabra que la Biblia usa para ello es “perfeccionados”, lo que sucede de dos maneras. La primera es que Dios mismo nos perfecciona día a día (Fil 1:6), pero también para ello creó los oficios ministeriales en la Iglesia (Efe 4.11-16) que deben cumplir una serie de tareas específicas orientadas a ello como prepararnos para la obra del ministerio, la edificación del Cuerpo de Cristo, la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, el desarrollo del carácter de Cristo y el servicio en nosotros, etc.
Los creyentes somos hechos por Dios reyes y sacerdotes (Apo 1:5-6, 1 Ped 2:9-10) para, precisamente, establecer la Autoridad y Señorío de Cristo en lo natural, la tierra (reyes), y en lo espiritual, el cielo (sacerdotes).
Todo ello orientándolo para que esa reconciliación de todas las cosas bajo el Señorío de Cristo sea de acuerdo a la manera en que Dios quiere (Col 3:22-24) y para Su gloria, no a nuestra manera.
La visión de Dios de la obra de cada creyente.
Col 1.15-20 establece que el propósito de Dios es que todas las cosas estén bajo el Señorío (gobierno) de Cristo, es decir, que el Reino de Dios sea establecido en todo y sobre todo: personas, iglesia, familia, actividades y relaciones. Ello implica que no solo las personas necesitan ser salvas y restauradas y renovadas, sino también los negocios, la educación, la política, el gobierno, las artes, el deporte, la cultura, la ciencia, la tecnología, las profesiones, etc.
De hecho, Efe 1:21-23, al referirse a la Iglesia, establece que ella es la plenitud de Cristo que todo lo llena en todo, lo que implica que la Iglesia debe llenarlo todo con el Señorío de Cristo y los principios de la Palabra, tal como está establecido también en Jer 15.19: que el mundo se convierta a Dios y no nosotros al mundo.
Cada uno de nosotros es, de acuerdo con Mat 13:31-33, como una semilla de mostaza que el Señor ha sembrado en su campo (que es el mundo) para que Su Reino vaya creciendo y todos vengan a estar bajo su sombra, es decir, que el mundo sea transformado y libertado de la corrupción a la que ha sido sometido por causa del pecado (Gen 3:6-19, Jn 3:16, Luc 19.10). De hecho, el mundo en su totalidad –personas, organizaciones, instituciones, relaciones, actividades- ya nos están esperando (Rom 8.19-21).
Estamos claros, por otro lado, que la perfección en el establecimiento del Reino de Dios en la tierra no se dará sino, en una primera etapa, con el establecimiento del Reino Milenial de Cristo después de la derrota del anticristo y el diablo en la batalla del Armagedón (Apo 19:11-20:10) hasta que, después del juicio del Gran Trono Blanco (Apo 20:11-15), los cielos y la tierra que hoy conocemos sean hechos nuevos (Apo 21:1), pero también estamos claros que la Palabra de Dios dice que antes de la segunda venida de Cristo todas las cosas van a ser restauradas (Hch 3:21), que todos los enemigos de Cristo van a ser puestos por estrado de sus pies (Heb 10:11-13), y habrán naciones (personas y todo lo que hay en ellas) que sean salvas para ser presentadas delante del Señor en el final de los tiempos (Apo 21:24), todo lo cual implica una etapa previa que nos corresponde a nosotros los creyentes, como colaboradores de Cristo y con Su acompañamiento (Mat 28.20), autoridad (Mat 18:18) y poder (Hch 1:8), alcanzar.
La visión de Dios para el Ministerio Reyes y Sacerdotes.
Por lo que entendemos de la Palabra de Dios que es la visión y función de cada creyente y de la Iglesia, la visión del Ministerio es “adiestrar hombres y mujeres de propósito, destino y visión” para convertirnos en colaboradores de Dios, preparados y formados para que, conjuntamente con el resto del Cuerpo de Cristo, ayudemos a que el Reino de los Cielos en plenitud sea establecido sobre cada persona, iglesia, organización, relación y actividad en la nación de tal manera que Guatemala sea transformada en una nación bienaventurada (Sal 33:12) que sea luz (ejemplo) para todas las naciones de la tierra.
Ello quiere decir que la función del Ministerio y de la Iglesia es enseñarnos y adiestrarnos (perfeccionarnos) a todos los creyentes, tanto en forma teórica como práctica, para que podamos discipular a las personas a nuestro alrededor y sujetemos nuestras actividades, según el campo en el que se desenvuelve cada uno, a los principios de la Palabra de Dios, para que el Reino de los Cielos y la voluntad de Dios se vayan manifestando en la tierra de la manera que se manifiestan en el cielo (Mat 6:9-10).
En consecuencia, el Ministerio, para cumplir con esa visión y función, tiene dos grandes áreas de acción: la eclesiástica y la secular. En lo eclesiástico, sus áreas de actividad son la Iglesia Central, las Iglesias que se vayan abriendo o adhiriendo como resultado de la expansión del ministerio y la activación de los hermanos y hermanas llamados al ministerio eclesiástico, y la Misión que es el área administrativa de apoyo y servicio a todas las Iglesias bajo cobertura del Ministerio. En lo secular, sus áreas de actividad serán el ministerio educativo (colegios y escuelas, institutos de formación vocacional, los centros de equipamiento cristiano y la Universidad); el ministerio de negocios, el ministerio de desarrollo social y el ministerio socio-político, de tal manera que cada uno de los y las creyentes que Dios traiga bajo este ministerio no solo sean formados y activados para el ejercicio del llamado de Dios para sus vidas (Efe 2:10) sino que tengan un lugar de ejercicio y desarrollo de ese llamado.
20
Sep
2010