Módulo 111. Mayordomía.
Tema No. 6. AREAS DE MAYORDOMÍA (3).
MAYORDOMÍA DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA.
Objetivos de la enseñanza.
Comenzar a conocer, en detalle, los alcances de cada una de las áreas de mayordomía que Dios requiere de nosotros.
Conocer detalladamente, los alcances de la mayordomía de nuestro matrimonio y de nuestro cónyuge, y de nuestra familia, y determinar acciones concretas para desarrollarla de acuerdo a los estándares de Dios.
Mayordomía del matrimonio.
Nuestra pareja es un regalo de Dios para nuestra bendición.
Gen 2:18: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.”
Pro 18:22: “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová.”
En el matrimonio, para ejercer una buena mayordomía, como en todas las demás áreas de la vida, necesitamos que Dios sea el centro real del mismo (Jn 15:4-5, 1 Jn 4:7-8, Ecle 4:12).
Algunos de los elementos que conforman una buena mayordomía en el matrimonio son:
Unidad y ayuda mutua: formar un equipo para todas las cosas de la vida (Gen 2:23-24, Ecle 4:9-12).
Cuidado integral (1 Tes 5:23, Fil 4:19).
Buen trato al cónyuge (1 Ped 3:7, Prov 21:19).
Cuidado del corazón propio y del otro (Prov 31:11, Prov 4:23, Heb 12:14-15).
Atención de las necesidades básicas mutuas (1 Tim 5:8, Prov 31:13-14).
Atención a las necesidades sexuales mutuas (1 Cor 7:5).
Sabiduría y buen consejo mutuos (1 Ped 3:7, Prov 31:26).
Sumisión mutua (Efe 5:21-31) en el área de responsabilidad de cada uno.
Autoridad y sumisión.
Reconocimiento y honra a las actividades y responsabilidades de cada quién en la pareja.
La Palabra, independientemente de que seamos hombres o mujeres nos indica la necesidad de someternos unos a otros en el temor a Dios, y ello no excluye el matrimonio.
Para tener un matrimonio exitoso, satisfactorio y ejercer una buena mayordomía de él, lo primero que necesitamos es estar sometidos a Cristo.
La sumisión (como el amor) requiere darse en una doble vía.
La sumisión mutua debe ser en el temor de Dios.
En obediencia a la Palabra de Dios.
De acuerdo a los principios de la Palabra de Dios (Rom 13:1-7).
Esposo y esposa han sido dotados por Dios de autoridad (la autoridad no es una concesión ni un derecho, es una responsabilidad que Dios nos asigna.
La falta de reconocimiento y oposición a la autoridad del esposo o de la esposa, es, en última instancia, oposición a Dios (Rom 13:2), y ello acarrea para sí mismo condenación.
La sumisión tiene una contrapartida: servicio; el que se sujeta recibe a cambio protección y servicio. En el matrimonio, el servicio y la protección deben ser mutuas.
La sumisión implica respeto y honra. Las parejas necesitan respetarse y honrarse mutuamente.
El marido es cabeza de la mujer así como Cristo es cabeza de la iglesia.
Primero en autoridad.
Primero en amor (Jn 3:16). Amarlas como Cristo amó a la iglesia. Amarlas como a nosotros mismos.
Primero en servicio (Mat 10:42-45). Entregarnos por ellas: dar nuestra vida (pensamientos, emociones, voluntad, gustos, necesidades, etc.) por ellas; servirlas. Cristo se despojó a sí mismo por ella.
Primero en cuidarla. Sustentarlas y cuidarlas como Cristo a la iglesia.
Primero en relación. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre. Se unirá a su mujer. Los dos serán una sola carne.
La mujer: sumisión, honra, respeto, obediencia amorosa, ayuda, responsabilidad (Prov 31:10-31).
1 Cor 13:1-8.
Dios es amor (1 Jn 4:8).
La esencia del matrimonio es el amor.
Amar implica llevar nuestro matrimonio, no a nuestro gusto y/o para nuestro gusto, sino como para Dios (Col 3:22-24).
Podemos ser responsables con la iglesia, el trabajo, la provisión económica, pero sin amor en el matrimonio, para con la pareja, ello no sirve de nada (solo es mejor que nada).
Las características a desarrollar en nuestro amor (el potencial ya está en nosotros; Cristo, que es la imagen de Dios, que es amor, vive en nosotros; ya tenemos el potencial de la semilla):
El amor es:
Sufrido: que soporta pacientemente, tardo en responder.
Benigno: mostrarse uno mismo útil, ser útil.
No tiene envidia: no es celoso, no se mueve por envidia.
No es jactancioso: no es fanfarrón, no hace alarde de sí mismo, no se jacta, no está en competencia.
No es envanecido: no se infla, no se eleva por encima del otro, no se hace más que el otro.
No haga nada indebido: no hace nada impropio, nada que el otro considere malo, negativo, en su contra, no es depravado.
No busca lo suyo: no demanda, no busca adoración, no hace cosas por maquinación (dar para obtener).
No se irrita: no se violenta, no ataca, no hace daño, no insulta, no menosprecia.
No guarda rencor: perdonador, pero también no es indigno, no es injurioso.
No se goza de la injusticia: no se alegra de lo malo ni del mal del otro (no lo maquina tampoco).
Se goza de la verdad: se goza con el bien del otro.
Todo lo sufre: cubre las faltas –no sus pecados-- del otro con amor y silencio; el amor cubre multitud de faltas (Prov 10:12).
Todo lo cree: tiene fe en la otra persona, le da crédito, confía, cree lo mejor de la otra persona, que va a lograr el éxito, que va a superar, que no hace las cosas por mal, piensa todo lo bueno del otro (Fil 4:8).
Todo lo espera: no pierde la fe, no pierde la esperanza, permanece, es confiable, no se desespera.
Todo lo soporta: persevera, permanece, sostiene, se queda.
Nunca deja de ser: ni siquiera en algún tiempo, nunca jamás decae, es sacado de curso, es ineficiente.
Mayordomía de los hijos e hijas.
El padre o madre en esa familia somos nosotros, no otra persona. Nosotros somos los llamados a edificar, afirmar, establecer y administrar a nuestros hijos. No la tele, no la escuela, no los maestros, no la iglesia; nosotros.
Nadie más puede ser el padre o madre de esos hijos e hijas. Solo nosotros.
Nuestra responsabilidad es dedicarles el mayor tiempo posible para dirigirlos al éxito delante de Dios.
Debemos proveer a nuestros hijos (Sal 23):
Cuidado espiritual (pastoreo, enseñanza, dirección).
Cuidado emocional (sanidad, restauración y renovación del alma).
Provisión no solo económica sino espiritual y emocional también (1 Tes 5:23: nuestros hijos son seres espirituales).
Amor (1 Cor 1:13).
Sal 127:1-5.
Si Jehová no edificare (si los cimientos no están puestos sobre el Señor, si El no es la roca) la casa (la familia, los hijos, el linaje), en vano (desolar, destructivo, ruina, idolatría, inutilidad, destrucción, calamidad, falso, engañonos, ilusorio) trabajan los que la edifican;
Si Jehová no guardare (proteger, cuidar, atesorar, preservar) la ciudad, en vano vela la guardia.
Por demás es que os levantéis (trabajar, esforzarse, hacer, ejecutar, mantener) de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño.
He aquí (miren bien), herencia (doble calidad: heredado y reliquia de familia, patrimonio, bienes, posesión) de Jehová son los hijos; cosa de estima (salario, sueldo, compensación, beneficio, galardón, recompensa) el fruto del vientre.
Como saetas (flechas) en mano (poder, medios, dirección, cuidado) del valiente (esforzado, guerrero, valeroso), así son los hijos habidos en la juventud.
Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba (estuche de las flechas) de ellos (de hijos edificados sobre el fundamento de Cristo); no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta.
Efe 6:4.
Ira: encolerizarse, enfurecerse.
Criarlos: llevarlos a madurez, acariciar, entrenar, sustentar.
Disciplina: tutoría, educación, entrenamiento, instrucción, corrección disciplinaria.
Amonestación: llamar la atención, reprensión suave, advertencia.
Del Señor: supremacía en autoridad.
El Señor es la autoridad de los padres.
El Señor es la autoridad de los hijos e hijas también.
Los padres somos los responsables de llevar a madurez, entrenar, formar, educar y corregir a nuestros hijos e hijas pero no de acuerdo a nuestros propios criterios sino de acuerdo a los principios y la autoridad de Dios.
Cuando lo hacemos de esa manera los hijos no van a ser provocados a ira (en el otro caso, si).
El ingrediente fundamental en la paternidad y la maternidad: el amor (1 Cor 13:1-8).
Al igual que en lo referente al matrimonio, y todas las demás áreas de nuestra vida, en la familia el ingrediente esencia es el amor.
Podemos ser responsables con la iglesia, con el trabajo, con llevar la provisión económica para que a nuestros hijos no les falta nada de lo material, pero sin amor expresado, expresivo, manifestado con hechos concretos, con atención, con devoción, etc., ello no sirve de nada (solo es mejor que nada).
Las características a desarrollar en nuestro amor hacia nuestros hijos e hijas son las mismas que en relación con nuestro cónyuge (Ver lo relacionado en “Mayordomía del matrimonio”).
Preguntas para autoevaluación.
¿Cuál es la condición esencial para una buena mayordomía en el matrimonio?
¿Cuáles son los principios fundamentales de una buena mayordomía en el matrimonio?
En sus propias palabras, defina que significa y algunas cosas que puede hacer al respecto de:
• Unidad y ayuda mutua.
• Cuidado integral.
• Cuidar el corazón del cónyuge.
• Atender las necesidades básicas y sexuales de su cónyuge.
• Sabiduría y buen consejo.
Explique en sus propias palabras que significa sumisión y que es lo que implica entre los cónyuges.
¿Cómo caracteriza Dios en Su Palabra la autoridad del esposo?
¿En sus propias palabras, cuáles son las características del amor que menciona 1 Cor 13?
¿De esas características, cuales son las que están menos desarrolladas en usted?
¿Que puede hacer para desarrollarlas, como y cuando?
¿Cuáles son las razones para ejercer una buena mayordomía de nuestros hijos?
¿Cuáles son las características de una buena mayordomía de nuestros hijos?
¿Cuáles de esas características son las que están menos desarrolladas en usted?
¿Qué puede hacer para desarrollarlas, como y cuando?
Explique en sus propias palabras que aprendió del Sal 127.
Explique en sus propias palabras que aprendió del pasaje de Efe 6:4.
MAYORDOMÍA DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA.
Objetivos de la enseñanza.
Comenzar a conocer, en detalle, los alcances de cada una de las áreas de mayordomía que Dios requiere de nosotros.
Conocer detalladamente, los alcances de la mayordomía de nuestro matrimonio y de nuestro cónyuge, y de nuestra familia, y determinar acciones concretas para desarrollarla de acuerdo a los estándares de Dios.
Mayordomía del matrimonio.
Nuestra pareja es un regalo de Dios para nuestra bendición.
Gen 2:18: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.”
Pro 18:22: “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová.”
En el matrimonio, para ejercer una buena mayordomía, como en todas las demás áreas de la vida, necesitamos que Dios sea el centro real del mismo (Jn 15:4-5, 1 Jn 4:7-8, Ecle 4:12).
Algunos de los elementos que conforman una buena mayordomía en el matrimonio son:
Unidad y ayuda mutua: formar un equipo para todas las cosas de la vida (Gen 2:23-24, Ecle 4:9-12).
Cuidado integral (1 Tes 5:23, Fil 4:19).
Buen trato al cónyuge (1 Ped 3:7, Prov 21:19).
Cuidado del corazón propio y del otro (Prov 31:11, Prov 4:23, Heb 12:14-15).
Atención de las necesidades básicas mutuas (1 Tim 5:8, Prov 31:13-14).
Atención a las necesidades sexuales mutuas (1 Cor 7:5).
Sabiduría y buen consejo mutuos (1 Ped 3:7, Prov 31:26).
Sumisión mutua (Efe 5:21-31) en el área de responsabilidad de cada uno.
Autoridad y sumisión.
Reconocimiento y honra a las actividades y responsabilidades de cada quién en la pareja.
La Palabra, independientemente de que seamos hombres o mujeres nos indica la necesidad de someternos unos a otros en el temor a Dios, y ello no excluye el matrimonio.
Para tener un matrimonio exitoso, satisfactorio y ejercer una buena mayordomía de él, lo primero que necesitamos es estar sometidos a Cristo.
La sumisión (como el amor) requiere darse en una doble vía.
La sumisión mutua debe ser en el temor de Dios.
En obediencia a la Palabra de Dios.
De acuerdo a los principios de la Palabra de Dios (Rom 13:1-7).
Esposo y esposa han sido dotados por Dios de autoridad (la autoridad no es una concesión ni un derecho, es una responsabilidad que Dios nos asigna.
La falta de reconocimiento y oposición a la autoridad del esposo o de la esposa, es, en última instancia, oposición a Dios (Rom 13:2), y ello acarrea para sí mismo condenación.
La sumisión tiene una contrapartida: servicio; el que se sujeta recibe a cambio protección y servicio. En el matrimonio, el servicio y la protección deben ser mutuas.
La sumisión implica respeto y honra. Las parejas necesitan respetarse y honrarse mutuamente.
El marido es cabeza de la mujer así como Cristo es cabeza de la iglesia.
Primero en autoridad.
Primero en amor (Jn 3:16). Amarlas como Cristo amó a la iglesia. Amarlas como a nosotros mismos.
Primero en servicio (Mat 10:42-45). Entregarnos por ellas: dar nuestra vida (pensamientos, emociones, voluntad, gustos, necesidades, etc.) por ellas; servirlas. Cristo se despojó a sí mismo por ella.
Primero en cuidarla. Sustentarlas y cuidarlas como Cristo a la iglesia.
Primero en relación. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre. Se unirá a su mujer. Los dos serán una sola carne.
La mujer: sumisión, honra, respeto, obediencia amorosa, ayuda, responsabilidad (Prov 31:10-31).
1 Cor 13:1-8.
Dios es amor (1 Jn 4:8).
La esencia del matrimonio es el amor.
Amar implica llevar nuestro matrimonio, no a nuestro gusto y/o para nuestro gusto, sino como para Dios (Col 3:22-24).
Podemos ser responsables con la iglesia, el trabajo, la provisión económica, pero sin amor en el matrimonio, para con la pareja, ello no sirve de nada (solo es mejor que nada).
Las características a desarrollar en nuestro amor (el potencial ya está en nosotros; Cristo, que es la imagen de Dios, que es amor, vive en nosotros; ya tenemos el potencial de la semilla):
El amor es:
Sufrido: que soporta pacientemente, tardo en responder.
Benigno: mostrarse uno mismo útil, ser útil.
No tiene envidia: no es celoso, no se mueve por envidia.
No es jactancioso: no es fanfarrón, no hace alarde de sí mismo, no se jacta, no está en competencia.
No es envanecido: no se infla, no se eleva por encima del otro, no se hace más que el otro.
No haga nada indebido: no hace nada impropio, nada que el otro considere malo, negativo, en su contra, no es depravado.
No busca lo suyo: no demanda, no busca adoración, no hace cosas por maquinación (dar para obtener).
No se irrita: no se violenta, no ataca, no hace daño, no insulta, no menosprecia.
No guarda rencor: perdonador, pero también no es indigno, no es injurioso.
No se goza de la injusticia: no se alegra de lo malo ni del mal del otro (no lo maquina tampoco).
Se goza de la verdad: se goza con el bien del otro.
Todo lo sufre: cubre las faltas –no sus pecados-- del otro con amor y silencio; el amor cubre multitud de faltas (Prov 10:12).
Todo lo cree: tiene fe en la otra persona, le da crédito, confía, cree lo mejor de la otra persona, que va a lograr el éxito, que va a superar, que no hace las cosas por mal, piensa todo lo bueno del otro (Fil 4:8).
Todo lo espera: no pierde la fe, no pierde la esperanza, permanece, es confiable, no se desespera.
Todo lo soporta: persevera, permanece, sostiene, se queda.
Nunca deja de ser: ni siquiera en algún tiempo, nunca jamás decae, es sacado de curso, es ineficiente.
Mayordomía de los hijos e hijas.
El padre o madre en esa familia somos nosotros, no otra persona. Nosotros somos los llamados a edificar, afirmar, establecer y administrar a nuestros hijos. No la tele, no la escuela, no los maestros, no la iglesia; nosotros.
Nadie más puede ser el padre o madre de esos hijos e hijas. Solo nosotros.
Nuestra responsabilidad es dedicarles el mayor tiempo posible para dirigirlos al éxito delante de Dios.
Debemos proveer a nuestros hijos (Sal 23):
Cuidado espiritual (pastoreo, enseñanza, dirección).
Cuidado emocional (sanidad, restauración y renovación del alma).
Provisión no solo económica sino espiritual y emocional también (1 Tes 5:23: nuestros hijos son seres espirituales).
Amor (1 Cor 1:13).
Sal 127:1-5.
Si Jehová no edificare (si los cimientos no están puestos sobre el Señor, si El no es la roca) la casa (la familia, los hijos, el linaje), en vano (desolar, destructivo, ruina, idolatría, inutilidad, destrucción, calamidad, falso, engañonos, ilusorio) trabajan los que la edifican;
Si Jehová no guardare (proteger, cuidar, atesorar, preservar) la ciudad, en vano vela la guardia.
Por demás es que os levantéis (trabajar, esforzarse, hacer, ejecutar, mantener) de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño.
He aquí (miren bien), herencia (doble calidad: heredado y reliquia de familia, patrimonio, bienes, posesión) de Jehová son los hijos; cosa de estima (salario, sueldo, compensación, beneficio, galardón, recompensa) el fruto del vientre.
Como saetas (flechas) en mano (poder, medios, dirección, cuidado) del valiente (esforzado, guerrero, valeroso), así son los hijos habidos en la juventud.
Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba (estuche de las flechas) de ellos (de hijos edificados sobre el fundamento de Cristo); no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta.
Efe 6:4.
Ira: encolerizarse, enfurecerse.
Criarlos: llevarlos a madurez, acariciar, entrenar, sustentar.
Disciplina: tutoría, educación, entrenamiento, instrucción, corrección disciplinaria.
Amonestación: llamar la atención, reprensión suave, advertencia.
Del Señor: supremacía en autoridad.
El Señor es la autoridad de los padres.
El Señor es la autoridad de los hijos e hijas también.
Los padres somos los responsables de llevar a madurez, entrenar, formar, educar y corregir a nuestros hijos e hijas pero no de acuerdo a nuestros propios criterios sino de acuerdo a los principios y la autoridad de Dios.
Cuando lo hacemos de esa manera los hijos no van a ser provocados a ira (en el otro caso, si).
El ingrediente fundamental en la paternidad y la maternidad: el amor (1 Cor 13:1-8).
Al igual que en lo referente al matrimonio, y todas las demás áreas de nuestra vida, en la familia el ingrediente esencia es el amor.
Podemos ser responsables con la iglesia, con el trabajo, con llevar la provisión económica para que a nuestros hijos no les falta nada de lo material, pero sin amor expresado, expresivo, manifestado con hechos concretos, con atención, con devoción, etc., ello no sirve de nada (solo es mejor que nada).
Las características a desarrollar en nuestro amor hacia nuestros hijos e hijas son las mismas que en relación con nuestro cónyuge (Ver lo relacionado en “Mayordomía del matrimonio”).
Preguntas para autoevaluación.
¿Cuál es la condición esencial para una buena mayordomía en el matrimonio?
¿Cuáles son los principios fundamentales de una buena mayordomía en el matrimonio?
En sus propias palabras, defina que significa y algunas cosas que puede hacer al respecto de:
• Unidad y ayuda mutua.
• Cuidado integral.
• Cuidar el corazón del cónyuge.
• Atender las necesidades básicas y sexuales de su cónyuge.
• Sabiduría y buen consejo.
Explique en sus propias palabras que significa sumisión y que es lo que implica entre los cónyuges.
¿Cómo caracteriza Dios en Su Palabra la autoridad del esposo?
¿En sus propias palabras, cuáles son las características del amor que menciona 1 Cor 13?
¿De esas características, cuales son las que están menos desarrolladas en usted?
¿Que puede hacer para desarrollarlas, como y cuando?
¿Cuáles son las razones para ejercer una buena mayordomía de nuestros hijos?
¿Cuáles son las características de una buena mayordomía de nuestros hijos?
¿Cuáles de esas características son las que están menos desarrolladas en usted?
¿Qué puede hacer para desarrollarlas, como y cuando?
Explique en sus propias palabras que aprendió del Sal 127.
Explique en sus propias palabras que aprendió del pasaje de Efe 6:4.
01
Mar
2011