La Biblia. ¿Cómo estudiarla?.
La condición esencial (2 Tim 3:16).
La Biblia es la Palabra de Dios, irrefutable, eterna, práctica, actual, completa (para todos los aspectos prácticos de la vida), divina en cuanto a su origen e infinitamente perfecta en cuanto a su forma.
Es el mensaje del Unico (1 Rey 8:23), Santo, Perfecto (no contiene errores) y Eterno Dios (no cambia con el tiempo) para el hombre, que como toda cosa creada está sujeta a El y debe vivir para El (1 Cro 29:11), de conformidad con lo que El ha dicho (no se discute, no se razona, se obedece).
Dios y Su Palabra son la autoridad absoluta e incluyente (de todo). Tienen una autoridad normativa indiscutible (2 Tim 3:16, 2 Ped 1:19-21, Apo 22.18-19, 1 Cor 10:11).
Nos acercamos a ella para obedecerla, no para cuestionarla.
Nos acercamos a ella, en primera instancia, para obedecerla. Entenderla en su totalidad es una cuestión que viene en segundo término.
Nos acercamos a ella, en primera instancia, para vivirla, no para obtener información (que también nos la proporciona, pero ello es una cuestión secundaria).
Nos acercamos a ella para conocerla, reconocerla, creerla y obedecerla porque es la Verdad total y absoluta, no una verdad entre otras posibles.
Nos acercamos a ella para reconocerla toda, no solo lo que nos gusta, entendemos y/o nos conviene y desechando el resto.
La meta.
La meta del estudio personal de la Biblia debe ser una vida transformada y una relación más estrecha y constante con Jesucristo (2 Tim 3:16, 2 Ped 1:19-21, 1 Cor 10:11, Rom 12:2, 3 Jn 2, Sal 1.1-3, Jos 1:8, Jn 5:39).
Nuestra actitud hacia la Palabra.
Jesús es el Verbo (la Palabra) de Dios encarnada (Jn 1:1-4, 1 Jn 1:1-3, 1 Jn 5:6-7, Apo 19:13).
Nuestra actitud hacia la Palabra, en consecuencia, debería ser la misma que hacia Jesús, es decir, entre otras cosas:
Amarla (Sal 119:97, 113).
Andar en ella, practicarla, ponerla por obra, (Sal 119:1, 4-5, 8-9).
Buscarla de todo corazón y atesorarla (Sal 119:2, 10-11, 55-57, 94, 100-101).
Considerarla toda, atenderla (Sal 119:6), no desviarnos de ella (Sal 119.10)
Aprenderla (Sal 119:7) y entenderla (Sal 119:73)
Hablarla (Sal 119:13).
Gozarnos en ella (Sal 119:14, 16, 70, 111)
Meditarla (Sal 119.15, 23, 78, 97, 99).
Considerar nuestros caminos a la luz de ella (Sal 119.15).
No olvidarla (Sal 119.16, 61, 93)
Desearla (Sal 119.20), anhelarla (Sal 119:40).
Que sea nuestra delicia y nuestra consejera (Sal 119:24, 77, 92, 103).
Apegarnos a ella (Sal 119:31).
Confiar en ella (Sal 119:42), creerla (Sal 119:66), esperar en ella (Sal 119:43, 74, 114).
No avergonzarnos de ella (Sal 119:46).
El estudio de la Palabra.
Es necesario por varias razones:
Porque Jesús nos lo instruyó (Jn 5:39, Mat 22.29).
Porque produce en nosotros vida, limpieza, crecimiento y madurez (carácter), prosperidad en todas las cosas, salud, etc, (Sal 1:1-3, 3 Jn 2, Jos 1:8, Deut 28:1-14).
Porque sin el conocimiento de ella perecemos y podemos ser desechados (Ose 4:6).
Porque es una herencia que nuestros hijos e hijas, y demás descendencia, necesitan para vivir vidas plenas y bendecidas (Isa 59:21).
Porque nos da respuestas concretas a las circunstancias complejas de la vida (Rom 10:17).
Porque produce en nosotros una fe inconmovible que impide que seamos arrastrados por filosofías contradictorias que hay en el mundo y en la iglesia (apostasía) (Mat 7:24-29, Apo 22.18-19).
Porque nos permite afrontar sin temor la incertidumbre del futuro (Sal 119:74).
La eterna e infalible Palabra de Dios es nuestra guía para toda la vida, y su estudio dedicado nos provee las claves que necesitamos para entenderla a cabalidad, y afrontar la vida con seguridad (Jn 5:39).
Habilidades que necesitamos desarrollar.
Comprende tres habilidades que se pueden desarrollar en cualquier etapa de la vida, y que se requieren para el estudio eficiente de cualquier materia:
La observación que nos enseña a entender exactamente lo que dice el pasaje. Es la base para la interpretación precisa y la aplicación correcta.
La interpretación que nos lleva a entender lo que quiere decir exactamente el pasaje.
La aplicación que nos lleva a entender lo que el pasaje implica y/o requiere de nosotros en las circunstancias concretas de nuestra vida y lo que requerimos para ponerla en práctica.
A veces las tres habilidades se aplicarán simultáneamente, y otras, separadamente.
Algunos consejos básicos.
El estudio de la Biblia es imposible sin la intervención del Espíritu Santo, por lo tanto, el estudio efectivo de la Palabra requiere una constante comunión con El (Sal 119:12, 18-19, 26-27, 32, etc.).
Dios, en cualquier momento por medio de Su Espíritu Santo, puede darnos nuevas perspectivas en cualquier punto de nuestro estudio, así que necesitamos mantenernos sensibles a Su dirección.
Cuando nos llamen la atención palabras o pasajes específicos, detengámonos un momento y meditemos en lo que Dios nos esté mostrando o quiera mostrarnos.
Una buena medida es anotar nuestras observaciones en el margen a fin de recordarlas posteriormente.
Estudiar la Biblia capítulo por capítulo y libro por libro aumentará nuestra capacidad de comprender todo el consejo de Dios y crecer en nuestro conocimiento de El.
Instrumentos auxiliares deseables para el estudio eficaz de las Escrituras.
Hoy, para un estudio eficaz de la Biblia, existen una serie de recursos, instrumentos o elementos auxiliares a nuestro alcance, que sería deseable ir teniendo a mano en la medida que nuestras posibilidades nos lo permitan, aunque el inicio de nuestro estudio de las Escrituras no debería estar condicionado, de ninguna manera, a que los tengamos a disposición.
Esos recursos son, en su orden de importancia: un diccionario de español, un diccionario bíblico, una concordancia completa, preferiblemente la Concordancia Strong (concordancia, diccionario hebreo, diccionario griego), un manual bíblico y un comentario bíblico (resumen).
Algunos otros recursos disponibles, que facilitan nuestro estudio, principalmente en algunos temas puntuales, son: diccionario y geografía bíblica, diccionario de nombres utilizados en la Biblia y mini-biografías de los personajes bíblicos.
La Biblia es la Palabra de Dios, irrefutable, eterna, práctica, actual, completa (para todos los aspectos prácticos de la vida), divina en cuanto a su origen e infinitamente perfecta en cuanto a su forma.
Es el mensaje del Unico (1 Rey 8:23), Santo, Perfecto (no contiene errores) y Eterno Dios (no cambia con el tiempo) para el hombre, que como toda cosa creada está sujeta a El y debe vivir para El (1 Cro 29:11), de conformidad con lo que El ha dicho (no se discute, no se razona, se obedece).
Dios y Su Palabra son la autoridad absoluta e incluyente (de todo). Tienen una autoridad normativa indiscutible (2 Tim 3:16, 2 Ped 1:19-21, Apo 22.18-19, 1 Cor 10:11).
Nos acercamos a ella para obedecerla, no para cuestionarla.
Nos acercamos a ella, en primera instancia, para obedecerla. Entenderla en su totalidad es una cuestión que viene en segundo término.
Nos acercamos a ella, en primera instancia, para vivirla, no para obtener información (que también nos la proporciona, pero ello es una cuestión secundaria).
Nos acercamos a ella para conocerla, reconocerla, creerla y obedecerla porque es la Verdad total y absoluta, no una verdad entre otras posibles.
Nos acercamos a ella para reconocerla toda, no solo lo que nos gusta, entendemos y/o nos conviene y desechando el resto.
La meta.
La meta del estudio personal de la Biblia debe ser una vida transformada y una relación más estrecha y constante con Jesucristo (2 Tim 3:16, 2 Ped 1:19-21, 1 Cor 10:11, Rom 12:2, 3 Jn 2, Sal 1.1-3, Jos 1:8, Jn 5:39).
Nuestra actitud hacia la Palabra.
Jesús es el Verbo (la Palabra) de Dios encarnada (Jn 1:1-4, 1 Jn 1:1-3, 1 Jn 5:6-7, Apo 19:13).
Nuestra actitud hacia la Palabra, en consecuencia, debería ser la misma que hacia Jesús, es decir, entre otras cosas:
Amarla (Sal 119:97, 113).
Andar en ella, practicarla, ponerla por obra, (Sal 119:1, 4-5, 8-9).
Buscarla de todo corazón y atesorarla (Sal 119:2, 10-11, 55-57, 94, 100-101).
Considerarla toda, atenderla (Sal 119:6), no desviarnos de ella (Sal 119.10)
Aprenderla (Sal 119:7) y entenderla (Sal 119:73)
Hablarla (Sal 119:13).
Gozarnos en ella (Sal 119:14, 16, 70, 111)
Meditarla (Sal 119.15, 23, 78, 97, 99).
Considerar nuestros caminos a la luz de ella (Sal 119.15).
No olvidarla (Sal 119.16, 61, 93)
Desearla (Sal 119.20), anhelarla (Sal 119:40).
Que sea nuestra delicia y nuestra consejera (Sal 119:24, 77, 92, 103).
Apegarnos a ella (Sal 119:31).
Confiar en ella (Sal 119:42), creerla (Sal 119:66), esperar en ella (Sal 119:43, 74, 114).
No avergonzarnos de ella (Sal 119:46).
El estudio de la Palabra.
Es necesario por varias razones:
Porque Jesús nos lo instruyó (Jn 5:39, Mat 22.29).
Porque produce en nosotros vida, limpieza, crecimiento y madurez (carácter), prosperidad en todas las cosas, salud, etc, (Sal 1:1-3, 3 Jn 2, Jos 1:8, Deut 28:1-14).
Porque sin el conocimiento de ella perecemos y podemos ser desechados (Ose 4:6).
Porque es una herencia que nuestros hijos e hijas, y demás descendencia, necesitan para vivir vidas plenas y bendecidas (Isa 59:21).
Porque nos da respuestas concretas a las circunstancias complejas de la vida (Rom 10:17).
Porque produce en nosotros una fe inconmovible que impide que seamos arrastrados por filosofías contradictorias que hay en el mundo y en la iglesia (apostasía) (Mat 7:24-29, Apo 22.18-19).
Porque nos permite afrontar sin temor la incertidumbre del futuro (Sal 119:74).
La eterna e infalible Palabra de Dios es nuestra guía para toda la vida, y su estudio dedicado nos provee las claves que necesitamos para entenderla a cabalidad, y afrontar la vida con seguridad (Jn 5:39).
Habilidades que necesitamos desarrollar.
Comprende tres habilidades que se pueden desarrollar en cualquier etapa de la vida, y que se requieren para el estudio eficiente de cualquier materia:
La observación que nos enseña a entender exactamente lo que dice el pasaje. Es la base para la interpretación precisa y la aplicación correcta.
La interpretación que nos lleva a entender lo que quiere decir exactamente el pasaje.
La aplicación que nos lleva a entender lo que el pasaje implica y/o requiere de nosotros en las circunstancias concretas de nuestra vida y lo que requerimos para ponerla en práctica.
A veces las tres habilidades se aplicarán simultáneamente, y otras, separadamente.
Algunos consejos básicos.
El estudio de la Biblia es imposible sin la intervención del Espíritu Santo, por lo tanto, el estudio efectivo de la Palabra requiere una constante comunión con El (Sal 119:12, 18-19, 26-27, 32, etc.).
Dios, en cualquier momento por medio de Su Espíritu Santo, puede darnos nuevas perspectivas en cualquier punto de nuestro estudio, así que necesitamos mantenernos sensibles a Su dirección.
Cuando nos llamen la atención palabras o pasajes específicos, detengámonos un momento y meditemos en lo que Dios nos esté mostrando o quiera mostrarnos.
Una buena medida es anotar nuestras observaciones en el margen a fin de recordarlas posteriormente.
Estudiar la Biblia capítulo por capítulo y libro por libro aumentará nuestra capacidad de comprender todo el consejo de Dios y crecer en nuestro conocimiento de El.
Instrumentos auxiliares deseables para el estudio eficaz de las Escrituras.
Hoy, para un estudio eficaz de la Biblia, existen una serie de recursos, instrumentos o elementos auxiliares a nuestro alcance, que sería deseable ir teniendo a mano en la medida que nuestras posibilidades nos lo permitan, aunque el inicio de nuestro estudio de las Escrituras no debería estar condicionado, de ninguna manera, a que los tengamos a disposición.
Esos recursos son, en su orden de importancia: un diccionario de español, un diccionario bíblico, una concordancia completa, preferiblemente la Concordancia Strong (concordancia, diccionario hebreo, diccionario griego), un manual bíblico y un comentario bíblico (resumen).
Algunos otros recursos disponibles, que facilitan nuestro estudio, principalmente en algunos temas puntuales, son: diccionario y geografía bíblica, diccionario de nombres utilizados en la Biblia y mini-biografías de los personajes bíblicos.
21
Ene
2012