Módulo 201. Naturaleza y carácter de la iglesia.
CARACTERÍSTICAS DE LA IGLESIA EN RELACIÓN A SU ORIENTACIÓN EN EL MUNDO.
La iglesia es guerrera, ofensiva, invasiva.
La Iglesia fue diseñada por Dios como la punta de lanza para establecer la plenitud de Su Reino en la tierra (Mat 6:10). Por ello, la primera alusión directa a la Iglesia, con ese nombre, en el Nuevo Testamento, que hace Jesús (Mat 16:18-20), es una alusión a su carácter guerrero. Por otro lado, el carácter apostólico de la iglesia es igualmente un carácter guerrero. La palabra “apóstol” en el tiempo de Jesús, era utilizada por los romanos para designar al responsable de implantar la cultura romana en los territorios conquistados, y para ello, si era necesario, debía recurrir al uso de la fuerza guerrera a su disposición en esos territorios conquistados.
Por otra parte, además de Efe 6:12-18, que hace alusión a la armadura de Dios de la que debemos revestirnos los creyentes todo el tiempo, la Palabra también nos enseña en 2 Cor 10:4-6 que tenemos una guerra contra fortalezas, argumentos y altiveces que se levantan en contra del conocimiento de Dios y de la obediencia a la Palabra. Es importante mencionar que la armadura de Dios descrita en Efe 6:12-18 corresponde a la de un ejército invasivo, conquistador, ofensivo, como lo era el ejército romano, que todo el tiempo estaba en actividad guerrera para ampliar el ámbito geográfico de su imperio. Igualmente la naturaleza de la iglesia es guerrera, ofensiva e invasiva frente al ejército y dominio de las tinieblas, no pasiva ni resignada al avance contrario, como actualmente pareciera suceder en muchos ámbitos del Cuerpo de Cristo.
El Antiguo Testamento hace alusión a tantas guerras que libró el pueblo de Israel, no solo para dejar una constancia histórica de ellas sino también para que ellas nos sirvieran de ejemplo (1 Cor 10:11) de las guerras que en el espíritu necesitamos librar para liberar a nuestros familiares y familias, ciudades y naciones, de la influencia de las fuerzas del mal. Recordemos que la Palabra en Heb 11:3 nos enseña claramente que lo que se ve (lo natural) es resultado o reflejo de lo que no se ve (lo espiritual). Por lo tanto las tácticas del enemigo y las estrategias de Israel son ejemplos de lo que las huestes malignas quieren hacer contra nosotros y las estrategias de Israel nos enseñan las estrategias de Dios para vencer a esos enemigos espirituales, y también lo que no debemos hacer cuando nos enfrentamos contra ellas (2 Cor 2:11) y el adversario no tome ventaja en contra nuestra.
La iglesia tiene la función de recuperar toda la creación para Cristo, arrancándola de la usurpación del diablo (Rom 8:19-21).
La características guerrera, ofensiva e invasiva de la Iglesia obedece a la necesidad de tomar posesión y recuperar en lo natural para Dios, todo lo que se perdió en la caída, que es la asignación de Dios para Cristo (Luc 19:10) que nosotros, como Su Cuerpo, necesitamos continuar, por cuanto Jesús, en la Cruz, ya hizo lo necesario para despojar a los principados y potestades de toda autoridad sobre ello, venciéndoles y exhibiéndolos públicamente como derrotados (Col 2:15). Y como podemos ver claramente en Gen 3, lo que se perdió en la caída no fue solamente la relación de las personas con Dios, sino las relaciones entre ellas y entre ellas y todo lo creado, que por culpa de la caída del ser humano en el pecado, fue corrompido. Es decir, se corrompió la relación del ser humano con Dios, el ser humano completo, las relaciones de los seres humanos entre sí, las actividades de los seres humanos y la creación misma.
Por ello, ahora, una vez que Cristo en la Cruz pagó el precio de nuestra salvación, la creación entera (relaciones, actividades, cosas) está esperando la manifestación de los hijos de Dios para experimentar ella misma, la libertad gloriosa nuestra de la corrupción a la que fue sometida por causa del pecado (Rom 8:19-21) para experimentar el Señorío de Cristo y la plenitud de él conlleva (Col 1:18-20, Mat 6:33).
La función de la Iglesia no es solo salvar a las personas. Allí comienza su tarea, pero sigue a través del discipulado y con la ayuda del Espíritu Santo y la Palabra, transformando a las personas en discípulos de Cristo (Mat 28:18-20) para que ellas a su vez, en ejercicio del ministerio de la reconciliación que Dios les ha dado juntamente con el nuevo nacimiento y la nueva naturaleza (2 Cor 5:17-18), reconcilien todas las cosas (relaciones, actividades y cosas) con Dios y así las naciones sean transformadas (Apo 21:24). Todo ello significa el cumplimiento pleno del mandato de Jesús de que seamos la luz del mundo y la sal de la tierra (Mat 5:13-16). La actividad transformadora de la Iglesia en todos los ámbitos y en todas las cosas está claramente indicada en la parábola de la levadura en Mat 13.33, que compara el Reino de Dios a una mujer (la Iglesia) que tomó tres medidas de levadura (los y las creyentes) y los metió en la masa (el mundo) y leudó (transformó) toda la masa. La Iglesia, obediente al Señor que es Su Cabeza, y como la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efe 1.22-23) necesita llenarlo todo para transforarlo todo para la gloria de Dios (Col 3:22-24) y para preparar su Segunda Venida (Hch 3:21, Heb 10:12-14) y perfeccionar Su Reino preliminarmente establecido por la Iglesia en colaboración con El (1 Cor 3:9. 2 Cor 6:1).
Heb 10:12-14. “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.”
Notemos lo que dice Heb 10:12-14 que acabamos de citar. Primero nos dice que Cristo ofreció una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados. Eso implica que le quitó al diablo toda autoridad no solo sobre las personas sino sobre sus relaciones, actividades y cosas, que sumadas las de unas y otras, es lo que constituye una nación. Una vez hecho eso se ha sentado a la diestra de Dios, esperando que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. ¿Si Él ya venció al diablo y a sus huestes espirituales de maldad, según Col 2:15, los despojó y los exhibió públicamente, que significa que está esperando que sus enemigos sean puestos por estado de sus pies? Significa que El ya lo hizo como Cabeza en lo espiritual, pero que ahora su Cuerpo necesita concretar en lo natural esa obra que El ya hizo en lo espiritual (Heb 11:3), lo cual se explica en el siguiente versículo: porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados, que son los que deben concretar esa obra que El ya hizo en lo espiritual.
En resumen, la obra de Cristo no es solamente salvar a las personas, sino adiestrarlas, perfeccionarlas (Efe 4:11-16) para que ellas a su vez transformen todos sus entornos, y la adición de lo que cada creyente haga, a lo que hacen los demás, concluirá en la transformación de las familias, ciudades y naciones. Y el papel de la Iglesia es formar a los y las creyentes para que cumplan con ese llamado, con ese ministerio, que Dios les ha encargo.
La iglesia tiene la función de establecer el Reino de Dios en la tierra, en todas las áreas, hasta que Cristo venga (Mat 6:9-10, Efe 1:9-10, Col 1:15-20).
Cuando estudiamos la Biblia en su totalidad, en su integridad, como un solo libro, vemos claramente un propósito de Dios a través de toda ella. Establecer Su Reino espiritual en una completa correspondencia en el mundo natural. De hecho, Gen 1 y 2 nos lo muestran claramente. En la Creación, el Reino de Dios estaba plenamente establecido y en funcionamiento sobre el mundo material, y Adán ejercía la autoridad delegada de Reino.
Después de la caída, Dios escoge una familia para establecer una nación, en la cual el Reinado la ejercería El a través de Sus autoridades delegadas (Jueces, Profetas, Reyes). Esa nación debía ser ejemplo para otras naciones de la tierra para que se acogieran al Reinado de Dios.
Cuando Jesús vino, El primero dijo que el Reino se había acercado y luego, que estaba entre nosotros. Nos enseñó a orar para que el Reino de Dios viniera del Cielo a la tierra y su voluntad fuera hecha en la tierra como se hace en el Cielo (Mat 6:9). Enseñó y predicó sobre el Evangelio del Reino en su ministerio terrenal. Cuando resucitó, pasó cuarenta días enseñándoles a sus discípulos acerca del Reino de Dios. Nos enseñó a nosotros a buscarlo (Mat 6:33) y arrebatarlo (Mat 11:12) y todo ello no es para el futuro, sino para el hoy, el aquí, el ahora. Cuando Jesús nos enseñó a orar, enseñó a pedir el pan de hoy, a pedir perdón y perdonar los pecados de hoy, a ser librado de la tentación y del mal hoy, y su oración comienza con pedir que venga el Reino y se haga su voluntad en la tierra, hoy. No mañana, no en el milenio, no en la eternidad. Hoy.
El Reino hoy necesita ser establecido por la Iglesia (sus miembros) sobre sí mismos, sus familias, sus actividades, sus relaciones y las cosas, hoy. Si bien no será un Reino perfeccionado, es el principio, la base del Reino pleno, que será perfeccionado en el Reino milenial y posteriormente en el Reino Eterno. Pero la iglesia necesita estar comprometida hoy, como parte de Su naturaleza, en lo que Dios y Jesús, el Señor de la Iglesia, están comprometidos: en el establecimiento de Su Reino en todas las áreas hasta que Cristo venga.
Así como la Iglesia (los y las creyentes) está comprometida con la evangelización, necesita estar comprometida con el discipulado, el adiestramiento de los y las creyentes para establecer la plenitud del Reino en sus vidas, y el establecimiento del Reino sobre sus ciudades y naciones, en todos los ámbitos de la vida social. Es parte de Su naturaleza, es su asignación de parte de Dios y es la meta que le fue asignada por El. Y ello, aunque el mundo y el mismo diablo estén luchando con todos los medios a su alcance para evitarlo (el humanismo secular, el racionalismo, etc.). Para ello y por ello la Iglesia fue constituida en más que vencedora, para derribar toda fortaleza, oposición, argumento, maquinación, altivez, etc., que se quiera oponer al conocimiento de Dios en todos los ámbitos de la vida, y para llevar cautivo todo pensamiento a Cristo en todos los ámbitos de la vida.
Por ello, la visión de la Iglesia no debe ser la Iglesia misma (la institucionalización y desarrollo de la iglesia) sino el mundo y su transformación (el Reino de Dios sobre él). La Iglesia es el medio, el Reino es el objetivo. Nosotros, la Iglesia, fuimos enviados por Cristo al mundo así como Cristo fue enviado por el Padre al mundo, a enseñar, predicar, mostrar, establecer, desarrollar y ensanchar el Reino de Dios.
La iglesia es guerrera, ofensiva, invasiva.
La Iglesia fue diseñada por Dios como la punta de lanza para establecer la plenitud de Su Reino en la tierra (Mat 6:10). Por ello, la primera alusión directa a la Iglesia, con ese nombre, en el Nuevo Testamento, que hace Jesús (Mat 16:18-20), es una alusión a su carácter guerrero. Por otro lado, el carácter apostólico de la iglesia es igualmente un carácter guerrero. La palabra “apóstol” en el tiempo de Jesús, era utilizada por los romanos para designar al responsable de implantar la cultura romana en los territorios conquistados, y para ello, si era necesario, debía recurrir al uso de la fuerza guerrera a su disposición en esos territorios conquistados.
Por otra parte, además de Efe 6:12-18, que hace alusión a la armadura de Dios de la que debemos revestirnos los creyentes todo el tiempo, la Palabra también nos enseña en 2 Cor 10:4-6 que tenemos una guerra contra fortalezas, argumentos y altiveces que se levantan en contra del conocimiento de Dios y de la obediencia a la Palabra. Es importante mencionar que la armadura de Dios descrita en Efe 6:12-18 corresponde a la de un ejército invasivo, conquistador, ofensivo, como lo era el ejército romano, que todo el tiempo estaba en actividad guerrera para ampliar el ámbito geográfico de su imperio. Igualmente la naturaleza de la iglesia es guerrera, ofensiva e invasiva frente al ejército y dominio de las tinieblas, no pasiva ni resignada al avance contrario, como actualmente pareciera suceder en muchos ámbitos del Cuerpo de Cristo.
El Antiguo Testamento hace alusión a tantas guerras que libró el pueblo de Israel, no solo para dejar una constancia histórica de ellas sino también para que ellas nos sirvieran de ejemplo (1 Cor 10:11) de las guerras que en el espíritu necesitamos librar para liberar a nuestros familiares y familias, ciudades y naciones, de la influencia de las fuerzas del mal. Recordemos que la Palabra en Heb 11:3 nos enseña claramente que lo que se ve (lo natural) es resultado o reflejo de lo que no se ve (lo espiritual). Por lo tanto las tácticas del enemigo y las estrategias de Israel son ejemplos de lo que las huestes malignas quieren hacer contra nosotros y las estrategias de Israel nos enseñan las estrategias de Dios para vencer a esos enemigos espirituales, y también lo que no debemos hacer cuando nos enfrentamos contra ellas (2 Cor 2:11) y el adversario no tome ventaja en contra nuestra.
La iglesia tiene la función de recuperar toda la creación para Cristo, arrancándola de la usurpación del diablo (Rom 8:19-21).
La características guerrera, ofensiva e invasiva de la Iglesia obedece a la necesidad de tomar posesión y recuperar en lo natural para Dios, todo lo que se perdió en la caída, que es la asignación de Dios para Cristo (Luc 19:10) que nosotros, como Su Cuerpo, necesitamos continuar, por cuanto Jesús, en la Cruz, ya hizo lo necesario para despojar a los principados y potestades de toda autoridad sobre ello, venciéndoles y exhibiéndolos públicamente como derrotados (Col 2:15). Y como podemos ver claramente en Gen 3, lo que se perdió en la caída no fue solamente la relación de las personas con Dios, sino las relaciones entre ellas y entre ellas y todo lo creado, que por culpa de la caída del ser humano en el pecado, fue corrompido. Es decir, se corrompió la relación del ser humano con Dios, el ser humano completo, las relaciones de los seres humanos entre sí, las actividades de los seres humanos y la creación misma.
Por ello, ahora, una vez que Cristo en la Cruz pagó el precio de nuestra salvación, la creación entera (relaciones, actividades, cosas) está esperando la manifestación de los hijos de Dios para experimentar ella misma, la libertad gloriosa nuestra de la corrupción a la que fue sometida por causa del pecado (Rom 8:19-21) para experimentar el Señorío de Cristo y la plenitud de él conlleva (Col 1:18-20, Mat 6:33).
La función de la Iglesia no es solo salvar a las personas. Allí comienza su tarea, pero sigue a través del discipulado y con la ayuda del Espíritu Santo y la Palabra, transformando a las personas en discípulos de Cristo (Mat 28:18-20) para que ellas a su vez, en ejercicio del ministerio de la reconciliación que Dios les ha dado juntamente con el nuevo nacimiento y la nueva naturaleza (2 Cor 5:17-18), reconcilien todas las cosas (relaciones, actividades y cosas) con Dios y así las naciones sean transformadas (Apo 21:24). Todo ello significa el cumplimiento pleno del mandato de Jesús de que seamos la luz del mundo y la sal de la tierra (Mat 5:13-16). La actividad transformadora de la Iglesia en todos los ámbitos y en todas las cosas está claramente indicada en la parábola de la levadura en Mat 13.33, que compara el Reino de Dios a una mujer (la Iglesia) que tomó tres medidas de levadura (los y las creyentes) y los metió en la masa (el mundo) y leudó (transformó) toda la masa. La Iglesia, obediente al Señor que es Su Cabeza, y como la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efe 1.22-23) necesita llenarlo todo para transforarlo todo para la gloria de Dios (Col 3:22-24) y para preparar su Segunda Venida (Hch 3:21, Heb 10:12-14) y perfeccionar Su Reino preliminarmente establecido por la Iglesia en colaboración con El (1 Cor 3:9. 2 Cor 6:1).
Heb 10:12-14. “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.”
Notemos lo que dice Heb 10:12-14 que acabamos de citar. Primero nos dice que Cristo ofreció una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados. Eso implica que le quitó al diablo toda autoridad no solo sobre las personas sino sobre sus relaciones, actividades y cosas, que sumadas las de unas y otras, es lo que constituye una nación. Una vez hecho eso se ha sentado a la diestra de Dios, esperando que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. ¿Si Él ya venció al diablo y a sus huestes espirituales de maldad, según Col 2:15, los despojó y los exhibió públicamente, que significa que está esperando que sus enemigos sean puestos por estado de sus pies? Significa que El ya lo hizo como Cabeza en lo espiritual, pero que ahora su Cuerpo necesita concretar en lo natural esa obra que El ya hizo en lo espiritual (Heb 11:3), lo cual se explica en el siguiente versículo: porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados, que son los que deben concretar esa obra que El ya hizo en lo espiritual.
En resumen, la obra de Cristo no es solamente salvar a las personas, sino adiestrarlas, perfeccionarlas (Efe 4:11-16) para que ellas a su vez transformen todos sus entornos, y la adición de lo que cada creyente haga, a lo que hacen los demás, concluirá en la transformación de las familias, ciudades y naciones. Y el papel de la Iglesia es formar a los y las creyentes para que cumplan con ese llamado, con ese ministerio, que Dios les ha encargo.
La iglesia tiene la función de establecer el Reino de Dios en la tierra, en todas las áreas, hasta que Cristo venga (Mat 6:9-10, Efe 1:9-10, Col 1:15-20).
Cuando estudiamos la Biblia en su totalidad, en su integridad, como un solo libro, vemos claramente un propósito de Dios a través de toda ella. Establecer Su Reino espiritual en una completa correspondencia en el mundo natural. De hecho, Gen 1 y 2 nos lo muestran claramente. En la Creación, el Reino de Dios estaba plenamente establecido y en funcionamiento sobre el mundo material, y Adán ejercía la autoridad delegada de Reino.
Después de la caída, Dios escoge una familia para establecer una nación, en la cual el Reinado la ejercería El a través de Sus autoridades delegadas (Jueces, Profetas, Reyes). Esa nación debía ser ejemplo para otras naciones de la tierra para que se acogieran al Reinado de Dios.
Cuando Jesús vino, El primero dijo que el Reino se había acercado y luego, que estaba entre nosotros. Nos enseñó a orar para que el Reino de Dios viniera del Cielo a la tierra y su voluntad fuera hecha en la tierra como se hace en el Cielo (Mat 6:9). Enseñó y predicó sobre el Evangelio del Reino en su ministerio terrenal. Cuando resucitó, pasó cuarenta días enseñándoles a sus discípulos acerca del Reino de Dios. Nos enseñó a nosotros a buscarlo (Mat 6:33) y arrebatarlo (Mat 11:12) y todo ello no es para el futuro, sino para el hoy, el aquí, el ahora. Cuando Jesús nos enseñó a orar, enseñó a pedir el pan de hoy, a pedir perdón y perdonar los pecados de hoy, a ser librado de la tentación y del mal hoy, y su oración comienza con pedir que venga el Reino y se haga su voluntad en la tierra, hoy. No mañana, no en el milenio, no en la eternidad. Hoy.
El Reino hoy necesita ser establecido por la Iglesia (sus miembros) sobre sí mismos, sus familias, sus actividades, sus relaciones y las cosas, hoy. Si bien no será un Reino perfeccionado, es el principio, la base del Reino pleno, que será perfeccionado en el Reino milenial y posteriormente en el Reino Eterno. Pero la iglesia necesita estar comprometida hoy, como parte de Su naturaleza, en lo que Dios y Jesús, el Señor de la Iglesia, están comprometidos: en el establecimiento de Su Reino en todas las áreas hasta que Cristo venga.
Así como la Iglesia (los y las creyentes) está comprometida con la evangelización, necesita estar comprometida con el discipulado, el adiestramiento de los y las creyentes para establecer la plenitud del Reino en sus vidas, y el establecimiento del Reino sobre sus ciudades y naciones, en todos los ámbitos de la vida social. Es parte de Su naturaleza, es su asignación de parte de Dios y es la meta que le fue asignada por El. Y ello, aunque el mundo y el mismo diablo estén luchando con todos los medios a su alcance para evitarlo (el humanismo secular, el racionalismo, etc.). Para ello y por ello la Iglesia fue constituida en más que vencedora, para derribar toda fortaleza, oposición, argumento, maquinación, altivez, etc., que se quiera oponer al conocimiento de Dios en todos los ámbitos de la vida, y para llevar cautivo todo pensamiento a Cristo en todos los ámbitos de la vida.
Por ello, la visión de la Iglesia no debe ser la Iglesia misma (la institucionalización y desarrollo de la iglesia) sino el mundo y su transformación (el Reino de Dios sobre él). La Iglesia es el medio, el Reino es el objetivo. Nosotros, la Iglesia, fuimos enviados por Cristo al mundo así como Cristo fue enviado por el Padre al mundo, a enseñar, predicar, mostrar, establecer, desarrollar y ensanchar el Reino de Dios.
27
Ene
2012