Módulo 210. La Reforma de la Iglesia y el Ministerio Apostólico.
ESENCIA, FORMA Y CAMBIOS (1).
Definiciones.
Antes de entrar de lleno a los ejes y líneas temáticas de la restauración y reforma de la iglesia, es imprescindible que comprendamos la diferencia entre la esencia y la forma de las cosas, y más específicamente, de la Iglesia de Cristo.
La esencia de las cosas es lo que constituye su carácter fundamental, lo que distingue algo de otras cosas parecidas, similares y/o falsificadas. Lo que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable en ellas, lo que es su ser. En general es lo que hace que una cosa sea lo que es. Es el conjunto de determinaciones (características) que son necesarias y suficientes para que sea esa cosa.
La forma de las cosas, por otro lado, es la disposición o expresión externa de ella, la fórmula y/o modo de proceder de esa cosa, el modo como se expresa su esencia hacia el exterior. Calidades de estilo o modo de expresarse de las cosas, a diferencia de lo que constituye el fondo sustancial de ella. En consecuencia, algunas formas pueden variar con el tiempo dependiendo de las circunstancias en las que se expresen, pero la sustancia de las cosas que se expresan por medio de esas formas no puede cambiar.
Permanencia de la esencia y cambio de la forma.
En la vida y en el mundo natural, las cosas tienen esencia y forma. Esto obedece a la naturaleza de Dios:
• Su esencia no cambia, El es el mismo ayer, hoy y por siempre (Mal 3:6, Heb 13:8). Como El es el mismo, Su Palabra no cambia, sus principios y valores permanecen para siempre (Isa 40:8, 1 Ped 1:23, 1 Ped 1:25).
• Sin embargo, la forma como Dios se relaciona con el ser humano y con su creación, cambia de acuerdo a cada uno de los pactos que El ha hecho con el ser humano a lo largo del tiempo. Dichos pactos podemos clasificarlos en dos grupos: los que corresponden al Antiguo Testamento y los que corresponden al Nuevo Testamento.
o Los pactos correspondientes al Antiguo Testamento.
El pacto con Adán y Eva en el Edén –pacto edénico— (Gen 1:28-30, 2:16-17): los siete aspectos que condicionaron la vida del ser humano en la tierra antes de la caída.
El pacto con Adán y Eva después de la caída –pacto adámico— (Gen 3:14-19): las siete partes que regulan la vida del ser humano en la tierra después de la caída.
El pacto con Noé (Gen 8:20-9:22): las siete partes tocantes al gobierno y a la posteridad humana en todas las generaciones comenzando con Noé.
El pacto con Abraham (Gen 12:1-3, 13:14-17, 15:1-18, 17:1-8): las siete partes u objetivos divinos que garantizan las bendiciones eternas sobre Abraham, su simiente y todas las familias de la tierra.
El pacto con Moisés (Exo 20:1-31:18): las tres partes (mandamientos, juicios y ordenanzas) que dirigían la vida moral, social y religiosa de Israel y los castigos por la desobediencia).
El pacto palestino (Deut 30:1-9): las siete partes que declaran lo que Jehová hará aún al recoger, bendecir y restaurar a Israel y a su tierra.
El pacto con David (1 Sam 7.5-19): asegura tres ventajas para Israel a través de la casa de David (un trono, un reino y un Rey eternos).
o Los pactos correspondientes al Nuevo Testamento.
El nuevo pacto con la Iglesia (Luc 22.20), que incluye toda promesa de la gracia salvadora y guardadora para aquellos que han creído en esta edad. Incluye bendiciones, posesiones y posiciones en Cristo.
El pacto milenial que incluye las promesas relacionadas con el establecimiento del Reino perfecto de Cristo posterior a su Segunda Venida y a la derrota del anticristo y de todas sus fuerzas humanas, y al tiempo en el que el diablo estará atado por mil años.
El pacto eterno que incluye las promesas relacionadas con los Nuevos Cielos, la Nueva Tierra y la Nueva Jerusalén en las que habitarán todos los que hubieran hecho a Jesús el Salvador y Señor de sus vidas.
Esos pactos indican que si bien es cierto que la esencia de Dios se mantiene a lo largo del tiempo, la forma, la manifestación de esa esencia va cambiando, transformándose, evolucionándose, ajustándose a los tiempos y al entorno, también cambiantes en su forma y manifestación.
En su origen, las cosas así fueron creadas por el Señor. Una esencia que permanece y una forma que se va adaptando a los tiempos. El ser humano fue diseñado por Dios para que si bien fuera el mismo en su esencia (imagen de Dios), en su forma evolucionara a lo largo del tiempo, y la educación, la ciencia, la tecnología, el arte, los medios de comunicación, la moda, y en fin, todas las formas en las que lo humano se expresa, son la expresión de esos cambios en la forma. Así mismo, la naturaleza fue diseñada por Dios para que siendo la misma en su esencia, cambiara en sus formas de expresión a lo largo del tiempo y de ello son ejemplo el día y la noche, el clima y las estaciones, el medio ambiente, etc.
Dan 2:21. “El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.”
Ecl 3:1-2. “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;”
De hecho, la vida de los creyentes es así. Baste como muestra, tres ejemplos:
Pro 4:18. “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.”
Fil 1:6. “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;”
1 Cor 13:11. “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.”
Y la iglesia, como la expresión de la unidad de todos los creyentes, también fue creada por Dios de la misma forma. Su esencia es todo aquello que debe ser permanente y no negociable, y que hace a la iglesia ser lo que es, es decir: su fe, su carácter, su autoridad y su poder.
La forma de la iglesia, por el contrario, es aquello que puede cambiarse sin alterar la esencia de ella y más bien, son cambios necesarios adaptados a los cambios de tiempo que Dios produce en la historia humana de acuerdo a Dan 2:21. Por ejemplo, una parte de la esencia de la iglesia es la proclamación de las buenas nuevas de salvación. La forma de expresar esa esencia sobrenatural puede ser a través de la Palabra hablada directamente o a través de un medio masivo de comunicación, lo que constituye un cambio de forma adaptado a los tiempos modernos por cuanto en el tiempo de los apóstoles no existían los medios masivos de comunicación.
La corrupción de la esencia y las formas.
Cuando Dios creó todas las cosas, en su esencia debían ser para la gloria y alabanza de Su Creador:
Sal 19:1: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.”
Sin embargo, por la enemistad del diablo con Dios y porque el diablo todo lo que hace es para “robar, matar y destruír” (Jn 10:10), uno de los objetivos de su labor es desvirtuar la esencia y las formas de las cosas para que no se cumpla el propósito de Dios en ellas. Ello ha sido así en relación con el ser humano (Rom 3:23, Rom 5:12), la naturaleza (Rom 8:19-21), y la iglesia (1 Jn 2:18-19).
Al comparar, la Iglesia de hoy, en su esencia (fe, carácter, autoridad y poder) como en sus formas (cambio de esencia, cambio de formas) está muy distante de la Iglesia del Libro de los Hechos que Cristo fundó. Ello es explicable por la cantidad de presión y batallas que ha tenido que librar a lo largo de su historia, que la han desgastado y abierto agujeros en su armadura que han permitido el ingreso de argumentos y altiveces que se han levantado desde su interior en contra de la esencia, formas y plan de Dios para ella. De ahí la necesidad de una reforma y restauración de la iglesia, que por otro lado fue anunciada por Pedro, bajo la inspiración del Espíritu Santo, en su sermón al pueblo que se había unido a ellos en el pórtico de Salomón, después de la sanidad del cojo en la puerta del templo llamada “La Hermosa”:
Hch 3:19-21: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
El signo de los tiempos de la modernidad: el cambio.
La característica fundamental de los tiempos presentes es el cambio, pero más que ello (todos los tiempos han sido cambiantes) es la velocidad del cambio. Los cambios en el mundo, avanzando en el concepto un poco más, son resultado de los cambios que se producen en el mundo espiritual (Heb 11:3) y la velocidad de los cambios en el tiempo moderno son una señal de la cercanía de la segunda venida de Cristo a la tierra:
Dan 12:4: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.”
Si todo cambia en su forma, en su manifestación, más no en esencia, la Iglesia del Señor Jesucristo, aunque no hubiera cambiado en su esencia, para adaptarse a los tiempos y a las necesidades del ser humano en este tiempo, también debería cambiar en su manifestación al mundo, para dar respuestas adecuadas desde la perspectiva de la Palabra de Dios a las inquietudes que van surgiendo respecto a los nuevos problemas que la modernidad trae consigo (el SIDA, la globalización de la economía, la cultura y las comunicaciones, la influencia de los medios de comunicación, la corrupción, el aborto, el movimiento gay, etc., sin contar la actualización de respuestas a viejos problemas: el divorcio, el alcoholismo, la pobreza, etc.).
Siendo la Iglesia la comunidad de vida creada por Dios y dirigida por el Espíritu Santo para ser la respuesta, desde su esencia fundamentada en Cristo y en los apóstoles, de El a las necesidades del mundo, no solo en el ámbito de lo espiritual sino en todos los ámbitos de la vida (Jn 10:10, Luc 4:18-19), ella debe responder a ese rol que le asignó el Señor Jesucristo,
1 Cro 12:32: “De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos.”
Jer 15:19: “Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.”
Dios es un Dios de cambios.
Si entendemos adecuadamente la esencia y la naturaleza de Dios llegamos a la conclusión que Dios no es un Dios estático, tradicionalista, sino un Dios de cambios, un Dios dinámico, metido en la historia del mundo y del ser humano, cambiando los tiempos y las edades enfocado en el cumplimiento de sus planes: la plenitud del Reino de Dios en la tierra, y como ya anotamos anteriormente, los tiempos finales van a ser tiempos de muchos cambios, y cambios radicales, no solo en el mundo en general, sino particularmente, dentro de la iglesia:
Dan 12:4: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.”
Hch 3:19-21: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
Hoy más que nunca debemos tener claro que no podemos “hacer” Iglesia desde la perspectiva de hace 100, aún menos, hace 50 o 25 años, en primer lugar, porque durante ese tiempo se evidenció la perdida en gran medida la esencia misma de la iglesia, proceso que comenzó desde el principio mismo de la iglesia con los judaizantes y los gnósticos, así como con los errores desde el interior mismo de la iglesia y de los cuales las epístolas hacen corrección, principalmente 1ª. Corintios, y en segundo lugar, porque no estamos viviendo en el tiempo de hace 100, 50 o 25 años, sino en el aquí y el ahora que por lo menos en los últimos 25 años ha cambiado totalmente en su forma. Y más aún, si queremos ser efectivos en el futuro, debemos recuperar la esencia de la iglesia e ir preparando sus formas para el resto de este siglo, de tal manera que nada de lo que venga por delante nos sorprenda, sino que estemos preparados para responder adecuadamente, de acuerdo a la Palabra y la Sabiduría de Dios a esos cambios (2 Cro 12:32).
En lugar de permitir que en nuestras naciones las cosas se vayan dando y cambiando de acuerdo al mundo (lo que implica un cambio de esencia y de formas, en última instancia, de acuerdo con los propósitos del diablo), la Iglesia debería ser la que estuviera lidereando los cambios de forma (Jer 1:9-10, Jer 15:19) sin que se afecte la esencia de las cosas, es decir, en lugar de una iglesia que responda a los cambios se hace necesario una iglesia que provoque los cambios (Hch 17:6) como fue en el pasado. De hecho, la Iglesia es el agente de cambio de Dios para el mundo (Mat 5:13-16, Mat 13:33). Pero para que la Iglesia puede cumplir con este rol, de encauzar, producir y dirigir los cambios, la iglesia misma necesita cambiar (Mat 9:16-17), volviendo a su esencia y ajustando sus formas a esa esencia y a los tiempos modernos.
Y necesita comenzar a hacerlo ya, principalmente de cara a la necesidad de la próxima venida de Cristo, que de acuerdo con Hechos 3:21, va a estar determinada, en una buena medida, por los cambios que la Iglesia haga a sí misma para asumir el rol de dirigente de los cambios en el mundo.
Definiciones.
Antes de entrar de lleno a los ejes y líneas temáticas de la restauración y reforma de la iglesia, es imprescindible que comprendamos la diferencia entre la esencia y la forma de las cosas, y más específicamente, de la Iglesia de Cristo.
La esencia de las cosas es lo que constituye su carácter fundamental, lo que distingue algo de otras cosas parecidas, similares y/o falsificadas. Lo que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable en ellas, lo que es su ser. En general es lo que hace que una cosa sea lo que es. Es el conjunto de determinaciones (características) que son necesarias y suficientes para que sea esa cosa.
La forma de las cosas, por otro lado, es la disposición o expresión externa de ella, la fórmula y/o modo de proceder de esa cosa, el modo como se expresa su esencia hacia el exterior. Calidades de estilo o modo de expresarse de las cosas, a diferencia de lo que constituye el fondo sustancial de ella. En consecuencia, algunas formas pueden variar con el tiempo dependiendo de las circunstancias en las que se expresen, pero la sustancia de las cosas que se expresan por medio de esas formas no puede cambiar.
Permanencia de la esencia y cambio de la forma.
En la vida y en el mundo natural, las cosas tienen esencia y forma. Esto obedece a la naturaleza de Dios:
• Su esencia no cambia, El es el mismo ayer, hoy y por siempre (Mal 3:6, Heb 13:8). Como El es el mismo, Su Palabra no cambia, sus principios y valores permanecen para siempre (Isa 40:8, 1 Ped 1:23, 1 Ped 1:25).
• Sin embargo, la forma como Dios se relaciona con el ser humano y con su creación, cambia de acuerdo a cada uno de los pactos que El ha hecho con el ser humano a lo largo del tiempo. Dichos pactos podemos clasificarlos en dos grupos: los que corresponden al Antiguo Testamento y los que corresponden al Nuevo Testamento.
o Los pactos correspondientes al Antiguo Testamento.
El pacto con Adán y Eva en el Edén –pacto edénico— (Gen 1:28-30, 2:16-17): los siete aspectos que condicionaron la vida del ser humano en la tierra antes de la caída.
El pacto con Adán y Eva después de la caída –pacto adámico— (Gen 3:14-19): las siete partes que regulan la vida del ser humano en la tierra después de la caída.
El pacto con Noé (Gen 8:20-9:22): las siete partes tocantes al gobierno y a la posteridad humana en todas las generaciones comenzando con Noé.
El pacto con Abraham (Gen 12:1-3, 13:14-17, 15:1-18, 17:1-8): las siete partes u objetivos divinos que garantizan las bendiciones eternas sobre Abraham, su simiente y todas las familias de la tierra.
El pacto con Moisés (Exo 20:1-31:18): las tres partes (mandamientos, juicios y ordenanzas) que dirigían la vida moral, social y religiosa de Israel y los castigos por la desobediencia).
El pacto palestino (Deut 30:1-9): las siete partes que declaran lo que Jehová hará aún al recoger, bendecir y restaurar a Israel y a su tierra.
El pacto con David (1 Sam 7.5-19): asegura tres ventajas para Israel a través de la casa de David (un trono, un reino y un Rey eternos).
o Los pactos correspondientes al Nuevo Testamento.
El nuevo pacto con la Iglesia (Luc 22.20), que incluye toda promesa de la gracia salvadora y guardadora para aquellos que han creído en esta edad. Incluye bendiciones, posesiones y posiciones en Cristo.
El pacto milenial que incluye las promesas relacionadas con el establecimiento del Reino perfecto de Cristo posterior a su Segunda Venida y a la derrota del anticristo y de todas sus fuerzas humanas, y al tiempo en el que el diablo estará atado por mil años.
El pacto eterno que incluye las promesas relacionadas con los Nuevos Cielos, la Nueva Tierra y la Nueva Jerusalén en las que habitarán todos los que hubieran hecho a Jesús el Salvador y Señor de sus vidas.
Esos pactos indican que si bien es cierto que la esencia de Dios se mantiene a lo largo del tiempo, la forma, la manifestación de esa esencia va cambiando, transformándose, evolucionándose, ajustándose a los tiempos y al entorno, también cambiantes en su forma y manifestación.
En su origen, las cosas así fueron creadas por el Señor. Una esencia que permanece y una forma que se va adaptando a los tiempos. El ser humano fue diseñado por Dios para que si bien fuera el mismo en su esencia (imagen de Dios), en su forma evolucionara a lo largo del tiempo, y la educación, la ciencia, la tecnología, el arte, los medios de comunicación, la moda, y en fin, todas las formas en las que lo humano se expresa, son la expresión de esos cambios en la forma. Así mismo, la naturaleza fue diseñada por Dios para que siendo la misma en su esencia, cambiara en sus formas de expresión a lo largo del tiempo y de ello son ejemplo el día y la noche, el clima y las estaciones, el medio ambiente, etc.
Dan 2:21. “El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.”
Ecl 3:1-2. “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;”
De hecho, la vida de los creyentes es así. Baste como muestra, tres ejemplos:
Pro 4:18. “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.”
Fil 1:6. “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;”
1 Cor 13:11. “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.”
Y la iglesia, como la expresión de la unidad de todos los creyentes, también fue creada por Dios de la misma forma. Su esencia es todo aquello que debe ser permanente y no negociable, y que hace a la iglesia ser lo que es, es decir: su fe, su carácter, su autoridad y su poder.
La forma de la iglesia, por el contrario, es aquello que puede cambiarse sin alterar la esencia de ella y más bien, son cambios necesarios adaptados a los cambios de tiempo que Dios produce en la historia humana de acuerdo a Dan 2:21. Por ejemplo, una parte de la esencia de la iglesia es la proclamación de las buenas nuevas de salvación. La forma de expresar esa esencia sobrenatural puede ser a través de la Palabra hablada directamente o a través de un medio masivo de comunicación, lo que constituye un cambio de forma adaptado a los tiempos modernos por cuanto en el tiempo de los apóstoles no existían los medios masivos de comunicación.
La corrupción de la esencia y las formas.
Cuando Dios creó todas las cosas, en su esencia debían ser para la gloria y alabanza de Su Creador:
Sal 19:1: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.”
Sin embargo, por la enemistad del diablo con Dios y porque el diablo todo lo que hace es para “robar, matar y destruír” (Jn 10:10), uno de los objetivos de su labor es desvirtuar la esencia y las formas de las cosas para que no se cumpla el propósito de Dios en ellas. Ello ha sido así en relación con el ser humano (Rom 3:23, Rom 5:12), la naturaleza (Rom 8:19-21), y la iglesia (1 Jn 2:18-19).
Al comparar, la Iglesia de hoy, en su esencia (fe, carácter, autoridad y poder) como en sus formas (cambio de esencia, cambio de formas) está muy distante de la Iglesia del Libro de los Hechos que Cristo fundó. Ello es explicable por la cantidad de presión y batallas que ha tenido que librar a lo largo de su historia, que la han desgastado y abierto agujeros en su armadura que han permitido el ingreso de argumentos y altiveces que se han levantado desde su interior en contra de la esencia, formas y plan de Dios para ella. De ahí la necesidad de una reforma y restauración de la iglesia, que por otro lado fue anunciada por Pedro, bajo la inspiración del Espíritu Santo, en su sermón al pueblo que se había unido a ellos en el pórtico de Salomón, después de la sanidad del cojo en la puerta del templo llamada “La Hermosa”:
Hch 3:19-21: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
El signo de los tiempos de la modernidad: el cambio.
La característica fundamental de los tiempos presentes es el cambio, pero más que ello (todos los tiempos han sido cambiantes) es la velocidad del cambio. Los cambios en el mundo, avanzando en el concepto un poco más, son resultado de los cambios que se producen en el mundo espiritual (Heb 11:3) y la velocidad de los cambios en el tiempo moderno son una señal de la cercanía de la segunda venida de Cristo a la tierra:
Dan 12:4: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.”
Si todo cambia en su forma, en su manifestación, más no en esencia, la Iglesia del Señor Jesucristo, aunque no hubiera cambiado en su esencia, para adaptarse a los tiempos y a las necesidades del ser humano en este tiempo, también debería cambiar en su manifestación al mundo, para dar respuestas adecuadas desde la perspectiva de la Palabra de Dios a las inquietudes que van surgiendo respecto a los nuevos problemas que la modernidad trae consigo (el SIDA, la globalización de la economía, la cultura y las comunicaciones, la influencia de los medios de comunicación, la corrupción, el aborto, el movimiento gay, etc., sin contar la actualización de respuestas a viejos problemas: el divorcio, el alcoholismo, la pobreza, etc.).
Siendo la Iglesia la comunidad de vida creada por Dios y dirigida por el Espíritu Santo para ser la respuesta, desde su esencia fundamentada en Cristo y en los apóstoles, de El a las necesidades del mundo, no solo en el ámbito de lo espiritual sino en todos los ámbitos de la vida (Jn 10:10, Luc 4:18-19), ella debe responder a ese rol que le asignó el Señor Jesucristo,
1 Cro 12:32: “De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos.”
Jer 15:19: “Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.”
Dios es un Dios de cambios.
Si entendemos adecuadamente la esencia y la naturaleza de Dios llegamos a la conclusión que Dios no es un Dios estático, tradicionalista, sino un Dios de cambios, un Dios dinámico, metido en la historia del mundo y del ser humano, cambiando los tiempos y las edades enfocado en el cumplimiento de sus planes: la plenitud del Reino de Dios en la tierra, y como ya anotamos anteriormente, los tiempos finales van a ser tiempos de muchos cambios, y cambios radicales, no solo en el mundo en general, sino particularmente, dentro de la iglesia:
Dan 12:4: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.”
Hch 3:19-21: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
Hoy más que nunca debemos tener claro que no podemos “hacer” Iglesia desde la perspectiva de hace 100, aún menos, hace 50 o 25 años, en primer lugar, porque durante ese tiempo se evidenció la perdida en gran medida la esencia misma de la iglesia, proceso que comenzó desde el principio mismo de la iglesia con los judaizantes y los gnósticos, así como con los errores desde el interior mismo de la iglesia y de los cuales las epístolas hacen corrección, principalmente 1ª. Corintios, y en segundo lugar, porque no estamos viviendo en el tiempo de hace 100, 50 o 25 años, sino en el aquí y el ahora que por lo menos en los últimos 25 años ha cambiado totalmente en su forma. Y más aún, si queremos ser efectivos en el futuro, debemos recuperar la esencia de la iglesia e ir preparando sus formas para el resto de este siglo, de tal manera que nada de lo que venga por delante nos sorprenda, sino que estemos preparados para responder adecuadamente, de acuerdo a la Palabra y la Sabiduría de Dios a esos cambios (2 Cro 12:32).
En lugar de permitir que en nuestras naciones las cosas se vayan dando y cambiando de acuerdo al mundo (lo que implica un cambio de esencia y de formas, en última instancia, de acuerdo con los propósitos del diablo), la Iglesia debería ser la que estuviera lidereando los cambios de forma (Jer 1:9-10, Jer 15:19) sin que se afecte la esencia de las cosas, es decir, en lugar de una iglesia que responda a los cambios se hace necesario una iglesia que provoque los cambios (Hch 17:6) como fue en el pasado. De hecho, la Iglesia es el agente de cambio de Dios para el mundo (Mat 5:13-16, Mat 13:33). Pero para que la Iglesia puede cumplir con este rol, de encauzar, producir y dirigir los cambios, la iglesia misma necesita cambiar (Mat 9:16-17), volviendo a su esencia y ajustando sus formas a esa esencia y a los tiempos modernos.
Y necesita comenzar a hacerlo ya, principalmente de cara a la necesidad de la próxima venida de Cristo, que de acuerdo con Hechos 3:21, va a estar determinada, en una buena medida, por los cambios que la Iglesia haga a sí misma para asumir el rol de dirigente de los cambios en el mundo.
27
Ene
2012