Módulo 210. La Reforma de la Iglesia y el Ministerio Apostólico.
ESENCIA, FORMA Y CAMBIOS (2).
El odre nuevo de la Reforma.
Siempre que Dios va a hacer algo nuevo El demanda cambios en Su Pueblo. Cuando iba a establecer el pueblo de Israel, demandó de Abram un cambio radical que lo llevó a convertirse en Abraham, el padre de la fe:
Gen 12:1-3: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”
Cuando Jesús iba a iniciar su ministerio terrenal, Juan el Bautista fue enviado delante de El a preparar el camino para un cambio en el corazón de la gente, de tal manera que pudieran recibir el nuevo mover de Dios, los cambios que Dios iba a traer en esos nuevos tiempos:
Luc 1:17: “E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.”
Y de la misma manera podemos detallar otros ejemplos, como Josué y el pueblo cuando iban a entrar a conquistar la tierra prometida, Nehemías cuando fue designado por Dios para reconstruír los muros de Jerusalén, David cuando fue ungido rey de Israel, etc.
Cuando Dios va a hacer algo nuevo, El demanda cambios en nosotros, cambios que nos van a llevar a abandonar nuestra zona segura, nuestra zona cómoda para introducirnos de cabeza en los planes de Dios, cambios que van a llevarnos a ajustar nuestra agenda a la agenda de Dios:
Mat 9:16-17: “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.”
Luc 5:36-39: “Les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan. Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.
Es indudable que Dios nos va a llevar a tiempos nuevos y a cosas nuevas (ello no es algo que Dios nos esté preguntando si queremos o no, El lo ha decidido en su soberanía, y es más, no es algo que vaya a hacer, ya está presente haciéndolo, aunque no nos hayamos percatado de ello). Lo que a nosotros nos queda hacer al respecto es tomar una decisión: quedarnos en el odre viejo o establecernos en el odre nuevo. Eso sí, tenemos que tener claras algunas cosas al respecto, porque la decisión no es neutral, tiene consecuencias:
• Para ver cosas nuevas tenemos que hacer cosas nuevas, en otras palabras, si seguimos sembrando lo mismo vamos a tener más de lo mismo, y si queremos cosechar cosas nuevas (vino nuevo) vamos a tener que hacer cosas nuevas (odre nuevo), comenzando con nosotros mismos. En otras palabras: no podemos permanecer en el pasado si deseamos alcanzar el futuro.
• Un cambio de odre, que implica un cambio de paradigmas, en relación con los demás, siempre va a traer repercusiones:
o De apoyo en quienes estén dispuestos a “subirse” en el nuevo mover de Dios, aunque también es cierto que algunos se van a quedar en el camino (Jn 6:66).
o Hostiles de parte de quienes se queden en el odre viejo, el orden establecido. De hecho, el odre viejo (por ejemplo, los fariseos en el tiempo de Jesús) puede desarrollar altos niveles de hostilidad hacia el odre nuevo (por ejemplo, hacia Jesús, al punto que tal hostilidad lo llevó a la Cruz).
• Sin embargo, sin importar los cambios y el costo, quienes se involucren en el odre nuevo, van a experimentar el gozo de los frutos que ese odre de Dios va a traer a la vida de las personas. Dios no hace nada que no vaya en pro de una vida y vida en abundancia (Jn 10:10) para Su Pueblo. El es el dador de toda buena dádiva y de todo don perfecto (Sant 1:17).
Jesús soportó la Cruz por el gozo puesto delante de El. Pablo soportó todas las aflicciones por el gozo de ver toda Asia llena del Evangelio. Lutero y Calvino sufrieron todas las persecuciones para ver levantarse la sana doctrina y al pueblo de Dios, en medio de una iglesia que había sido totalmente corrompida por el mundo. Y así podríamos enumerar a cientos y miles de hombres y mujeres de Dios que decidiendo levantarse y aceptar el reto del odre nuevo en su tiempo, han servido de fundamento para el impulso del Evangelio y la salvación de las personas hasta donde ahora hemos llegado.
Dios siempre tiene un propósito y un destino para cada generación de creyentes que implica, sin menospreciar al odre viejo, salir de él para formar un odre nuevo para recibir un nuevo mover de Dios. Por ejemplo:
* Moisés, para enfrentar el reto de su generación y liberar a Israel de Egipto, tuvo que dejar el odre viejo de la comodidad y las ventajas materiales y de fama y poder de la corte de Faraón, para ser formado en el desierto.
* Josué, para enfrentar el reto de su generación e introducir a Israel en la tierra prometida tuvo que dejar el odre viejo de ser seguidor y tener sus necesidades suplidas directamente desde el cielo y con el mínimo de esfuerzo de su parte, para convertirse en líder de una nación, con todos los problemas que ello implicaba, enfrentarse a las batallas que hubo que librar para tomar posesión de la tierra y entrar en la etapa de cultivo y cosecha de la tierra para ver suplidas sus necesidades.
* Nehemías, para enfrentar el reto de su generación de reconstruir los muros de Jerusalén y ver restaurada la obediencia a Dios y la bendición de El sobre su pueblo, tuvo que dejar la comodidad de ser el copero del Rey asirio y arremangarse la camisa, y enfrentar el reto de unir un pueblo, defenderse del enemigo y esforzarse en las labores de construcción, llenarse de polvo, etc., para ver el cumplimiento del propósito de Dios en El.
* Jesús, para abrir el Nuevo Pacto y las puertas de salvación para toda la humanidad, tuvo que despojarse de toda Su Gloria como el Hijo de Dios, y hacerse hombre semejante a nosotros, y junto con El, sus discípulos, que tuvieron que salir del viejo odre de la religión farisaica, para desarrollar el nuevo odre de la Iglesia que Dios había planeado para ser de bendición para toda la humanidad por más de dos milenios y quién sabe por cuanto tiempo más.
Es el tiempo de esta generación de creyentes, de salir de nuestra zona cómoda y enfrentar el destino que Dios ha determinado para nosotros: la reforma, restauración y restitución de la iglesia para dar lugar a la reforma, restauración y restitución de todas las cosas para preparar la venida de Cristo. No podemos permanecer con mentalidad de siglos anteriores en el siglo XXI. Si queremos estar sincronizados con Dios en lo que El está haciendo en el mundo y disfrutar de las bendiciones de ello, necesitamos no solo ser obedientes y enseñables (ser formados como odres nuevos) sino estar dispuestos a pagar el precio que Dios demande de nosotros.
En muchas etapas de la vida de la iglesia, tal vez la mayoría del tiempo, ese cambio ha resultado más fácil y menos hóstil que otros. Pero hay etapas, y probablemente este sea una de ellas, que el cambio que Dios trae es radical, total, completo, y el precio que haya que pagar sea mayor, aunque también la gloria de la presencia de Dios y los resultados de Su mover en el mundo, también serán mayores.
Reforma, restauración y restitución.
Las modificaciones que la Iglesia ha sufrido en su esencia y formas a lo largo del tiempo debido a su permanente batalla en contra del diablo, sumado a los cambios y a la velocidad de los mismos en los últimos doscientos años y al rezago que la iglesia ha tenido en cuanto a dar respuestas pertinentes, adecuadas, a los problemas esenciales que la modernidad ha traído consigo para el ser humano, y que ha incidido en que las personas, en lugar de volverse a Dios en busca de respuestas se hayan volteado hacia religiones no cristianas y hacia el cientificismo y el humanismo que niegan a Dios, determinan no solo las condiciones sino la imperativa necesidad de la transformación de la iglesia.
Para que ello ocurra, la iglesia en general, a la luz de su realidad presente, necesita enfrentar tres procesos: la reforma, la restauración y la restitución. Los tres procesos son parte de un todo y van orientados hacia lo mismo: volver la iglesia a la plenitud del plan de Dios para ella en este tiempo, y se evidencian en lo que está profetizado que Dios hará en los últimos tiempos:
Reforma:
Joel 2:12-18: “Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo. ¿Quién sabe si volverá y se arrepentirá y dejará bendición tras de él, esto es, ofrenda y libación para Jehová vuestro Dios? Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea. Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos, congregad a los niños y a los que maman, salga de su cámara el novio, y de su tálamo la novia. Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios? Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo.”
La Reforma corresponde a la parte humana en el proceso, aquello que los creyentes necesitamos cambiar en nosotros mismos y en nuestro quehacer cotidiano como creyentes y como iglesia para que las cosas vuelvan a ser lo que estaba previsto en el plan de Dios. Recordemos que la Palabra de Dios dice que nosotros, la iglesia, somos colaboradores de Dios (1 Cor 3:9, 2 Cor 6:1), y por lo tanto, a nosotros nos cabe hacer una parte del trabajo.
Reforma significa:
• Volver a formar, rehacer, reparar, restablecer, arreglar, corregir, enmendar, poner en orden al modelo original.
• Regresar a las formas anteriores, cambiar la forma de las cosas que tienen hoy para regresarla a la forma anterior.
• Es comprender la esencia de las cosas, volver a la esencia de ellas y al volver a esa esencia obviamente las formas de manifestación cambiarán.
• Corregir una condición a través de un proceso de cambio.
Esto tiene que ver, en el caso de la reforma de la iglesia, con:
• Volver a la fe bíblica, a la preeminencia de la Palabra de Dios tal como está escrita libre de interpretaciones humanísticas y cientificistas.
• Volver a la vigencia y validez de sus principios, y a la aplicación de los mismos a todos los ámbitos de la vida: personal, familiar, laboral, social, etc..
• Despojarnos de todos los paradigmas, argumentos, razonamientos y altiveces que sean contrarios a la Palabra de Dios, principalmente en lo referente al carácter, autoridad y poder e influencia de la iglesia en el mundo (doctrinas del cesasionismo, de la contaminación, del pacificismo, etc.) y retomar la esencia de la Iglesia como Cuerpo activo y transformador de Cristo, ejército y familia de Dios. Retomar el objetivo de la iglesia como constructora y desarrolladora del Reino de Dios en la tierra (Mat 6:9-10, Mat 28:18-20, Rom 8:19-21).
• Retomar el ministerio de todos los creyentes (2 Cor 5:17-21), la influencia de la iglesia en todos los asuntos sociales (Mat 5:13-16, Mat 13:33) como profeta y atalaya de Dios (economía, política, gobierno, educación, leyes, arte, ciencia, etc.).
Restauración:
Joel 2:19-24: “Responderá Jehová, y dirá a su pueblo: He aquí yo os envío pan, mosto y aceite, y seréis saciados de ellos; y nunca más os pondré en oprobio entre las naciones. Y haré alejar de vosotros al del norte, y lo echaré en tierra seca y desierta; su faz será hacia el mar oriental, y su fin al mar occidental; y exhalará su hedor, y subirá su pudrición, porque hizo grandes cosas. Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Jehová hará grandes cosas. Animales del campo, no temáis; porque los pastos del desierto reverdecerán, porque los árboles llevarán su fruto, la higuera y la vid darán sus frutos. Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite.
La restauración es la parte divina en el proceso y tiene que ver con:
• Volver a poner a alguien o algo en el estado que tenía antes porque su condición original se ha deteriorado o descuidado hasta el punto de estar en situación de destrucción o en riesgo de destrucción.
• Cuando Dios restaura, las cosas vuelven a su condición original.
• Volver a evidenciar las cualidades y características diferenciales y especiales de algo o alguien que no lograban manifestarse y observarse por el descuido o deterioro en que se encontraba.
Esto tiene que ver, en el caso de la restauración de la iglesia, con:
• La salvación, la liberación, las sanidades, los milagros y toda la manifestación del poder sobrenatural de la iglesia que acompañaba a la Iglesia del Libro de Hechos y a sus miembros en donde quiera que estuvieran presentes.
• La plenitud de la operación de los dones, los ministerios y la unidad de la iglesia.
• El reconocimiento del valor y el papel de la iglesia en la transformación del entorno social.
• El cumplimiento del propósito de Dios en el mundo, en la iglesia y en la vida de cada persona.
Restitución:
Joel 2:25-32: “Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado. Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.”
Esto tiene que ver, en el caso de la restitución de la iglesia, con:
• Cuando Dios restaura no solo vuelve las cosas a su lugar, las vuelve a un estado mejor, superior (Hag 2:9). Eso es restitución.
• Como resultado de esta restitución se ve lo siguiente:
o Renovación de la vida espiritual de miles de personas (nuevos nacimientos).
o Despertar espiritual que conduce a grandes avivamientos (santidad, autoridad y poder).
o Trastorno de las entidades religiosas Dios establece, levanta y desarrolla nuevos odres que puedan desarrollar el mover y el propósito de Dios en esa generación.
o Confrontación y transformación del orden social establecido y como resultado de ello la sanidad, bendición y engrandecimiento de las naciones.
El odre nuevo de la Reforma.
Siempre que Dios va a hacer algo nuevo El demanda cambios en Su Pueblo. Cuando iba a establecer el pueblo de Israel, demandó de Abram un cambio radical que lo llevó a convertirse en Abraham, el padre de la fe:
Gen 12:1-3: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”
Cuando Jesús iba a iniciar su ministerio terrenal, Juan el Bautista fue enviado delante de El a preparar el camino para un cambio en el corazón de la gente, de tal manera que pudieran recibir el nuevo mover de Dios, los cambios que Dios iba a traer en esos nuevos tiempos:
Luc 1:17: “E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.”
Y de la misma manera podemos detallar otros ejemplos, como Josué y el pueblo cuando iban a entrar a conquistar la tierra prometida, Nehemías cuando fue designado por Dios para reconstruír los muros de Jerusalén, David cuando fue ungido rey de Israel, etc.
Cuando Dios va a hacer algo nuevo, El demanda cambios en nosotros, cambios que nos van a llevar a abandonar nuestra zona segura, nuestra zona cómoda para introducirnos de cabeza en los planes de Dios, cambios que van a llevarnos a ajustar nuestra agenda a la agenda de Dios:
Mat 9:16-17: “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.”
Luc 5:36-39: “Les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan. Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.
Es indudable que Dios nos va a llevar a tiempos nuevos y a cosas nuevas (ello no es algo que Dios nos esté preguntando si queremos o no, El lo ha decidido en su soberanía, y es más, no es algo que vaya a hacer, ya está presente haciéndolo, aunque no nos hayamos percatado de ello). Lo que a nosotros nos queda hacer al respecto es tomar una decisión: quedarnos en el odre viejo o establecernos en el odre nuevo. Eso sí, tenemos que tener claras algunas cosas al respecto, porque la decisión no es neutral, tiene consecuencias:
• Para ver cosas nuevas tenemos que hacer cosas nuevas, en otras palabras, si seguimos sembrando lo mismo vamos a tener más de lo mismo, y si queremos cosechar cosas nuevas (vino nuevo) vamos a tener que hacer cosas nuevas (odre nuevo), comenzando con nosotros mismos. En otras palabras: no podemos permanecer en el pasado si deseamos alcanzar el futuro.
• Un cambio de odre, que implica un cambio de paradigmas, en relación con los demás, siempre va a traer repercusiones:
o De apoyo en quienes estén dispuestos a “subirse” en el nuevo mover de Dios, aunque también es cierto que algunos se van a quedar en el camino (Jn 6:66).
o Hostiles de parte de quienes se queden en el odre viejo, el orden establecido. De hecho, el odre viejo (por ejemplo, los fariseos en el tiempo de Jesús) puede desarrollar altos niveles de hostilidad hacia el odre nuevo (por ejemplo, hacia Jesús, al punto que tal hostilidad lo llevó a la Cruz).
• Sin embargo, sin importar los cambios y el costo, quienes se involucren en el odre nuevo, van a experimentar el gozo de los frutos que ese odre de Dios va a traer a la vida de las personas. Dios no hace nada que no vaya en pro de una vida y vida en abundancia (Jn 10:10) para Su Pueblo. El es el dador de toda buena dádiva y de todo don perfecto (Sant 1:17).
Jesús soportó la Cruz por el gozo puesto delante de El. Pablo soportó todas las aflicciones por el gozo de ver toda Asia llena del Evangelio. Lutero y Calvino sufrieron todas las persecuciones para ver levantarse la sana doctrina y al pueblo de Dios, en medio de una iglesia que había sido totalmente corrompida por el mundo. Y así podríamos enumerar a cientos y miles de hombres y mujeres de Dios que decidiendo levantarse y aceptar el reto del odre nuevo en su tiempo, han servido de fundamento para el impulso del Evangelio y la salvación de las personas hasta donde ahora hemos llegado.
Dios siempre tiene un propósito y un destino para cada generación de creyentes que implica, sin menospreciar al odre viejo, salir de él para formar un odre nuevo para recibir un nuevo mover de Dios. Por ejemplo:
* Moisés, para enfrentar el reto de su generación y liberar a Israel de Egipto, tuvo que dejar el odre viejo de la comodidad y las ventajas materiales y de fama y poder de la corte de Faraón, para ser formado en el desierto.
* Josué, para enfrentar el reto de su generación e introducir a Israel en la tierra prometida tuvo que dejar el odre viejo de ser seguidor y tener sus necesidades suplidas directamente desde el cielo y con el mínimo de esfuerzo de su parte, para convertirse en líder de una nación, con todos los problemas que ello implicaba, enfrentarse a las batallas que hubo que librar para tomar posesión de la tierra y entrar en la etapa de cultivo y cosecha de la tierra para ver suplidas sus necesidades.
* Nehemías, para enfrentar el reto de su generación de reconstruir los muros de Jerusalén y ver restaurada la obediencia a Dios y la bendición de El sobre su pueblo, tuvo que dejar la comodidad de ser el copero del Rey asirio y arremangarse la camisa, y enfrentar el reto de unir un pueblo, defenderse del enemigo y esforzarse en las labores de construcción, llenarse de polvo, etc., para ver el cumplimiento del propósito de Dios en El.
* Jesús, para abrir el Nuevo Pacto y las puertas de salvación para toda la humanidad, tuvo que despojarse de toda Su Gloria como el Hijo de Dios, y hacerse hombre semejante a nosotros, y junto con El, sus discípulos, que tuvieron que salir del viejo odre de la religión farisaica, para desarrollar el nuevo odre de la Iglesia que Dios había planeado para ser de bendición para toda la humanidad por más de dos milenios y quién sabe por cuanto tiempo más.
Es el tiempo de esta generación de creyentes, de salir de nuestra zona cómoda y enfrentar el destino que Dios ha determinado para nosotros: la reforma, restauración y restitución de la iglesia para dar lugar a la reforma, restauración y restitución de todas las cosas para preparar la venida de Cristo. No podemos permanecer con mentalidad de siglos anteriores en el siglo XXI. Si queremos estar sincronizados con Dios en lo que El está haciendo en el mundo y disfrutar de las bendiciones de ello, necesitamos no solo ser obedientes y enseñables (ser formados como odres nuevos) sino estar dispuestos a pagar el precio que Dios demande de nosotros.
En muchas etapas de la vida de la iglesia, tal vez la mayoría del tiempo, ese cambio ha resultado más fácil y menos hóstil que otros. Pero hay etapas, y probablemente este sea una de ellas, que el cambio que Dios trae es radical, total, completo, y el precio que haya que pagar sea mayor, aunque también la gloria de la presencia de Dios y los resultados de Su mover en el mundo, también serán mayores.
Reforma, restauración y restitución.
Las modificaciones que la Iglesia ha sufrido en su esencia y formas a lo largo del tiempo debido a su permanente batalla en contra del diablo, sumado a los cambios y a la velocidad de los mismos en los últimos doscientos años y al rezago que la iglesia ha tenido en cuanto a dar respuestas pertinentes, adecuadas, a los problemas esenciales que la modernidad ha traído consigo para el ser humano, y que ha incidido en que las personas, en lugar de volverse a Dios en busca de respuestas se hayan volteado hacia religiones no cristianas y hacia el cientificismo y el humanismo que niegan a Dios, determinan no solo las condiciones sino la imperativa necesidad de la transformación de la iglesia.
Para que ello ocurra, la iglesia en general, a la luz de su realidad presente, necesita enfrentar tres procesos: la reforma, la restauración y la restitución. Los tres procesos son parte de un todo y van orientados hacia lo mismo: volver la iglesia a la plenitud del plan de Dios para ella en este tiempo, y se evidencian en lo que está profetizado que Dios hará en los últimos tiempos:
Reforma:
Joel 2:12-18: “Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo. ¿Quién sabe si volverá y se arrepentirá y dejará bendición tras de él, esto es, ofrenda y libación para Jehová vuestro Dios? Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea. Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos, congregad a los niños y a los que maman, salga de su cámara el novio, y de su tálamo la novia. Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios? Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo.”
La Reforma corresponde a la parte humana en el proceso, aquello que los creyentes necesitamos cambiar en nosotros mismos y en nuestro quehacer cotidiano como creyentes y como iglesia para que las cosas vuelvan a ser lo que estaba previsto en el plan de Dios. Recordemos que la Palabra de Dios dice que nosotros, la iglesia, somos colaboradores de Dios (1 Cor 3:9, 2 Cor 6:1), y por lo tanto, a nosotros nos cabe hacer una parte del trabajo.
Reforma significa:
• Volver a formar, rehacer, reparar, restablecer, arreglar, corregir, enmendar, poner en orden al modelo original.
• Regresar a las formas anteriores, cambiar la forma de las cosas que tienen hoy para regresarla a la forma anterior.
• Es comprender la esencia de las cosas, volver a la esencia de ellas y al volver a esa esencia obviamente las formas de manifestación cambiarán.
• Corregir una condición a través de un proceso de cambio.
Esto tiene que ver, en el caso de la reforma de la iglesia, con:
• Volver a la fe bíblica, a la preeminencia de la Palabra de Dios tal como está escrita libre de interpretaciones humanísticas y cientificistas.
• Volver a la vigencia y validez de sus principios, y a la aplicación de los mismos a todos los ámbitos de la vida: personal, familiar, laboral, social, etc..
• Despojarnos de todos los paradigmas, argumentos, razonamientos y altiveces que sean contrarios a la Palabra de Dios, principalmente en lo referente al carácter, autoridad y poder e influencia de la iglesia en el mundo (doctrinas del cesasionismo, de la contaminación, del pacificismo, etc.) y retomar la esencia de la Iglesia como Cuerpo activo y transformador de Cristo, ejército y familia de Dios. Retomar el objetivo de la iglesia como constructora y desarrolladora del Reino de Dios en la tierra (Mat 6:9-10, Mat 28:18-20, Rom 8:19-21).
• Retomar el ministerio de todos los creyentes (2 Cor 5:17-21), la influencia de la iglesia en todos los asuntos sociales (Mat 5:13-16, Mat 13:33) como profeta y atalaya de Dios (economía, política, gobierno, educación, leyes, arte, ciencia, etc.).
Restauración:
Joel 2:19-24: “Responderá Jehová, y dirá a su pueblo: He aquí yo os envío pan, mosto y aceite, y seréis saciados de ellos; y nunca más os pondré en oprobio entre las naciones. Y haré alejar de vosotros al del norte, y lo echaré en tierra seca y desierta; su faz será hacia el mar oriental, y su fin al mar occidental; y exhalará su hedor, y subirá su pudrición, porque hizo grandes cosas. Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Jehová hará grandes cosas. Animales del campo, no temáis; porque los pastos del desierto reverdecerán, porque los árboles llevarán su fruto, la higuera y la vid darán sus frutos. Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite.
La restauración es la parte divina en el proceso y tiene que ver con:
• Volver a poner a alguien o algo en el estado que tenía antes porque su condición original se ha deteriorado o descuidado hasta el punto de estar en situación de destrucción o en riesgo de destrucción.
• Cuando Dios restaura, las cosas vuelven a su condición original.
• Volver a evidenciar las cualidades y características diferenciales y especiales de algo o alguien que no lograban manifestarse y observarse por el descuido o deterioro en que se encontraba.
Esto tiene que ver, en el caso de la restauración de la iglesia, con:
• La salvación, la liberación, las sanidades, los milagros y toda la manifestación del poder sobrenatural de la iglesia que acompañaba a la Iglesia del Libro de Hechos y a sus miembros en donde quiera que estuvieran presentes.
• La plenitud de la operación de los dones, los ministerios y la unidad de la iglesia.
• El reconocimiento del valor y el papel de la iglesia en la transformación del entorno social.
• El cumplimiento del propósito de Dios en el mundo, en la iglesia y en la vida de cada persona.
Restitución:
Joel 2:25-32: “Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado. Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.”
Esto tiene que ver, en el caso de la restitución de la iglesia, con:
• Cuando Dios restaura no solo vuelve las cosas a su lugar, las vuelve a un estado mejor, superior (Hag 2:9). Eso es restitución.
• Como resultado de esta restitución se ve lo siguiente:
o Renovación de la vida espiritual de miles de personas (nuevos nacimientos).
o Despertar espiritual que conduce a grandes avivamientos (santidad, autoridad y poder).
o Trastorno de las entidades religiosas Dios establece, levanta y desarrolla nuevos odres que puedan desarrollar el mover y el propósito de Dios en esa generación.
o Confrontación y transformación del orden social establecido y como resultado de ello la sanidad, bendición y engrandecimiento de las naciones.
27
Ene
2012