Módulo 210. La Reforma de la Iglesia y el Ministerio Apostólico.
LA REFORMA Y LOS APÓSTOLES (1).
Obviamente, para que exista una iglesia apostólica como la del Libro de los Hechos, y para llevar adelante una reforma apostólica, se requiere de los apóstoles y personas que con y bajo una unción apostólica adelanten esa reforma.
Si bien es cierto que algunos se oponen a ellos con argumentos humanos, pero no bíblicos (muchos de ellos posiblemente defendiendo su “status quo” ministerial), es menester indicar que si no se reconoce el ministerio apostólico para este tiempo, que es uno de los ministerios mencionados en Efe 4:11, entonces tampoco deberían reconocerse los ministerios de profeta (que también es un ministerio en proceso de restauración, y cuestionado), el de los evangelistas, el de los pastores y el de los maestros, porque todos ellos son un paquete completo, y en ninguna parte de la Biblia dice que ya pasó el tiempo de esos ministerios. Es más, mientras dure la iglesia, según el contexto de ese pasaje, Dios va a seguir levantando personas para cada uno de esos cinco ministerios.
En el supuesto caso que hubiera un tiempo (que no lo menciona la Biblia, pero en fin, asumiendo el argumento de sus detractores) en el que el ministerio apostólico no hubiera existido, en los tiempos finales (y nadie puede dudar que estamos muy cerca de ellos) la Palabra dice que todas las cosas van a ser restauradas, y obviamente ello implica el ministerio apostólico, así que llegamos al mismo punto: el ministerio apostólico es un ministerio bíblico para hoy, y sumamente necesario.
Una observación final: es importante notar que en estos últimos tiempos la oposición hacia los ministerios ha estado concentrada en los ministerios apostólico y profético que son los ministerios que ponen el fundamento sobre el cual se edifica la iglesia (Efe 2:20) y que contribuyen significativamente, al igual que los otros ministerios, a la preparación de los santos para la edificación y la unidad del Cuerpo de Cristo y para establecer el carácter de Cristo en los y las creyentes (Efe 4.11-16), lo que parecería indicar, en última instancia, un intento de tener una iglesia mal fundamentada, ministros, iglesias y unidad de la iglesia endebles, y creyentes sin el carácter y santidad de Cristo. Y si ello es así, en el fondo, lo que existe es una oposición a la fundamentación de la iglesia sobre bases sólidas, y como nuestra lucha no es contra carne ni sangre (personas) sino contra los seres espirituales de maldad, es fácil deducir que quién está detrás del ataque en contra de la restauración de estos ministerios es el diablo mismo que ya oye venir los pasos del Señor Jesucristo hacia su segunda venida, cuando la derrota de este ser maligno será concretada de manera definitiva y sellada eternamente.
Una vez establecido el punto de la pertinencia, necesidad, y más aún, de la urgencia del ministerio apostólico, pasemos a definir lo que es un apóstol.
Definición de apóstol.
La palabra que se traduce “apóstol” es derivada de la palabra griega “apostello” que significa “enviar” o “despachar”. En el sentido bíblico, y en el sentido utilizado por el Señor Jesucristo, el apóstol es una persona que El ha escogido y enviado con cierta autoridad para cumplir una misión o tarea específica en una ciudad, un país, un continente, o en un área de actividad específica. En Mar 3:14-15, el Señor usa esa palabra con un sentido muy especial: “para que estuviesen con El (comunión, intimidad), para enviarlos a predicar (mensajeros, un mensaje de El), para que tuviesen autoridad (poder)”
Los apóstoles del Cordero y los del Nuevo Testamento.
En el Nuevo Testamento, el término no se refiere únicamente a los doce apóstoles del Señor Jesucristo, aunque hacia ellos hay una mención y una designación especial, como los “apóstoles del Cordero”. En otros pasajes se denomina apóstoles a otras personas diferentes a los doce (once en realidad, quitando a Judas Iscariote) que fueron discípulos directos de Jesús. Por ejemplo:
“y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.” (1 Cor 15:5-8)
Si notamos, en ese pasaje primero menciona a los doce, y posteriormente menciona a todos los apóstoles, lo que parece indicar que habían más que los once (aunque los once estuvieran incluídos en “todos los apóstoles”).
Por otro lado, el hecho que se mencione a Jacobo antes (que no era uno de los doce), después a todos los demás apóstoles y finalmente a Pablo, siendo que ambos no eran parte de los doce, y que se use la palabra “después” parece indicar que se estaba refiriendo a otros diferentes a los doce. Este pasaje y el uso de las palabras y el orden en que se presentan difícilmente nos permite indicar que en ese pasaje esa expresión sea una repetición de los doce.
“Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor.” (Gal 1:18-19).
Esta carta, que en el Nuevo Testamento aparece posteriormente a la Primera Carta a los Corintios, y que posiblemente fue escrita posteriormente a ésta, reconoce a Jacobo como apóstol, cosa que no sucedió en el pasaje que mencionamos en 1 Cor 15:5-8, lo cual puede significar que Jacobo fue reconocido como apóstol posteriormente, y como ya indicamos, Jacobo no fue nunca uno de los doce. Sea cual sea el caso, Jacobo, que no era de los doce, es mencionado como apóstol en Gal 1:18-19.
“Enviamos también con ellos a nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado repetidas veces en muchas cosas, y ahora mucho más diligente por la mucha confianza que tiene en vosotros. En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros de las iglesias, y gloria de Cristo.” (2 Cor 8:22-23).
En este pasaje la palabra que se traduce mensajeros, en griego, es “apóstolos” es decir, apóstoles, y esa palabra se refiere, de acuerdo al contexto del pasaje mencionado, a tres hermanos, uno cuya alabanza se oía en todas las iglesias, otro cuya diligencia habían comprobado y Tito. Es de suponer que ninguno de los tres era del grupo de los doce, y aunque los otros dos lo fueran, que es poco probable, Tito no lo era.
“Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades; “ (Fil 2:25).
Igual que en el pasaje anterior, la palabra que se traduce mensajero es “apóstolo”, lo que significa que Epafrodito era el apóstol de la iglesia de Filipos, según este pasaje.
“Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces” (Hch 14:14).
En este pasaje se menciona como apóstoles a Bernabé y Pablo, que tampoco eran de los doce.
Características de un Apóstol.
Como se estableció en la definición de apóstol, cada uno de ellos recibe de Dios un mensaje específico, una revelación desde un ángulo particular de una misma verdad bíblica, dirigida a un grupo de personas (juventud, pastores, matrimonios, personas de negocios, etc.), iglesia, comunidad, nación o grupo de naciones específicas.
El llamado es revelado, reconocido y confirmado por dos o más ministros reconocidos, maduros, con experiencia e independientes (Hch 13:1-2), y principalmente, es confirmado por el pueblo que lo reconoce como tal.
“Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.” (Hch 13:1-3).
“¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros? Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” (1 Cor 3:1-3).
Una característica de los apóstoles es que les acompañan muchas señales, milagros, prodigios y maravillas, aunque algunas de ellas no sean exclusivas del ministerio apostólico pero si sumamente “fuertes” y frecuentes en su ministerio, que constituyen una manifestación del amor y del poder de Dios y que provocan el asombro de los observadores.
“Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros.” (2 Cor 12:12).
“Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Cor 2:1-5).
Las señales, maravillas, milagros y prodigios constituyen el respaldo de Dios para el ministerio de cualquier persona, y los apóstoles no son la excepción; es como que Dios estuviera diciendo a través de ellas: este es mi siervo o sierva.
Entre las señales que siguen a un apóstol, encontramos las siguientes:
• Resurrección de muertos (Hch 9:40-41, Hch 20:9-12).
• Sanidades y liberaciones (Hch 5:12, 5:15-16, 19:11-12).
• Restauración de personas, familias, negocios, relaciones, etc.
• Milagros de confrontación contra el enemigo (Hch 16:16-18).
• Milagros para decretar juicios contra los enemigos del evangelio (Hch 13:8-11).
Estas señales y maravillas, además de manifestar el respaldo de Dios al ministerio apostólico, tienen otros varios propósitos:
• Bendecir a la gente que recibe sus beneficios como una prueba del amor y cuidado de Dios hacia ellas y la prueba indubitable de la existencia y poder de Dios.
• Dan testimonio de la Palabra de Dios, confirmándola.
• Son el anuncio publicitario de Dios para atraer a las personas hacia Cristo y hacia el ministerio apostólico.
• Hacen que el pueblo hable, ministre y ore con denuedo y osadía. El pueblo recibe una impartición para interceder, evangelizar y hablar con atrevimiento, osadía y audacia la Palabra de Dios, de tal manera que se constituyen como en una “marca” de las iglesias apostólicas, que atraen a otras iglesias a hacer lo mismo y/o a ponerse bajo la cobertura apostólica.
“Por tanto, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y prodigios.” (Hch 14:3).
“Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema. Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa. Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.” (Mat 9:1-8).
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.” (Heb 2:1-4).
El apóstol tiene una fuerte unción de liberación y guerra espiritual contra los poderes, principados y huestes espirituales de maldad en los lugares celestes ya que está comisionado por Dios para producir rompimientos espirituales que se manifiestan en lo natural como salvación, crecimiento, avivamiento, etc.
Debido a esa unción para producir rompimientos, los apóstoles operan en un alto nivel de sabiduría divina para encontrar la verdadera raíz de las cosas en cualquier ámbito, especialmente de los problemas en una iglesia y/o en una persona, y esa sabiduría se manifiesta concretamente en:
• La aplicación creativa y eficaz del conocimiento de la Palabra de Dios a los problemas y circunstancias de la vida diaria de las personas, las familias, las congregaciones y/o las comunidades y naciones.
• El reconocimiento de las causas espirituales y emocionales del comportamiento, conducta y carácter de las personas.
• El reconocimiento de los motivos, estrategias y tácticas necesarias para llevar adelante la guerra espiritual eficaz para provocar el rompimiento de circunstancias adversas en la vida de las personas, congregaciones y comunidades para la restauración de las vidas de esas personas, traer personas al conocimiento de Cristo, traer recursos, ciudades y naciones al Reino de Dios.
• El uso correcto y sabio de los recursos materiales disponibles para llevar adelante la obra de Dios, con eficiencia y eficacia.
Por esas mismas razones, los ministros y ministerios apostólicos enfrentan una constante y fuerte oposición del diablo y sus demonios, tanto directamente como también indirectamente, activando la religiosidad y el rechazo de otros pastores y ministros y el juicio y la crítica de mucha gente en contra del ministerio del apóstol (2 Cor 12:7-8).
“Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados. Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos.” (2 Cor 4:9-13).
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.” (2 Cor 4:7-12).
Los apóstoles verdaderos tienen un corazón de padre puesto por Dios para cuidar de sus hijos e hijas, no como jefe, lider, capataz, asalariado o gerente, sino como un auténtico padre espiritual. Ese corazón de padre es la marca distintiva y fundamental de un ministerio apostólico.
“No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias. Mas algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros. Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. ¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” (1 Cor 4:14-21).
“Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo; ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo. Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.” (1 Tes 2:3-12).
Ese corazón de padre constituye una señal de la restauración de Dios para la Iglesia: la restauración del corazón de los padres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres, que abarca no solamente la relación padres-hijos naturales sino también la espiritual y/o ministerial.
“He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.” (Malaq 4:5-6).
Debido a ese corazón paternal hacia los hijos espirituales y/o hacia aquellos que andan como ovejas sin pastor, los apóstoles son la cobertura espiritual de ministros y creyentes que ponen sus ministerios e iglesias bajo la cobertura apostólica. Dios trae a ellos, por medio del Espíritu Santo, ministros que no tienen ninguna cobertura espiritual, iglesias y ministerios que quieren trabajar en equipo y en unidad para edificar el reino. También trae ministros y líderes “huérfanos” que están buscando un padre espiritual que los cubra y que les de identidad, visión, adiestramiento, herramientas y ánimo.
Un apóstol, generalmente, para poder brindar esa cobertura paternal y apostólica a otros ministros y ministerios, han tenido la experiencia, y muchos la siguen teniendo a lo largo de todo su ministerio, de tener éxito en establecer, administrar y dirigir iglesias (1 Cor 9:2), partiendo desde cero hasta llevarlas a ser iglesias poderosas, con un fuerte liderazgo en evangelismo, profecía, liberación, intercesión, guerra espiritual, discipulado como formación de carácter, etc.
“Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.” (1 Cor 9:20-23).
Tipos de apóstoles.
Partiendo de que los apóstoles son “enviados”, “delegados” o “mensajeros” para un fin específico (Jn 13:16) y/o para un lugar específico, entonces podríamos hablar de un tipo de apóstoles geográficos, por ejemplo, una ciudad (Epafrodito era un enviado de los filipenses a Pablo, Fil 2:25), un país, una región, un continente (Pablo fue enviado a los gentiles (Asia), y alguno de tipo mundial (por ejemplo, el Hno. Peter Wagner con la Red Mundial de Guerra Espiritual”) y de otro tipo de apóstoles temáticos (por ejemplo, la restauración del ministerio profético, la restauración del ministerio apostólico, la guerra espiritual, los dones espirituales, los dones de sanidades, la prosperidad, etc.).
Otro clasificación de apóstoles se puede dar en función del lugar donde se originó o a quién representan en el ministerio apostólico, aunque todos, en última instancia, son enviados de Dios y del Señor Jesucristo.
o En este sentido, Cristo es un apóstol de Dios (Heb 3:1, Luc 11:49).
o Epafrodito es un enviado de los filipenses (Fil 2:25) a Pablo.
o Los “mensajeros” de las iglesias (2 Cor 8.23), que fueron enviados por sus respectivas iglesias.
En función del tiempo en que fueron establecidos en el ministerio apostólico, y por el instrumento humano a través del cual Dios canalizó el llamado, podemos mencionar los siguientes tipos de apóstoles:
• Los doce apóstoles del Cordero (Apo 21:14), título que designa a los que Jesús seleccionó para ser de manera especial sus compañeros constantes y los pregoneros iniciales del mensaje del Reino de Dios (Mat 10:1-8, Mar 3:14s, 6:13-19, 30; luc 6:12-16, Hch 1:26, Apo 21:14). Algunas de las características específicas de estos apóstoles, además de la mencionada son las siguientes:
o Se sentarán sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Mat 19.28) y sus nombres estarán grabados en los cimientos del muro de la nueva Jerusalén (Apo 21:12).
o Estuvieron junto a Jesús todo el tiempo que El entraba y salía y fueron testigos de su resurrección (Hch 1:21-22), es decir, fueron compañeros de Jesús en su ministerio terrenal.
o Pusieron el fundamento para la edificación de la Iglesia (Efe 2.20) siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. Establecieron la doctrina (Hch 2:42). En su trabajo, los apóstoles subsiguientes, y todo el Cuerpo de Cristo en general, deben edificar sobre este fundamento doctrinal.
o Parece que en este grupo “el colegio apostólico” prevalecía la idea de que el número de doce debía guardarse intacto, por ello nombran a un sustituto de Judás
• Apóstoles o apóstoles de la Iglesia (para diferenciarlos de los apóstoles del Cordero), que fueron establecidos por otros ministros y en posteriormente a la ascensión del Señor Jesucristo, entre los cuales, en tiempos bíblicos, encontramos a Bernabé y Saulo (Hch 14:14), Jacobo, hermano del Señor (Gal 1:19), Timoteo y Silvano (1 Tes 1:1, 2:6), Andrónico y Junias (Rom 16:7), y en el tiempo actual, todos aquellos que han sido reconocidos como tales por la Iglesia:
o Individuos investidos por las iglesias con una misión especial.
o Ponen el fundamento determinado por los apóstoles del Cordero, en las nuevas iglesias (Efe 2:20, Gal 2:9).
o Designa, en sentido general, a maestros y misioneros destacados.
• Como sucede con todos los demás ministerios, también el diablo levanta falsos apóstoles, que se disfrazan de tales (Apo 2:2, 2 Cor 11:5,13), que deben ser desenmascarados porque no lo son. Estos falsos apóstoles van a pretender (Efe 4:14):
o Llevar a los creyentes con vientos de doctrinas “nuevas”, no escritas en la Palabra.
o Utilizando estratagemas (ardid, artificio, maña, maniobra) de hombres para engañar, empleando astutamente las artimañas del error.
Obviamente, para que exista una iglesia apostólica como la del Libro de los Hechos, y para llevar adelante una reforma apostólica, se requiere de los apóstoles y personas que con y bajo una unción apostólica adelanten esa reforma.
Si bien es cierto que algunos se oponen a ellos con argumentos humanos, pero no bíblicos (muchos de ellos posiblemente defendiendo su “status quo” ministerial), es menester indicar que si no se reconoce el ministerio apostólico para este tiempo, que es uno de los ministerios mencionados en Efe 4:11, entonces tampoco deberían reconocerse los ministerios de profeta (que también es un ministerio en proceso de restauración, y cuestionado), el de los evangelistas, el de los pastores y el de los maestros, porque todos ellos son un paquete completo, y en ninguna parte de la Biblia dice que ya pasó el tiempo de esos ministerios. Es más, mientras dure la iglesia, según el contexto de ese pasaje, Dios va a seguir levantando personas para cada uno de esos cinco ministerios.
En el supuesto caso que hubiera un tiempo (que no lo menciona la Biblia, pero en fin, asumiendo el argumento de sus detractores) en el que el ministerio apostólico no hubiera existido, en los tiempos finales (y nadie puede dudar que estamos muy cerca de ellos) la Palabra dice que todas las cosas van a ser restauradas, y obviamente ello implica el ministerio apostólico, así que llegamos al mismo punto: el ministerio apostólico es un ministerio bíblico para hoy, y sumamente necesario.
Una observación final: es importante notar que en estos últimos tiempos la oposición hacia los ministerios ha estado concentrada en los ministerios apostólico y profético que son los ministerios que ponen el fundamento sobre el cual se edifica la iglesia (Efe 2:20) y que contribuyen significativamente, al igual que los otros ministerios, a la preparación de los santos para la edificación y la unidad del Cuerpo de Cristo y para establecer el carácter de Cristo en los y las creyentes (Efe 4.11-16), lo que parecería indicar, en última instancia, un intento de tener una iglesia mal fundamentada, ministros, iglesias y unidad de la iglesia endebles, y creyentes sin el carácter y santidad de Cristo. Y si ello es así, en el fondo, lo que existe es una oposición a la fundamentación de la iglesia sobre bases sólidas, y como nuestra lucha no es contra carne ni sangre (personas) sino contra los seres espirituales de maldad, es fácil deducir que quién está detrás del ataque en contra de la restauración de estos ministerios es el diablo mismo que ya oye venir los pasos del Señor Jesucristo hacia su segunda venida, cuando la derrota de este ser maligno será concretada de manera definitiva y sellada eternamente.
Una vez establecido el punto de la pertinencia, necesidad, y más aún, de la urgencia del ministerio apostólico, pasemos a definir lo que es un apóstol.
Definición de apóstol.
La palabra que se traduce “apóstol” es derivada de la palabra griega “apostello” que significa “enviar” o “despachar”. En el sentido bíblico, y en el sentido utilizado por el Señor Jesucristo, el apóstol es una persona que El ha escogido y enviado con cierta autoridad para cumplir una misión o tarea específica en una ciudad, un país, un continente, o en un área de actividad específica. En Mar 3:14-15, el Señor usa esa palabra con un sentido muy especial: “para que estuviesen con El (comunión, intimidad), para enviarlos a predicar (mensajeros, un mensaje de El), para que tuviesen autoridad (poder)”
Los apóstoles del Cordero y los del Nuevo Testamento.
En el Nuevo Testamento, el término no se refiere únicamente a los doce apóstoles del Señor Jesucristo, aunque hacia ellos hay una mención y una designación especial, como los “apóstoles del Cordero”. En otros pasajes se denomina apóstoles a otras personas diferentes a los doce (once en realidad, quitando a Judas Iscariote) que fueron discípulos directos de Jesús. Por ejemplo:
“y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.” (1 Cor 15:5-8)
Si notamos, en ese pasaje primero menciona a los doce, y posteriormente menciona a todos los apóstoles, lo que parece indicar que habían más que los once (aunque los once estuvieran incluídos en “todos los apóstoles”).
Por otro lado, el hecho que se mencione a Jacobo antes (que no era uno de los doce), después a todos los demás apóstoles y finalmente a Pablo, siendo que ambos no eran parte de los doce, y que se use la palabra “después” parece indicar que se estaba refiriendo a otros diferentes a los doce. Este pasaje y el uso de las palabras y el orden en que se presentan difícilmente nos permite indicar que en ese pasaje esa expresión sea una repetición de los doce.
“Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor.” (Gal 1:18-19).
Esta carta, que en el Nuevo Testamento aparece posteriormente a la Primera Carta a los Corintios, y que posiblemente fue escrita posteriormente a ésta, reconoce a Jacobo como apóstol, cosa que no sucedió en el pasaje que mencionamos en 1 Cor 15:5-8, lo cual puede significar que Jacobo fue reconocido como apóstol posteriormente, y como ya indicamos, Jacobo no fue nunca uno de los doce. Sea cual sea el caso, Jacobo, que no era de los doce, es mencionado como apóstol en Gal 1:18-19.
“Enviamos también con ellos a nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado repetidas veces en muchas cosas, y ahora mucho más diligente por la mucha confianza que tiene en vosotros. En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros de las iglesias, y gloria de Cristo.” (2 Cor 8:22-23).
En este pasaje la palabra que se traduce mensajeros, en griego, es “apóstolos” es decir, apóstoles, y esa palabra se refiere, de acuerdo al contexto del pasaje mencionado, a tres hermanos, uno cuya alabanza se oía en todas las iglesias, otro cuya diligencia habían comprobado y Tito. Es de suponer que ninguno de los tres era del grupo de los doce, y aunque los otros dos lo fueran, que es poco probable, Tito no lo era.
“Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades; “ (Fil 2:25).
Igual que en el pasaje anterior, la palabra que se traduce mensajero es “apóstolo”, lo que significa que Epafrodito era el apóstol de la iglesia de Filipos, según este pasaje.
“Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces” (Hch 14:14).
En este pasaje se menciona como apóstoles a Bernabé y Pablo, que tampoco eran de los doce.
Características de un Apóstol.
Como se estableció en la definición de apóstol, cada uno de ellos recibe de Dios un mensaje específico, una revelación desde un ángulo particular de una misma verdad bíblica, dirigida a un grupo de personas (juventud, pastores, matrimonios, personas de negocios, etc.), iglesia, comunidad, nación o grupo de naciones específicas.
El llamado es revelado, reconocido y confirmado por dos o más ministros reconocidos, maduros, con experiencia e independientes (Hch 13:1-2), y principalmente, es confirmado por el pueblo que lo reconoce como tal.
“Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.” (Hch 13:1-3).
“¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros? Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” (1 Cor 3:1-3).
Una característica de los apóstoles es que les acompañan muchas señales, milagros, prodigios y maravillas, aunque algunas de ellas no sean exclusivas del ministerio apostólico pero si sumamente “fuertes” y frecuentes en su ministerio, que constituyen una manifestación del amor y del poder de Dios y que provocan el asombro de los observadores.
“Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros.” (2 Cor 12:12).
“Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Cor 2:1-5).
Las señales, maravillas, milagros y prodigios constituyen el respaldo de Dios para el ministerio de cualquier persona, y los apóstoles no son la excepción; es como que Dios estuviera diciendo a través de ellas: este es mi siervo o sierva.
Entre las señales que siguen a un apóstol, encontramos las siguientes:
• Resurrección de muertos (Hch 9:40-41, Hch 20:9-12).
• Sanidades y liberaciones (Hch 5:12, 5:15-16, 19:11-12).
• Restauración de personas, familias, negocios, relaciones, etc.
• Milagros de confrontación contra el enemigo (Hch 16:16-18).
• Milagros para decretar juicios contra los enemigos del evangelio (Hch 13:8-11).
Estas señales y maravillas, además de manifestar el respaldo de Dios al ministerio apostólico, tienen otros varios propósitos:
• Bendecir a la gente que recibe sus beneficios como una prueba del amor y cuidado de Dios hacia ellas y la prueba indubitable de la existencia y poder de Dios.
• Dan testimonio de la Palabra de Dios, confirmándola.
• Son el anuncio publicitario de Dios para atraer a las personas hacia Cristo y hacia el ministerio apostólico.
• Hacen que el pueblo hable, ministre y ore con denuedo y osadía. El pueblo recibe una impartición para interceder, evangelizar y hablar con atrevimiento, osadía y audacia la Palabra de Dios, de tal manera que se constituyen como en una “marca” de las iglesias apostólicas, que atraen a otras iglesias a hacer lo mismo y/o a ponerse bajo la cobertura apostólica.
“Por tanto, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y prodigios.” (Hch 14:3).
“Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema. Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa. Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.” (Mat 9:1-8).
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.” (Heb 2:1-4).
El apóstol tiene una fuerte unción de liberación y guerra espiritual contra los poderes, principados y huestes espirituales de maldad en los lugares celestes ya que está comisionado por Dios para producir rompimientos espirituales que se manifiestan en lo natural como salvación, crecimiento, avivamiento, etc.
Debido a esa unción para producir rompimientos, los apóstoles operan en un alto nivel de sabiduría divina para encontrar la verdadera raíz de las cosas en cualquier ámbito, especialmente de los problemas en una iglesia y/o en una persona, y esa sabiduría se manifiesta concretamente en:
• La aplicación creativa y eficaz del conocimiento de la Palabra de Dios a los problemas y circunstancias de la vida diaria de las personas, las familias, las congregaciones y/o las comunidades y naciones.
• El reconocimiento de las causas espirituales y emocionales del comportamiento, conducta y carácter de las personas.
• El reconocimiento de los motivos, estrategias y tácticas necesarias para llevar adelante la guerra espiritual eficaz para provocar el rompimiento de circunstancias adversas en la vida de las personas, congregaciones y comunidades para la restauración de las vidas de esas personas, traer personas al conocimiento de Cristo, traer recursos, ciudades y naciones al Reino de Dios.
• El uso correcto y sabio de los recursos materiales disponibles para llevar adelante la obra de Dios, con eficiencia y eficacia.
Por esas mismas razones, los ministros y ministerios apostólicos enfrentan una constante y fuerte oposición del diablo y sus demonios, tanto directamente como también indirectamente, activando la religiosidad y el rechazo de otros pastores y ministros y el juicio y la crítica de mucha gente en contra del ministerio del apóstol (2 Cor 12:7-8).
“Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados. Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos.” (2 Cor 4:9-13).
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.” (2 Cor 4:7-12).
Los apóstoles verdaderos tienen un corazón de padre puesto por Dios para cuidar de sus hijos e hijas, no como jefe, lider, capataz, asalariado o gerente, sino como un auténtico padre espiritual. Ese corazón de padre es la marca distintiva y fundamental de un ministerio apostólico.
“No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias. Mas algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros. Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. ¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” (1 Cor 4:14-21).
“Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo; ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo. Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.” (1 Tes 2:3-12).
Ese corazón de padre constituye una señal de la restauración de Dios para la Iglesia: la restauración del corazón de los padres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres, que abarca no solamente la relación padres-hijos naturales sino también la espiritual y/o ministerial.
“He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.” (Malaq 4:5-6).
Debido a ese corazón paternal hacia los hijos espirituales y/o hacia aquellos que andan como ovejas sin pastor, los apóstoles son la cobertura espiritual de ministros y creyentes que ponen sus ministerios e iglesias bajo la cobertura apostólica. Dios trae a ellos, por medio del Espíritu Santo, ministros que no tienen ninguna cobertura espiritual, iglesias y ministerios que quieren trabajar en equipo y en unidad para edificar el reino. También trae ministros y líderes “huérfanos” que están buscando un padre espiritual que los cubra y que les de identidad, visión, adiestramiento, herramientas y ánimo.
Un apóstol, generalmente, para poder brindar esa cobertura paternal y apostólica a otros ministros y ministerios, han tenido la experiencia, y muchos la siguen teniendo a lo largo de todo su ministerio, de tener éxito en establecer, administrar y dirigir iglesias (1 Cor 9:2), partiendo desde cero hasta llevarlas a ser iglesias poderosas, con un fuerte liderazgo en evangelismo, profecía, liberación, intercesión, guerra espiritual, discipulado como formación de carácter, etc.
“Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.” (1 Cor 9:20-23).
Tipos de apóstoles.
Partiendo de que los apóstoles son “enviados”, “delegados” o “mensajeros” para un fin específico (Jn 13:16) y/o para un lugar específico, entonces podríamos hablar de un tipo de apóstoles geográficos, por ejemplo, una ciudad (Epafrodito era un enviado de los filipenses a Pablo, Fil 2:25), un país, una región, un continente (Pablo fue enviado a los gentiles (Asia), y alguno de tipo mundial (por ejemplo, el Hno. Peter Wagner con la Red Mundial de Guerra Espiritual”) y de otro tipo de apóstoles temáticos (por ejemplo, la restauración del ministerio profético, la restauración del ministerio apostólico, la guerra espiritual, los dones espirituales, los dones de sanidades, la prosperidad, etc.).
Otro clasificación de apóstoles se puede dar en función del lugar donde se originó o a quién representan en el ministerio apostólico, aunque todos, en última instancia, son enviados de Dios y del Señor Jesucristo.
o En este sentido, Cristo es un apóstol de Dios (Heb 3:1, Luc 11:49).
o Epafrodito es un enviado de los filipenses (Fil 2:25) a Pablo.
o Los “mensajeros” de las iglesias (2 Cor 8.23), que fueron enviados por sus respectivas iglesias.
En función del tiempo en que fueron establecidos en el ministerio apostólico, y por el instrumento humano a través del cual Dios canalizó el llamado, podemos mencionar los siguientes tipos de apóstoles:
• Los doce apóstoles del Cordero (Apo 21:14), título que designa a los que Jesús seleccionó para ser de manera especial sus compañeros constantes y los pregoneros iniciales del mensaje del Reino de Dios (Mat 10:1-8, Mar 3:14s, 6:13-19, 30; luc 6:12-16, Hch 1:26, Apo 21:14). Algunas de las características específicas de estos apóstoles, además de la mencionada son las siguientes:
o Se sentarán sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Mat 19.28) y sus nombres estarán grabados en los cimientos del muro de la nueva Jerusalén (Apo 21:12).
o Estuvieron junto a Jesús todo el tiempo que El entraba y salía y fueron testigos de su resurrección (Hch 1:21-22), es decir, fueron compañeros de Jesús en su ministerio terrenal.
o Pusieron el fundamento para la edificación de la Iglesia (Efe 2.20) siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. Establecieron la doctrina (Hch 2:42). En su trabajo, los apóstoles subsiguientes, y todo el Cuerpo de Cristo en general, deben edificar sobre este fundamento doctrinal.
o Parece que en este grupo “el colegio apostólico” prevalecía la idea de que el número de doce debía guardarse intacto, por ello nombran a un sustituto de Judás
• Apóstoles o apóstoles de la Iglesia (para diferenciarlos de los apóstoles del Cordero), que fueron establecidos por otros ministros y en posteriormente a la ascensión del Señor Jesucristo, entre los cuales, en tiempos bíblicos, encontramos a Bernabé y Saulo (Hch 14:14), Jacobo, hermano del Señor (Gal 1:19), Timoteo y Silvano (1 Tes 1:1, 2:6), Andrónico y Junias (Rom 16:7), y en el tiempo actual, todos aquellos que han sido reconocidos como tales por la Iglesia:
o Individuos investidos por las iglesias con una misión especial.
o Ponen el fundamento determinado por los apóstoles del Cordero, en las nuevas iglesias (Efe 2:20, Gal 2:9).
o Designa, en sentido general, a maestros y misioneros destacados.
• Como sucede con todos los demás ministerios, también el diablo levanta falsos apóstoles, que se disfrazan de tales (Apo 2:2, 2 Cor 11:5,13), que deben ser desenmascarados porque no lo son. Estos falsos apóstoles van a pretender (Efe 4:14):
o Llevar a los creyentes con vientos de doctrinas “nuevas”, no escritas en la Palabra.
o Utilizando estratagemas (ardid, artificio, maña, maniobra) de hombres para engañar, empleando astutamente las artimañas del error.
27
Ene
2012