Módulo 205. El Reino de Dios.
EVANGELIO DE LA SALVACIÓN Y EVANGELIO DEL REINO.
El ejemplo de Israel y la Iglesia.
La Palabra de Dios nos enseña en 1 Cor 10:1-11 que las cosas que están escritas, relacionadas con Israel, y entre ellas las relacionadas con la salida de Egipto y el viaje por el desierto hacia la Tierra Prometida, fueron escritas para nuestro ejemplo, para amonestarnos y que no caigamos en semejante ejemplo de desobediencia. ¿Cuál ejemplo de desobediencia? Que el propósito de Dios para Israel (tipo de la Iglesia) fue que entrarán en y tomaran posesión de la Tierra Prometida (nuestras naciones) y establecieran el Reino de Dios sobre todas las cosas en ella, lo cual incidió en que toda esa generación viviera una vida rutinaria, de limitaciones y escasez, y no la vida plena que representaba la tierra prometida donde fluía leche y miel (entre otras muchas cosas). Por lo tanto, la desobediencia en la que podemos caer nosotros es que no cumplamos con el propósito de Dios de establecer el Reino de El sobre todas las cosas en nuestras naciones y vivamos vidas limitadas en lugar de la plenitud y abundancia de vida que Cristo compró para nosotros en la Cruz (Jn 10.10).
A ellos Dios les había mostrado que Su propósito era tomar la Tierra Prometida, pero por incredulidad, mentalidad equivocada, rebelión, etc., no entraron en ella y prácticamente quedaron postrados en el desierto por 40 años. Ello implica la necesidad de que nosotros no ignoremos ni desobedezcamos el propósito de Dios que nos ha sido mostrado en Cristo (Hch 17:24-28, Mat 28:18-20, Col 1:18-20) y que establezcamos Su Reino en las naciones, que Su voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo (Mat 6:10).
Cuando analizamos el ejemplo de Israel de la salida de Egipto hasta su llegada a la tierra prometida, podemos encontrar grandes paralelos entre ellos y nosotros, la Iglesia, hoy.
Su liberación y salida de Egipto es tipo de nuestra salvación y salida del mundo (2 Cor 6:17).
Su paso del Mar Rojo es el tipo de nuestro bautismo en agua (Mat 28:19, Mar 16:16).
La nube de día y la columna de fuego que dirigían su marcha por el desierto son tipo del Espíritu Santo que nos guía a los hijos e hijas de Dios (Rom 8:14, Jn 14:16-17, Jn 14:26)
El viaje por el desierto es tipo de la preparación y el discipulado que nosotros, la Iglesia, necesitamos realizar para tomar posesión de la herencia que como hijos e hijas de Dios hemos recibido en Cristo (Efe 1:17-21, Efe 4:11-16).
La Tierra Prometida de ellos es tipo de nuestras naciones para la Iglesia (Mat 28.18-20), así como para Israel la Tierra Prometida representaba una vida abundante, integral, para las personas, las familias y las naciones, así, ese tipo de vida que Dios quiere que vivamos para nosotros está representado por nuestras naciones (Deut 28:1-14, especialmente el vrs 11).
El Jordán representaba para ellos el paso de la salvación y la preparación al Reino, de dejar atrás todas las cosas de la vieja vida, así como para nosotros entrar al Reino implica un nuevo estilo de vida, extendiéndonos al premio del supremo llamamiento de Dios de establecer Su Reino sobre todas las áreas, actividades y ámbitos de la vida (2 Cor 5:18-21, Col 1:18-20), llenándolo todo y transformándolo todo para que Jesús sea Señor sobre todo.
En resumen, Israel no quiso entrar en la Tierra Prometida para establecer el Reino de Dios en ella, lo que para nosotros equivaldría a no querer “invadir” el llamado “mundo secular” para establecer sobre él el Reino de Dios, que es el llamado y propósito de Dios para nosotros, sus hijos e hijas como coherederos con Cristo (Rom 8:17-21) de las naciones (Sal 2:8-10, Mat 28:18-20).
El Evangelio de la Salvación y el Evangelio del Reino.
En la práctica, en la Iglesia, por una mala comprensión del Evangelio, y algunas otras razones que no vienen al caso mencionar, existe una confusión entre evangelio de la salvación y evangelio del Reino. No solo es una confusión de nombre sino más allá de ello, es una confusión de tipo conceptual originada en el abandono de la cosmovisión bíblica para abrazar, por lo menos parcialmente, la forma de la cosmovisión occidental. La forma de la cosmovisión occidental se refleja en el llamado “Evangelio de la Salvación” en tanto que la cosmovisión bíblica se refleja en el Evangelio del Reino, llamado así por Cristo.
La Biblia trata muchos temas de manera profunda a través de todos los textos (prosperidad, dones, unción, bautismo, amor, fe, sanidad, salvación, redención, etc.). El peligro es que podemos –y de hecho sucede frecuentemente—concentrarnos en uno de ellos o en algunos y hacer de ellos el centro o el tema más importante del Evangelio (“Evangelios” o “doctrinas” de tal o cual cosa). Sin embargo, la Biblia no fue escrita ni la Iglesia diseñada para que nos concentráramos solo en uno o alguno de los temas, sino en todos, además de que el Evangelio es solo uno y abarca todos los temas que la Biblia abarca. Por ello Dios define la Iglesia –la depositaria del Evangelio-- como la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efe 1.20-23, Col 3:22-24), columna y baluarte de la Verdad –toda la Verdad- (1 Tim 3:15).
Por otro lado, si bien es cierto que Evangelio se aplica generalmente a los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, específicamente a los que describen el ministerio terrenal de Jesús, el Evangelio está constituido por el Antiguo y el Nuevo Testamento, en tanto que el primero es el fundamento del segundo, y el segundo es el cumplimiento del primero. Es decir, están íntimamente ligados, y las “Buenas Nuevas“ (el Evangelio) no pueden ser entendidas si no tomamos en cuenta la Biblia en su totalidad e integralidad (un solo libro, un solo Autor, un solo tema). Si no tomamos en cuenta toda la Biblia al considerar un tema, en el mejor de los casos, nos corremos el riesgo de abordar alguno de los temas de manera insuficiente, y en el peor, de una manera totalmente equivocada. En el cristianismo moderno, principalmente en el neo-pentecostalismo, y derivado del erróneo entendimiento de que “ya no estamos bajo la ley (en gran parte del colectivo cristiano equivalente al Antiguo Testamento) sino bajo la gracia” (en gran parte del el colectivo cristiano equivalente al Nuevo Testamento), se han establecido en ese ámbito algunas doctrinas erróneas, y entre ellas, la del Reino de Dios, la salvación, la prosperidad, la unción, la separación entre lo secular (satanizado) y lo eclesiástico (divinizado), etc. Y eso es precisamente el tema al respecto de las diferencias entre el Evangelio de la Salvación (o la salvación) y el Evangelio del Reino.
Para poder entender claramente este problema no solo semántico, sino sobre todo conceptual y de fundamental importancia en el enfoque bíblico verdadero de la vida cristiana, es importante entender lo que la Biblia quiere decir cuando se refiere al Evangelio. En primer lugar, notamos que la primera vez que se encuentra en el texto bíblico la palabra “Evangelio” es en Mat 4:23: “el Evangelio del Reino” que predicaba Jesús. Notemos que no dice el “evangelio de la salvación” sino del Reino.
Por otro lado, la palabra “Evangelio” se encuentra mencionada en la Biblia 106 veces, de las cuales:
69 corresponden a la palabra sin ningún complemento.
17 corresponden al “evangelio de Jesús”.
9 corresponden al “evangelio de Dios”.
7 corresponden al “evangelio del Reino”.
2 corresponden al “evangelio de la paz”.
1 corresponde al “evangelio de la gracia”.
1 corresponde al “evangelio de vuestra salvación”.
Como podemos observar claramente, en ninguna parte de la Biblia existe algo llamado “Evangelio de la salvación”. Además, si notamos, de las 37 veces que se menciona la palabra Evangelio con alguna tipificación específica, 17 corresponden al evangelio de Jesús –la autoridad y/o gobierno de Jesús-, 9 corresponden al evangelio de Dios –la autoridad y/o gobierno de Dios- y 7 corresponden al evangelio del Reino –autoridad, gobierno de Jesús y/o Dios-. Es decir, en 33 de las 37 “calificaciones” que en la Palabra de Dios se le dan al Evangelio, el reino, gobierno y/o autoridad de Dios y/o Jesús están implicados.
Otro punto interesante de notar al respecto es que en la Biblia, la palabra “reino” y sus derivados (reinado, rey, reyes, etc.) se presenta por lo menos 2587 veces en la Biblia en tanto que la palabra “salvación” y sus derivados (salvo, salvar, salvó, etc.) se utiliza 466 veces.
Todo esto no implica que la salvación se demerite, todo lo contrario; cobra su verdadero sentido cuando la ponemos contra el trasfondo del Reino, que es su contexto: somos salvos no para esperar el rapto y la vida eterna, sino para establecer y vivir el Reino aquí y ahora, y después la vida eterna (Mat 6:33). La importancia de ello estriba en que Jesús, después de haber estado tres y medio años con sus discípulos, antes de la crucifixión, al resucitar, todavía estuvo 40 días más, enseñándoles acerca del Reino de Dios (Hch 1:3), no de la salvación.
Finalmente necesitamos dejar en claro que, siendo el Señor Jesús el primero que nombró el Evangelio como “Evangelio del Reino” lo hizo porque había una connotación específica en ello, y era el gobierno, autoridad, señorío, del cielo sobre todo en la tierra (Mat 6:10), que es lo que nos enseña la Palabra de Dios que es la voluntad de nuestro buen Dios y Padre (Efe 1:9-10, Efe 1:21-23, Col 1:18-20, Mat 28:18-20, etc.).
El verdadero problema de todo esto es que al enfocarnos en la salvación (y sus beneficios) y permanecer en ellos, nos quedamos en la puerta del Reino pero no entramos al Reino como es el deseo de Dios (Jn 3:1-15). Jesús en Jn 10:9 nos enseña que El es la puerta (salvación), y en Jn 14:6 nos dice que El es el camino, la verdad y la vida (discipulado) y que El no es el lugar de llegado sino el Padre (el gobierno, la autoridad, el Reino de Dios). El nacer de nuevo (evangelismo y salvación) solo nos lleva a “ver el Reino de Dios” (Jn 3:3), pero el nacer del agua y del espíritu (discipulado) nos lleva a “ver y entrar en el Reino de Dios” (Jn 3:5). La Biblia en ningún lugar, salvo Mar 16:15-18, nos instruye a hacer solo salvos. Más bien, nos instruye a hacer discípulos (Mat 28:18-20, 2 Tim 2:2, Efe 4:11-16, Jn 8:31-32, etc.)
Por lo tanto, hoy, una necesidad urgente de la Iglesia es transformar su propio pensamiento y el de todos sus miembros, para llevarlos del Evangelio de la Salvación al Evangelio del Reino, con todo lo que ello implica, en virtud de que si bien es cierto que la Biblia trata intensamente el tema de la salvación, este tema no constituye el Evangelio completo sino una parte de él, y por lo tanto es, bíblicamente hablando, incorrecto hablar de un Evangelio de la Salvación, más bien debería ser la doctrina de la Salvación. El único Evangelio, el Evangelio completo es el Evangelio del Reino, y ese es precisamente el Evangelio que somos llamados a predicar.
Comparaciones de perspectivas del Evangelio de la Salvación y el Evangelio del Reino.
Enfoque. El Evangelio de la Salvación se enfoca (tomando como base el pasaje de Mar 16:15-18) en el evangelismo y la salvación, sanidad, milagros, bendiciones, prosperidad, éxito, fe, poder y unción de las personas. En tanto que el Evangelio del Reino se centra en el establecimiento del Reino de Dios en las naciones (de acuerdo a lo que Jesús nos enseñó en la Gran Comisión, Mat 28.18-20), lo que implica la formación de discípulos y la transformación del carácter, el pensamiento y las acciones de los creyentes, aplicando y manifestando la justicia de Dios (mandamientos y propósito) en sus vidas (Mat 6:33). El Evangelio de la Salvación se centra en las añadiduras, en tanto que el Evangelio del Reino está centrado en el Reino de Dios y en Su justicia. En otras palabras, en el Evangelio de la Salvación el enfoque está en mí y en lo que Dios va a hacer por mí, en tanto que en el Evangelio del Reino el enfoque está en lo que Dios espera de nosotros.
Enseñanzas. Es cierto, que el mismo Señor Jesucristo atrajo a las multitudes a través de las añadiduras porque, siendo el hombre natural egoísta y teniendo cegados sus ojos para que lo le resplandezca la luz del Evangelio (2 Cor 4:4) es necesario atraerlo a Cristo a través de las cosas que en su egoísmo busca (podemos decir que ellas fueron la carnada para que el pez mordiera el anzuelo), pero Jesús no se quedaba allí en el proceso con los creyentes, los formaba como discípulos (carácter, propósito, destino), para prepararlos a vivir en la plenitud del Reino de Dios y Su justicia (principios, valores, prácticas y formas de conducta acordes con las de la Palabra de Dios en todos los ámbitos de la vida).
Discipulado. Bajo el Evangelio de la Salvación, los discipulados se enfocan, en su contenido y en su propósito, básicamente en los mismos temas que sirvieron para atraer a las personas a Cristo (que atraen al “yo” y sus intereses, y que a la larga, si se permanece alimentándolos y no solo como gancho momentáneo, terminan fortaleciendo el ego y la carne) y en la formación y/o planificación de tareas de tipo eclesiástico, no fundamentalmente en la formación del carácter de la persona (la negación del yo y de la carne, “ya no vivo yo, Cristo vive en mí”, Gal 2:20) y en su preparación para el establecimiento del Reino de Dios en su entorno (2 Cor 5:18-21, Efe 4:11-16), entendido el Reino de Dios como el gobierno, principios y valores de Dios, establecidos realmente y manifestados evidentemente (por sus frutos) sobre todas las cosas, transformándolos radicalmente (de la luz a las tinieblas) comenzando por la vida personal de cada creyente.
La Trinidad. Por lo general, en el Evangelio de la Salvación las Personas de la Trinidad más importantes y cercanas para el creyente son Jesús y el Espíritu Santo (Efe 1:13-15) en tanto que Dios el Padre es una figura lejana. Pero para los creyentes que viven el Evangelio de la Gracia las tres Personas de la Trinidad son importantes (Efe 1:17-20) por cuanto, en obediencia a lo que Jesús mismo enseñó en Jn 14:6 y Jn 17:3, han llegado más allá de las manos de Dios, al corazón del Padre y le han conocido a El, y se han enamorado tanto de El (1 Jn 4:8-21), que viven para hacer Su voluntad en todas las áreas y actividades de la vida (Mat 7:21, Sal 40:8, Heb 10:7).
Jesús. También, por lo general, en el Evangelio de la Salvación el Jesús que se predica y se imagina es el Jesús Hijo del Hombre que vivió 33 años y medio en la tierra, no el Hijo de Dios que vive desde la eternidad hasta la eternidad, el Jesús que nos revela y muestra el Libro de Apocalípsis: Rey de Reyes y Señor de Señores,(Apo 19:16), el que es, el que era y el que ha de venir (Apo 1:8), el Todopoderoso (Apo 1:8), el que tiene ojos como llama de fuego (Apo 1:14, Apo 2:18) y que de su boca sale una espada aguda con la que hiere a las naciones (Apo 19:15) y destruirá a los reyes y ejércitos que acompañarán al anticristo (Apo 19:21). En el Evangelio de la Salvación se enfatiza en el Jesús de la misericordia y la gracia, en el perdón de los pecados y en las bendiciones, en tanto que en el Evangelio del Reino se enfatiza en el mismo Jesús y en las mismas cosas, pero también en el arrepentimiento genuino y creciente de los pecados, en el temor de Dios, en la transformación de vida, en la obediencia y en la santidad, en el Dios de amor pero también en el Dios que es fuego consumidor Deut 4:24, Heb 12:29). En el Evangelio del Reino Jesús es primero Salvador y Proveedor y después Señor ( de hecho, Señor es un título más que una realidad). En el Evangelio del Reino Jesús es antes que nada Señor y además Salvador y Proveedor.
Actividad y vida cistriana. Para el Evangelio de la Salvación, la actividad y la manifestación de la vida cristiana se centra en la iglesia y lo eclesiástico fundamentalmente, y en menor grado en lo familiar; y la actividad fundamental es predicar la Salvación. Para el Evangelio del Reino, todos los ámbitos y actividades de la vida (familia, trabajo, iglesia, sociedad) son lugares para vivir y manifestar el cristianismo, transformándolos más por la acción y la aplicación de los principios de la Palabra de Dios que por la predicación directa (Mat 5:13-16, Mat 13:33).
La vida terrenal. El Evangelio de la Salvación se centra en las bendiciones aquí en la tierra, el arrebatamiento y la vida eterna futura, en tanto que el Evangelio del Reino, de acuerdo al mandato de Jesús, se centra en el establecimiento del reino (gobierno) y justicia (principios, valores y prácticas) de Dios (Mat 6:33) en las ciudades y naciones (Sal 2:8, Hch 1:8, Mat 28.18-20, Col 1:18-20, Efe 1:9-10, Rom 8:19-21).
Jn 3:16. El Evangelio de la Salvación interpreta el pasaje de Jn 3:16 de una forma que solo toma en cuenta la salvación de las personas (“de tal manera amó Dios a las personas que envió a Su Hijo para que todo aquel que crea en El no se pierda sino que tenga vida eterna) en tanto que el Evangelio del Reino, al tomar este pasaje en contexto con otros pasajes de la Biblia (Rom 8:19-21, Mat 28.18-20, Col 1:18-20, Efe 1:9-10, etc.), lo interpreta de una manera totalmente diferente: “De tal manera amó Dios al “kosmos” (esta es la palabra original en el texto griego, no “etnos” –personas- como lo interpreta usualmente el Evangelio de la Salvación), es decir, la Creación entera –porque toda la Creación fue afectada por la caída del hombre, Gen 3:7-19, y Jesús vino a rescatar todo lo que se había perdido –Luc 19.10-), que envió a Su Hijo al mundo (“kosmos”) para que todo aquel que crea en El no se pierda sino que tenga vida eterna, porque no envió Dios a Su Hijo al “kosmos” para condenar al “kosmos” sino para salvar al “kosmos” –a través de la acción transformador de las personas salvas sobre su entorno de tal manera que todas las cosas sean reconciliadas con Cristo, quién pagó el precio de ello con Su Sangre en la Cruz, Col 1:18-20, 2 Cor 5:18-21, Rom 8:19-21). Ello implica, por el lado del Evangelio de la Salvación, que su interés y acción se concentra en la salvación de las personas y las familias, mientras que por el lado del Evangelio del Reino, su acción se concentra en la salvación de las personas, para la transformación de sus familias, y de todas las cosas (Mat 13:33) que forman las naciones que Cristo nos mandó a discipular (Mat 28.18-20), es decir poner bajo Su Señorío: la educación, la ciencia, la tecnología, los medios de comunicación, la economía, los negocios, la producción, las finanzas, el gobierno, la política, las artes, el deporte, la recreación, la religión, la filosofía, la cultura (el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza, Apo 5:12).
Reyes y sacerdotes. Para el Evangelio de la Salvación, el sacerdocio del creyente –si creen en él- se refiere a la actividad eclesiástica del creyente, a su papel de predicar y servir en la Iglesia, y por lo tanto, su mayor anhelo es querer ingresar al servicio a tiempo completo del Señor en la Iglesia –y esa constituye también la mayor frustración para muchos que no lo logran por cuanto el trabajo en lo eclesiástico no es tanto como para poder satisfacer la demanda de todos los que quieren trabajar dentro de ella-. Por el enfoque en lo eclesiástico, su acción por lo general está encaminada a lograr el crecimiento numérico de la iglesia local y/o denominación como el fin último (hacen equivaler la Iglesia y/o denominación al Reino de Dios). Para el Evangelio del Reino, cada creyente es un rey y sacerdote (Apo 1:5-6, Apo 5:10, 1 Ped 2:9-10) que tiene autoridad tanto en el ámbito espiritual (sacerdote) como en el ámbito natural (rey) para establecer con su oración y los principios y valores de la Palabra de Dios aplicados diariamente en una acción transformadora sobre todo su entorno, el Reino de Dios. El Evangelio del Reino ama a las Iglesias locales y/o denominaciones como la Novia y futura Esposa del Cordero, pero su enfoque no está concentrado en hacerlas crecer, sino en preparar, construir y edificar, en la mayor medida de lo posible, el Reino de Dios y, como resultado añadido, se producirá el crecimiento numérico y cualitativo de la iglesia y/o la denominación.
La calidad de hijos. En el Evangelio de la Salvación los creyentes son antes que nada, siervos que son hijos de Dios, que reciben bendiciones y bienestar (salario). En el Evangelio del Reino los creyentes son hijos que sirven a Dios el Padre y a Jesús, como mayordomos de todo lo que El ha puesto en su entorno como coherederos con Cristo de las naciones (herencia, Gal 4.1-7, Efe 1.17-23, Luc 11:11-32).
La evidencia de la salvación. En el Evangelio de la Salvación la evidencia de que las personas son salvas es que hayan hecho la oración del pecador y se bauticen en agua (Mar 16:15-18), en tanto que en el Evangelio del Reino la evidencia de la salvación es la manifestación evidente del Señorío de Cristo en la vida de la persona (Rom 10:8-10), marcada por la regeneración (2 Cor 5:17) y los frutos de arrepentimiento (Mat 3:8, Luc 3:8), un genuino arrepentimiento de los pecados (Hch 3:19), el temor de Dios (2 Cor 7:1 Sal 36:1), la obediencia y la santidad (1 Ped 1:13-18).
El Espíritu Santo. En el Evangelio de la Salvación el enfoque respecto al Espíritu Santo está en la unción, el poder y los dones para predicar el Evangelio y ministrar a las personas (Hch 1:8). En el Evangelio del Reino el Espíritu Santo es importante en cuanto es la Persona de la Trinidad que nos guía a toda verdad (Jn 16:13) y revela la Palabra (Jn 14:26) y los propósito del Padre a nuestros corazones (Efe 2.10) enseñándonos el propósito de Dios en todas las cosas (Jn 16:13), nos provee del fruto del Espíritu (carácter, Gal 5:22-23), del poder para vivir vidas agradables delante de Dios (Heb 13:21) y servirle y los dones espirituales para hacer la obra de establecer y desarrollar el Reino de Dios (1 Cor 12:1-11) en medio del entorno y el tiempo en que se vive (Hch 17.24-28).
Otros temas. En el Evangelio de la Salvación la principal actividad de la iglesia son los cultos y/o servicios y las reuniones evangelisticas (comidas, reuniones celulares, etc.), en tanto que en el Evangelio del Reino la atención se concentra en el equipamiento de los santos para hacer la obra de la reconciliación de todas las cosas con Dios (Efe 4:11-16).
En el Evangelio de la Salvación la organización eclesiástica fundamental es la organización de las iglesias locales en denominaciones y la creación de “campos” para hacer personas salvas en todos los lugares. En el Evangelio del Reino la organización eclesiástica es de iglesias locales agrupadas geográficamente para guerrear espiritualmente, ganar y transformar sus territorios (personas, organizaciones, actividades, etc.) para Cristo y establecer Su Reino en ese ámbito geográfico siguiendo el modelo de Jesús (Apo 2 y 3) y Pablo (Iglesia de Corinto, Iglesia de Efeso, Iglesia de Tesalónica, Iglesia de Galacia, etc.).
Para el Evangelio de la Salvación la Tierra Prometida es el cielo, en tanto que para el Evangelio del Reino la Tierra Prometida son las naciones (Deut 28.11).
En el Evangelio de la Salvación se trata de la concentración de los creyentes en la Iglesia, en tanto que para el Evangelio del Reino se trata de enviar a los creyentes a sus lugares de trabajo para establecer el Reino (principios, valores y prácticas) en ellos (Mat 5:13-16, Mat 13:33, Hch 17:6)..
El Evangelio del Reino se trata de pasar el resto de la vida terrenal lo mejor que se pueda (bendición, prosperidad, sanidad, etc.) y después entrar en la vida eterna. Para el Evangelio del Reino se trata de que los creyentes crezcan, maduren y transformen sus entornos para la Gloria de Dios y la expansión del Reino (Col 3:22-24)
El Evangelio de la Salvación equivale a los israelitas viviendo en el desierto esperando que Dios provea y facilite la entrada a la Tierra Prometida, en tanto que el Evangelio del Reino equivale a los israelitas conquistando y transformando la Tierra Prometida.
Para el Evangelio de la Salvación los miembros son ovejas que hay que pastorear (que siempre serán ovejas) en tanto que para el Evangelio del Reino los miembros son Ministros (2 Cor 5:18) que hay que formar, preparar, entrenar, perfeccionar y enviar (Efe 4:11-16).
Para el Evangelio de la Salvación se trata de tener miembros satisfechos. Para el Evangelio del Reino se trata de tener revolucionarios de Elías (Mal 4:5-6, Hch 17:6).
El ejemplo de Israel y la Iglesia.
La Palabra de Dios nos enseña en 1 Cor 10:1-11 que las cosas que están escritas, relacionadas con Israel, y entre ellas las relacionadas con la salida de Egipto y el viaje por el desierto hacia la Tierra Prometida, fueron escritas para nuestro ejemplo, para amonestarnos y que no caigamos en semejante ejemplo de desobediencia. ¿Cuál ejemplo de desobediencia? Que el propósito de Dios para Israel (tipo de la Iglesia) fue que entrarán en y tomaran posesión de la Tierra Prometida (nuestras naciones) y establecieran el Reino de Dios sobre todas las cosas en ella, lo cual incidió en que toda esa generación viviera una vida rutinaria, de limitaciones y escasez, y no la vida plena que representaba la tierra prometida donde fluía leche y miel (entre otras muchas cosas). Por lo tanto, la desobediencia en la que podemos caer nosotros es que no cumplamos con el propósito de Dios de establecer el Reino de El sobre todas las cosas en nuestras naciones y vivamos vidas limitadas en lugar de la plenitud y abundancia de vida que Cristo compró para nosotros en la Cruz (Jn 10.10).
A ellos Dios les había mostrado que Su propósito era tomar la Tierra Prometida, pero por incredulidad, mentalidad equivocada, rebelión, etc., no entraron en ella y prácticamente quedaron postrados en el desierto por 40 años. Ello implica la necesidad de que nosotros no ignoremos ni desobedezcamos el propósito de Dios que nos ha sido mostrado en Cristo (Hch 17:24-28, Mat 28:18-20, Col 1:18-20) y que establezcamos Su Reino en las naciones, que Su voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo (Mat 6:10).
Cuando analizamos el ejemplo de Israel de la salida de Egipto hasta su llegada a la tierra prometida, podemos encontrar grandes paralelos entre ellos y nosotros, la Iglesia, hoy.
Su liberación y salida de Egipto es tipo de nuestra salvación y salida del mundo (2 Cor 6:17).
Su paso del Mar Rojo es el tipo de nuestro bautismo en agua (Mat 28:19, Mar 16:16).
La nube de día y la columna de fuego que dirigían su marcha por el desierto son tipo del Espíritu Santo que nos guía a los hijos e hijas de Dios (Rom 8:14, Jn 14:16-17, Jn 14:26)
El viaje por el desierto es tipo de la preparación y el discipulado que nosotros, la Iglesia, necesitamos realizar para tomar posesión de la herencia que como hijos e hijas de Dios hemos recibido en Cristo (Efe 1:17-21, Efe 4:11-16).
La Tierra Prometida de ellos es tipo de nuestras naciones para la Iglesia (Mat 28.18-20), así como para Israel la Tierra Prometida representaba una vida abundante, integral, para las personas, las familias y las naciones, así, ese tipo de vida que Dios quiere que vivamos para nosotros está representado por nuestras naciones (Deut 28:1-14, especialmente el vrs 11).
El Jordán representaba para ellos el paso de la salvación y la preparación al Reino, de dejar atrás todas las cosas de la vieja vida, así como para nosotros entrar al Reino implica un nuevo estilo de vida, extendiéndonos al premio del supremo llamamiento de Dios de establecer Su Reino sobre todas las áreas, actividades y ámbitos de la vida (2 Cor 5:18-21, Col 1:18-20), llenándolo todo y transformándolo todo para que Jesús sea Señor sobre todo.
En resumen, Israel no quiso entrar en la Tierra Prometida para establecer el Reino de Dios en ella, lo que para nosotros equivaldría a no querer “invadir” el llamado “mundo secular” para establecer sobre él el Reino de Dios, que es el llamado y propósito de Dios para nosotros, sus hijos e hijas como coherederos con Cristo (Rom 8:17-21) de las naciones (Sal 2:8-10, Mat 28:18-20).
El Evangelio de la Salvación y el Evangelio del Reino.
En la práctica, en la Iglesia, por una mala comprensión del Evangelio, y algunas otras razones que no vienen al caso mencionar, existe una confusión entre evangelio de la salvación y evangelio del Reino. No solo es una confusión de nombre sino más allá de ello, es una confusión de tipo conceptual originada en el abandono de la cosmovisión bíblica para abrazar, por lo menos parcialmente, la forma de la cosmovisión occidental. La forma de la cosmovisión occidental se refleja en el llamado “Evangelio de la Salvación” en tanto que la cosmovisión bíblica se refleja en el Evangelio del Reino, llamado así por Cristo.
La Biblia trata muchos temas de manera profunda a través de todos los textos (prosperidad, dones, unción, bautismo, amor, fe, sanidad, salvación, redención, etc.). El peligro es que podemos –y de hecho sucede frecuentemente—concentrarnos en uno de ellos o en algunos y hacer de ellos el centro o el tema más importante del Evangelio (“Evangelios” o “doctrinas” de tal o cual cosa). Sin embargo, la Biblia no fue escrita ni la Iglesia diseñada para que nos concentráramos solo en uno o alguno de los temas, sino en todos, además de que el Evangelio es solo uno y abarca todos los temas que la Biblia abarca. Por ello Dios define la Iglesia –la depositaria del Evangelio-- como la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efe 1.20-23, Col 3:22-24), columna y baluarte de la Verdad –toda la Verdad- (1 Tim 3:15).
Por otro lado, si bien es cierto que Evangelio se aplica generalmente a los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, específicamente a los que describen el ministerio terrenal de Jesús, el Evangelio está constituido por el Antiguo y el Nuevo Testamento, en tanto que el primero es el fundamento del segundo, y el segundo es el cumplimiento del primero. Es decir, están íntimamente ligados, y las “Buenas Nuevas“ (el Evangelio) no pueden ser entendidas si no tomamos en cuenta la Biblia en su totalidad e integralidad (un solo libro, un solo Autor, un solo tema). Si no tomamos en cuenta toda la Biblia al considerar un tema, en el mejor de los casos, nos corremos el riesgo de abordar alguno de los temas de manera insuficiente, y en el peor, de una manera totalmente equivocada. En el cristianismo moderno, principalmente en el neo-pentecostalismo, y derivado del erróneo entendimiento de que “ya no estamos bajo la ley (en gran parte del colectivo cristiano equivalente al Antiguo Testamento) sino bajo la gracia” (en gran parte del el colectivo cristiano equivalente al Nuevo Testamento), se han establecido en ese ámbito algunas doctrinas erróneas, y entre ellas, la del Reino de Dios, la salvación, la prosperidad, la unción, la separación entre lo secular (satanizado) y lo eclesiástico (divinizado), etc. Y eso es precisamente el tema al respecto de las diferencias entre el Evangelio de la Salvación (o la salvación) y el Evangelio del Reino.
Para poder entender claramente este problema no solo semántico, sino sobre todo conceptual y de fundamental importancia en el enfoque bíblico verdadero de la vida cristiana, es importante entender lo que la Biblia quiere decir cuando se refiere al Evangelio. En primer lugar, notamos que la primera vez que se encuentra en el texto bíblico la palabra “Evangelio” es en Mat 4:23: “el Evangelio del Reino” que predicaba Jesús. Notemos que no dice el “evangelio de la salvación” sino del Reino.
Por otro lado, la palabra “Evangelio” se encuentra mencionada en la Biblia 106 veces, de las cuales:
69 corresponden a la palabra sin ningún complemento.
17 corresponden al “evangelio de Jesús”.
9 corresponden al “evangelio de Dios”.
7 corresponden al “evangelio del Reino”.
2 corresponden al “evangelio de la paz”.
1 corresponde al “evangelio de la gracia”.
1 corresponde al “evangelio de vuestra salvación”.
Como podemos observar claramente, en ninguna parte de la Biblia existe algo llamado “Evangelio de la salvación”. Además, si notamos, de las 37 veces que se menciona la palabra Evangelio con alguna tipificación específica, 17 corresponden al evangelio de Jesús –la autoridad y/o gobierno de Jesús-, 9 corresponden al evangelio de Dios –la autoridad y/o gobierno de Dios- y 7 corresponden al evangelio del Reino –autoridad, gobierno de Jesús y/o Dios-. Es decir, en 33 de las 37 “calificaciones” que en la Palabra de Dios se le dan al Evangelio, el reino, gobierno y/o autoridad de Dios y/o Jesús están implicados.
Otro punto interesante de notar al respecto es que en la Biblia, la palabra “reino” y sus derivados (reinado, rey, reyes, etc.) se presenta por lo menos 2587 veces en la Biblia en tanto que la palabra “salvación” y sus derivados (salvo, salvar, salvó, etc.) se utiliza 466 veces.
Todo esto no implica que la salvación se demerite, todo lo contrario; cobra su verdadero sentido cuando la ponemos contra el trasfondo del Reino, que es su contexto: somos salvos no para esperar el rapto y la vida eterna, sino para establecer y vivir el Reino aquí y ahora, y después la vida eterna (Mat 6:33). La importancia de ello estriba en que Jesús, después de haber estado tres y medio años con sus discípulos, antes de la crucifixión, al resucitar, todavía estuvo 40 días más, enseñándoles acerca del Reino de Dios (Hch 1:3), no de la salvación.
Finalmente necesitamos dejar en claro que, siendo el Señor Jesús el primero que nombró el Evangelio como “Evangelio del Reino” lo hizo porque había una connotación específica en ello, y era el gobierno, autoridad, señorío, del cielo sobre todo en la tierra (Mat 6:10), que es lo que nos enseña la Palabra de Dios que es la voluntad de nuestro buen Dios y Padre (Efe 1:9-10, Efe 1:21-23, Col 1:18-20, Mat 28:18-20, etc.).
El verdadero problema de todo esto es que al enfocarnos en la salvación (y sus beneficios) y permanecer en ellos, nos quedamos en la puerta del Reino pero no entramos al Reino como es el deseo de Dios (Jn 3:1-15). Jesús en Jn 10:9 nos enseña que El es la puerta (salvación), y en Jn 14:6 nos dice que El es el camino, la verdad y la vida (discipulado) y que El no es el lugar de llegado sino el Padre (el gobierno, la autoridad, el Reino de Dios). El nacer de nuevo (evangelismo y salvación) solo nos lleva a “ver el Reino de Dios” (Jn 3:3), pero el nacer del agua y del espíritu (discipulado) nos lleva a “ver y entrar en el Reino de Dios” (Jn 3:5). La Biblia en ningún lugar, salvo Mar 16:15-18, nos instruye a hacer solo salvos. Más bien, nos instruye a hacer discípulos (Mat 28:18-20, 2 Tim 2:2, Efe 4:11-16, Jn 8:31-32, etc.)
Por lo tanto, hoy, una necesidad urgente de la Iglesia es transformar su propio pensamiento y el de todos sus miembros, para llevarlos del Evangelio de la Salvación al Evangelio del Reino, con todo lo que ello implica, en virtud de que si bien es cierto que la Biblia trata intensamente el tema de la salvación, este tema no constituye el Evangelio completo sino una parte de él, y por lo tanto es, bíblicamente hablando, incorrecto hablar de un Evangelio de la Salvación, más bien debería ser la doctrina de la Salvación. El único Evangelio, el Evangelio completo es el Evangelio del Reino, y ese es precisamente el Evangelio que somos llamados a predicar.
Comparaciones de perspectivas del Evangelio de la Salvación y el Evangelio del Reino.
Enfoque. El Evangelio de la Salvación se enfoca (tomando como base el pasaje de Mar 16:15-18) en el evangelismo y la salvación, sanidad, milagros, bendiciones, prosperidad, éxito, fe, poder y unción de las personas. En tanto que el Evangelio del Reino se centra en el establecimiento del Reino de Dios en las naciones (de acuerdo a lo que Jesús nos enseñó en la Gran Comisión, Mat 28.18-20), lo que implica la formación de discípulos y la transformación del carácter, el pensamiento y las acciones de los creyentes, aplicando y manifestando la justicia de Dios (mandamientos y propósito) en sus vidas (Mat 6:33). El Evangelio de la Salvación se centra en las añadiduras, en tanto que el Evangelio del Reino está centrado en el Reino de Dios y en Su justicia. En otras palabras, en el Evangelio de la Salvación el enfoque está en mí y en lo que Dios va a hacer por mí, en tanto que en el Evangelio del Reino el enfoque está en lo que Dios espera de nosotros.
Enseñanzas. Es cierto, que el mismo Señor Jesucristo atrajo a las multitudes a través de las añadiduras porque, siendo el hombre natural egoísta y teniendo cegados sus ojos para que lo le resplandezca la luz del Evangelio (2 Cor 4:4) es necesario atraerlo a Cristo a través de las cosas que en su egoísmo busca (podemos decir que ellas fueron la carnada para que el pez mordiera el anzuelo), pero Jesús no se quedaba allí en el proceso con los creyentes, los formaba como discípulos (carácter, propósito, destino), para prepararlos a vivir en la plenitud del Reino de Dios y Su justicia (principios, valores, prácticas y formas de conducta acordes con las de la Palabra de Dios en todos los ámbitos de la vida).
Discipulado. Bajo el Evangelio de la Salvación, los discipulados se enfocan, en su contenido y en su propósito, básicamente en los mismos temas que sirvieron para atraer a las personas a Cristo (que atraen al “yo” y sus intereses, y que a la larga, si se permanece alimentándolos y no solo como gancho momentáneo, terminan fortaleciendo el ego y la carne) y en la formación y/o planificación de tareas de tipo eclesiástico, no fundamentalmente en la formación del carácter de la persona (la negación del yo y de la carne, “ya no vivo yo, Cristo vive en mí”, Gal 2:20) y en su preparación para el establecimiento del Reino de Dios en su entorno (2 Cor 5:18-21, Efe 4:11-16), entendido el Reino de Dios como el gobierno, principios y valores de Dios, establecidos realmente y manifestados evidentemente (por sus frutos) sobre todas las cosas, transformándolos radicalmente (de la luz a las tinieblas) comenzando por la vida personal de cada creyente.
La Trinidad. Por lo general, en el Evangelio de la Salvación las Personas de la Trinidad más importantes y cercanas para el creyente son Jesús y el Espíritu Santo (Efe 1:13-15) en tanto que Dios el Padre es una figura lejana. Pero para los creyentes que viven el Evangelio de la Gracia las tres Personas de la Trinidad son importantes (Efe 1:17-20) por cuanto, en obediencia a lo que Jesús mismo enseñó en Jn 14:6 y Jn 17:3, han llegado más allá de las manos de Dios, al corazón del Padre y le han conocido a El, y se han enamorado tanto de El (1 Jn 4:8-21), que viven para hacer Su voluntad en todas las áreas y actividades de la vida (Mat 7:21, Sal 40:8, Heb 10:7).
Jesús. También, por lo general, en el Evangelio de la Salvación el Jesús que se predica y se imagina es el Jesús Hijo del Hombre que vivió 33 años y medio en la tierra, no el Hijo de Dios que vive desde la eternidad hasta la eternidad, el Jesús que nos revela y muestra el Libro de Apocalípsis: Rey de Reyes y Señor de Señores,(Apo 19:16), el que es, el que era y el que ha de venir (Apo 1:8), el Todopoderoso (Apo 1:8), el que tiene ojos como llama de fuego (Apo 1:14, Apo 2:18) y que de su boca sale una espada aguda con la que hiere a las naciones (Apo 19:15) y destruirá a los reyes y ejércitos que acompañarán al anticristo (Apo 19:21). En el Evangelio de la Salvación se enfatiza en el Jesús de la misericordia y la gracia, en el perdón de los pecados y en las bendiciones, en tanto que en el Evangelio del Reino se enfatiza en el mismo Jesús y en las mismas cosas, pero también en el arrepentimiento genuino y creciente de los pecados, en el temor de Dios, en la transformación de vida, en la obediencia y en la santidad, en el Dios de amor pero también en el Dios que es fuego consumidor Deut 4:24, Heb 12:29). En el Evangelio del Reino Jesús es primero Salvador y Proveedor y después Señor ( de hecho, Señor es un título más que una realidad). En el Evangelio del Reino Jesús es antes que nada Señor y además Salvador y Proveedor.
Actividad y vida cistriana. Para el Evangelio de la Salvación, la actividad y la manifestación de la vida cristiana se centra en la iglesia y lo eclesiástico fundamentalmente, y en menor grado en lo familiar; y la actividad fundamental es predicar la Salvación. Para el Evangelio del Reino, todos los ámbitos y actividades de la vida (familia, trabajo, iglesia, sociedad) son lugares para vivir y manifestar el cristianismo, transformándolos más por la acción y la aplicación de los principios de la Palabra de Dios que por la predicación directa (Mat 5:13-16, Mat 13:33).
La vida terrenal. El Evangelio de la Salvación se centra en las bendiciones aquí en la tierra, el arrebatamiento y la vida eterna futura, en tanto que el Evangelio del Reino, de acuerdo al mandato de Jesús, se centra en el establecimiento del reino (gobierno) y justicia (principios, valores y prácticas) de Dios (Mat 6:33) en las ciudades y naciones (Sal 2:8, Hch 1:8, Mat 28.18-20, Col 1:18-20, Efe 1:9-10, Rom 8:19-21).
Jn 3:16. El Evangelio de la Salvación interpreta el pasaje de Jn 3:16 de una forma que solo toma en cuenta la salvación de las personas (“de tal manera amó Dios a las personas que envió a Su Hijo para que todo aquel que crea en El no se pierda sino que tenga vida eterna) en tanto que el Evangelio del Reino, al tomar este pasaje en contexto con otros pasajes de la Biblia (Rom 8:19-21, Mat 28.18-20, Col 1:18-20, Efe 1:9-10, etc.), lo interpreta de una manera totalmente diferente: “De tal manera amó Dios al “kosmos” (esta es la palabra original en el texto griego, no “etnos” –personas- como lo interpreta usualmente el Evangelio de la Salvación), es decir, la Creación entera –porque toda la Creación fue afectada por la caída del hombre, Gen 3:7-19, y Jesús vino a rescatar todo lo que se había perdido –Luc 19.10-), que envió a Su Hijo al mundo (“kosmos”) para que todo aquel que crea en El no se pierda sino que tenga vida eterna, porque no envió Dios a Su Hijo al “kosmos” para condenar al “kosmos” sino para salvar al “kosmos” –a través de la acción transformador de las personas salvas sobre su entorno de tal manera que todas las cosas sean reconciliadas con Cristo, quién pagó el precio de ello con Su Sangre en la Cruz, Col 1:18-20, 2 Cor 5:18-21, Rom 8:19-21). Ello implica, por el lado del Evangelio de la Salvación, que su interés y acción se concentra en la salvación de las personas y las familias, mientras que por el lado del Evangelio del Reino, su acción se concentra en la salvación de las personas, para la transformación de sus familias, y de todas las cosas (Mat 13:33) que forman las naciones que Cristo nos mandó a discipular (Mat 28.18-20), es decir poner bajo Su Señorío: la educación, la ciencia, la tecnología, los medios de comunicación, la economía, los negocios, la producción, las finanzas, el gobierno, la política, las artes, el deporte, la recreación, la religión, la filosofía, la cultura (el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza, Apo 5:12).
Reyes y sacerdotes. Para el Evangelio de la Salvación, el sacerdocio del creyente –si creen en él- se refiere a la actividad eclesiástica del creyente, a su papel de predicar y servir en la Iglesia, y por lo tanto, su mayor anhelo es querer ingresar al servicio a tiempo completo del Señor en la Iglesia –y esa constituye también la mayor frustración para muchos que no lo logran por cuanto el trabajo en lo eclesiástico no es tanto como para poder satisfacer la demanda de todos los que quieren trabajar dentro de ella-. Por el enfoque en lo eclesiástico, su acción por lo general está encaminada a lograr el crecimiento numérico de la iglesia local y/o denominación como el fin último (hacen equivaler la Iglesia y/o denominación al Reino de Dios). Para el Evangelio del Reino, cada creyente es un rey y sacerdote (Apo 1:5-6, Apo 5:10, 1 Ped 2:9-10) que tiene autoridad tanto en el ámbito espiritual (sacerdote) como en el ámbito natural (rey) para establecer con su oración y los principios y valores de la Palabra de Dios aplicados diariamente en una acción transformadora sobre todo su entorno, el Reino de Dios. El Evangelio del Reino ama a las Iglesias locales y/o denominaciones como la Novia y futura Esposa del Cordero, pero su enfoque no está concentrado en hacerlas crecer, sino en preparar, construir y edificar, en la mayor medida de lo posible, el Reino de Dios y, como resultado añadido, se producirá el crecimiento numérico y cualitativo de la iglesia y/o la denominación.
La calidad de hijos. En el Evangelio de la Salvación los creyentes son antes que nada, siervos que son hijos de Dios, que reciben bendiciones y bienestar (salario). En el Evangelio del Reino los creyentes son hijos que sirven a Dios el Padre y a Jesús, como mayordomos de todo lo que El ha puesto en su entorno como coherederos con Cristo de las naciones (herencia, Gal 4.1-7, Efe 1.17-23, Luc 11:11-32).
La evidencia de la salvación. En el Evangelio de la Salvación la evidencia de que las personas son salvas es que hayan hecho la oración del pecador y se bauticen en agua (Mar 16:15-18), en tanto que en el Evangelio del Reino la evidencia de la salvación es la manifestación evidente del Señorío de Cristo en la vida de la persona (Rom 10:8-10), marcada por la regeneración (2 Cor 5:17) y los frutos de arrepentimiento (Mat 3:8, Luc 3:8), un genuino arrepentimiento de los pecados (Hch 3:19), el temor de Dios (2 Cor 7:1 Sal 36:1), la obediencia y la santidad (1 Ped 1:13-18).
El Espíritu Santo. En el Evangelio de la Salvación el enfoque respecto al Espíritu Santo está en la unción, el poder y los dones para predicar el Evangelio y ministrar a las personas (Hch 1:8). En el Evangelio del Reino el Espíritu Santo es importante en cuanto es la Persona de la Trinidad que nos guía a toda verdad (Jn 16:13) y revela la Palabra (Jn 14:26) y los propósito del Padre a nuestros corazones (Efe 2.10) enseñándonos el propósito de Dios en todas las cosas (Jn 16:13), nos provee del fruto del Espíritu (carácter, Gal 5:22-23), del poder para vivir vidas agradables delante de Dios (Heb 13:21) y servirle y los dones espirituales para hacer la obra de establecer y desarrollar el Reino de Dios (1 Cor 12:1-11) en medio del entorno y el tiempo en que se vive (Hch 17.24-28).
Otros temas. En el Evangelio de la Salvación la principal actividad de la iglesia son los cultos y/o servicios y las reuniones evangelisticas (comidas, reuniones celulares, etc.), en tanto que en el Evangelio del Reino la atención se concentra en el equipamiento de los santos para hacer la obra de la reconciliación de todas las cosas con Dios (Efe 4:11-16).
En el Evangelio de la Salvación la organización eclesiástica fundamental es la organización de las iglesias locales en denominaciones y la creación de “campos” para hacer personas salvas en todos los lugares. En el Evangelio del Reino la organización eclesiástica es de iglesias locales agrupadas geográficamente para guerrear espiritualmente, ganar y transformar sus territorios (personas, organizaciones, actividades, etc.) para Cristo y establecer Su Reino en ese ámbito geográfico siguiendo el modelo de Jesús (Apo 2 y 3) y Pablo (Iglesia de Corinto, Iglesia de Efeso, Iglesia de Tesalónica, Iglesia de Galacia, etc.).
Para el Evangelio de la Salvación la Tierra Prometida es el cielo, en tanto que para el Evangelio del Reino la Tierra Prometida son las naciones (Deut 28.11).
En el Evangelio de la Salvación se trata de la concentración de los creyentes en la Iglesia, en tanto que para el Evangelio del Reino se trata de enviar a los creyentes a sus lugares de trabajo para establecer el Reino (principios, valores y prácticas) en ellos (Mat 5:13-16, Mat 13:33, Hch 17:6)..
El Evangelio del Reino se trata de pasar el resto de la vida terrenal lo mejor que se pueda (bendición, prosperidad, sanidad, etc.) y después entrar en la vida eterna. Para el Evangelio del Reino se trata de que los creyentes crezcan, maduren y transformen sus entornos para la Gloria de Dios y la expansión del Reino (Col 3:22-24)
El Evangelio de la Salvación equivale a los israelitas viviendo en el desierto esperando que Dios provea y facilite la entrada a la Tierra Prometida, en tanto que el Evangelio del Reino equivale a los israelitas conquistando y transformando la Tierra Prometida.
Para el Evangelio de la Salvación los miembros son ovejas que hay que pastorear (que siempre serán ovejas) en tanto que para el Evangelio del Reino los miembros son Ministros (2 Cor 5:18) que hay que formar, preparar, entrenar, perfeccionar y enviar (Efe 4:11-16).
Para el Evangelio de la Salvación se trata de tener miembros satisfechos. Para el Evangelio del Reino se trata de tener revolucionarios de Elías (Mal 4:5-6, Hch 17:6).
31
Ene
2012