Módulo 205. El Reino de Dios.
LOS PRINCIPIOS DEL REINO (1).
Introducción.
Mat 6:33: buscar el Reino de Dios y su justicia (aplicar sus principios) y todas las cosas nos vendrán por añadidura (bendiciones).
Jn 10:10: Jesús vino para que tuviéramos vida y vida en abundancia.
Luc 4:18-19: salvación, sanidad, liberación.
3 Jn 2, Sal 1:1-3: prosperidad.
Rom 14:17: justicia, paz y gozo.
Efe 1:3: Dios ya nos bendijo con toda bendición espiritual (lo natural se origina en lo espiritual) en los lugares celestiales.
Necesitamos traer todas esas promesas a existencia a la tierra y a nuestras vidas mediante la aplicación de los principios de la justicia del Reino.
El principio de la salvación.
Para entrar a vivir en la plenitud del Reino (su justicia y sus bendiciones) lo primero es nacer del agua y del Espíritu (Jn 3:5).
Rom 10:8-10: Creer que Jesús es nuestro Salvador y Señor (Mar 16:15-16).
Salvador: reconocer que Jesús llevó el precio de nuestros pecados en la Cruz del Calvario.
Señor: reconocer que Jesús, por Su Palabra y la dirección del Espíritu Santo, toma el mando en nuestra vida.
La necesidad de la salvación.
Por cuanto todos pecamos estamos destituidos de la gloria (Reino) de Dios (Rom 3:19-26). Todos hemos pecado, de una manera u otra (Rom 3:10-18): pensamiento, palabra, omisión u obra.
La paga del pecado es muerte (Rom 6:23).
Jesús cargó el pecado de todos nosotros (pasados, presentes y futuros) (Isa 53:6).
El perdón de pecados se obtiene mediante la fe en Cristo Jesús (Rom 10:8-10).
A todos los que creen en Su Nombre (quién es El) les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Jn 1:12).
"Reconocer nuestros pecados, arrepentirnos y pedir perdón (Jn 1:8-10).
El principio de la gracia.
Efe 2:4-9, Rom 8:32, Heb 4:14-16. Nada de lo que recibimos y/o necesitamos es por nuestros méritos, obras, etc. Todo es por la Gracia de Dios. A El le ha placido dárnoslas. Aún nuestras buenas obras no son razón suficiente para ser bendecidos por El por cuanto somos hechura Suya creados en Cristo Jesús para buenas obras las que El preparó de antemano para que anduviéramos en ellas (Efe 2:10).
Es posible tener el favor absoluto del Rey del Reino (Num 6:24-26). Por su favor para con nosotros (no por nuestros méritos, merecimientos, habilidades, capacidades, servicio, etc.) nos bendice y nos guarda, hace resplandecer Su rostro sobre nosotros, tiene de nosotros misericordia.
Puede:
Hacer que triunfen nuestros planes: Prov 16:1 y Prov 16:3, NVI
Que nos quiera la gente: Hch 2:46-47
Que seamos preferidos y escogidos por encima de otros de igual talento: Rom 9:16.
Proteger a nuestros hijos: Efe 6:1-4.
Cuidar nuestros bienes: Mal 3:11.
Hacer que sus ángeles no defiendan: Heb 1:14, Sal 34:7.
Traer a todas las áreas de nuestra vida (espíritu, alma y cuerpo, 1 Tes 5:23), sanidad, liberación, prosperidad, restauración, etc. (Luc 4:18-19)
El principio de la fe.
La suprema afirmación sobre como opera el reino es ' "Tened fe en Dios" (Mar 11:22). Creer en quién El es y en lo que El puede hacer.
Las promesas de la Palabra tienen validez no por las promesas en sí, sino por Aquel que las hizo, que no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta (Num 23:19).
La fe gobierna todo (Rom 1:17, Gal 3:11, Heb 11:6). El título de propiedad de cosas que no podemos ver. Dios es Dios, no miente, es la Verdad y El nos ha dejado Su Palabra para que lo conozcamos, sepamos cual es nuestra herencia en El, y cual el Poder que opera en nosotros y para con nosotros (Efe 1:17-19). Tenemos la Escritura de lo que Dios nos ha prometido. Nuestra parte es creer en nuestro corazón que se ha cumplido según la escritura que Dios nos ha dado y luego confesarlo (Rom 10:17, Rom 10:8-10). Nuestra fe en todo esto tiene que ser en el Señor y no en nuestra propia capacidad o en nuestra fuerza u perseverancia. (Prov 3:5).
Sin fe es imposible agradar a Dios: creer quién El es y lo que El puede hacer.
El es galardonador de los que le buscan (Heb 11:6).
El principio de la obediencia.
2 Cor 10:3-6, 1 Sam 15:22-23, Jn 14:23, Deut 28:1-14. Los términos traducidos por obediencia tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo denotan la acción de escuchar o prestar atención y poner en práctica lo escuchado, y su significado central deriva de la relación con Dios. El da a conocer Su voluntad mediante Su voz o Su Palabra escrita, y frente a ella no hay neutralidad posible. Prestar atención humilde es obedecer, mientras desestimar la Palabra de Dios es rebelarse o desobedecer (Sal 81:11, Jer 7:24-28). La obediencia a Dios es una entrega total a Su voluntad y, por consiguiente, obediencia y fe están íntimamente relacionadas (Gen 15:6, 22:18, 26:5, Rom 10:17, 21).
La práctica de la desobediencia a Dios llega a hacer del hombre un ser incapaz para oírle (Jer 6:10): pero Dios envía a Jesucristo, quien cumple plena y filialmente la obediencia debida (Fil 2:8, Jn 6:38). Por la fe participamos de esa obediencia (Hch 6:7, Rom 1:5, Heb 5:9). Su obediencia no es imputada (Rom 5:18ss, 1 Cor 1:30), y por esa imputación, que no es solo teórica sino práctica, por cuanto recibimos en el nuevo nacimiento Su naturaleza (2 Cor 5:17, 1 Ped 1:23, 2 Ped 1:4) En esta relación de agradecida obediencia que comienza a desarrollarse en nuestra vida y que excluye toda idea de mérito propio (Rom 9:31-10:3), el cristiano se va transformando de día en día en un imitador de Cristo en humildad y amor y va desarrollando la sujeción en el Señor a quienes corresponde (1 Ped 1:13-18).
Un factor fundamental en la calidad de esta vida (y ello incluye el liderazgo) y la que viene es nuestra respuesta a las iniciativas de Dios. Ante ellas es inevitable que demos una respuesta: podemos pasarlas por alto, rechazarlas, u obedecerlas. Y cualquiera de las tres actitudes implica un precio (en el momento o después, siempre hay un precio que pagar). Los y las creyentes siempre estaremos expuestos a tentaciones de cualquier tipo, y la medida de la resistencia a ellas está en "el precio de su integridad". Cada uno debiera preguntarse periódicamente: ¿Tengo un precio?. El compromiso de una persona santa con Dios debiera ser de tal magnitud que la debería llevar a rechazar cualquier oferta por transigir. El compromiso no negociable es un elemento crucial del carácter de un y una creyente.
La diferencia entre Saúl y David fue que el primero transigió siempre, en tanto que David se equivocó una y otra vez gravemente, pero una y otra vez se arrepintió delante de Dios y siempre lucho por no volver a transigir.
Josué 24:24:solo a nuestro Dios le obedeceremos.
1 Jn 5:2-3: amar a Dios es obedecer sus mandamientos.
1 Jn 3:24: quién obedece a Dios permanece en El.
1 Ped 1:14-16: como hijos obedientes no debemos amoldarnos al mundo.
Sal 1:1-3: el que obedece la Palabra prospera en todo y se aparta del pecado.
1 Sam 15:22: para el Señor es mejor la obediencia que los sacrificios.
1 Cor 7:19: no importan los sacrificios ni las apariencias, lo que verdaderamente importa es cumplir los mandatos de Dios.
El principio del amor
Para verdaderamente amar, necesitamos morir a nosotros mismos: Mat 22:36-40, 1 Cor 13:1-8. Sin amor nada soy, nada sirve, nada tengo. La esencia de nuestra vida como creyentes son las personas (no las tareas). Las tareas sirven para bendecir, servir, habilitar, edificar, afirmar, fortalecer, establecer, desarrollar, perfeccionar a las personas.
El amor tiene dos facetas: El amor a Dios: guardar sus mandamientos (Jn 14:23). El amor al prójimo: servirles (Mar 10:42-45, Jn 3:16), creer en ellas. Las personas buscan ánimo, reconocimiento, cuidado, amor, interés y disciplina amorosa. Mat 7:12, Luc 10:30-37, Mat 5:43-44, Rom 15:2, Gal 6:7, Mat 9:35-36.
El amor es la práctica continua de hacer el bien y de hacer bien las cosas. Es una acción nacida de una decisión del corazón. Es una decisión de la voluntad, no un sentimiento.
La esencia divina de Dios es amor (1 Jn 4:8). El amor de Dios hace que El busque a la humanidad (que no lo merece) para restaurarla (Jn 3:16, Tito 3:4-7).
El amor es sufrido, benigno, no es envidioso, no se jacta, no se envanece, hace lo debido, no es egoísta, no se irrita fácilmente, no es rencoroso, se goza de la verdad y no aprecia la injusticia, soporta la prueba, todo lo perdona, es enseñable, es paciente, tiene templanza y resistencia (1 Cor 13:4-8). Echa fuera el temor (1 Jn 4:18) y cubre multitud de faltas (1 Ped 4:8).
El principio del perdón (Mat 18:23-35).
Doctrina distintiva del cristianismo. Presupone tres cosas: que todas las personas hemos pecado, es decir hemos infringido la ley divina, que hemos reconocido nuestras faltas y estamos arrepentidos (Mar 1:4) y que Dios, en su amor y en su gracia, ha remitido la culpa y ha puesto el medio para que las personas reciban el perdón.
El perdón viene a ser, entonces, la fuerza poderosa que remueve el obstáculo espiritual entre Dios y la persona, y hace posible que la criatura humana se reconcilie y restablezca su amistad con Dios. La idea básica del perdón, cuando se usa en relación con el pecado es la de cancelar la deuda, quitar la barrera y efectuar la reconciliación, erradicando el pecado.
El perdón de Dios incluye el no acordarse más del pecado (Jer 31:34) y el sepultarlo en el fondo del mar (Miq 7:19),
Sin el perdón, que solo Dios puede conceder, el ser humano está irremisiblemente condenado a la perdición eterna. Por eso el mensaje del perdón es una maravillosa esperanza de vida. La muerte de Cristo en la cruz es la garantía divina del perdón (Efe 1:7).
Los cristianos debemos imitar a Dios perdonándonos unos a otros (Efe 4:32). El perdón no es un asunto que beneficie a otros, nos beneficia a nosotros. Cuando perdonamos (Heb 12:14-15) estamos impidiendo que una raíz de amargura eche raíces en nuestro corazón y nos impida alcanzar la gracia de Dios. La misma gracia con que perdonamos a los otros, nos perdona a nosotros frente a Dios. Cuando pedimos perdón removemos la culpa por la ofensa hecha.
Una cosa es el perdón (es inmediato), otra cosa diferente es la sanidad de la herida producida por la ofensa (es un proceso, una reiteración constante del perdón hasta que el recuerdo es despojado del dolor). Una cosa es el perdón (es inmediato), otra cosa es la restauración de la confianza (es un proceso, el ofensor debe volver a ganarse nuestra confianza).
El principio de la libertad (Sant 1:25, 2 Cor 3:17, 1 Cor 10:23-24, 1 Cor 6:12)..
Estado de una persona que no está dominada por un poder tiránico o por una potencia foránea. Estado de una persona que no está presa en contra de su voluntad (esclavizada). Esa es la libertad que Dios nos dio por Jesús. Libres del pecado y de los bajos sentimientos. Los pecados nos atan y solo Dios puede desatarnos por medio del Señor Jesús. En consecuencia, para ser verdaderamente libres necesitamos entregar nuestra vida al Señor (Rom 10:8-10). La libertad es, y debe ser, integral, es decir, que debe abarcar todas las áreas de la persona, liberándola de todas las esclavitudes en todas las áreas (espíritu, alma y cuerpo). El que la vive respeta y es responsable y su fruto es creatividad, prosperidad y paz.
No puede haber libertad sin responsabilidad. El libertinaje (esclavitud del yo) no lleva implícito hacer lo que se me da la gana, hago lo que se me da la gana porque soy esclavo de un poder que me controla y domina atropellando a los demás (implica violar los derechos de los demás). Debe ser construida con responsabilidad y con respeto hacia los demás. En el ejercicio de la libertad la mente se desarrolla. La libertad hace resaltar nuestros dones, talentos, habilidades y capacidades al máximo para desarrollar nuestra creatividad, imaginación y voluntad, no en nuestro beneficio sino en beneficio de otros.
Algunas personas se refugian en la colectividad y basan su salvación en enrolarse en un grupo. Sin embargo, Dios ha depositado la responsabilidad de sí mismo en cada individuo, no en un grupo (Deut 30:19-20).
El principio de la responsabilidad; Luc 12:48, Rom 1:14
Responder por los actos que uno ejecuta, responder a las obligaciones delegadas o comprometidas. Las personas responsables están dispuestas a poner en riesgo sus bienes, su posición social y aun sus vidas, por el simple hecho de responder a una obligación, deber moral o social. Nos lleva a niveles mayores de éxito, realización y propósito. Bloquea la pereza, el cansancio y la fatiga. No existe responsabilidad sin autoridad; ni existe autoridad sin responsabilidad (Mat 25:14-29, la parábola de los talentos). Muchas cosas no pueden ser llevadas a su final por la falta de responsabilidad que desemboca en auto-justificaciones, cansancio, pereza, posposición, etc.
La persona responsable acepta que es el primero y último responsable. Debido a que se percibe a sí mismo como responsable, reflexiona en lo que ha hecho y en lo que está haciendo, porque eso determinará invariablemente el éxito o el fracaso. Aprende de sus éxitos y fracasos, reforzando las razones de los primeros y corrigiendo las causas de los segundos.
El principio de la reciprocidad (Mat 7:12, la regla de oro).
Hacemos (o dejamos de hacer) con los demás como quisiéramos que hicieran (o que no hicieran) con nosotros. Les damos a ellos lo que necesitamos recibir nosotros. Es la ley de la iniciativa: nosotros tomamos la iniciativa de dar lo que queremos recibir. No hacemos con los demás como no quisiéramos que hicieran con nosotros. Los demás: cualquier persona con la que entramos en contacto en nuestras relaciones de cada día. Nuestra pareja y nuestros hijos (o nuestros padres y hermanos). Nuestra familia ampliada. Nuestros compañeros de trabajo. Nuestros hermanos en la iglesia. Las demás personas con las que nos topamos cada día.
Nuestra vida, nuestro estilo de vida debe ser el de ser bendecidores de los demás (aunque nos hayan hecho mal: devolver el mal con el bien). Hacerles y desearles bien, siempre en toda circunstancia aún cuando ellos nos hayan hecho algo mal a nosotros.
El principio del carácter (Rom 8:28-29, Fil 1:6, Prov 23:7).
No es una técnica externa, sino una realidad interna Lo que verdaderamente somos, lo que somos en el corazón, no en la mente.
Implica la adquisición de sabiduría y conocimiento (Jn 8:31-32): la habilidad de tomar decisiones buenas, justas, equitativas y morales.
Dios es nuestro ayudador si queremos desarrollar carácter.
Escrituras:
Rom 8:28-29: La voluntad de Dios para todos nosotros es que en medio de todas las circunstancias se forme el carácter de Cristo en nosotros. Efe 4:12-13 hasta que todos lleguemos a la estatura del varón perfecto (carácter), a la plenitud de Cristo (madurez espiritual, servicio).
Sant 2:14-16: La fe sin obras (carácter) es muerta.
Mat 22:37-40: Nuestro carácter debe ser el amor (1 Cor 13:1-8)(Mat 7:12)(Gal 5:14).
Sal 15:1-5: El carácter implica integridad.
Gal 5:22-23: El carácter implica el fruto del Espíritu.
Miq 6:8: Practicar la justicia, amar la misericordia y humillarse ante Dios.
Sal 24:3-4: El que se mantiene en intimidad con el Señor.
El principio de la grandeza (Mar 10:42-45): servicio.
Un creyente puede elegir entre dos orientaciones fundamentales, pero opuestas: vivir para sí o vivir para los demás.
La forma en que una persona usa su poder, habilidades, características y oportunidades indicará la calidad de su estilo de vida (egoísmo o amor): deberíamos utilizarlas para servir a otros.
Los verdaderos creyentes ayudan a que cuenten las vidas de otros mediante el servicio. Y como consecuencia, modelan, enriquecen, influyen, motivan la vida de otros.
Escrituras:
Mat 23:11: Lo más importante es ser siervo de los demás.
Mar l0:43-44: El que quiera hacerse grande deberá ser servidor de los demás como el Señor Jesús (Luc 22:26-27)(Jn 15:15-16)(Mat 20:26-27)(Luc 9:48).
Fili 2:5-8: Nuestra actitud debe ser como la del Señor Jesucristo que se hizo siervo por amor a los demás.
Jos 22:5: La vida eficiente es aquella que todo lo hace por amor a Cristo, sirviéndole de todo corazón y con todo su ser (Deut 13:4)(Mat 4:10).
Introducción.
Mat 6:33: buscar el Reino de Dios y su justicia (aplicar sus principios) y todas las cosas nos vendrán por añadidura (bendiciones).
Jn 10:10: Jesús vino para que tuviéramos vida y vida en abundancia.
Luc 4:18-19: salvación, sanidad, liberación.
3 Jn 2, Sal 1:1-3: prosperidad.
Rom 14:17: justicia, paz y gozo.
Efe 1:3: Dios ya nos bendijo con toda bendición espiritual (lo natural se origina en lo espiritual) en los lugares celestiales.
Necesitamos traer todas esas promesas a existencia a la tierra y a nuestras vidas mediante la aplicación de los principios de la justicia del Reino.
El principio de la salvación.
Para entrar a vivir en la plenitud del Reino (su justicia y sus bendiciones) lo primero es nacer del agua y del Espíritu (Jn 3:5).
Rom 10:8-10: Creer que Jesús es nuestro Salvador y Señor (Mar 16:15-16).
Salvador: reconocer que Jesús llevó el precio de nuestros pecados en la Cruz del Calvario.
Señor: reconocer que Jesús, por Su Palabra y la dirección del Espíritu Santo, toma el mando en nuestra vida.
La necesidad de la salvación.
Por cuanto todos pecamos estamos destituidos de la gloria (Reino) de Dios (Rom 3:19-26). Todos hemos pecado, de una manera u otra (Rom 3:10-18): pensamiento, palabra, omisión u obra.
La paga del pecado es muerte (Rom 6:23).
Jesús cargó el pecado de todos nosotros (pasados, presentes y futuros) (Isa 53:6).
El perdón de pecados se obtiene mediante la fe en Cristo Jesús (Rom 10:8-10).
A todos los que creen en Su Nombre (quién es El) les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Jn 1:12).
"Reconocer nuestros pecados, arrepentirnos y pedir perdón (Jn 1:8-10).
El principio de la gracia.
Efe 2:4-9, Rom 8:32, Heb 4:14-16. Nada de lo que recibimos y/o necesitamos es por nuestros méritos, obras, etc. Todo es por la Gracia de Dios. A El le ha placido dárnoslas. Aún nuestras buenas obras no son razón suficiente para ser bendecidos por El por cuanto somos hechura Suya creados en Cristo Jesús para buenas obras las que El preparó de antemano para que anduviéramos en ellas (Efe 2:10).
Es posible tener el favor absoluto del Rey del Reino (Num 6:24-26). Por su favor para con nosotros (no por nuestros méritos, merecimientos, habilidades, capacidades, servicio, etc.) nos bendice y nos guarda, hace resplandecer Su rostro sobre nosotros, tiene de nosotros misericordia.
Puede:
Hacer que triunfen nuestros planes: Prov 16:1 y Prov 16:3, NVI
Que nos quiera la gente: Hch 2:46-47
Que seamos preferidos y escogidos por encima de otros de igual talento: Rom 9:16.
Proteger a nuestros hijos: Efe 6:1-4.
Cuidar nuestros bienes: Mal 3:11.
Hacer que sus ángeles no defiendan: Heb 1:14, Sal 34:7.
Traer a todas las áreas de nuestra vida (espíritu, alma y cuerpo, 1 Tes 5:23), sanidad, liberación, prosperidad, restauración, etc. (Luc 4:18-19)
El principio de la fe.
La suprema afirmación sobre como opera el reino es ' "Tened fe en Dios" (Mar 11:22). Creer en quién El es y en lo que El puede hacer.
Las promesas de la Palabra tienen validez no por las promesas en sí, sino por Aquel que las hizo, que no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta (Num 23:19).
La fe gobierna todo (Rom 1:17, Gal 3:11, Heb 11:6). El título de propiedad de cosas que no podemos ver. Dios es Dios, no miente, es la Verdad y El nos ha dejado Su Palabra para que lo conozcamos, sepamos cual es nuestra herencia en El, y cual el Poder que opera en nosotros y para con nosotros (Efe 1:17-19). Tenemos la Escritura de lo que Dios nos ha prometido. Nuestra parte es creer en nuestro corazón que se ha cumplido según la escritura que Dios nos ha dado y luego confesarlo (Rom 10:17, Rom 10:8-10). Nuestra fe en todo esto tiene que ser en el Señor y no en nuestra propia capacidad o en nuestra fuerza u perseverancia. (Prov 3:5).
Sin fe es imposible agradar a Dios: creer quién El es y lo que El puede hacer.
El es galardonador de los que le buscan (Heb 11:6).
El principio de la obediencia.
2 Cor 10:3-6, 1 Sam 15:22-23, Jn 14:23, Deut 28:1-14. Los términos traducidos por obediencia tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo denotan la acción de escuchar o prestar atención y poner en práctica lo escuchado, y su significado central deriva de la relación con Dios. El da a conocer Su voluntad mediante Su voz o Su Palabra escrita, y frente a ella no hay neutralidad posible. Prestar atención humilde es obedecer, mientras desestimar la Palabra de Dios es rebelarse o desobedecer (Sal 81:11, Jer 7:24-28). La obediencia a Dios es una entrega total a Su voluntad y, por consiguiente, obediencia y fe están íntimamente relacionadas (Gen 15:6, 22:18, 26:5, Rom 10:17, 21).
La práctica de la desobediencia a Dios llega a hacer del hombre un ser incapaz para oírle (Jer 6:10): pero Dios envía a Jesucristo, quien cumple plena y filialmente la obediencia debida (Fil 2:8, Jn 6:38). Por la fe participamos de esa obediencia (Hch 6:7, Rom 1:5, Heb 5:9). Su obediencia no es imputada (Rom 5:18ss, 1 Cor 1:30), y por esa imputación, que no es solo teórica sino práctica, por cuanto recibimos en el nuevo nacimiento Su naturaleza (2 Cor 5:17, 1 Ped 1:23, 2 Ped 1:4) En esta relación de agradecida obediencia que comienza a desarrollarse en nuestra vida y que excluye toda idea de mérito propio (Rom 9:31-10:3), el cristiano se va transformando de día en día en un imitador de Cristo en humildad y amor y va desarrollando la sujeción en el Señor a quienes corresponde (1 Ped 1:13-18).
Un factor fundamental en la calidad de esta vida (y ello incluye el liderazgo) y la que viene es nuestra respuesta a las iniciativas de Dios. Ante ellas es inevitable que demos una respuesta: podemos pasarlas por alto, rechazarlas, u obedecerlas. Y cualquiera de las tres actitudes implica un precio (en el momento o después, siempre hay un precio que pagar). Los y las creyentes siempre estaremos expuestos a tentaciones de cualquier tipo, y la medida de la resistencia a ellas está en "el precio de su integridad". Cada uno debiera preguntarse periódicamente: ¿Tengo un precio?. El compromiso de una persona santa con Dios debiera ser de tal magnitud que la debería llevar a rechazar cualquier oferta por transigir. El compromiso no negociable es un elemento crucial del carácter de un y una creyente.
La diferencia entre Saúl y David fue que el primero transigió siempre, en tanto que David se equivocó una y otra vez gravemente, pero una y otra vez se arrepintió delante de Dios y siempre lucho por no volver a transigir.
Josué 24:24:solo a nuestro Dios le obedeceremos.
1 Jn 5:2-3: amar a Dios es obedecer sus mandamientos.
1 Jn 3:24: quién obedece a Dios permanece en El.
1 Ped 1:14-16: como hijos obedientes no debemos amoldarnos al mundo.
Sal 1:1-3: el que obedece la Palabra prospera en todo y se aparta del pecado.
1 Sam 15:22: para el Señor es mejor la obediencia que los sacrificios.
1 Cor 7:19: no importan los sacrificios ni las apariencias, lo que verdaderamente importa es cumplir los mandatos de Dios.
El principio del amor
Para verdaderamente amar, necesitamos morir a nosotros mismos: Mat 22:36-40, 1 Cor 13:1-8. Sin amor nada soy, nada sirve, nada tengo. La esencia de nuestra vida como creyentes son las personas (no las tareas). Las tareas sirven para bendecir, servir, habilitar, edificar, afirmar, fortalecer, establecer, desarrollar, perfeccionar a las personas.
El amor tiene dos facetas: El amor a Dios: guardar sus mandamientos (Jn 14:23). El amor al prójimo: servirles (Mar 10:42-45, Jn 3:16), creer en ellas. Las personas buscan ánimo, reconocimiento, cuidado, amor, interés y disciplina amorosa. Mat 7:12, Luc 10:30-37, Mat 5:43-44, Rom 15:2, Gal 6:7, Mat 9:35-36.
El amor es la práctica continua de hacer el bien y de hacer bien las cosas. Es una acción nacida de una decisión del corazón. Es una decisión de la voluntad, no un sentimiento.
La esencia divina de Dios es amor (1 Jn 4:8). El amor de Dios hace que El busque a la humanidad (que no lo merece) para restaurarla (Jn 3:16, Tito 3:4-7).
El amor es sufrido, benigno, no es envidioso, no se jacta, no se envanece, hace lo debido, no es egoísta, no se irrita fácilmente, no es rencoroso, se goza de la verdad y no aprecia la injusticia, soporta la prueba, todo lo perdona, es enseñable, es paciente, tiene templanza y resistencia (1 Cor 13:4-8). Echa fuera el temor (1 Jn 4:18) y cubre multitud de faltas (1 Ped 4:8).
El principio del perdón (Mat 18:23-35).
Doctrina distintiva del cristianismo. Presupone tres cosas: que todas las personas hemos pecado, es decir hemos infringido la ley divina, que hemos reconocido nuestras faltas y estamos arrepentidos (Mar 1:4) y que Dios, en su amor y en su gracia, ha remitido la culpa y ha puesto el medio para que las personas reciban el perdón.
El perdón viene a ser, entonces, la fuerza poderosa que remueve el obstáculo espiritual entre Dios y la persona, y hace posible que la criatura humana se reconcilie y restablezca su amistad con Dios. La idea básica del perdón, cuando se usa en relación con el pecado es la de cancelar la deuda, quitar la barrera y efectuar la reconciliación, erradicando el pecado.
El perdón de Dios incluye el no acordarse más del pecado (Jer 31:34) y el sepultarlo en el fondo del mar (Miq 7:19),
Sin el perdón, que solo Dios puede conceder, el ser humano está irremisiblemente condenado a la perdición eterna. Por eso el mensaje del perdón es una maravillosa esperanza de vida. La muerte de Cristo en la cruz es la garantía divina del perdón (Efe 1:7).
Los cristianos debemos imitar a Dios perdonándonos unos a otros (Efe 4:32). El perdón no es un asunto que beneficie a otros, nos beneficia a nosotros. Cuando perdonamos (Heb 12:14-15) estamos impidiendo que una raíz de amargura eche raíces en nuestro corazón y nos impida alcanzar la gracia de Dios. La misma gracia con que perdonamos a los otros, nos perdona a nosotros frente a Dios. Cuando pedimos perdón removemos la culpa por la ofensa hecha.
Una cosa es el perdón (es inmediato), otra cosa diferente es la sanidad de la herida producida por la ofensa (es un proceso, una reiteración constante del perdón hasta que el recuerdo es despojado del dolor). Una cosa es el perdón (es inmediato), otra cosa es la restauración de la confianza (es un proceso, el ofensor debe volver a ganarse nuestra confianza).
El principio de la libertad (Sant 1:25, 2 Cor 3:17, 1 Cor 10:23-24, 1 Cor 6:12)..
Estado de una persona que no está dominada por un poder tiránico o por una potencia foránea. Estado de una persona que no está presa en contra de su voluntad (esclavizada). Esa es la libertad que Dios nos dio por Jesús. Libres del pecado y de los bajos sentimientos. Los pecados nos atan y solo Dios puede desatarnos por medio del Señor Jesús. En consecuencia, para ser verdaderamente libres necesitamos entregar nuestra vida al Señor (Rom 10:8-10). La libertad es, y debe ser, integral, es decir, que debe abarcar todas las áreas de la persona, liberándola de todas las esclavitudes en todas las áreas (espíritu, alma y cuerpo). El que la vive respeta y es responsable y su fruto es creatividad, prosperidad y paz.
No puede haber libertad sin responsabilidad. El libertinaje (esclavitud del yo) no lleva implícito hacer lo que se me da la gana, hago lo que se me da la gana porque soy esclavo de un poder que me controla y domina atropellando a los demás (implica violar los derechos de los demás). Debe ser construida con responsabilidad y con respeto hacia los demás. En el ejercicio de la libertad la mente se desarrolla. La libertad hace resaltar nuestros dones, talentos, habilidades y capacidades al máximo para desarrollar nuestra creatividad, imaginación y voluntad, no en nuestro beneficio sino en beneficio de otros.
Algunas personas se refugian en la colectividad y basan su salvación en enrolarse en un grupo. Sin embargo, Dios ha depositado la responsabilidad de sí mismo en cada individuo, no en un grupo (Deut 30:19-20).
El principio de la responsabilidad; Luc 12:48, Rom 1:14
Responder por los actos que uno ejecuta, responder a las obligaciones delegadas o comprometidas. Las personas responsables están dispuestas a poner en riesgo sus bienes, su posición social y aun sus vidas, por el simple hecho de responder a una obligación, deber moral o social. Nos lleva a niveles mayores de éxito, realización y propósito. Bloquea la pereza, el cansancio y la fatiga. No existe responsabilidad sin autoridad; ni existe autoridad sin responsabilidad (Mat 25:14-29, la parábola de los talentos). Muchas cosas no pueden ser llevadas a su final por la falta de responsabilidad que desemboca en auto-justificaciones, cansancio, pereza, posposición, etc.
La persona responsable acepta que es el primero y último responsable. Debido a que se percibe a sí mismo como responsable, reflexiona en lo que ha hecho y en lo que está haciendo, porque eso determinará invariablemente el éxito o el fracaso. Aprende de sus éxitos y fracasos, reforzando las razones de los primeros y corrigiendo las causas de los segundos.
El principio de la reciprocidad (Mat 7:12, la regla de oro).
Hacemos (o dejamos de hacer) con los demás como quisiéramos que hicieran (o que no hicieran) con nosotros. Les damos a ellos lo que necesitamos recibir nosotros. Es la ley de la iniciativa: nosotros tomamos la iniciativa de dar lo que queremos recibir. No hacemos con los demás como no quisiéramos que hicieran con nosotros. Los demás: cualquier persona con la que entramos en contacto en nuestras relaciones de cada día. Nuestra pareja y nuestros hijos (o nuestros padres y hermanos). Nuestra familia ampliada. Nuestros compañeros de trabajo. Nuestros hermanos en la iglesia. Las demás personas con las que nos topamos cada día.
Nuestra vida, nuestro estilo de vida debe ser el de ser bendecidores de los demás (aunque nos hayan hecho mal: devolver el mal con el bien). Hacerles y desearles bien, siempre en toda circunstancia aún cuando ellos nos hayan hecho algo mal a nosotros.
El principio del carácter (Rom 8:28-29, Fil 1:6, Prov 23:7).
No es una técnica externa, sino una realidad interna Lo que verdaderamente somos, lo que somos en el corazón, no en la mente.
Implica la adquisición de sabiduría y conocimiento (Jn 8:31-32): la habilidad de tomar decisiones buenas, justas, equitativas y morales.
Dios es nuestro ayudador si queremos desarrollar carácter.
Escrituras:
Rom 8:28-29: La voluntad de Dios para todos nosotros es que en medio de todas las circunstancias se forme el carácter de Cristo en nosotros. Efe 4:12-13 hasta que todos lleguemos a la estatura del varón perfecto (carácter), a la plenitud de Cristo (madurez espiritual, servicio).
Sant 2:14-16: La fe sin obras (carácter) es muerta.
Mat 22:37-40: Nuestro carácter debe ser el amor (1 Cor 13:1-8)(Mat 7:12)(Gal 5:14).
Sal 15:1-5: El carácter implica integridad.
Gal 5:22-23: El carácter implica el fruto del Espíritu.
Miq 6:8: Practicar la justicia, amar la misericordia y humillarse ante Dios.
Sal 24:3-4: El que se mantiene en intimidad con el Señor.
El principio de la grandeza (Mar 10:42-45): servicio.
Un creyente puede elegir entre dos orientaciones fundamentales, pero opuestas: vivir para sí o vivir para los demás.
La forma en que una persona usa su poder, habilidades, características y oportunidades indicará la calidad de su estilo de vida (egoísmo o amor): deberíamos utilizarlas para servir a otros.
Los verdaderos creyentes ayudan a que cuenten las vidas de otros mediante el servicio. Y como consecuencia, modelan, enriquecen, influyen, motivan la vida de otros.
Escrituras:
Mat 23:11: Lo más importante es ser siervo de los demás.
Mar l0:43-44: El que quiera hacerse grande deberá ser servidor de los demás como el Señor Jesús (Luc 22:26-27)(Jn 15:15-16)(Mat 20:26-27)(Luc 9:48).
Fili 2:5-8: Nuestra actitud debe ser como la del Señor Jesucristo que se hizo siervo por amor a los demás.
Jos 22:5: La vida eficiente es aquella que todo lo hace por amor a Cristo, sirviéndole de todo corazón y con todo su ser (Deut 13:4)(Mat 4:10).
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Ene
2012