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Mefiboset, un ejemplo de gracia. 2 Sam 9.





MEFIBOSET, UN EJEMPLO DE GRACIA. 2 Sam 9.


Estas cosas están escritas para nosotros, son sombras de lo que habría de venir, de nuestras experiencias de vida.
En muchas formas, y como vamos a ver, nosotros somos como Mefiboset, más de lo que nos imaginamos.


En el pasado, Mefi-boset había disfrutado del compañerismo de su padre.
Lo mismo sucedió con nosotros. Tuvimos compañerismo con el Señor cuando nos estaba formando en el vientre de nuestra madre y en los primeros meses y años de vida ( la edad de la inocencia).


Cuando ocurrió la tragedia de la muerte de su abuelo y su padre a manos de los filisteos apareció el temor, y Mefi-boset sufrió una caída que lo dejó invalido por el resto de la vida en un lugar de escasez y limitación, insuficiencia, incompleto, poco, apretado, (Lodebar).
Lo mismo sucedió con nosotros cuando fuimos vencidos del pecado: sufrimos una caída que nos dejó incapacitados para vivir la vida abundante de Dios => una vida de escasez, limitación, frustración, etc.


Vivíamos en Lodebar: sin pan, en escasez y limitación de vida, sin esperanza, estabamos en ruinas, llenos de pecado, temor, ansiedad, complejos.
Lo vil del mundo, lo menospreciado, lo débil El llamó, nosotros (1 Cor 1:27-28).


David, el rey, por el amor incondicional que tenía por su amigo Jonatán (1 Sam 20:13-17), buscó a quién pudiera demostrarle su gracia.
De manera similar, Dios Padre, por la aceptación incondicional de la muerte en la cruz de su Unigénito Hijo, nos buscó para hacernos partícipes de Su gracia.


El hombre lisiado no tenía nada propio, ni podía hacer nada y no merecía nada. Ni siquiera intentó ganarse el favor del monarca. Lo único que podía hacer era aceptarlo humildemente.
De la misma manera, nosotros, pecadores y sin mérito alguno, que no merecíamos ni merecemos en absoluto el favor del Padre, no pudimos ni podemos hacer otra cosa sino aceptarlo humildemente: al final, salvo porque estamos en Cristo, seguimos siendo miserables, pobres, ciegos y desnudos, sin El, y nuestras justicias son como trapos de inmundicia (Isa 64:6).
Fuímos sacados de Lodebar por un rey que podría haber hecho juicio contra nosotros, pero que en lugar de ello decidió asumir en sí mismo nuestro castigo para llevarnos a vivir con El.


El rey restauró al inválido de su infortunada existencia, de un lugar desierto y desolado a un lugar de compañerismo y honor en el Palacio del Rey.
Dios, nuestro Padre, ha hecho lo mismo por nosotros. De nuestro Lodebar personal de quebranto y depravación, nos ha rescatado para ponernos en un lugar de alimento espiritual, emocional y físico cerca de El.
Nos trasladó del Reino de las tinieblas (Lodebar) al Reino de a luz (Col 1:13) y nos hizo sentar con Cristo en Su Palacio, en Su casa, en lugares celestiales (Efe 2:6), en lugares de bendición.


David adoptó a Mefí-boset en la familia real, y le brindó constante provisión, alimento y bendiciones.
Nosotros también hemos sido adoptados como hijos e hijas en la familia de Dios, y estamos rodeados de las inefables bendiciones de Su reino.
Vivir en el palacio, al abrigo del Altísimo es salir del lugar de la escasez, de la carencia, de la limitación, de la insuficiencia.


La invalidez permanente le recordaba a Mefiboset para siempre la gracia del rey.
Nuestro estado imperfecto nos impide olvidar que donde el pecado abunda, la gracia sobreabunda nos perversidad, maldad, egoísmo, imperfección, etc., que todavía tiene lugar en nuestro corazón nos recuerda que somos sus hijos y nos bendice de Su pura Gracia y Amor)


Cuando Mefi-boset se sentaba a la mesa del rey, era tratado como uno de los hijos de David.
De la misma manera nosotros hoy estamos sentados en lugares celestiales con Cristo, habitando al abrigo del Altísimo, somos hijos y tratados como tales, y bendecidos, no por nuestros títulos o logros (que no está mal tenerlos si es para que el Señor y no nosotros, sea glorificado.
¿Por qué? Porque ninguno de nosotros merece nada, todos somos indignos (¡Todos somos lisiados!).
Pero aún lisiados, imperfectos y cuanta cosa mas podría obrar en nuestra contra, Dios no nos las toma en cuenta (aunque está trabajando en ello para que nos transformemos) y nos ama, bendice, guarda y tiene planes mejores para nosotros en El.


Conclusión.
Es posible que aún no hayamos entendido la dimensión de vivir en el Palacio con el Rey y todavía mentalmente estemos viviendo en Lodebar (escasez, limitación, incredulidad, religiosidad, etc.).
El heredero cuando es niño, aunque es heredero, no puede disponer de nada por cuanto está bajo tutores y cuidadores que tienen guardada su herencia.
El pueblo a la orilla del Jordán cuando no quiso atravesar hacia la tierra prometida.
Podemos sentirnos indignos de vivir en el palacio; aunque si somos indignos, por la gracia de Dios El nos hizo dignos para vivir allí, no por nosotros sino por El. Queda excluída toda posibilidad de jactancia, orgullo, exigencia, auto-estima, justicia propia. Es solo por SU GRACIA.
Necesitamos sacar a Lodebar de nuestra mente y corazón para disfrutar de ser hijos, de la vida de hijs, y de vivir en el Palacio, al abrigo del Altísimo, bajo a sombra del Omnipotente.





22 Feb 2012
Referencia: Amor del Padre.