La necesidad de buscar la presencia de Dios.
Introducción.
Hoy vamos a hablar de la necesidad de la presencia de Dios en nuestra vida, que debe ser un anhelo continuo. El Señor nos dice en Su Palabra que El nos anhela celosamente y que cuando somos salvos El hace morada en nosotros, y no nos dejará ni nos desamparará.
Sin embargo, en relación con la presencia de Dios, experimentamos en nuestra vida altibajos que no son la voluntad de Dios, momentos en los cuales no la sentimos en nuestra vida. Ello es el resultado de algunas situaciones en nuestra vida que necesitamos identificar para restaurar esa maravillosa presencia. La Palabra tiene la respuesta a esa necesidad.
2 Sam 6:2-12.
En este pasaje, se nos enseña acerca del deseo de David de restaurar el Arca de Dios (la presencia de Dios) a Jerusalén, que durante 20 años estuvo en manos de los filisteos. David decide en su corazón regresar el Arca a Jerusalén. Por 20 años los Israelitas habían estado sin el Arca en Jerusalén (sin la presencia de Dios) por causa de los hijos de Elí y una derrota que habían sufrido los israelitas frente a los filisteos.
La razón por la cual Israel había perdido la Presencia de Dios fue porque Elí, el Sumo Sacerdote, no había estorbado el pecado de sus hijos (1 Sam 3:13). Esa es una causa importante para perder la presencia de Dios en nuestra vida: el pecado, y mayormente, el pecado reiterativo, el que no queremos dejar, aquel en el que persistimos a pesar de saber que no es agradable delante de Dios.
Por esa misma razón, en Israel había escasez de Palabra de Dios y no había visión (1 Sam 3:1). Y lo mismo puede suceder en nuestra vida, cuando nos alejamos de Dios para seguir el pecado.
Por ello, necesitamos arrepentirnos de corazón, someternos a Dios y resistir el pecado en nuestra vida (2 Cro 30:8, Sant 4:7). Entonces la Presencia de Dios regresará a manifestarse en nuestra vida y el pecado huirá de nosotros.
“Fue dado aviso al rey David, diciendo: Jehová ha bendecido la casa de Obed-edom y todo lo que tiene, a causa del Arca de Dios” (vrs. 12).
Aquí nos surge una pregunta. ¿Por qué David quiso llevar el Arca a Jerusalén? ¿Por dirección de Dios, por celo de Dios, o por celos y envidia de que otro fuera bendecido? Si hubiera ido a buscarla por plena dirección de Dios, Dios le hubiera dicho sus instrucciones respecto a la forma de trasladarla y no hubiera habido el problema de la muerte de Uza. Probablemente, dado el corazón de David, no había celos ni envidia, pero si seguramente hubo precipitación en cuanto a traerla a Jerusalén.
Hoy no necesitamos ir a buscar el Arca (la Presencia) de Dios. Ella está con nosotros. Necesitamos cuidarla, reconocerla, anhelarla, buscarla, y obedecerle en Su dirección. Pero nos precipitamos al ir a la presencia de Dios, solo entramos para presentar nuestras quejas, problemas, necesidades, peticiones, deseos, etc., y no esperamos la manifestación de ella.
“David volvió a reunir a todos los escogidos de Israel, treinta mil. Y se levantó David y partió de Baala de Judá con todo el pueblo que tenía consigo, para hacer pasar de allí el Arca de Dios, sobre la cual era invocado el nombre de Jehová de los Ejércitos, que mora entre los querubines” (2 Sam 6:1-2).
“Pusieron el Arca de Dios sobre un carro nuevo, y la llevaron de la casa de Abinadab, que estaba en el collado; y Uza y Ahío, hijos de Abinadab, guiaban el carro nuevo. Y David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová con toda clase de instrumentos de madera de haya, con arpas, salterios, panderos, flautas y címbalos” (2 Sam 6:3,5).
Pero el Señor desde mucho antes había establecido que quienes debían transportar el Arca no eran bueyes ni escogidos de Israel, sino los levitas. Además el Arca debía ser llevada en hombros por los levitas no en un carro aunque fuera nuevo, y menos jalados por bueyes. Además, los que debían dirigir la danza y la música eran los levitas.
En suma, todo lo hizo David y el pueblo de Israel de acuerdo a sus propios criterios y no de acuerdo a lo que Dios había instruído. Y como para Dios es más importante la obediencia a El que los sacrificios (1 Sam 15:22-23), al hacerlo de ese modo, Israel pecó, y como la paga del pecado es muerte (Rom 6:23), en Uza se cumplió esa paga.
Cuando nuestro servicio a Dios lo hacemos bajo nuestros propios criterios, ideas, etc., y no bajo la voluntad, la dirección y guianza de Dios, ofrecemos fuego extraño, un servicio que lo le agrada a El (Mat 7:21-23, Lev 10:1).
Conclusión.
El Arca (la presencia de Dios) en el Nuevo Testamento es Jesús, y está en nuestro corazón, no fuera de él.
El Arca (la presencia de Dios) bendijo la casa de Abinadab. Igual, la presencia de Dios en nuestro corazón nos va a bendecir (Sal 23:1-6, Jn 10.10, 3 Jn 2, Prov 4:18, Jer 29.11, Efe 2:10).
¿Por qué podemos perder la presencia de Dios?:
Por no estorbar el pecado e nuestra vida y familia (1 Cro 15:14).
Por seguir nuestros propios caminos que nos parecen derechos en nuestra propia opinión o por hacer las cosas en nuestras propias fuerzas (1 Cro 15:13-14).
Por no buscarla, apreciarla, honrarla, anhelarla. David no buscó al Señor para hacer el traslado del Arca la primera vez y falló. Pero después, durante tres meses busco al Señor hasta recibir la dirección específica de El.
Por estar fuera del propósito de Dios (Elías no hubiera sido alimentado por los cuervos que Dios enviaba con comida si no hubiera estado en el lugar que Dios le había señalado junto al Río Querit (1 Rey 17:3-5).
Por tener dioses ajenos en nuestros corazones (todo aquello que compite con Dios por la prioridad en nuestra vida, 1 Sam 7:3).
Por deshonrar la autoridad delegada de Dios (los levitas eran la autoridad delegada de Dios para esa tarea y no fueron tomados en cuenta por David, y ellos también fueron negligentes de lo que Dios le había dado porque no fueron a David a decírselo).
26
Mar
2012