La Cruz de Cristo (un tema para reflexionar en esta Semana Santa).
Hoy, en el mundo occidental, comienza un tiempo de celebración que llamamos Semana Santa y que debería ser la celebración del hecho más importante de la historia humana y del universo, pero en lugar de meditar en el significado de este hecho, la gran mayoría de personas utiliza esta semana para la diversión, el paseo, el jolgorio, y muchas otras cosas que de santas no tienen nada, y nos olvidamos de la esencia del significado del hecho más trascendente de la historia, la CRUZ DE CRISTO, no solo para el mundo sino también para los cristianos.
Gál 3:13-14. “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
Col 1:18-20. y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
Los dos versículos nos hablan del tremendo significado de la Cruz de Cristo. Gal 3:13-14 nos hablaq del significado personal que la Cruz tiene para nosotros, y Col 1:18-21 nos habla del significado de la Cruz para la liberación de todo el mundo.
Hemos circunscrito la Cruz al significado de perdón de pecados y salvación, lo hemos limitado a su mínima expresión, cuando lo que Dios estaba haciendo en la Cruz era reconciliar todas las cosas que fueron afectadas por la caída del ser humano en el pecado (Gen 3): la relación del ser humano con Dios, con otros seres humanos y con toda la Creación.
La Cruz de Cristo viene a ser el hecho central de la historia de la humanidad y del universo para reconciliar todas las cosas con Dios. Pero por no entender el significado y las implicaciones de la Cruz resulta que seguimos viviendo en un mundo en conflicto, en pecado, en tinieblas, cuando pudiéramos vivir en un mundo de plenitud, de bendición, y seguimos buscando por nuestros propios medios llos caminos que nos lleven a la solución de todos los problemas que nos aquejan.
El único camino para la solución de los problemas humanos pasa por la Cruz de Cristo. Hay un antes y un después de la Cruz, la Cruz nos cambia, y si nos cambia a nosotros, cambia también a nuestras familias, a nuestras comunidades, a nuestras naciones.
La contradicción del mundo actual es que es un mundo necesitado que solo puede encontrar las soluciones en Cristo, pero desperdiciamos las pocas oportunidades que tenemos de encontrarnos con El.
En lugar de hacerlo, nos divertimos. Hoy la mayor enemiga del desarrollo de la relación de las personas con Dios y de la asistencia regular a la iglesia es la multitud de ocupaciones en los que los seres humanos invierten su tiempo: trabajo, diversión, paseo, fiestas, distracciones, cine, televisión, cable, paseos, etc., de tal manera que no es nada extraño decir que el diablo sea el mayor director de la industria de la diversión, la recreación y la distracción.
Cuando Dios creo el universo El creo el séptimo día para descansar, a pesar de ser el Dios Todopoderoso y eterno que no se cansa. El nos quería dar un ejemplo vívido de la necesidad del descanso no para divertirnos sino para acercarnos a El y ser recreados en nuestra relación con El, en el propósito de El para nuestras vidas, y para hacerlo personalmente, en familia y en comunidad.
De hecho, esto es tan importante, que muchas de las reprensiones de Dios por medio de los profetas en el Antiguo Testamento eran porque Israel no guardaba este día para re-crearse en El. Durante toda la semana nos gastamos en el trabajo, en el enfrentamiento con los problemas que la cotidianidad nos presenta y que nos van desgastando interiormente. Hoy las personas padecen stress en una gran cantidad porque trabajan de lunes a domingo y de sol a foco, y no descansan, y encima de ello, si venimos a la iglesia los domingos regateamos el tiempo que le dedicamos al Señor, principalmente con el enunciado de que las prédicas no deben durar más de 45 minutos porque mentalmente es el tiempo máximo que una persona puede concentrarse, como si le predicáramos a la mente y no al espíritu que no se cansa, y además porque tenemos que salir corriendo para ir a ver el partido, o ir al paseo, o al almuerzo o a la celebración de la semana, etc.
La necesidad del descanso y la recreación en la presencia del Señor implica recuperar las fuerzas, la conexión con la sabiduría de Dios, la reconexión con Su propósito para nosotros y con la adoración que solo El merece, y mantener nuestro contacto vital con El de tal manera que Su presencia y Su Palabra se mantenga viva en nuestras vidas y corazones para afrontar los siguientes días de trabajo.
Hasta las actividades religiosas de la semana santa las convertimos en una forma de evadir la necesidad de entrar en la presencia del Señor, de tener un encuentro con Cristo mismo para ser restaurados y nos perdemos la maravillosa riqueza, el inmenso poder y la impresionante majestuosidad de la Cruz de Cristo para la transformación de nuestra vida.
Hoy queremos y tenemos conocimiento de Cristo, actividades cristianas, música cristiana, libros cristianos, pero muy poco de relación con El, de encuentros personales, íntimos, vivenciales con El y Su Gloria. Y hoy más que nunca necesitamos esos encuentros vitales, en medio de estos tiempos tan peligrosos que nos están tocando vivir, y los que nos van a tocar más adelante.
Necesitamos romper con la idea de que Cristo solo vino para perdonar nuestros pecados y tuviéramos salvación y vida eterna. Necesitamos interiorizar que el propósito último de Dios en Cristo es que tengamos plenitud de vida, que caminemos en Su propósito de bendición para nosotros, en Sus planes. Y ello implica encontrar personalmente con El, implica invertir tiempo en nuestra relación intima con Él.
En Jn 3:1-10, en la historia del encuentro nocturno entre Nicodemo y Jesús, podemos ver varias situaciones importantes en esa historia que nos ayudan a entender nuestro tema de hoy:
Nicodemo quería tener un encuentro en sus términos con Jesús, no un encuentro en los términos de Jesús. Hoy queremos tener un encuentro con Jesús pero en nuestros propios términos y condiciones, no en los términos y condiciones de Dios. Fabricamos, incluso en la iglesia evangélica, un Dios a la medida de nuestras conveniencias y condiciones, un Dios de domingo, no un Dios de toda la semana, de todos los días, de todas las horas y minutos al que necesitamos rendirnos totalmente, y no ajustarlo a nuestra agenda. No un Dios que sea el Señor de nuestras vidas, que El las posea completamente, que El las dirija completamente, que estén dedicadas a agradarlo a El completamente.
También ese pasaje nos enseña que la vida en Cristo es más que salvación y perdón de pecados (nacer de nuevo y ver el Reino de Dios). Es nacer del Agua y del Espíritu, de la Palabra y del Espíritu, es la renovación de nuestra mente y morir a nosotros mismos para vivir plenamente para Dios y de esa manera entrar en el Reino (arrebatarlo) y Su justicia, de tal manera que todas las añadiduras, la plenitud de la vida en El, de sus planes y propósitos se realice en nosotros y vivamos en bendición, prosperidad integral, abundancia de bien, abundancia de gozo, abundancia del fruto y del poder del Espíritu.
Pero entrar en el Reino requiere de tiempo de calidad pasado con el Señor, Su Espíritu y Su Palabra, tiempos de comunión, intimidad, espera, que no es posible alcanzar con nuestra actitud de hoy, dedicando unas dos o tres horas semanales a Dios pero infinidad de horas a la televisión y a la diversión.
¿A cuantos les gusta el café, o un buen refresco, o una Coca-Cola bien fría? ¿Cómo se los toma? ¿De un solo trago o poco a poco, disfrutándolos trago a trago? Así deberíamos disfrutarnos la relación con Dios, pero resulta que esa relación en lugar de tomarnos el tiempo para ella y disfrutarla, si le buscamos, lo hacemos a la carrera, rápidamente, como un cumplimiento de tareas y tiempos, en lugar de un tiempo de disfrute, de diálogo y recreación, un tiempo a la carrera para plantear nuestras peticiones y necesidades y nada más, sin escuchar lo que Dios tenga que decirnos, Sus peticiones, Sus instrucciones, Sus prevenciones y enseñanzas, Sus demandas, etc.
Necesitamos menos diversión o presión de trabajo, y más tiempo de relación con Cristo, de intimidad, de búsqueda de Su presencia. Necesitamos entender un poco menos de las cosas que hacemos en la vida cotidiana y mucho más de las implicaciones del hecho más importante de la vida personal, de la historia humana y de la historia del universo: la Cruz de Cristo.
El día de nuestro encuentro con la Cruz de Cristo es el día más importante de nuestras vidas. Por mucho, es, aunque no lo entendamos así en este momento, el hecho más importante de nuestra vida sobre la tierra, aún más importante que el día que nos casamos, o el día que nacieron nuestros hijos, o el día que nos graduamos, o alcanzamos el más preciado de nuestros sueños.
La Cruz es el lugar más importante de la historia, el momento más tremendo de la historia, el lugar de los intercambios:
De nuestro pecado por su santidad.
De nuestra condenación por nuestra liberación.
De nuestra vieja vida por una vida nueva.
De nuestra vieja naturaleza por la naturaleza divina.
De nuestra enfermedad y pobreza por Su salud y prosperidad.
De las tinieblas en las que vivíamos por Su luz.
De la muerte eterna que nos correspondía por el pago de nuestros pecados por Su vida eterna.
De nuestra maldición por Su bendición.
De nuestra esclavitud al pecado por Su libertad.
Y muchos intercambios más que transforman nuestra vida mucho más que la transformación que se experimenta de la noche al día, del invierno al verano, de la oscuridad a la luz, del calor al frío, etc.
Le invitamos a que esta semana, y no solo esta sino todos los días de nuestra vida, tomemos un tiempo relevante y de calidad para meditar en Sus maravillas para con nosotros que hoy podemos recibir gracias a Su Sangre derramada y Su vida entregada en la Cruz.
El invirtió 34 años de su vida como Dios para hacerse hombre como nosotros, para venir a esta tierra a pagar el precio de nuestros pecados, que no necesitaba invertir, pero quiso hacerlo por amor a nosotros, para cambiar nuestra historia y que pudiéramos vivir una vida eterna con El. Y aún hoy, El está invirtiendo cada minuto de su vida en el cielo en interceder por nosotros (Heb 7:25). Pero nosotros, debido a nuestras “multiples” ocupaciones y diversiones, no podemos invertir un tiempo mínimo diario en El. Eso no puede seguir siendo así. ¡¡¡¡Ya es tiempo que cambiemos eso. El nos está anhelando (Sant 4:5).!!!
04
Abr
2012