Estudio Bíblico

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La gracia es gratuita pero no incondicional (aplican restricciones).



LA GRACIA ES GRATUITA PERO NO INCONDICIONAL (aplican restricciones).



Cristiano según las condiciones de Dios.

Solamente podemos vivir la vida cristiana según las condiciones de Dios.
Podemos expresar los sentimientos correctos respecto a Dios, cantar las canciones correctas, asistir a la iglesia correcta, conocer el vocabulario y la cultura cristiana, pero si no estamos viviendo según las condiciones de Dios, nuestro “cristianismo” no va a funcionar.
Solamente El pone las condiciones (Mat 7:21-23).

Y la verdad de Dios, enseñada en Su Palabra es que solo los discípulos son los que verdaderamente pueden ser llamados cristianos (Hch 11:26, Luc 14:25-33).
Por los versículos anteriores, llegar a ser cristiano y vivir con tal es un proceso y tiene consecuencias, aunque la salvación es gratuita, es decir, no existe ninguna manera por la cual podamos comprarla o ganarla (Efe 2:8-9, Rom 6:23).

Jesús les enseñó esto a las personas (y junto con ellas a nosotros). Luc 14:25-33.
El nunca trato de minimizar el costo de ser discípulos.
Es más, aconsejó a las personas a que consideraran lo que les iba a costar y a responder estando dispuestas a “pagar” lo necesario.
Es solamente sobre esta base, de considerar el costo y estar dispuesto a asumirlo, que podemos llamarnos “cristianos”.
Solo así podremos disfrutar de una relación con Dios que realmente funcione.



El costo.

Recibir la vida eterna es recibir a una persona: Dios.
En virtud de que El es Dios, no ocupará una posición en que no pueda ser Dios y actuar como Dios. Ello implica sacar de nosotros, no solo en fe y en teoría, sino principalmente en la práctica, a cualquier otro dios que hayamos levantado en nuestro corazón.
Un dios es todo factor que motive nuestras actividades, inspire nuestras decisiones y/o determine nuestros valores, que no sea Dios mismo. Por tanto, es necesario rechazar a esos dioses falsos antes que recibir al verdadero Dios.

Ejemplo de dioses falsos (Luc 14:25-33).
• Nosotros mismos, nuestra persona, nuestros gustos, deseos y planes hechos sin considerar a Dios.
• Comodidad, seguridad, bienestar, felicidad.
• Riquezas, propiedades, posiciones, éxito.
• Aceptación, auto-estima, auto-realización, auto-satisfacción.
• Padres, cónyuge, hijos, familia.

¿Cuánto tenemos que entregar para convertirnos en cristianos?
• Todo (Jn 14:33).
• Esto no significa que Jesús nos va a quitar todo, sino que todo lo que ahora tenemos necesita funcionar bajo Su autoridad y estar disponible para el logro de Sus propósitos.
• Sin ello, no puedo ser un discípulo.

Jn 6:60-68. Después de que Jesús les presentó a algunas personas lo que ellas consideraron una “enseñanza dura”, muchas de ellas se apartaron.
Jesús no les dijo que se volvieran, sino que preguntó a los doce que habían quedado, si ellos también querían irse.
Jesús no sentía ninguna presión de que su ministerio produjera resultado numérico de seguidores.
Más bien, su ocupación, su meta, su objetivo, su enfoque, era comunicar la Verdad y cumplir con la responsabilidad que su Padre le había encargado.
Esto de ninguna manera dependía de la forma en que las personas respondieran.
El amó mucho a las personas, más que los resultados. Las amó tanto como para ser completamente honestas con ellas.

Una de las características interesantes del ministerio de Jesús es que estadísticamente no parecía muy efectivo.
Esto no era por falta de oportunidades o porque no hablara con muchas personas. En una ocasión le habló a cinco mil hombres, además de las mujeres y los niños y los alimentó milagrosamente. A donde quiera que iba le seguían grandes multitudes para oírle y presenciar los milagros que hacía. Le traían enfermos y moribundos y los sanaba (Mat 8:16).
La aparente incongruencia entre esto y los resultados se debió a un factor que la misma Palabra nos aclara como la causa de que lo crucificaran: La reacción del pueblo fue que no querían que El reinara sobre ellos (Luc 19:14). La demanda de reconocerlo como un rey fue la que causo la deserción. Las personas querían acercarse a Jesús para recibir los beneficios que creían que les iba a dar, pero no querían tomar la decisión de que fuera el Señor en sus vidas, que era lo que realmente necesitaban decidir.



Entrega total al Señorío de Cristo.

La vida cristiana empieza con una entrega total al Señorío de Cristo (Rom 10:8-10, Rom 14:9, 2 Cor 5:15).
Hay personas que quieren a Cristo en sus vidas como Salvador, pero no como el Señor; como siervo, como maestro, como respuesta a sus problemas, como medio para alcanzar sus aspiraciones, pero no como Señor, como Quién les dice lo que tienen que hacer.
Sin embargo, la Salvación es un resultado del Señorío, y no algo independiente de él.

Hch 2:36 nos enseña que Jesús ES el SEÑOR, no porque nosotros lo hayamos hecho Señor sino porque Dios lo ha hecho Señor.
El resultado de Su vida, Su obra, Su muerte, Su resurrección y Su exaltación a la diestra de Dios es que ha sido hecho Señor.
Y es como Señor que necesitamos relacionarnos con El.
De tal manera que el único asunto de importancia en cuanto a nuestra relación con El es si estamos dispuestos a someternos a Su autoridad o no (Mat 6:33).

Fil 2:9-11 nos enseña que toda la historia va a terminar a los pies de Jesucristo y todos tendremos que responder ante El.
Todas las personas, todas las rodillas y todas las lenguas tendrán que reconocer que Cristo ES el SEÑOR.
El tema es cuando: o lo hacemos ya, y con ello obtenemos la vida eterna, o lo tendremos que hacer delante de El en el juicio del Gran Trono Blanco cuando ya sea muy tarde y solo nos quede el tormento eterno.
Puede que nos rehusemos a someternos a la autoridad de Jesucristo, pero de todos modos quedamos sujetos a El, junto con toda la humanidad y toda la creación.

Una persona necesita convertirse en cristiano, someterse al Señorío de Cristo, no porque tenga necesidades en su vida, sino porque Jesucristo es verdadero y El es Señor.
El asunto no es hacer Señor a Cristo, sino someternos a El como el Señor que es.




Conocimiento y actitud.

Reconocer a Cristo es tener una actitud correcta hacia El.
Aceptar Su derecho exclusivo de gobernar nuestras vidas y apartarnos para El, con el deseo y el compromiso de que Sus propósitos, Sus planes y Sus placeres puedan llegar a ser las ocupaciones nuestras.
Otorgarle el derecho exclusivo de ser la autoridad sobre nuestras vidas sobre todas las cosas (ya sean las buenas o las malas).
Lo anterior no implica que no habrá tensiones, malentendidos, luchas, fracasos, tentaciones y pecados.
Habrá momentos cuando será necesario pedir perdón y derribar las barrares (1 Jn 1:8) pero el compromiso y la relación seguirán siendo las mismas.



Las consecuencias de seguir a Cristo.

La salvación es por gracia, no nos cuesta nada a nosotros, pero tiene consecuencias muy relevantes.

Jn 14:25-33. Jesús nunca lo hizo fácil para que la gente lo siguiera. El les explicó bien las consecuencias del discipulado a todas las personas que se mostraban interesadas en seguirlo.

Jn 6:60-69. Después de haber presentado lo que algunas personas consideraron una “enseñanza dura”, muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no anduvieron con El. Jesús no les dijo que se volvieran, sino que les preguntó a los que se quedaron con El si no se iban a ir también ellos, lo que es un indicador de que Jesús no sentía ningún tipo de presión por presentar resultados numéricos, aunque estaba interesado en las multitudes. Más bien El quería presentar la Verdad y cumplir con la responsabilidad que el Padre le había asignado de presentarla.

Aún cuando Jesús le presentó el Evangelio a multitudes, alimentó a multitudes, sanó y liberó a muchos, las personas no respondieron adecuadamente al Evangelio. ¿Por qué? La respuesta se encuentra en la parábola de las diez minas, especialmente en Luc 19.14: las personas buscaban los beneficios que Jesús podía darles, pero no querían que El fuera rey sobre ellos, lo que se evidencia también en la protesta airada que los del Sanedrín pusieron con Herodes cuando esté ordenó que en la parte superior de la Cruz de Cristo se pusiera en tres idiomas: “Jesús, rey de los judíos” (Jn 19:19-22).

Así como en aquel tiempo, también hoy las personas son capaces de acercarse a Cristo para recibir Sus beneficios, pero cuando tienen que decidir reconocerlo como Rey absoluto de sus vidas, allí comienzan los problemas. Y ese es precisamente el meollo del asunto que separa a los discípulos de los simpatizantes (Mat 6:33, Luc 6:46, Mat 6:10).



29 Oct 2012