El Espíritu Santo en nosotros (2).
El Espíritu Santo en nosotros.
“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” (Hch 1:8)
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” (Rom 8:9-14)
El Espíritu Santo viene a nosotros no para simplemente habitar, sino para producir la vida de Cristo en nosotros (Hch 19:2, Rom 8:16, 1 Jn 3:24, 1 Jn 4:3, Rom 8:9, Jn 7:38). Sabemos que somos cristianos por el Espíritu Santo que mora en nosotros. No es el ser cristianos lo que nos da el derecho de tener el Espíritu Santo (por cierto, no es un derecho tenerlo sino una necesidad), sino que es el tener al Espíritu Santo lo que nos da el derecho de ser cristianos.
La prueba de la presencia del Espíritu Santo en nosotros.
Tres características que debemos esperar que se hallen en una persona en la que habita el Espíritu Santo y le ha dado la libertad de operar en su vida:
o Hambre de conocer a Jesucristo.
o Hambre de ser como Jesucristo.
o Hambre de servir a Jesucristo.
o Aborrecer el pecado.
Hambre = necesitarlo y anhelarlo.
Hambre de conocer a Jesucristo.
“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Jn 16:13-14)
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.” (Jn 15:26)
Las tareas del Espíritu Santo para con nosotros son, entre otras:
• Revelarnos a Cristo (1 Cor 12:3).
• Recordarnos todo lo que Cristo ha dicho (Jn 14:26).
• Testificar acerca de Cristo (Jn 15:26).
• Glorificar a Cristo (Jn 16:14).
• Tomar lo que es de Cristo y hacérnoslo conocer (Jn 16:15).
Derivado de lo anterior, Jesucristo deja de resultarnos alguien lejano y místico, y se convierte en alguien muy atractivo. Entonces, podemos concluir que donde no hay un hambre de Cristo y el anhelo de una buena y más profunda relación con El, lo más probable es que esté ausente el Espíritu Santo o esté apagado o contristado (entristecido). Entonces también, desear conocerle mejor es una expresión de la vida del Espíritu dentro de nosotros.
El anhelo de conocerle mejor implica un apetito por la Biblia que es la revelación suprema de El (Jn 5:39-40). Estudiar las Escrituras solo por la satisfacción de conocerlas no ayuda en absolutamente nada. El propósito de estudiarlas es hallar a Cristo porque son la revelación de El. La Biblia solo tiene sentido a la luz de Jesucristo.
El amor al Señor Jesucristo siempre nos llevará a Su Palabra para que por medio de ella pueda haber una revelación de la Palabra Viva, el Señor Jesús.
Hambre de ser como Jesucristo.
“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.” (Jn 14:15-17)
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Jn 14:26)
La persona que tiene al Espíritu Santo morando en ella no solo va a experimentar hambre de conocer a Jesucristo sino también de ser como El, de experimentar el fruto del Espíritu (el carácter de Cristo, Gal 5:22-23). Este cambio de carácter se manifiesta de tres maneras:
• Un cambio de actitud hacia las otras personas.
➢ Amor, benignidad, bondad, fidelidad y humildad (Jn 13:35, 1 Jn 4:16, Fil 2:3-4, Mat 5:46-47): un cambio de actitud hacia aquellos con los que por naturaleza no nos llevamos bien.
• Un cambio de actitud hacia nuestras circunstancias. Cada uno de nosotros somos vulnerables a circunstancias que nos afectan. Dios nunca nos prometió que no viviríamos circunstancias que nos afectaran pero si nos prometió que por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, tendríamos una nueva actitud hacia ellas.
➢ Gozo: confianza en Dios por encima de las circunstancias, en su suficiencia (Fil 4.4, Neh 8:10).
➢ Paz: saber que estamos en más grandes y poderosas que las de las circunstancias (Fil 4:6-7).
➢ Paciencia: ver más allá del presente y esperar Su manifestación (Rom 5:3).
• Un cambio de actitud haca nosotros mismos.
➢ Dominio propio: el poder de controlarnos a nosotros mismos (Prov 25:28). El Espíritu Santo crea en nosotros un deseo y nos da el poder para ello, pero esto no excluye la necesidad de la disciplina en todas las áreas de nuestra vida (2 Ped 1:3-7).
• Parte de la obra del Espíritu Santo en nosotros es crear un hambre de ser como Cristo, para que las características que lo hicieron tan atractivo para las personas durante su ministerio terrenal, sean visibles en este tiempo a través de nuestras vidas.
• Notemos que la Palabra les llama el fruto del Espíritu y no las flores del Espíritu. Esto implica que no son para adorno ni para contemplación, sino para que otros se beneficien de ellos, para que otros “coman” de ellos y se beneficien de ellos.
Hambre de servir a Jesucristo.
El Espíritu Santo viene a nosotros para fluir a través de nosotros (Jn 7:37-39). El Espíritu Santo nos es dado en nuestras vidas como río para que pase a través de nosotros, de tal manera que podamos ser una bendición para el enriquecimiento de las vidas de otros. Buscar primeramente nuestro bien no tiene nada que ver con la vida cristiana ni con la obra del Espíritu Santo en nosotros.
El Espíritu Santo está en nuestra vida para que tengamos un nuevo deseo y poder para servir (Luc 4:18-19): los dones (1 Ped 4.10).
• Son habilidades valiosas para la edificación y crecimiento de la Iglesia, no nuestro.
• Son dados como herramientas para servir al Señor Jesucristo efectivamente, no para servirnos a nosotros.
• Por ello, es un error centrarnos solamente en los dones; más bien necesitamos centrarnos en el servicio.
• Servir efectivamente dondequiera que podamos y hacer lo que Dios nos ha dado para hacer.
• Descubrir prácticamente como ser útiles y para qué.
• Anhelar unirnos al programa de Dios y adelantar Su obra.
Aborrecer el pecado.
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Jn 16:7-8)
El Espíritu Santo es el que nos convence de pecado, de justicia y de juicio.
El Espíritu Santo es santo; necesariamente aborrece el pecado, todo lo que enturbia la imagen de Cristo en nosotros.
S el pecado no nos duele, si el pecado en cualquiera de sus manifestaciones, no nos causa malestar, es probable que el Espíritu Santo esté contristado, que hayamos endurecido nuestro corazón, o lo que es peor aún, que no seamos salvos.
“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” (Hch 1:8)
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” (Rom 8:9-14)
El Espíritu Santo viene a nosotros no para simplemente habitar, sino para producir la vida de Cristo en nosotros (Hch 19:2, Rom 8:16, 1 Jn 3:24, 1 Jn 4:3, Rom 8:9, Jn 7:38). Sabemos que somos cristianos por el Espíritu Santo que mora en nosotros. No es el ser cristianos lo que nos da el derecho de tener el Espíritu Santo (por cierto, no es un derecho tenerlo sino una necesidad), sino que es el tener al Espíritu Santo lo que nos da el derecho de ser cristianos.
La prueba de la presencia del Espíritu Santo en nosotros.
Tres características que debemos esperar que se hallen en una persona en la que habita el Espíritu Santo y le ha dado la libertad de operar en su vida:
o Hambre de conocer a Jesucristo.
o Hambre de ser como Jesucristo.
o Hambre de servir a Jesucristo.
o Aborrecer el pecado.
Hambre = necesitarlo y anhelarlo.
Hambre de conocer a Jesucristo.
“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Jn 16:13-14)
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.” (Jn 15:26)
Las tareas del Espíritu Santo para con nosotros son, entre otras:
• Revelarnos a Cristo (1 Cor 12:3).
• Recordarnos todo lo que Cristo ha dicho (Jn 14:26).
• Testificar acerca de Cristo (Jn 15:26).
• Glorificar a Cristo (Jn 16:14).
• Tomar lo que es de Cristo y hacérnoslo conocer (Jn 16:15).
Derivado de lo anterior, Jesucristo deja de resultarnos alguien lejano y místico, y se convierte en alguien muy atractivo. Entonces, podemos concluir que donde no hay un hambre de Cristo y el anhelo de una buena y más profunda relación con El, lo más probable es que esté ausente el Espíritu Santo o esté apagado o contristado (entristecido). Entonces también, desear conocerle mejor es una expresión de la vida del Espíritu dentro de nosotros.
El anhelo de conocerle mejor implica un apetito por la Biblia que es la revelación suprema de El (Jn 5:39-40). Estudiar las Escrituras solo por la satisfacción de conocerlas no ayuda en absolutamente nada. El propósito de estudiarlas es hallar a Cristo porque son la revelación de El. La Biblia solo tiene sentido a la luz de Jesucristo.
El amor al Señor Jesucristo siempre nos llevará a Su Palabra para que por medio de ella pueda haber una revelación de la Palabra Viva, el Señor Jesús.
Hambre de ser como Jesucristo.
“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.” (Jn 14:15-17)
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Jn 14:26)
La persona que tiene al Espíritu Santo morando en ella no solo va a experimentar hambre de conocer a Jesucristo sino también de ser como El, de experimentar el fruto del Espíritu (el carácter de Cristo, Gal 5:22-23). Este cambio de carácter se manifiesta de tres maneras:
• Un cambio de actitud hacia las otras personas.
➢ Amor, benignidad, bondad, fidelidad y humildad (Jn 13:35, 1 Jn 4:16, Fil 2:3-4, Mat 5:46-47): un cambio de actitud hacia aquellos con los que por naturaleza no nos llevamos bien.
• Un cambio de actitud hacia nuestras circunstancias. Cada uno de nosotros somos vulnerables a circunstancias que nos afectan. Dios nunca nos prometió que no viviríamos circunstancias que nos afectaran pero si nos prometió que por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, tendríamos una nueva actitud hacia ellas.
➢ Gozo: confianza en Dios por encima de las circunstancias, en su suficiencia (Fil 4.4, Neh 8:10).
➢ Paz: saber que estamos en más grandes y poderosas que las de las circunstancias (Fil 4:6-7).
➢ Paciencia: ver más allá del presente y esperar Su manifestación (Rom 5:3).
• Un cambio de actitud haca nosotros mismos.
➢ Dominio propio: el poder de controlarnos a nosotros mismos (Prov 25:28). El Espíritu Santo crea en nosotros un deseo y nos da el poder para ello, pero esto no excluye la necesidad de la disciplina en todas las áreas de nuestra vida (2 Ped 1:3-7).
• Parte de la obra del Espíritu Santo en nosotros es crear un hambre de ser como Cristo, para que las características que lo hicieron tan atractivo para las personas durante su ministerio terrenal, sean visibles en este tiempo a través de nuestras vidas.
• Notemos que la Palabra les llama el fruto del Espíritu y no las flores del Espíritu. Esto implica que no son para adorno ni para contemplación, sino para que otros se beneficien de ellos, para que otros “coman” de ellos y se beneficien de ellos.
Hambre de servir a Jesucristo.
El Espíritu Santo viene a nosotros para fluir a través de nosotros (Jn 7:37-39). El Espíritu Santo nos es dado en nuestras vidas como río para que pase a través de nosotros, de tal manera que podamos ser una bendición para el enriquecimiento de las vidas de otros. Buscar primeramente nuestro bien no tiene nada que ver con la vida cristiana ni con la obra del Espíritu Santo en nosotros.
El Espíritu Santo está en nuestra vida para que tengamos un nuevo deseo y poder para servir (Luc 4:18-19): los dones (1 Ped 4.10).
• Son habilidades valiosas para la edificación y crecimiento de la Iglesia, no nuestro.
• Son dados como herramientas para servir al Señor Jesucristo efectivamente, no para servirnos a nosotros.
• Por ello, es un error centrarnos solamente en los dones; más bien necesitamos centrarnos en el servicio.
• Servir efectivamente dondequiera que podamos y hacer lo que Dios nos ha dado para hacer.
• Descubrir prácticamente como ser útiles y para qué.
• Anhelar unirnos al programa de Dios y adelantar Su obra.
Aborrecer el pecado.
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Jn 16:7-8)
El Espíritu Santo es el que nos convence de pecado, de justicia y de juicio.
El Espíritu Santo es santo; necesariamente aborrece el pecado, todo lo que enturbia la imagen de Cristo en nosotros.
S el pecado no nos duele, si el pecado en cualquiera de sus manifestaciones, no nos causa malestar, es probable que el Espíritu Santo esté contristado, que hayamos endurecido nuestro corazón, o lo que es peor aún, que no seamos salvos.
27
Nov
2012