El amor del Padre.
El Amor del Padre.
Introducción.
Para poder entender el Amor del Padre, necesitamos en esta ocasión situarnos como hijos no como padres.
En el principio Dios creo el Edén y puso al hombre y a la mujer allí para tener comunión con ellos.
Dios era su padre, los creó a Su imagen y semejanza y les dio una identidad y un propósito y vio que esto era bueno en gran manera.
Para que supiéramos cual es nuestra identidad y propósito envió unos mensajeros a los que llamó “padres”, cuyo objetivo era transmitir Su mensaje a la humanidad (Deut 6:1-10).
La caída.
Pero al caer Adán y Eva el diablo vio la oportunidad, entre muchas otras cosas, para torcer el mensaje que Dios quería trasmitir usando a los mismos mensajeros o sea los mismos padres para torcer este mensaje y destruir el mensaje original de Dios.
Pero el Padre envió a nuestro Señor Jesucristo para rescatar lo que se había perdido, y entre ello, la noción de Dios como Padre.
Cuando vamos a hacer un pastel este lleva ingredientes, por ejemplo, la Magdalena.
Nuestras vidas son como un pastel, en el que nuestros padres debían aportar, de parte de Dios, los ingredientes para que tengamos plenitud.
El sexo: niño o niña.
Un apellido.
Una identidad, un propósito, una visión, una habilitación para que les vaya bien en la vida.
Pero por causa de la caída, los padres puede que no aporten algunos de esos ingredientes fundamentales, o ninguno. Por ello, algunos de nosotros andamos por el mundo con una identidad y/o un propósito falso:
Hija o hijo de un alcohólico.
Hijo o hijo de un ladrón o de un estafador.
Y cuando venimos al Señor, nuestro Padre, es muy posible que lo veamos como nuestro padre terrenal: que nos provocó frustración, una falsa identidad, que nos tenía una actitud negativa, etc. Al darnos una identidad y un propósito y una relación falsa, eso mismo, por el efecto de la caída y la influencia del diablo sobre los sistemas del mundo que nos educaron, se nos dificulta confiar en Dios como el Padre perfecto.
Todos tenemos un papa pero no todos tenemos un "papi".
Cuando somos niños vemos a nuestros padres perfectos, casi como super-hombres.
Pero cuando comenzamos a crecer, comenzamos a ver fallas en nuestros padres. Y en muchos casos, nos fallan en lo personal.
Y así vamos por la vida y al crecer decimos no voy a ser como mis padres y entonces caemos en el juicio por que la palabra de Dios dice claramente que con el juicio que juzgamos seremos juzgados y con la medida que medimos seremos medidos, y un poco más.
Y cuando venimos al Señor, creemos, en el fondo de nuestro corazón, que El va a ser igual que nuestros padres terrenales.
Sin embargo, en la realidad, Dios no nos va a fallar nunca, no nos va a abandonar, no nos va a tratar mal.
¿Donde estaba tu papa mientras crecías?
A un hijo no le importa lo que digan los demás pero generalmente no podrá olvidar lo que dijeron sus padres terrenales.
Hay padres que han dicho sobre sus hijos palabras de estímulo, de aliento. Pero también, muchas veces nuestros padres nos dijeron que no servíamos para nada, que éramos tontos, y otras muchas palabras dolorosas.
Muchas niñas idealizaron a sus padres y en cierta etapa de sus vidas hasta querían ser su novia o casarse con el. Pero para algunas, eso fue aprovechado por algunos padres para rechazarlas, para aprovecharse de ellas y hasta abusaron de ellas.
Algunos otros tuvieron un padre alcohólico o ausente o que sólo proveían, que no cuidaron de ellos o ellas y no les enseñó responsabilidad y cuidado. O con hogares destruidos por la separación de los padres o el padre se fue y nunca regreso.
Y hombres y mujeres quedamos con vacíos que llevamos al matrimonio pretendiendo que la pareja llene esos vacíos y con las manos extendidas como un imán que atrae lo semejante pretendemos que un hombre o mujer llenen lo que sólo nuestro Padre celestial puede llenar por que Él es el único perfecto .
Esta es nuestra nueva identidad en Cristo.
No importa de donde venimos. El paralítico es un buen ejemplo Jesús le hablo y le dijo “hijo”, ya no paralítico. Estableció una relación, una identidad. Antes de perdonar sus pecados y sanarlo le llamó hijo. Eso hace Dios con nosotros, no nos llama por nuestros problemas nos da nombre: “hijo” o “hija”, pero además nos dio un apellido: “de Dios”. El lo decreta para nosotros: “YO PUBLICARA EL DECRETO MI HIJO ERES TU Y YO TE ENGENDRE HOY.” (Sal 2:7).
DECRETAR : es alguien que tiene autoridad para dar una orden
Pero no solo identidad, también una nueva y mucho mejor relación.
No importa como fue nuestro padre terrenal.
El Padre Celestial es perfecto solo Él nos llena a plenitud
Nuestro Padre nos da Su armadura, para protegernos, para guardarnos. El cuida de nosotros. El corre a nosotros, sana nuestras heridas, quita las cosas que nos están molestando, cubre nuestra desnudez.
El nos da un nuevo hogar en el cielo: ninguno de nosotros ha llegado todavía a casa. Pero en esta vida tenemos su regazo para refugiarnos en Él como el lugar de seguridad, protección.
Sanando nuestras heridas.
No importa el padre terrenal que nos tocó, haya sido bueno o malo. No importa que a algunos nos hubieran fallado o abandonado. En cualquier caso, no podemos juzgarlos. Nos dieron lo poco o mucho que tenían, lo mejor que tenían (lo que ellos hicieron o dejaron de hacer fue lo que ellos recibieron, lo que su historia hizo de ellos, muchos de los cuales ni siquiera tuvieron la oportunidad de conocer al Señor ni siquiera de oídas). Por ello la actitud que Dios nos pide de nosotros hacia ellos está indicada por el Señor en Efe 6:1-2:
1) Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa (independientemente de como hubieran sido: buenos, regulares o malos).
2) Para que nos vaya bien y tengamos larga vida sobre la tierra.
Necesitamos perdonar y soltar la o las heridas (Col 3:12-15): “Vestíos pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad , de mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros sí alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdono, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.”
Introducción.
Para poder entender el Amor del Padre, necesitamos en esta ocasión situarnos como hijos no como padres.
En el principio Dios creo el Edén y puso al hombre y a la mujer allí para tener comunión con ellos.
Dios era su padre, los creó a Su imagen y semejanza y les dio una identidad y un propósito y vio que esto era bueno en gran manera.
Para que supiéramos cual es nuestra identidad y propósito envió unos mensajeros a los que llamó “padres”, cuyo objetivo era transmitir Su mensaje a la humanidad (Deut 6:1-10).
La caída.
Pero al caer Adán y Eva el diablo vio la oportunidad, entre muchas otras cosas, para torcer el mensaje que Dios quería trasmitir usando a los mismos mensajeros o sea los mismos padres para torcer este mensaje y destruir el mensaje original de Dios.
Pero el Padre envió a nuestro Señor Jesucristo para rescatar lo que se había perdido, y entre ello, la noción de Dios como Padre.
Cuando vamos a hacer un pastel este lleva ingredientes, por ejemplo, la Magdalena.
Nuestras vidas son como un pastel, en el que nuestros padres debían aportar, de parte de Dios, los ingredientes para que tengamos plenitud.
El sexo: niño o niña.
Un apellido.
Una identidad, un propósito, una visión, una habilitación para que les vaya bien en la vida.
Pero por causa de la caída, los padres puede que no aporten algunos de esos ingredientes fundamentales, o ninguno. Por ello, algunos de nosotros andamos por el mundo con una identidad y/o un propósito falso:
Hija o hijo de un alcohólico.
Hijo o hijo de un ladrón o de un estafador.
Y cuando venimos al Señor, nuestro Padre, es muy posible que lo veamos como nuestro padre terrenal: que nos provocó frustración, una falsa identidad, que nos tenía una actitud negativa, etc. Al darnos una identidad y un propósito y una relación falsa, eso mismo, por el efecto de la caída y la influencia del diablo sobre los sistemas del mundo que nos educaron, se nos dificulta confiar en Dios como el Padre perfecto.
Todos tenemos un papa pero no todos tenemos un "papi".
Cuando somos niños vemos a nuestros padres perfectos, casi como super-hombres.
Pero cuando comenzamos a crecer, comenzamos a ver fallas en nuestros padres. Y en muchos casos, nos fallan en lo personal.
Y así vamos por la vida y al crecer decimos no voy a ser como mis padres y entonces caemos en el juicio por que la palabra de Dios dice claramente que con el juicio que juzgamos seremos juzgados y con la medida que medimos seremos medidos, y un poco más.
Y cuando venimos al Señor, creemos, en el fondo de nuestro corazón, que El va a ser igual que nuestros padres terrenales.
Sin embargo, en la realidad, Dios no nos va a fallar nunca, no nos va a abandonar, no nos va a tratar mal.
¿Donde estaba tu papa mientras crecías?
A un hijo no le importa lo que digan los demás pero generalmente no podrá olvidar lo que dijeron sus padres terrenales.
Hay padres que han dicho sobre sus hijos palabras de estímulo, de aliento. Pero también, muchas veces nuestros padres nos dijeron que no servíamos para nada, que éramos tontos, y otras muchas palabras dolorosas.
Muchas niñas idealizaron a sus padres y en cierta etapa de sus vidas hasta querían ser su novia o casarse con el. Pero para algunas, eso fue aprovechado por algunos padres para rechazarlas, para aprovecharse de ellas y hasta abusaron de ellas.
Algunos otros tuvieron un padre alcohólico o ausente o que sólo proveían, que no cuidaron de ellos o ellas y no les enseñó responsabilidad y cuidado. O con hogares destruidos por la separación de los padres o el padre se fue y nunca regreso.
Y hombres y mujeres quedamos con vacíos que llevamos al matrimonio pretendiendo que la pareja llene esos vacíos y con las manos extendidas como un imán que atrae lo semejante pretendemos que un hombre o mujer llenen lo que sólo nuestro Padre celestial puede llenar por que Él es el único perfecto .
Esta es nuestra nueva identidad en Cristo.
No importa de donde venimos. El paralítico es un buen ejemplo Jesús le hablo y le dijo “hijo”, ya no paralítico. Estableció una relación, una identidad. Antes de perdonar sus pecados y sanarlo le llamó hijo. Eso hace Dios con nosotros, no nos llama por nuestros problemas nos da nombre: “hijo” o “hija”, pero además nos dio un apellido: “de Dios”. El lo decreta para nosotros: “YO PUBLICARA EL DECRETO MI HIJO ERES TU Y YO TE ENGENDRE HOY.” (Sal 2:7).
DECRETAR : es alguien que tiene autoridad para dar una orden
Pero no solo identidad, también una nueva y mucho mejor relación.
No importa como fue nuestro padre terrenal.
El Padre Celestial es perfecto solo Él nos llena a plenitud
Nuestro Padre nos da Su armadura, para protegernos, para guardarnos. El cuida de nosotros. El corre a nosotros, sana nuestras heridas, quita las cosas que nos están molestando, cubre nuestra desnudez.
El nos da un nuevo hogar en el cielo: ninguno de nosotros ha llegado todavía a casa. Pero en esta vida tenemos su regazo para refugiarnos en Él como el lugar de seguridad, protección.
Sanando nuestras heridas.
No importa el padre terrenal que nos tocó, haya sido bueno o malo. No importa que a algunos nos hubieran fallado o abandonado. En cualquier caso, no podemos juzgarlos. Nos dieron lo poco o mucho que tenían, lo mejor que tenían (lo que ellos hicieron o dejaron de hacer fue lo que ellos recibieron, lo que su historia hizo de ellos, muchos de los cuales ni siquiera tuvieron la oportunidad de conocer al Señor ni siquiera de oídas). Por ello la actitud que Dios nos pide de nosotros hacia ellos está indicada por el Señor en Efe 6:1-2:
1) Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa (independientemente de como hubieran sido: buenos, regulares o malos).
2) Para que nos vaya bien y tengamos larga vida sobre la tierra.
Necesitamos perdonar y soltar la o las heridas (Col 3:12-15): “Vestíos pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad , de mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros sí alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdono, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.”
26
Abr
2013