Preparándonos para el mejor tiempo.
PREPARÁNDONOS PARA EL MEJOR TIEMPO.
Hab 1:2-9.
“Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada. Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová. Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos.”
Introducción.
En este pasaje, como en muchos otros de las Escrituras, el Señor nos ilustra claramente una cuestión: amarle a El, ser de El, tenerlo a El como nuestro Dios, ser hijos o hijas de Dios implica ponerlo a El en el primer lugar sobre todas nuestras otras prioridades. No es un asunto sobre el cual nosotros tengamos que decidir: El como Dios lo decidió y a nosotros nos queda obedecerle o desobedecerle (Deut 30:19-20) y esa decisión va a implicar consecuencias. Tal como lo leemos en el pasaje de Hab 1:2-9.
Esto es importante para nosotros hoy por cuanto muchas personas creen que por el solo hecho de estar asistiendo con alguna regularidad a una iglesia cristiana los días domingo o con pensar que ya son salvos y/o hijos de Dios, van a experimentar la plenitud de la vida cristiana y el cumplimiento pleno de las promesas de Dios, lo cual resulta equivocado.
Poniendo en orden nuestras prioridades: viviendo para el Señor.
En este pasaje Dios le está haciendo al pueblo de Israel un reclamo: que estaban más interesados en sus propias prioridades que en las de Dios.
• “Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada” (vrs 2)....
• Dios les dijo: “¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta?” (vrs 5)...
• “Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa.” (vrs 9).
Su prioridad eran sus casas, no la casa de Dios, sus prioridades eran sus propias cosas, no las prioridades de Dios. Y la Palabra nos enseña que como hijos e hijas de El, solamente El puede tener la máxima prioridad en nuestras vidas:
• Mat 6:24. “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”
• Mat 22:36-38. “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento.”
• Rom 14:7-9. “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.
Consecuencias de las prioridades desordenadas.
Al no tener al Señor en el primer lugar de nuestras prioridades, al no vivir para El, aunque creamos en El, eso, en primer lugar, constituye idolatría, porque otra cosa que no es Dios es la que toma el primer lugar en nuestras vidas y es la que dirige nuestras decisiones y acciones. Por ejemplo, si yo pongo al dinero en primer lugar, antes que a Dios, el dinero se convierte en mi dios, y si no lo es el dinero lo puede ser la familia, la diversión, el trabajo, el ministerio, el prestigio, la seguridad, la comodidad, etc.
Y la idolatría no produce fruto, más bien, lo seca, lo arruina, determina esterilidad en nuestras vidas.
• Jer 17:5-6. “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.”
Por el contrario, cuando ponemos al Señor en nuestro corazón, el se encargará de que nuestra cosecha, bendición y fruto sea abundante.
• Jer 17:7-8. “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.”
El problema para nosotros es que el ídolo más importante que necesitamos derribar en nuestros corazones es también el ídolo más resistente a salir: el yo:
• Jer 17:9. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
El corazón de los israelitas, en el pasaje de Hag 1:2.9 ciertamente estaba bien engañado. Según ellos estaban creyendo, sirviendo y siguiendo al Señor, y hasta habían argumentado de acuerdo a su propio corazón engañoso, que no poner al Señor como prioridad en sus actividades y en su vida era porque no había llegado el tiempo de ello, sino que era el tiempo de que Dios les bendijera a ellos, sus planes, sus casas, sus prioridades. Sin embargo el Señor los reprende y les cuestiona ese argumento porque era un argumento falso y engañoso que encubría su propio pecado y no los dejaba avanzar en el propósito de Dios.
Como consecuencia de que, aún cuando habían reconocido que Dios era su Dios, no habían puesto a Dios en primer lugar en su vida y en sus prioridades, aún cuando hacían muchas cosas correctas, no tenían bendición en sus vidas:
• “Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto” (vrs 6)...
• “Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo”(vrs 9)....
• “Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros ya lluvia, y la tierra detuvo sus frutos.” (vrs 10).
¿Es aplicable este pasaje hoy?
Por supuesto que sí, y muy aplicable. Por muchas y diversas razones, en la Iglesia del Señor Jesucristo de este tiempo, muchos están viviendo en la misma situación. Están buscando a Dios por lo que Dios puede hacer por ellos, por sus vidas, por sus situaciones, por sus casas, por sus trabajos, por su prosperidad, por su éxito, por su posicionamiento personal, pero están haciendo muy poco para cumplir la Voluntad de Dios, el propósito de Dios para sus vidas. Están detrás de su propio bienestar, del desarrollo de su reino personal en lugar de el desarrollo del Reino de Dios.
Ese no es el propósito de Dios para nuestras vidas. El propósito de El es que nuestra vida vaya cada día en aumento (Prov 4:18) y que se realicen en nuestras vidas Sus planes de bien para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29.11), pero para ello, como Dios no cambia (Mal 3:6), necesitamos cumplir, obedecer, poner por obra, Su Palabra. Hoy la gran mayoría de las oraciones que hacemos son oraciones centradas en nosotros: “haceme, poneme, quitame, traeme, bendecime, prosperame, dame éxito, etc., y demasiado pocas de nuestras oraciones son: ¿qué quieres tú que yo haga?
Ese es parte del problema de por qué la unidad de la Iglesia es tan frágil y avanza tan lentamente. Porque cada uno de nosotros estamos enfocados en nosotros mismos, en construir nuestros propios reinos, cumplir nuestros propios planes, realizar nuestras propias agendas en lugar de enfocarnos en la construcción y el avance del Reino de Dios, de Sus planes, de Su agenda.
¿Qué hacer?
Para resolver esta situación es que la Palabra constantemente por exhorta a que no seamos solamente asistentes a la iglesia, oídores de la Palabra, sino hacedores de ella, obedientes, que renovemos nuestro pensamiento con ella (Rom 12:2, 3 Jn 2, Sal 1:1-3, Jos 1:8) para que nos vaya bien en todo lo que emprendamos, para que vivamos en la plenitud de vida que Cristo compró para nosotros en la Cruz (Jn 10:10, Efe 1:3), para que podamos vivir en el pleno cumplimiento de las promesas de Dios para nosotros (Deut 28.1-14).
• Sant 1:21-25. “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”
Conclusión.
Que el Señor nos conceda humillarnos delante de El, buscar Su rostro, arrepentirnos de nuestros malos caminos (indiferencia, pasividad, nominalidad, egoísmo, etc.) para que El no solo perdone nuestros pecados y sane nuestra tierra (2 Cro 7:14) sino podamos contemplar Su Gloria prometida para los últimos tiempos:
La gloria de la casa postrera mayor que la de la primera (Hag 2:6-9).
La restauración del Tabernáculo caído de David (Amo 9:11, Hch 15:16).
La restauración de todas las cosas (Hch 3:21).
La lluvia temprana y la lluvia tardía derramada (Ose 6:1-6) en una doble porción de Su Espíritu profético (Mal 4:5-6, Hch 2:17-18) de tal manera que muchos invoquen el Nombre del Señor y sean salvos en el último gran avivamiento de la historia antes del final de este tiempo (Hch 2:19-21).
Los tiempos más gloriosos de la Iglesia de Cristo están por llegar, ya están comenzando a venir, pero esos tiempos solo los van a experimentar en su plenitud aquellos que tengan por basura sus propias vidas, sus propios intereses, para vivir enteramente para Cristo, Sus planes, Su agenda, Sus propósitos. ¡¡¡Que el Señor nos ayude para alcanzarlo!!
Hab 1:2-9.
“Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada. Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová. Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos.”
Introducción.
En este pasaje, como en muchos otros de las Escrituras, el Señor nos ilustra claramente una cuestión: amarle a El, ser de El, tenerlo a El como nuestro Dios, ser hijos o hijas de Dios implica ponerlo a El en el primer lugar sobre todas nuestras otras prioridades. No es un asunto sobre el cual nosotros tengamos que decidir: El como Dios lo decidió y a nosotros nos queda obedecerle o desobedecerle (Deut 30:19-20) y esa decisión va a implicar consecuencias. Tal como lo leemos en el pasaje de Hab 1:2-9.
Esto es importante para nosotros hoy por cuanto muchas personas creen que por el solo hecho de estar asistiendo con alguna regularidad a una iglesia cristiana los días domingo o con pensar que ya son salvos y/o hijos de Dios, van a experimentar la plenitud de la vida cristiana y el cumplimiento pleno de las promesas de Dios, lo cual resulta equivocado.
Poniendo en orden nuestras prioridades: viviendo para el Señor.
En este pasaje Dios le está haciendo al pueblo de Israel un reclamo: que estaban más interesados en sus propias prioridades que en las de Dios.
• “Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada” (vrs 2)....
• Dios les dijo: “¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta?” (vrs 5)...
• “Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa.” (vrs 9).
Su prioridad eran sus casas, no la casa de Dios, sus prioridades eran sus propias cosas, no las prioridades de Dios. Y la Palabra nos enseña que como hijos e hijas de El, solamente El puede tener la máxima prioridad en nuestras vidas:
• Mat 6:24. “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”
• Mat 22:36-38. “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento.”
• Rom 14:7-9. “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.
Consecuencias de las prioridades desordenadas.
Al no tener al Señor en el primer lugar de nuestras prioridades, al no vivir para El, aunque creamos en El, eso, en primer lugar, constituye idolatría, porque otra cosa que no es Dios es la que toma el primer lugar en nuestras vidas y es la que dirige nuestras decisiones y acciones. Por ejemplo, si yo pongo al dinero en primer lugar, antes que a Dios, el dinero se convierte en mi dios, y si no lo es el dinero lo puede ser la familia, la diversión, el trabajo, el ministerio, el prestigio, la seguridad, la comodidad, etc.
Y la idolatría no produce fruto, más bien, lo seca, lo arruina, determina esterilidad en nuestras vidas.
• Jer 17:5-6. “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.”
Por el contrario, cuando ponemos al Señor en nuestro corazón, el se encargará de que nuestra cosecha, bendición y fruto sea abundante.
• Jer 17:7-8. “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.”
El problema para nosotros es que el ídolo más importante que necesitamos derribar en nuestros corazones es también el ídolo más resistente a salir: el yo:
• Jer 17:9. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
El corazón de los israelitas, en el pasaje de Hag 1:2.9 ciertamente estaba bien engañado. Según ellos estaban creyendo, sirviendo y siguiendo al Señor, y hasta habían argumentado de acuerdo a su propio corazón engañoso, que no poner al Señor como prioridad en sus actividades y en su vida era porque no había llegado el tiempo de ello, sino que era el tiempo de que Dios les bendijera a ellos, sus planes, sus casas, sus prioridades. Sin embargo el Señor los reprende y les cuestiona ese argumento porque era un argumento falso y engañoso que encubría su propio pecado y no los dejaba avanzar en el propósito de Dios.
Como consecuencia de que, aún cuando habían reconocido que Dios era su Dios, no habían puesto a Dios en primer lugar en su vida y en sus prioridades, aún cuando hacían muchas cosas correctas, no tenían bendición en sus vidas:
• “Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto” (vrs 6)...
• “Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo”(vrs 9)....
• “Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros ya lluvia, y la tierra detuvo sus frutos.” (vrs 10).
¿Es aplicable este pasaje hoy?
Por supuesto que sí, y muy aplicable. Por muchas y diversas razones, en la Iglesia del Señor Jesucristo de este tiempo, muchos están viviendo en la misma situación. Están buscando a Dios por lo que Dios puede hacer por ellos, por sus vidas, por sus situaciones, por sus casas, por sus trabajos, por su prosperidad, por su éxito, por su posicionamiento personal, pero están haciendo muy poco para cumplir la Voluntad de Dios, el propósito de Dios para sus vidas. Están detrás de su propio bienestar, del desarrollo de su reino personal en lugar de el desarrollo del Reino de Dios.
Ese no es el propósito de Dios para nuestras vidas. El propósito de El es que nuestra vida vaya cada día en aumento (Prov 4:18) y que se realicen en nuestras vidas Sus planes de bien para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29.11), pero para ello, como Dios no cambia (Mal 3:6), necesitamos cumplir, obedecer, poner por obra, Su Palabra. Hoy la gran mayoría de las oraciones que hacemos son oraciones centradas en nosotros: “haceme, poneme, quitame, traeme, bendecime, prosperame, dame éxito, etc., y demasiado pocas de nuestras oraciones son: ¿qué quieres tú que yo haga?
Ese es parte del problema de por qué la unidad de la Iglesia es tan frágil y avanza tan lentamente. Porque cada uno de nosotros estamos enfocados en nosotros mismos, en construir nuestros propios reinos, cumplir nuestros propios planes, realizar nuestras propias agendas en lugar de enfocarnos en la construcción y el avance del Reino de Dios, de Sus planes, de Su agenda.
¿Qué hacer?
Para resolver esta situación es que la Palabra constantemente por exhorta a que no seamos solamente asistentes a la iglesia, oídores de la Palabra, sino hacedores de ella, obedientes, que renovemos nuestro pensamiento con ella (Rom 12:2, 3 Jn 2, Sal 1:1-3, Jos 1:8) para que nos vaya bien en todo lo que emprendamos, para que vivamos en la plenitud de vida que Cristo compró para nosotros en la Cruz (Jn 10:10, Efe 1:3), para que podamos vivir en el pleno cumplimiento de las promesas de Dios para nosotros (Deut 28.1-14).
• Sant 1:21-25. “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”
Conclusión.
Que el Señor nos conceda humillarnos delante de El, buscar Su rostro, arrepentirnos de nuestros malos caminos (indiferencia, pasividad, nominalidad, egoísmo, etc.) para que El no solo perdone nuestros pecados y sane nuestra tierra (2 Cro 7:14) sino podamos contemplar Su Gloria prometida para los últimos tiempos:
La gloria de la casa postrera mayor que la de la primera (Hag 2:6-9).
La restauración del Tabernáculo caído de David (Amo 9:11, Hch 15:16).
La restauración de todas las cosas (Hch 3:21).
La lluvia temprana y la lluvia tardía derramada (Ose 6:1-6) en una doble porción de Su Espíritu profético (Mal 4:5-6, Hch 2:17-18) de tal manera que muchos invoquen el Nombre del Señor y sean salvos en el último gran avivamiento de la historia antes del final de este tiempo (Hch 2:19-21).
Los tiempos más gloriosos de la Iglesia de Cristo están por llegar, ya están comenzando a venir, pero esos tiempos solo los van a experimentar en su plenitud aquellos que tengan por basura sus propias vidas, sus propios intereses, para vivir enteramente para Cristo, Sus planes, Su agenda, Sus propósitos. ¡¡¡Que el Señor nos ayude para alcanzarlo!!
26
Jun
2013