Produciendo fruto para Dios (1a. parte).
Introducción.
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. (Jn 15:1-6)
Yo soy la vid verdadera.
El Israel Verdadero, la Iglesia Verdadera, la Vida Verdadera, la Única fuente verdadera de vida. Solo Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, nadie llega al Padre (la plenitud, a Su abrigo, Sal 91) sino por El (Jn 14;6).
Todo pámpano (persona) que en mí no lleva fruto, lo quitará:
• Fruto: conversión, nueva naturaleza; nueva manera de vivir. Si alguien no la manifiesta, posiblemente no ha sido salva, no ha nacido de nuevo, no ha reconocido auténticamente el Señorío de Cristo. Fruto es también el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23), el fruto de la nueva naturaleza que nos ha sido dada como resultado de una verdadera conversión.
• Como esa persona no es salva, tarde o temprano ello se evidenciará y de no ser salva, al morir será echada fuera, al lago de fuego.
• Una cosa totalmente diferente sucede con los que han nacido de nuevo pero no avanzan: la disciplina del Señor los lleva, tarde o temprano (el pozo de la desesperación, Sal 32:3-4) a producir el fruto que necesitan producir (la rama que se arrastra sobre el suelo, el hijo pródigo).
• Extender la misericordia de Dios más allá de donde Dios la extiende haciéndoles creer a estas personas que son salvas cuando no lo son es engañoso y dañino para ellas porque les provee de una falsa seguridad en una salvación que no tienen.
• Todo pámpano que en mí no lleva fruto: solo la nueva naturaleza de Dios en nosotros y el Espíritu Santo que nos es impartido en la salvación (el Espíritu de Dios y de Cristo) pueden producir el fruto. No es obra nuestra, sino de Él, solo Él merece la gloria.
Todo aquel que lleva fruto, lo limpiará para que lleve más fruto.
• La vida que Dios pretende para nosotros, la vida abundante, la vida eterna comenzada a vivir en la tierra es una vida de creciente fruto: la vida del justo es como la luz de la aurora, va creciendo (mejorando, aumentando en todo aspecto) hasta que sea perfecta (Prov 4:18, Fil 1:6, Efe 4:11-13).
• Lo limpiará: dos procesos, uno, de cortar ramas y hojas que impiden la producción de más fruto (la renuncia a las cosas de la carne, de los ojos, de la vanagloria de la vida, 1 Jn 2:15-17) y otra, la poda, para que produzca más, para que se desarrolle (las circunstancias de la vida que nos llevan a madurez, Rom 8:28-29).
• Para que lleve más fruto: Dios quiere que llevemos más fruto, no para su beneficio, que lo puede beneficiar, sino porque el fruto son recompensas, galardones, coronas y tesoros que nosotros acumulamos en el cielo para la vida eterna.
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
• La respuesta como siempre, se encuentra en Cristo, el Verbo encarnado, la Palabra Viva y productora de vida.
• El fruto no puede ser producido sin antes ser limpiados por la Palabra, de hecho, el fruto es la Palabra puesta en acción.
Permaneced en mí, y yo en vosotros.
• Fijar nuestra mirada exclusivamente en El.
• Permanecer todo el tiempo en la Palabra, que la Palabra llegue a ser nuestra brújula en cada decisión que tomemos, que nuestros pensamientos sean la Palabra, que nuestras palabras sean la Palabra: Sal 1:1-3, Fil 4:8-9, Col 3:16-17.
Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo.
• No puede haber fruto con valor en esta vida y en la eternidad por nuestro propio esfuerzo, ni por nuestra motivaciones, ni por nuestra ideas y programas (son nuestras obras, nuestras propias justicias, aunque sean buenas son obras de la carne, por lo tanto, aborrecibles delante de Dios porque la carne es enemigo de Dios, Isa 64:6; Rom 8:7-8, Prov 16:25).
• El fruto únicamente se va a producir, el verdadero, si permanecemos en la vid, en Cristo, en la obediencia a Su Palabra y a la dirección de Su Espíritu, porque como ya lo mencionamos anteriormente, el fruto en realidad es el resultado de la puesta en acción de Su Palabra en cada circunstancia y/o situación de nuestra vida.
• La única forma de producir fruto que valga en esta vida y en la eternidad es aquel que se produce como resultado de nuestra unión con Cristo, permaneciendo en la Palabra y siguiendo la dirección de Su Espíritu Santo.
• No podemos santificarnos a nosotros mismos. Cualquier solución que busquemos, cualquier necesidad que tengamos, solo la podemos hallar en Cristo.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
• No es la iglesia, no son nuestros dones, no son nuestros llamados, no son las bendiciones, no son las doctrinas; estos son solo medios para expresar la vida que solo viene de Cristo y que se manifiesta a través de ellas, pero la Única fuente es Cristo.
• Nada le es dado al hombre que no le sea dado del cielo mediante Cristo y lo que El hizo en la Cruz: el pagó el precio de toda bendición (Efe 1:3). Cualquier atribución de nuestras bendiciones, logros o frutos a nuestro esfuerzo, a nuestras acciones, a nuestros méritos es una aberración, es vanagloria.
• Separados de El nada podemos hacer, aún los impíos. Todo lo bueno que ellos puedan hacer es solo por obra de la gracia y la misericordia de Dios (Dios hace salir el sol y llover sobre justos e injustos; El sustenta todas las cosas con Su Palabra, El inclina el corazón de los reyes --cuanto más el de todos nosotros-- hacia donde Él quiere).
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
• No está hablando de perder la salvación (El que a mi viene no le echo fuera), sino de una calidad de vida terrenal y eterna inferior.
• Una cosa es estar en El (salvación) y otra cosa es permanecer en El (vida cristiana, plenitud de vida).
• Está hablando de los procesos disciplinarios de Dios: salvos como por fuego (1 Cor 3:15).
• Se secará: perder el fruto del espíritu (la experiencia del amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la humildad, el dominio propio).
• Echado al fuego: pruebas difíciles, complicadas, cada vez más difíciles.
• Muerte.
• En el cultivo de la vid hay pámpanos que en lugar de ir hacia arriba se arrastran por la tierra, lo que les impide recibir la luz que les lleva a producir fruto.
• En estos casos, el viñador toma esa rama y la amarra y apuntala para dirigirla hacia arriba, pero si la rama insiste en irse hacia la tierra (lo natural, la vida de la carne) en lugar de irse hacia arriba (la vida del espíritu), entonces es cortada. No deja de ser rama pero es cortada.
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. (Jn 15:1-6)
Yo soy la vid verdadera.
El Israel Verdadero, la Iglesia Verdadera, la Vida Verdadera, la Única fuente verdadera de vida. Solo Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, nadie llega al Padre (la plenitud, a Su abrigo, Sal 91) sino por El (Jn 14;6).
Todo pámpano (persona) que en mí no lleva fruto, lo quitará:
• Fruto: conversión, nueva naturaleza; nueva manera de vivir. Si alguien no la manifiesta, posiblemente no ha sido salva, no ha nacido de nuevo, no ha reconocido auténticamente el Señorío de Cristo. Fruto es también el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23), el fruto de la nueva naturaleza que nos ha sido dada como resultado de una verdadera conversión.
• Como esa persona no es salva, tarde o temprano ello se evidenciará y de no ser salva, al morir será echada fuera, al lago de fuego.
• Una cosa totalmente diferente sucede con los que han nacido de nuevo pero no avanzan: la disciplina del Señor los lleva, tarde o temprano (el pozo de la desesperación, Sal 32:3-4) a producir el fruto que necesitan producir (la rama que se arrastra sobre el suelo, el hijo pródigo).
• Extender la misericordia de Dios más allá de donde Dios la extiende haciéndoles creer a estas personas que son salvas cuando no lo son es engañoso y dañino para ellas porque les provee de una falsa seguridad en una salvación que no tienen.
• Todo pámpano que en mí no lleva fruto: solo la nueva naturaleza de Dios en nosotros y el Espíritu Santo que nos es impartido en la salvación (el Espíritu de Dios y de Cristo) pueden producir el fruto. No es obra nuestra, sino de Él, solo Él merece la gloria.
Todo aquel que lleva fruto, lo limpiará para que lleve más fruto.
• La vida que Dios pretende para nosotros, la vida abundante, la vida eterna comenzada a vivir en la tierra es una vida de creciente fruto: la vida del justo es como la luz de la aurora, va creciendo (mejorando, aumentando en todo aspecto) hasta que sea perfecta (Prov 4:18, Fil 1:6, Efe 4:11-13).
• Lo limpiará: dos procesos, uno, de cortar ramas y hojas que impiden la producción de más fruto (la renuncia a las cosas de la carne, de los ojos, de la vanagloria de la vida, 1 Jn 2:15-17) y otra, la poda, para que produzca más, para que se desarrolle (las circunstancias de la vida que nos llevan a madurez, Rom 8:28-29).
• Para que lleve más fruto: Dios quiere que llevemos más fruto, no para su beneficio, que lo puede beneficiar, sino porque el fruto son recompensas, galardones, coronas y tesoros que nosotros acumulamos en el cielo para la vida eterna.
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
• La respuesta como siempre, se encuentra en Cristo, el Verbo encarnado, la Palabra Viva y productora de vida.
• El fruto no puede ser producido sin antes ser limpiados por la Palabra, de hecho, el fruto es la Palabra puesta en acción.
Permaneced en mí, y yo en vosotros.
• Fijar nuestra mirada exclusivamente en El.
• Permanecer todo el tiempo en la Palabra, que la Palabra llegue a ser nuestra brújula en cada decisión que tomemos, que nuestros pensamientos sean la Palabra, que nuestras palabras sean la Palabra: Sal 1:1-3, Fil 4:8-9, Col 3:16-17.
Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo.
• No puede haber fruto con valor en esta vida y en la eternidad por nuestro propio esfuerzo, ni por nuestra motivaciones, ni por nuestra ideas y programas (son nuestras obras, nuestras propias justicias, aunque sean buenas son obras de la carne, por lo tanto, aborrecibles delante de Dios porque la carne es enemigo de Dios, Isa 64:6; Rom 8:7-8, Prov 16:25).
• El fruto únicamente se va a producir, el verdadero, si permanecemos en la vid, en Cristo, en la obediencia a Su Palabra y a la dirección de Su Espíritu, porque como ya lo mencionamos anteriormente, el fruto en realidad es el resultado de la puesta en acción de Su Palabra en cada circunstancia y/o situación de nuestra vida.
• La única forma de producir fruto que valga en esta vida y en la eternidad es aquel que se produce como resultado de nuestra unión con Cristo, permaneciendo en la Palabra y siguiendo la dirección de Su Espíritu Santo.
• No podemos santificarnos a nosotros mismos. Cualquier solución que busquemos, cualquier necesidad que tengamos, solo la podemos hallar en Cristo.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
• No es la iglesia, no son nuestros dones, no son nuestros llamados, no son las bendiciones, no son las doctrinas; estos son solo medios para expresar la vida que solo viene de Cristo y que se manifiesta a través de ellas, pero la Única fuente es Cristo.
• Nada le es dado al hombre que no le sea dado del cielo mediante Cristo y lo que El hizo en la Cruz: el pagó el precio de toda bendición (Efe 1:3). Cualquier atribución de nuestras bendiciones, logros o frutos a nuestro esfuerzo, a nuestras acciones, a nuestros méritos es una aberración, es vanagloria.
• Separados de El nada podemos hacer, aún los impíos. Todo lo bueno que ellos puedan hacer es solo por obra de la gracia y la misericordia de Dios (Dios hace salir el sol y llover sobre justos e injustos; El sustenta todas las cosas con Su Palabra, El inclina el corazón de los reyes --cuanto más el de todos nosotros-- hacia donde Él quiere).
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
• No está hablando de perder la salvación (El que a mi viene no le echo fuera), sino de una calidad de vida terrenal y eterna inferior.
• Una cosa es estar en El (salvación) y otra cosa es permanecer en El (vida cristiana, plenitud de vida).
• Está hablando de los procesos disciplinarios de Dios: salvos como por fuego (1 Cor 3:15).
• Se secará: perder el fruto del espíritu (la experiencia del amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la humildad, el dominio propio).
• Echado al fuego: pruebas difíciles, complicadas, cada vez más difíciles.
• Muerte.
• En el cultivo de la vid hay pámpanos que en lugar de ir hacia arriba se arrastran por la tierra, lo que les impide recibir la luz que les lleva a producir fruto.
• En estos casos, el viñador toma esa rama y la amarra y apuntala para dirigirla hacia arriba, pero si la rama insiste en irse hacia la tierra (lo natural, la vida de la carne) en lugar de irse hacia arriba (la vida del espíritu), entonces es cortada. No deja de ser rama pero es cortada.
01
Ago
2013