Estudio Bíblico

Inicio > Estudio

La bendición del diezmo.



El origen del diezmo.

El diezmo es apartar una parte de lo que nos ha sido dado para dárselo al Señor. Por lo tanto, y de acuerdo con lo que nos enseña la Palabra de Dios, el origen del diezmo no está en la ley que Dios por medio de Moisés le da al pueblo de Israel en el desierto, camino a la tierra prometida, sino que lo encontramos desde el mismo jardín del Edén (antes de la ley): “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Gen 2:15-17).

El árbol de la ciencia del bien y del mal era la parte que Dios se estaba reservando para sí de todo lo que le había dado a Adán y a Eva.

En Gen 4:3-5, en la ofrenda de Abel encontramos otra manifestación y desarrollo del diezmo: lo que a Dios le agrada de la ofrenda de Abel, es la de los primogénitos (la primera parte, el primer fruto) de las ovejas: “Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.” (Gen 4:3-5).



El diezmo adopta ese nombre con Abraham y Jacob.

“Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo.” (Gen 14:18-20).

En este pasaje encontramos otra característica del diezmo, aparte de que por primera vez se usa ese nombre en la Biblia. Y esa característica es que el diezmo es resultado de un corazón agradecido con Dios por las bendiciones recibidas. Tal como nos enseña la Biblia posteriormente en la Epístola a los Hebreo, Melquisedec era tipo del Señor Jesucristo. Melquisedec bendice a Abram, y como resultado del corazón agradecido de Abram, le da los diezmos de todo a Melquisedec. Y en este punto nos recuerda lo que Pablo, en 2 Cor 9:7 nos enseña: que demos a Dios no por tristeza ni por necesidad, como propuso en su corazón, porque Dios ama al dador alegre (agradecido).

Jacob también usa, siguiendo a Abram, la palabra diezmo para referirse a la parte del Señor en Gen 28:22: “Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.”

Y en este último pasaje también encontramos otra caracterízación del diezmo: que él se da de todo aquello que recibamos, ya sea dinero en efectivo o cosas materiales. En el caso de estas últimas, el procedimiento sería valorar su precio, y de acuerdo a ello, dar el diezmo correspondiente en dinero.



La instrucción de Jesús.

Algunas personas afirman equivocadamente que Jesús, en su ministerio terrenal no habló ni enseñó del diezmo, sin embargo, estudiando las Escrituras, ello no es cierto porque Jesús si enseñó del diezmo, y de ello nos da testimonio la Escritura en dos de los Evangelios: el de Mateo y el de Lucas.
• Mat 23:23. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.
• Luc 11:42. Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.

En ambos, la enseñanza es clara: hay que dar el diezmo de lo material, pero también hay que poner en práctica la justicia, la misericordia y la fe (en Mateo) y la justicia y el amor de Dios (en Lucas). Lo que Jesús enseña es que es necesario hacer todas esas cosas (la justicia, la misericordia, la fe, la justicia y el amor de Dios), sin dejar de diezmar.

Por otro lado, la misma enseñanza de Jesús nos indica claramente que en lo referente a los mandamientos, la ley sigue vigente para nosotros los creyentes, y siendo el diezmo parte de la ley (aunque anterior a ella también), entonces sigue estando vigente para nosotros, tal como nos lo enseña Jesús en:
Mat 5:17-18. “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.”
Luc 16:16-17. “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.”

En el pasaje de Mat 5:17-18 Jesús enseña que Él no vino para anular (“abrogar”) ni la ley ni los profetas, sino para cumplirla, y que la ley (en cuanto a mandamientos) no pasaría hasta que todo se hubiera cumplido. Como Él cumplió la parte referente a los sacrificios para el perdón de los pecados, esa es la parte de la ley que ya no se encuentra vigente, tal como nos enseña Pablo –por el contexto—cuando expresa que “ya no estamos bajo la ley”: Gal 5:18, Rom 6:14-15, Gal 4:5. Salvo esa parte, entonces, todo lo demás si está vigente para nosotros los creyentes: “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mat 5:19-20).

Es más, de acuerdo a las mismas enseñanzas de Jesús en lo que se refiere a los mandamientos de la ley, estamos sujetos a mayores requerimientos que los de la ley en cuanto a los mandamientos que siguen vigentes para nosotros (“si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”), lo que desarrolla en los pasajes siguientes (Mat 5:21-48 y Mat 6 y 7): “Oísteis que fue dicho..... pero yo os digo”



La Iglesia Primitiva.

En las Epístolas, específicamente en la que está dirigida a los Hebreos, hay dos pasajes también muy esclarecedores respecto al diezmo. Ellos son:
• Heb 11:5. Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham.
• Heb 11:8. Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.
En ambos pasajes, a pesar de que fueron escritos en plena vigencia del Nuevo Testamento (o Nuevo Pacto), posiblemente más de 30 años después de la muerte de Cristo, se enseña claramente A LA IGLESIA (la carta está dirigida a los conversos judíos que había creído en Jesucristo), que el diezmo sigue vigente al considerar que dichos pasajes están escritos en tiempo presente: “reciben” –en ese momento--, “tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley” –también tiempo presente--, y “reciben los diezmos” --otra vez en tiempo presente--, lo que implica que esos primeros cristianos seguían y estaban diezmando de acuerdo con lo que la ley especificaba acerca del diezmo, evidenciando con ello que el diezmo seguía vigente.

Por el otro lado, si consideramos que los discípulos de Cristo, originalmente, no formaron una nueva organización o institución, sino que eran parte del judaísmo, y seguían asistiendo a sus templos y sinagogas, ello implicaba, necesariamente, que seguían diezmando en ellos como era la ley y su costumbre:
• Hch 2:46. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.



La maldición de no dar el diezmo en el Antiguo Testamento.

En el Antiguo Testamento, el no dar el diezmo, específicamente, estaba sujeto a una tremenda maldición: “ “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Gen 2:16-17) y “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos? ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.” (Mal 3:6-9).

Haberse comido la parte de Dios (el árbol del conocimiento del bien y del mal), que era el equivalente para Adán y Eva del diezmo para nosotros hoy, provocó que perdieran todas las bendiciones que implicaba estar en el Jardín del Edén, y con ello la vida se les complicó totalmente: perder la comunión con Dios, el miedo, la lujuria, la codicia, la rebelión, el conflicto, la complicación del trabajo, el deterioro ambiental, etc. (véase con detenimiento el Cap. 3 de Génesis, en cuanto a las consecuencias de la caída).

Con ello, no solo le robaron a Dios (como enseña Malaquías) sino que también se robaron a sí mismos el poder tener una mejor calidad de vida, así como a su descendencia.

El no diezmar implicaba en el Antiguo Testamento, entre otras cosas, además de la desobediencia (las maldiciones de la desobediencia –Deut 28:15-68--), no confiar en Dios, y con ello, Él no podría ser su Pastor, y por lo tanto tampoco recibirían los beneficios del Sal 23.

Desde la muerte de Cristo en la Cruz, los creyentes hemos sido redimidos de la maldición de la ley, las maldiciones por la desobediencia a los mandamientos de la ley de Dios según nos enseña la Palabra en Gal 3:13-14: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”

Sin embargo ello no implica que hayamos sido redimidos, o exonerados de cumplir con las condiciones de la bendición de la ley, y la segunda, tampoco implica que no vayamos a experimentar algunas consecuencias de nuestros propios pecados.

En relación a la primera, la bendición de la ley, este pasaje sigue teniendo plena vigencia para todos nosotros, y tan es así, que constantemente lo estamos invocando, confesando, creyendo, para nosotros, y ponemos nuestra confianza y nuestro gozo en él: “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. 2Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. 3Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. 4Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. 5Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. 6Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. 7Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti. 8Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da. 9Te confirmará Jehová por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieres en sus caminos. 10Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán. 11Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en el país que Jehová juró a tus padres que te había de dar. 12Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado. 13Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas, 14y si no te apartares de todas las palabras que yo te mando hoy, ni a diestra ni a siniestra, para ir tras dioses ajenos y servirles.” (Deut 28:1-14).

Sin embargo, notemos que dice claramente, al principio (vrs. 1 y 2), al medio (vrs. 9) y al final (vrs. 13 y 14), que la condición de la bendición es que oigamos, guardemos y pongamos por obra u obedezcamos, los mandamientos del Señor, y entre ellos, el diezmo. No implica que tengamos que tener una obediencia perfecta, pero por lo menos, si una actitud de compromiso con la obediencia a ellos que se traduzca en una obediencia cada vez más creciente. Lo que implica que las bendiciones de este pasaje vendrán sobre nosotros cuando manifestamos un compromiso creciente con la obediencia a los mandamientos, y entre ellos, el diezmo.

Por otro lado, en cuanto a la segunda de las cuestiones de las que Cristo por Su Muerte en la Cruz no nos exonera, es la de las consecuencias de nuestras acciones. Todo pecado implica las consecuencias específicas de la acción y la maldición general de la desobediencia. Hemos sido redimidos, exonerados, de la segunda –la maldición general de la desobediencia—pero aún debemos enfrentar las consecuencias, por ejemplo, si alguien que es cristiano roba y la policía lo detiene, si bien no va a experimentar sobre sí las maldiciones de la desobediencia, si va a tener que enfrentar las consecuencias de ir a la cárcel a cumplir una condena por haber robado. Y ello es cierto también con relación al diezmo. Veamos lo que la Palabra de Dios nos enseña con respecto a ello: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.” (Mal 3:10-12).

La primera de las promesa del Señor en Malaquías es que si nosotros diezmamos, El abrirá las ventanas de los cielos y derramará bendición hasta que sobreabunde. Y notemos que no dice solo bendición económica, sino habla de bendición de todo tipo: carácter, actitud, relaciones, matrimonio, familia, trabajo, etc., de toda condición necesaria para que nos vaya bien en la vida. En consecuencia, si no diezmamos, no tendremos bendición sobreabundante. No perderemos lo que hayamos alcanzado por nuestro propio esfuerzo, pero no tendremos nada más allá de ello, estaremos perdiéndonos de bendiciones sobreabundantes del Señor en todas las áreas de nuestra vida.

La segunda promesa del Señor, cuando diezmamos es que Él reprenderá al devorador (al demonio encargado por el diablo de robarnos las bendiciones de Dios) por nosotros y nuestro trabajo no será estéril. Ello implica la promesa de que los demonios no podrán, por ningún medio, robarnos la sobreabundancia de las bendiciones que Dios nos haya dado, y que seremos productivos y nuestro trabajo tendrá recompensas más allá de las naturales. Sin embargo, si no diezmamos, esa promesa de Dios no tendrá cumplimiento porque no hemos cumplido la condición que la antecede. Eso implica que trabajaremos mucho, pero no progresaremos como debiéramos; que tal vez ganaremos suficiente, pero igual, no nos va a alcanzar porque nuestros ingresos se van a diluir pagando las consecuencias de accidentes, enfermedades, descomposturas, pérdidas, robos, etc., que no debíamos haber enfrentado pero que se presentan a nuestras vidas (el devorador) porque esas son parte de las formas que el diablo usa para robarnos nuestro bienestar.

Hay otras consecuencias colaterales importantes que también necesitamos considerar. Una de ellas es que al no diezmar, en la práctica lo que estamos manifestando en que no le confiamos a Dios nuestra vida financiera, aunque si le confiamos nuestra vida espiritual. Eso es equivalente en la Palabra de Dios, a dudar y a tener doble ánimo. Por otro lado, si no confío en Dios para la promesa del diezmo, ¿es posible que pueda confiar en Él para las otras promesas incluidas las de la vida eterna, la sanidad, la obediencia, etc.? Suponiendo que si pudiera tener esa desconfianza-confianza, de todos modos en la Biblia eso significa dudar y tener doble ánimo, y la Palabra nos enseña las consecuencias de ello: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.” (Sant 1:6-8).

Notemos la consecuencia: “no piense, pues, quien tal haga (dudar, doble ánimo), que recibirá cosa alguna del Señor”. Es decir, “toparemos” en todas las áreas de nuestra vida, no perderemos (podría ser, aunque es difícil por lo que ya vimos que el devorador tendrá vía libre para con lo nuestro), pero tampoco ganaremos, avanzaremos, mejoraremos significativamente (bendición sobreabundante). Viviremos con mucho menos de lo que Dios quisiera para nosotros. Estaremos limitados en nuestros propios corazones (no en Dios) por nuestra desobediencia (2 Cor 6:12).



La bendición del diezmo.

Para concluir, recordemos lo que la Palabra de Dios dice acerca de la bendición del diezmo: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.” (Mal 3:10-12).

Esa bendición del diezmo es equivalente a las bendiciones de la obediencia (Deut 28.1-14).

Dispongamos pues, nuestro corazón, a diezmar siempre, en primer lugar, por agradecimiento a Aquel que no solo nos ha salvado de la muerte eterna y ha perdonado nuestros pecados por Su Muerte y Su Sangre derramada en la Cruz, sino que además nos ha dado la sanidad y el regalo del Espíritu Santo para que esté con nosotros, y por si fuera poco, ha puesto a nuestra disposición un medio para que las bendiciones de todo tipo sobreabunden en nuestra vida para alcanzar la vida abundante que Cristo pagó en la Cruz para cada uno de nosotros.

Y la Palabra también es clara en cuanto a la forma de diezmar. En primer lugar, lo debemos hacer en nuestra “casa”, Iglesia. El diezmo no es diezmo hasta que no se da en la “casa espiritual” –nuestra iglesia—donde nosotros nos congregamos y somos alimentados con la Palabra de Dios. Y por el otro lado, necesitamos hacerlo consistentemente, siempre que tengamos ingresos, porque de lo contrario, unos de esos ingresos estarán protegidos del devorados, y otros no, y por lo mismo, no tendremos plenitud de bendición.

13 Ene 2014
Referencia: Diezmo.