La importancia estratégica de los jóvenes en la Iglesia.
LA IMPORTANCIA ESTRATÉGICA DE LA JUVENTUD EN EL CRISTIANISMO.
Introducción.
El judaísmo, y posteriormente, el cristianismo, siempre han dependido del trabajo con los jóvenes para su supervivencia, y siempre han estado amenazados de desaparecer si no le ponemos atención a las siguientes generaciones.
Por ello cobra tanta importancia el mandato de Dios al pueblo de Israel en Deut 6:1-9: “Éstos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados. Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres. Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.” En la misma dirección nos enseña Prov 22:6: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”
La importancia del cumplimiento de este mandamiento se evidencia inmediatamente después que los israelitas tomaron la tierra prometida, tal como nos enseña Jue 2:8-13: “Pero Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años. Lo enterraron en el término de su heredad, en Timná Séraj, en la montaña de Efraín, al norte del monte Gaas. También aquella generación fue a reunirse con sus antepasados y surgió otra generación que no conocía al Señor ni lo que había hecho por Israel. Entonces los israelitas hicieron lo que desagrada al Señor: dieron culto a los Baales; abandonaron al Señor, el Dios de sus antepasados, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor; se postraron ante ellos e irritaron al Señor. Dejaron al Señor y dieron culto a Baal y a las Astartés.” Israel no cumplió con este mandamiento, y como consecuencia, la siguiente generación, sus hijos, no conocían al Señor y si no lo conocían era porque la generación anterior no los había instruído en el conocimiento de Él ni en el conocimiento de la obra que Él había hecho por ellos liberándolos de Egipto para darles la tierra prometida. Por lo tanto, esa siguiente generación se apartó de los caminos del Señor, hizo lo que le desagradaba al Señor y por ello les fue mal.
Dios es un Dios inter-generacional.
Desde el principio de la Biblia encontramos que Dios es un Dios inter-generacional, es decir, que Su obra trasciende de una generación a otra, y ello lo podemos ver claramente manifestado no solo en los dos pasajes citados anteriormente (Deut 6:1-9 y Jos 2:8-13) sino en otros muchos pasajes de las Escrituras. Dios se nombra a sí mismo como el Dios de Abraham (el papá), Dios de Isaac (el hijo) y Dios de Jacob o Israel (el nieto), tres generaciones consecutivas (Gen 28:13, Gen 31:42, Gen 31:53, Exo 3:6, Exo 3:15-16, Exo 4:5, 1 Cro 29:18, Mat 22:32, Hch 7:32, etc.).
Cuando Dios escoge a Abraham lo escoge porque Él sabía que Abraham le enseñaría a sus hijos y a sus siguientes generaciones a andar en pos de Él: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.” (Gen 18:19).
Hay en la Palabra una promesa que también les a manifestación de la forma como Dios bendice las generaciones en Isa 59:21: “Y éste será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre.”. Ello implica, en otras palabras, que el propósito de Dios es que una generación construya sobre la base de lo que la generación anterior alcanzó, y por ende, que la generación anterior transfiera toda su experiencia y conocimiento de una manera directa y vivencial a la siguiente generación, de tal manera que cada generación no tenga que aprender de nuevo ni experimentar de nuevo sino que pueda iniciar su caminar sobre la base de la experiencia de la anterior generación y superar sus logros y alcances (Jn 14:12). Y cuando la Palabra se refiere a esa transferencia inter-generacional, no se está refiriendo solamente a la transferencia de conocimientos “naturales” que la puede incluir (ya que lo natural es resultado de lo espiritual, Heb 11:3), sino fundamentalmente se refiere a la transferencia de conocimientos vivenciales, del conocimiento de Dios, de Su Palabra y de Su Obra en el mundo.
La importancia de la transferencia inter-generacional es también a lo que se refiere la Palabra cuando habla de los consejeros (hombres mayores, sabios):
• Prov 11:14: “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad.”
• Prov 15:22. “Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman.”
• Prov 24:6. “Porque con ingenio harás la guerra, y en la multitud de consejeros está la victoria.”
En resumen, entonces, podemos afirmar sin lugar a dudas, que el deseo de Dios manifestado a través de Su Palabra es que las generaciones se inter-relacionen, se enlazen, se apoyen y ayuden mutuamente, que aprendan las unas de las otras, que se unan unas con otras en armonía para desarrollar el conocimiento, los planes y la obra de Dios en el mundo.
La “brecha generacional”.
Debido a que los planes de Dios para Su pueblo, Su Iglesia y Su gente trascienden el tiempo de una generación, el deseo y propósito de Dios es unir generaciones unas con otras. Pero el diablo, enemigo de Dios y de sus planes, trabaja en el sentido contrario, en dividir generaciones, en impedir que se produzca la transferencia generacional. El diablo sabe que en la medida en que una generación no reciba su herencia espiritual de la anterior, eso va a neutralizarla, a convertirla en inefectiva, a que siempre habrán generaciones que estarán aprendiendo de sus propias experiencias sin tomar en consideración las experiencias de las generaciones anteriores. Y eso es precisamente lo que ha logrado, principalmente en las últimas seis décadas: abrir una gran brecha divisional entre las generaciones consecutivas: padres e hijos, y ha logrado tanta efectividad en su trabajo que es evidente la rebelión que cada generación posterior manifiesta respecto a los alcances de la anterior, al punto de que prácticamente en la mayoría de los campos de la actividad humana, pertenecer a la generación anterior (los mayores de 40 años) prácticamente los hace “desechables”, cuanto más a los de la tercera edad (60 años en adelante).
Obviamente en esta situación cada generación aporta su granito de arena: la generación anterior por su abandono de la posterior (énfasis en la generación de riquezas, el materialismo, el consumismo, y entrega de responsabilidades paternales importantes a la escuela, los maestros, la televisión, separación, divorcio, etc.), y la posterior en su rebelión, falta de honra y respeto a la generación anterior.
Con ello, el diablo no solo ha pretendido romper la transferencia generacional sino maldecir a la generación posterior mediante el incumplimiento de ésta del mandamiento de honrar padre y madre que es el primer mandamiento con promesa, tal como nos enseña Efe 6:1-3: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” Cuando analizamos esta Escritura entendemos entonces la doble estrategia del diablo, implementada a través de los sistemas de pensamiento del mundo y de la carne, de dividir las generaciones. Y el relativo éxito de esa estrategia lo podemos ver en todos los males que hoy están aquejando a la sociedad, pero principalmente a los jóvenes, en todas las áreas de la vida: desempleo, pobreza, enfermedad, alcoholismo, drogadicción, embarazo de adolescentes, homosexualidad y lesbianismo, violencia, maras, guerras, sida, prostitución y abuso infantil, bulling, desnutrición, mortalidad infantil, etc., con resultados muchas veces mortales. Hoy como nunca antes en la historia de la humanidad, el número de padres que está enterrando a sus hijos (cuando el propósito de Dios era el contrario) está creciendo alarmantemente, al punto que casi podría decirse que el 50% de las muertes que están ocurriendo anualmente, por lo menos en nuestro país, son de jóvenes menores de 30 años
Pero tal situación no es para Dios ninguna sorpresa. Por su Omnisciencia Él sabía que esto pasaría y también determinó la solución: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.” (Mal 4:5-6), y “E irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.” (Luc 1:17).
Así como el diablo ha producido dentro de las generaciones actuales la brecha generacional que ha traído resultados tan funestos, también Dios está comenzando a enviar una manifestación especial de Su Espíritu Santo para esta época: el Espíritu de Elías, con el objeto de restaurar esa unidad, armonía e integración intergeneracional que trae bendición a las generaciones y a las personas:
• “Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas” (Mat 17:10-11),
• “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y Él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hch 3:19-21), y
• “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán” (Hch 2:17-18).
Todas las Escrituras que hemos mencionado anteriormente nos hablan de la restauración del amor, la responsabilidad paterna, la dedicación, la honra, el respeto, el apoyo, etc., intergeneracional, al punto que de acuerdo a la Escritura de Hch 2, los jóvenes (hijos e hijas), los siervos (padres) y los ancianos (abuelos) trabajaran juntos bajo la dirección del Espíritu profético de Elías para la preparación de la restauración de todas las cosas en la Segunda Venida de Cristo.
La restauración de la honra a los padres.
Para que se lleve a cabo la transferencia inter-generacional, y con ello se manifieste la importancia estratégica de los jóvenes en el cristianismo, es necesaria la restauración de las relaciones inter-generacionales, y ello comienza con la restauración del cumplimiento del mandamiento de honrar a padre y madre que nos enseña la Palabra de Dios en Efe 6:1-3: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” Como vemos, la Palabra nos enseña que si honramos padre y madre entonces nos irá bien en la vida y nuestros años de vida se aumentarán.
Aparte de ello, al restaurar la honra se restaura también el principio de la bendición y transferencia inter-generacional, de acuerdo a lo que nos enseña Isa 59:21: “Y éste será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre.”
La honra trae la bendición y la transferencia de la herencia plena de un padre hacia un hijo. Y un ejemplo claro de ello lo tenemos en la parábola del hijo pródigo (Luc 15:11-31). El hijo pródigo, deshonrando al padre cuando le pide la herencia, lo único que recibe es herencia material (dinero), que luego se va y lo despilfarra viviendo perdidamente. Cuando vuelve en sí reconoce que su padre es digno de honra, y efectivamente regresa a honrarlo pidiéndole perdón y pidiéndole que al menos lo deje regresar a la casa como jornalero. Pero esa actitud del hijo –que no tuvo el hijo mayor--, de honrar a su padre, le vale que el padre le diga a sus siervos (Luc 15:22-24): “Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.”
Y todo ello, simbólicamente, constituye la transferencia generacional, la herencia de bendición de un padre hacia un hijo: el mejor vestido representa la unción y el calzado para los pies representa la revelación de la Palabra de Dios de las que nos enseña el pasaje de Isa 59:21 que vimos anteriormente. El anillo en la mano es el símbolo de la autoridad, el becerro gordo es el símbolo de la prosperidad, que nos vaya bien en todas las cosas que emprendamos, y el hacer fiesta y regocijarse significa el gozo de vivir en una vida plena.
La importancia estratégica de los jóvenes en la iglesia.
Los niños y los jóvenes en la iglesia no son solamente un grupo al que hay que proveerle de actividades para que estén entretenidos y apartados de las tentaciones del mundo juvenil. Son un grupo estratégico por muchos factores, que es necesario revalorizarlo.
Entre los factores que lo hacen un grupo estratégico están los siguientes:
• En primer lugar, son Iglesia porque la Iglesia está formada por todos aquellos que han reconocido el Señorío de Cristo, independientemente de su edad, sexo, razo, etc.
• En segundo lugar, como Iglesia, al igual que todos los demás miembros adultos, necesitan ser preparados para: la obra del ministerio (adiestramiento como ministros potenciales), para la edificación del Cuerpo de Cristo (la manifestación del Reino en nuestras relaciones), hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios (enseñanza doctrinal), a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (formación del carácter), (Efe 4:12-13).
• En tercer lugar, la Palabra nos enseña también que cuando enseñamos a los niños –y por ende—a los jóvenes Su camino, aún cuando sea grande no se apartará de él (Prov 22:6), lo que implica que no atravesará esos abismos de pecado que hemos atravesado aquellos que conocimos al Señor siendo ya adultos mayores.
• En cuarto lugar, los jóvenes están llenos de energía y los adultos de sabiduría y entendimiento, que combinadas en proyectos y acciones, se convierten en instrumentos poderosos en las manos de Dios para alcanzar a otros y madurar a los ya alcanzados.
• En quinto lugar, los jóvenes no solo son la Iglesia de hoy, sino que son los Ministros del futuro –y cada vez Dios está levantando a los ministros a edades más cortas--.
Por todo ello, dentro de la Iglesia, el trabajo con jóvenes debe tener una prioridad alta y una consideración adecuada junto con el trabajo de todos los demás ministerios de la iglesia local.
Introducción.
El judaísmo, y posteriormente, el cristianismo, siempre han dependido del trabajo con los jóvenes para su supervivencia, y siempre han estado amenazados de desaparecer si no le ponemos atención a las siguientes generaciones.
Por ello cobra tanta importancia el mandato de Dios al pueblo de Israel en Deut 6:1-9: “Éstos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados. Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres. Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.” En la misma dirección nos enseña Prov 22:6: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”
La importancia del cumplimiento de este mandamiento se evidencia inmediatamente después que los israelitas tomaron la tierra prometida, tal como nos enseña Jue 2:8-13: “Pero Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años. Lo enterraron en el término de su heredad, en Timná Séraj, en la montaña de Efraín, al norte del monte Gaas. También aquella generación fue a reunirse con sus antepasados y surgió otra generación que no conocía al Señor ni lo que había hecho por Israel. Entonces los israelitas hicieron lo que desagrada al Señor: dieron culto a los Baales; abandonaron al Señor, el Dios de sus antepasados, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor; se postraron ante ellos e irritaron al Señor. Dejaron al Señor y dieron culto a Baal y a las Astartés.” Israel no cumplió con este mandamiento, y como consecuencia, la siguiente generación, sus hijos, no conocían al Señor y si no lo conocían era porque la generación anterior no los había instruído en el conocimiento de Él ni en el conocimiento de la obra que Él había hecho por ellos liberándolos de Egipto para darles la tierra prometida. Por lo tanto, esa siguiente generación se apartó de los caminos del Señor, hizo lo que le desagradaba al Señor y por ello les fue mal.
Dios es un Dios inter-generacional.
Desde el principio de la Biblia encontramos que Dios es un Dios inter-generacional, es decir, que Su obra trasciende de una generación a otra, y ello lo podemos ver claramente manifestado no solo en los dos pasajes citados anteriormente (Deut 6:1-9 y Jos 2:8-13) sino en otros muchos pasajes de las Escrituras. Dios se nombra a sí mismo como el Dios de Abraham (el papá), Dios de Isaac (el hijo) y Dios de Jacob o Israel (el nieto), tres generaciones consecutivas (Gen 28:13, Gen 31:42, Gen 31:53, Exo 3:6, Exo 3:15-16, Exo 4:5, 1 Cro 29:18, Mat 22:32, Hch 7:32, etc.).
Cuando Dios escoge a Abraham lo escoge porque Él sabía que Abraham le enseñaría a sus hijos y a sus siguientes generaciones a andar en pos de Él: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.” (Gen 18:19).
Hay en la Palabra una promesa que también les a manifestación de la forma como Dios bendice las generaciones en Isa 59:21: “Y éste será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre.”. Ello implica, en otras palabras, que el propósito de Dios es que una generación construya sobre la base de lo que la generación anterior alcanzó, y por ende, que la generación anterior transfiera toda su experiencia y conocimiento de una manera directa y vivencial a la siguiente generación, de tal manera que cada generación no tenga que aprender de nuevo ni experimentar de nuevo sino que pueda iniciar su caminar sobre la base de la experiencia de la anterior generación y superar sus logros y alcances (Jn 14:12). Y cuando la Palabra se refiere a esa transferencia inter-generacional, no se está refiriendo solamente a la transferencia de conocimientos “naturales” que la puede incluir (ya que lo natural es resultado de lo espiritual, Heb 11:3), sino fundamentalmente se refiere a la transferencia de conocimientos vivenciales, del conocimiento de Dios, de Su Palabra y de Su Obra en el mundo.
La importancia de la transferencia inter-generacional es también a lo que se refiere la Palabra cuando habla de los consejeros (hombres mayores, sabios):
• Prov 11:14: “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad.”
• Prov 15:22. “Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman.”
• Prov 24:6. “Porque con ingenio harás la guerra, y en la multitud de consejeros está la victoria.”
En resumen, entonces, podemos afirmar sin lugar a dudas, que el deseo de Dios manifestado a través de Su Palabra es que las generaciones se inter-relacionen, se enlazen, se apoyen y ayuden mutuamente, que aprendan las unas de las otras, que se unan unas con otras en armonía para desarrollar el conocimiento, los planes y la obra de Dios en el mundo.
La “brecha generacional”.
Debido a que los planes de Dios para Su pueblo, Su Iglesia y Su gente trascienden el tiempo de una generación, el deseo y propósito de Dios es unir generaciones unas con otras. Pero el diablo, enemigo de Dios y de sus planes, trabaja en el sentido contrario, en dividir generaciones, en impedir que se produzca la transferencia generacional. El diablo sabe que en la medida en que una generación no reciba su herencia espiritual de la anterior, eso va a neutralizarla, a convertirla en inefectiva, a que siempre habrán generaciones que estarán aprendiendo de sus propias experiencias sin tomar en consideración las experiencias de las generaciones anteriores. Y eso es precisamente lo que ha logrado, principalmente en las últimas seis décadas: abrir una gran brecha divisional entre las generaciones consecutivas: padres e hijos, y ha logrado tanta efectividad en su trabajo que es evidente la rebelión que cada generación posterior manifiesta respecto a los alcances de la anterior, al punto de que prácticamente en la mayoría de los campos de la actividad humana, pertenecer a la generación anterior (los mayores de 40 años) prácticamente los hace “desechables”, cuanto más a los de la tercera edad (60 años en adelante).
Obviamente en esta situación cada generación aporta su granito de arena: la generación anterior por su abandono de la posterior (énfasis en la generación de riquezas, el materialismo, el consumismo, y entrega de responsabilidades paternales importantes a la escuela, los maestros, la televisión, separación, divorcio, etc.), y la posterior en su rebelión, falta de honra y respeto a la generación anterior.
Con ello, el diablo no solo ha pretendido romper la transferencia generacional sino maldecir a la generación posterior mediante el incumplimiento de ésta del mandamiento de honrar padre y madre que es el primer mandamiento con promesa, tal como nos enseña Efe 6:1-3: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” Cuando analizamos esta Escritura entendemos entonces la doble estrategia del diablo, implementada a través de los sistemas de pensamiento del mundo y de la carne, de dividir las generaciones. Y el relativo éxito de esa estrategia lo podemos ver en todos los males que hoy están aquejando a la sociedad, pero principalmente a los jóvenes, en todas las áreas de la vida: desempleo, pobreza, enfermedad, alcoholismo, drogadicción, embarazo de adolescentes, homosexualidad y lesbianismo, violencia, maras, guerras, sida, prostitución y abuso infantil, bulling, desnutrición, mortalidad infantil, etc., con resultados muchas veces mortales. Hoy como nunca antes en la historia de la humanidad, el número de padres que está enterrando a sus hijos (cuando el propósito de Dios era el contrario) está creciendo alarmantemente, al punto que casi podría decirse que el 50% de las muertes que están ocurriendo anualmente, por lo menos en nuestro país, son de jóvenes menores de 30 años
Pero tal situación no es para Dios ninguna sorpresa. Por su Omnisciencia Él sabía que esto pasaría y también determinó la solución: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.” (Mal 4:5-6), y “E irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.” (Luc 1:17).
Así como el diablo ha producido dentro de las generaciones actuales la brecha generacional que ha traído resultados tan funestos, también Dios está comenzando a enviar una manifestación especial de Su Espíritu Santo para esta época: el Espíritu de Elías, con el objeto de restaurar esa unidad, armonía e integración intergeneracional que trae bendición a las generaciones y a las personas:
• “Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas” (Mat 17:10-11),
• “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y Él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hch 3:19-21), y
• “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán” (Hch 2:17-18).
Todas las Escrituras que hemos mencionado anteriormente nos hablan de la restauración del amor, la responsabilidad paterna, la dedicación, la honra, el respeto, el apoyo, etc., intergeneracional, al punto que de acuerdo a la Escritura de Hch 2, los jóvenes (hijos e hijas), los siervos (padres) y los ancianos (abuelos) trabajaran juntos bajo la dirección del Espíritu profético de Elías para la preparación de la restauración de todas las cosas en la Segunda Venida de Cristo.
La restauración de la honra a los padres.
Para que se lleve a cabo la transferencia inter-generacional, y con ello se manifieste la importancia estratégica de los jóvenes en el cristianismo, es necesaria la restauración de las relaciones inter-generacionales, y ello comienza con la restauración del cumplimiento del mandamiento de honrar a padre y madre que nos enseña la Palabra de Dios en Efe 6:1-3: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” Como vemos, la Palabra nos enseña que si honramos padre y madre entonces nos irá bien en la vida y nuestros años de vida se aumentarán.
Aparte de ello, al restaurar la honra se restaura también el principio de la bendición y transferencia inter-generacional, de acuerdo a lo que nos enseña Isa 59:21: “Y éste será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre.”
La honra trae la bendición y la transferencia de la herencia plena de un padre hacia un hijo. Y un ejemplo claro de ello lo tenemos en la parábola del hijo pródigo (Luc 15:11-31). El hijo pródigo, deshonrando al padre cuando le pide la herencia, lo único que recibe es herencia material (dinero), que luego se va y lo despilfarra viviendo perdidamente. Cuando vuelve en sí reconoce que su padre es digno de honra, y efectivamente regresa a honrarlo pidiéndole perdón y pidiéndole que al menos lo deje regresar a la casa como jornalero. Pero esa actitud del hijo –que no tuvo el hijo mayor--, de honrar a su padre, le vale que el padre le diga a sus siervos (Luc 15:22-24): “Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.”
Y todo ello, simbólicamente, constituye la transferencia generacional, la herencia de bendición de un padre hacia un hijo: el mejor vestido representa la unción y el calzado para los pies representa la revelación de la Palabra de Dios de las que nos enseña el pasaje de Isa 59:21 que vimos anteriormente. El anillo en la mano es el símbolo de la autoridad, el becerro gordo es el símbolo de la prosperidad, que nos vaya bien en todas las cosas que emprendamos, y el hacer fiesta y regocijarse significa el gozo de vivir en una vida plena.
La importancia estratégica de los jóvenes en la iglesia.
Los niños y los jóvenes en la iglesia no son solamente un grupo al que hay que proveerle de actividades para que estén entretenidos y apartados de las tentaciones del mundo juvenil. Son un grupo estratégico por muchos factores, que es necesario revalorizarlo.
Entre los factores que lo hacen un grupo estratégico están los siguientes:
• En primer lugar, son Iglesia porque la Iglesia está formada por todos aquellos que han reconocido el Señorío de Cristo, independientemente de su edad, sexo, razo, etc.
• En segundo lugar, como Iglesia, al igual que todos los demás miembros adultos, necesitan ser preparados para: la obra del ministerio (adiestramiento como ministros potenciales), para la edificación del Cuerpo de Cristo (la manifestación del Reino en nuestras relaciones), hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios (enseñanza doctrinal), a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (formación del carácter), (Efe 4:12-13).
• En tercer lugar, la Palabra nos enseña también que cuando enseñamos a los niños –y por ende—a los jóvenes Su camino, aún cuando sea grande no se apartará de él (Prov 22:6), lo que implica que no atravesará esos abismos de pecado que hemos atravesado aquellos que conocimos al Señor siendo ya adultos mayores.
• En cuarto lugar, los jóvenes están llenos de energía y los adultos de sabiduría y entendimiento, que combinadas en proyectos y acciones, se convierten en instrumentos poderosos en las manos de Dios para alcanzar a otros y madurar a los ya alcanzados.
• En quinto lugar, los jóvenes no solo son la Iglesia de hoy, sino que son los Ministros del futuro –y cada vez Dios está levantando a los ministros a edades más cortas--.
Por todo ello, dentro de la Iglesia, el trabajo con jóvenes debe tener una prioridad alta y una consideración adecuada junto con el trabajo de todos los demás ministerios de la iglesia local.
27
Feb
2014