El poder de la Iglesia.
EL PODER DE LA IGLESIA.
La Iglesia es la creación de Dios más poderosa sobre la faz de la tierra.
Ninguna otra creación, ni aún la del varón y la mujer, supera en poderío a la Iglesia. Como ya lo mencionamos anteriormente, el varón y la mujer fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios (Gen 1:26-27), pero la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, la congregación de los hijos y las hijas de Dios, y que por ello adquiere las características de ellos y ellas solo que en una proporción supremamente aumentada (uno contra mil, dos contra diez mil, 1 Sam 18:7): una nueva creación (2 Cor 5:17), que posee, además de la imagen y semejanza de Dios, la naturaleza divina (2 Ped 1:4) y que tiene a su disposición todo el poder de Dios por la presencia del Espíritu Santo en ella (Hch 1:8). Y la Palabra de Dios atestigua de ello sin ningún lugar a dudas:
• Mat 16:15.19: “Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.”
De acuerdo con la Escritura anterior, la Iglesia ha sido dotada por Dios del poder y autoridad necesarias para que las puertas del Hades (los enemigos de Dios y de ella) no prevalezcan, no triunfen sobre ella. Por ello la Escritura dice de nosotros:
• Rom 8:37. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.”
• 1 Jn 4:4. “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.”
Además, a la Iglesia también le ha sido dada la autoridad para atar y desatar en la tierra lo que será atado y desatado en el mundo espiritual (y el mundo espiritual es el verdadero origen de todas las cosas que suceden en la tierra.
• Heb 11:3. “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.”
Finalmente, la Iglesia tiene las llaves del Reino de los Cielos, es decir, el poder, la autoridad y la responsabilidad para que el Reino de los Cielos venga a la tierra, al lugar geográfico en el que Dios la ha establecido (no al edificio, sino a la jurisdicción geográfica donde se ubica, Jos 1:3, Deut 11:24) y la Voluntad de Dios sea hecha allí como en el cielo (Mat 6:10).
• Jos 1:3. “Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.”
• Deut 11:24-25. “Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Éufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio. Nadie se sostendrá delante de vosotros; miedo y temor de vosotros pondrá Jehová vuestro Dios sobre toda la tierra que pisareis, como él os ha dicho.”
• Mat 6:9-10. “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”
El pasaje de Mat 28:18-20 conocido como la Gran Comisión complementa los pasajes anteriores en lo tocante a la creación y poder de la Iglesia:
• Mat 28:18-20: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
La misión final de la Iglesia es discipular (transformar) las naciones de la tierra. La base de la autoridad para cumplir con esta misión está en que Jesús, después de haber despojado a los principados y potestades, triunfando sobre ellos en la Cruz (Col 2:15), recibió toda autoridad en el cielo y en la tierra, misma que ha delegado en Su cuerpo que es la Iglesia. Y por si fuera poco, si ello no bastara, Él mismo prometió estar con Su Cuerpo en esa tarea todos los días, hasta el fin del mundo, y lo hace a través de la presencia del Espíritu Santo en cada creyente.
• Hch 1:6-8. “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? 7Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; 8pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”
Por el contexto de Hch 1:6-8 podemos deducir que el poder que le ha sido dado a la Iglesia es para establecer el Reino de Dios, primero en cada uno de nosotros, en nuestros corazones, después en nuestras familias e Iglesias y finalmente en nuestras comunidades y naciones. Poder que también está implícito en la asignación que Dios le da a la Iglesia y a los creyentes en la parábola de la levadura:
• Mat 13:33. “Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.”
En esta parábola, la mujer es la Iglesia, la levadura son los creyentes, la harina es el mundo, y el efecto de la levadura en la harina es la transformación de ésta (todo fue leudado). Con ello Jesús nos está enseñando (y mandando) que la Iglesia es Su agente de transformación en el mundo, para establecer Su Reino a través del evangelismo y DISCIPULADO, en las personas, las familias, las organizaciones, las comunidades y las naciones. Y el efecto del Reino sobre las naciones será:
• Rom 14:17. “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.”
Claramente, de este pasaje podemos sacar varias conclusiones importantes:
El Espíritu Santo es el poder que nos ha sido dado a los hijos e hijas de Dios para transformar el mundo de una manera gradual: nosotros mismos, nuestras familias, nuestras comunidades y nuestras naciones.
El resultado de nuestra acción transformadora en el mundo será la justicia, la paz y el gozo. Ello implica que si en nuestras familias, comunidades y naciones no existe justicia, paz y gozo es porque nosotros, la Iglesia no hemos estado haciendo nuestra función.
• Rom 8:19-21. “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.”
La creación misma, las personas, familias, comunidades y naciones, están esperando la manifestación de la Iglesia que las liberte de la corrupción a la que fueron sujetadas por el pecado y esa tarea no la puede hacer un político ni un gobierno, solo la Iglesia, para que la gloria sea de Dios y de nadie más.
Por lo anterior podemos deducir que el poder de la Iglesia no reside solo en el Evangelismo ni en las sanidades y milagros, sino en el Discipulado que es la esencia de la función de la Iglesia: la transformación de las personas para que a través de ellas Dios obre por Su Espíritu Santo en ellas para la transformación de sus familias, comunidades y naciones.
• Efe 1:19-23: y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Tal como lo mencionamos anteriormente, Jesús mismo, por la presencia del Espíritu Santo (la supereminente grandeza de su poder) en cada creyente que forma la Iglesia, ha dotado a la Iglesia para que ella sea:
• La plenitud de Él que todo lo llena en todo (para llenarlo todo, transformarlo todo, someter a la Voluntad de Dios todo).
• Para que ponga a todos sus enemigos (todo principado, autoridad, poder y señorío espiritual –demoníaco- y todo nombre que se nombra, por estrado de sus pies.
Por lo anterior podemos ver que la Iglesia tiene un poder extraordinario a su disposición para realizar también una tarea extraordinaria. Pero por el otro lado, también, si levantamos nuestra mirada a nuestro alrededor, vemos que la Iglesia no ha estado cumpliendo con esa tarea y función extraordinarias. Ello es indicativo de que necesitamos revisar nuestro conocimiento y entendimiento acerca de la función, misión y acción de la Iglesia, y por sobre todo, la revelación a nuestros corazones de ello, y la consiguiente puesta en acción de lo conocido y lo revelado, de tal manera que no solo seamos oidores de la Palabra sino hacedores.
• Oseas 4:6. “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.”
• Mat 7:24-27. “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.”
• Sant 1:25. “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”
La Iglesia es la creación de Dios más poderosa sobre la faz de la tierra.
Ninguna otra creación, ni aún la del varón y la mujer, supera en poderío a la Iglesia. Como ya lo mencionamos anteriormente, el varón y la mujer fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios (Gen 1:26-27), pero la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, la congregación de los hijos y las hijas de Dios, y que por ello adquiere las características de ellos y ellas solo que en una proporción supremamente aumentada (uno contra mil, dos contra diez mil, 1 Sam 18:7): una nueva creación (2 Cor 5:17), que posee, además de la imagen y semejanza de Dios, la naturaleza divina (2 Ped 1:4) y que tiene a su disposición todo el poder de Dios por la presencia del Espíritu Santo en ella (Hch 1:8). Y la Palabra de Dios atestigua de ello sin ningún lugar a dudas:
• Mat 16:15.19: “Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.”
De acuerdo con la Escritura anterior, la Iglesia ha sido dotada por Dios del poder y autoridad necesarias para que las puertas del Hades (los enemigos de Dios y de ella) no prevalezcan, no triunfen sobre ella. Por ello la Escritura dice de nosotros:
• Rom 8:37. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.”
• 1 Jn 4:4. “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.”
Además, a la Iglesia también le ha sido dada la autoridad para atar y desatar en la tierra lo que será atado y desatado en el mundo espiritual (y el mundo espiritual es el verdadero origen de todas las cosas que suceden en la tierra.
• Heb 11:3. “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.”
Finalmente, la Iglesia tiene las llaves del Reino de los Cielos, es decir, el poder, la autoridad y la responsabilidad para que el Reino de los Cielos venga a la tierra, al lugar geográfico en el que Dios la ha establecido (no al edificio, sino a la jurisdicción geográfica donde se ubica, Jos 1:3, Deut 11:24) y la Voluntad de Dios sea hecha allí como en el cielo (Mat 6:10).
• Jos 1:3. “Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.”
• Deut 11:24-25. “Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Éufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio. Nadie se sostendrá delante de vosotros; miedo y temor de vosotros pondrá Jehová vuestro Dios sobre toda la tierra que pisareis, como él os ha dicho.”
• Mat 6:9-10. “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”
El pasaje de Mat 28:18-20 conocido como la Gran Comisión complementa los pasajes anteriores en lo tocante a la creación y poder de la Iglesia:
• Mat 28:18-20: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
La misión final de la Iglesia es discipular (transformar) las naciones de la tierra. La base de la autoridad para cumplir con esta misión está en que Jesús, después de haber despojado a los principados y potestades, triunfando sobre ellos en la Cruz (Col 2:15), recibió toda autoridad en el cielo y en la tierra, misma que ha delegado en Su cuerpo que es la Iglesia. Y por si fuera poco, si ello no bastara, Él mismo prometió estar con Su Cuerpo en esa tarea todos los días, hasta el fin del mundo, y lo hace a través de la presencia del Espíritu Santo en cada creyente.
• Hch 1:6-8. “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? 7Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; 8pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”
Por el contexto de Hch 1:6-8 podemos deducir que el poder que le ha sido dado a la Iglesia es para establecer el Reino de Dios, primero en cada uno de nosotros, en nuestros corazones, después en nuestras familias e Iglesias y finalmente en nuestras comunidades y naciones. Poder que también está implícito en la asignación que Dios le da a la Iglesia y a los creyentes en la parábola de la levadura:
• Mat 13:33. “Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.”
En esta parábola, la mujer es la Iglesia, la levadura son los creyentes, la harina es el mundo, y el efecto de la levadura en la harina es la transformación de ésta (todo fue leudado). Con ello Jesús nos está enseñando (y mandando) que la Iglesia es Su agente de transformación en el mundo, para establecer Su Reino a través del evangelismo y DISCIPULADO, en las personas, las familias, las organizaciones, las comunidades y las naciones. Y el efecto del Reino sobre las naciones será:
• Rom 14:17. “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.”
Claramente, de este pasaje podemos sacar varias conclusiones importantes:
El Espíritu Santo es el poder que nos ha sido dado a los hijos e hijas de Dios para transformar el mundo de una manera gradual: nosotros mismos, nuestras familias, nuestras comunidades y nuestras naciones.
El resultado de nuestra acción transformadora en el mundo será la justicia, la paz y el gozo. Ello implica que si en nuestras familias, comunidades y naciones no existe justicia, paz y gozo es porque nosotros, la Iglesia no hemos estado haciendo nuestra función.
• Rom 8:19-21. “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.”
La creación misma, las personas, familias, comunidades y naciones, están esperando la manifestación de la Iglesia que las liberte de la corrupción a la que fueron sujetadas por el pecado y esa tarea no la puede hacer un político ni un gobierno, solo la Iglesia, para que la gloria sea de Dios y de nadie más.
Por lo anterior podemos deducir que el poder de la Iglesia no reside solo en el Evangelismo ni en las sanidades y milagros, sino en el Discipulado que es la esencia de la función de la Iglesia: la transformación de las personas para que a través de ellas Dios obre por Su Espíritu Santo en ellas para la transformación de sus familias, comunidades y naciones.
• Efe 1:19-23: y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Tal como lo mencionamos anteriormente, Jesús mismo, por la presencia del Espíritu Santo (la supereminente grandeza de su poder) en cada creyente que forma la Iglesia, ha dotado a la Iglesia para que ella sea:
• La plenitud de Él que todo lo llena en todo (para llenarlo todo, transformarlo todo, someter a la Voluntad de Dios todo).
• Para que ponga a todos sus enemigos (todo principado, autoridad, poder y señorío espiritual –demoníaco- y todo nombre que se nombra, por estrado de sus pies.
Por lo anterior podemos ver que la Iglesia tiene un poder extraordinario a su disposición para realizar también una tarea extraordinaria. Pero por el otro lado, también, si levantamos nuestra mirada a nuestro alrededor, vemos que la Iglesia no ha estado cumpliendo con esa tarea y función extraordinarias. Ello es indicativo de que necesitamos revisar nuestro conocimiento y entendimiento acerca de la función, misión y acción de la Iglesia, y por sobre todo, la revelación a nuestros corazones de ello, y la consiguiente puesta en acción de lo conocido y lo revelado, de tal manera que no solo seamos oidores de la Palabra sino hacedores.
• Oseas 4:6. “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.”
• Mat 7:24-27. “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.”
• Sant 1:25. “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”
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Feb
2014