Estudio Bíblico

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Módulo 104. El Espíritu Santo.



LA PERSONA DEL ESPÍRITU SANTO.



El Espíritu Santo es una Persona.

En la mente y en el corazón de muchos creyentes, el Espíritu Santo es una “fuerza”, un “poder”, una “unción”, un “fuego”, etc., aunque teóricamente lo consideren una de las Tres Personas de la Trinidad. Ello determina que en la práctica su relación con Él sea solamente la de recurrir a Él para recibir la fuerza, el poder, la unción, el fuego, etc., para predicar, ver milagros en su vida y a través de ellos, lo que en última instancia, dado quién es el Espíritu Santo, resulta en un conocimiento y una relación extremadamente pobre y limitada, que sin percatarse ellos, deja de añadir una enorme riqueza y plenitud a sus vidas.

Por las funciones que realiza en nosotros y a través de nosotros, el Espíritu Santo es una persona que no solo necesitamos conocer sino ponernos a su disposición para que nos transforme primero a nosotros, y luego, dando de gracia lo que de gracia hemos recibido, que nos permita colaborar con Él en la transformación de otras personas.



El Espíritu Santo ¿Tercera Persona de la Trinidad?

Tradicionalmente en el ámbito cristiano se ha considerado al Espíritu Santo como la Tercera Persona de la Trinidad, y ello supone un orden jerárquico, que a la vez, inconscientemente, supone un orden en la prioridad de nuestras relaciones, porque por naturaleza, todos priorizamos conocer y relacionarnos con los que están en el primero o segundo lugar, pero no con el tercero, y ello determine, muy probablemente entonces, que de las Tres Personas de la Trinidad, con el que menos nos relacionamos y al que menos conocemos es al Espíritu Santo.

Esa asignación del tercer lugar en la Trinidad al Espíritu Santo es contraria a cualquier enseñanza de la Biblia. De hecho la Biblia en ninguna parte enseña eso. Más bien enseña que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno, y por lo mismo, no tienen ninguna jerarquía el uno sobre el otro sino viven y se desenvuelven en una unidad y una complementariedad en sus roles perfecta, de acuerdo a la naturaleza perfecta de Dios (ausencia de jerarquía no significa ausencia de orden y asignación de roles y funciones):
• Dios es uno solo: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.” (Deut 6:4).
• Y no cambia: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos” (Mal 3:6).
• Por lo tanto, las Tres Personas de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) aunque ejerzan diferentes roles y funciones, son uno y no cambian, y entre ellos hay una perfecta unidad que no requiere jerarquías:
➢ Jn 10:30: “Yo y el Padre uno somos.”
➢ Jn 17:22: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.”
• Prueba de ello es que en la Gran Comisión el bautismo indicado y ordenado por Jesús y por el que deben pasar los discípulos es “en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mat 28.18-20).

La Trinidad es un misterio divino, lo que significa que, aun cuando podemos llegar a tener un entendimiento racional, humano, de ella, el entendimiento más profundo es por la fe y la revelación de Dios a nuestros corazones, y para que ese conocimiento revelacional se afirme en nosotros necesitamos entender un poco acerca de las matemáticas de Dios que no son, ni por asomo, parecidas a las nuestras:
• Para Dios un día es como mil años y mil años como un día.
• El ser humano que Dios creo aún cuando es espíritu, alma y cuerpo (1 Tes 5:23), tres substancias diferentes, es uno solo.
• Sin embargo, ese ser humano que es uno solo, cuando se unen en el vínculo del matrimonio, los dos, hombre y mujer, llegan a ser una sola carne.
• Sesenta y seis libros de la Biblia escritos a través de más o menos 40 autores, de diferentes culturas y contextos, en diferentes épocas a lo largo de cuatro mil años, en realidad son uno solo.
• De muchísimos miembros individualmente diferentes, de diferentes culturas y ubicaciones geográficas y con diferentes intereses y orientaciones, hace un solo Cuerpo, Su Iglesia.
• El huevo, aun cuando está hecho de tres substancias diferentes, el cascarón, la clara y la yema, es uno solo.

Si así son las matemáticas de Dios, entonces no tendría que darnos ningún problema la aceptación de Su Trinidad, y mucho menos aún, el desarrollo de una relación igualmente íntima, equilibrada y profunda con cada uno de los tres miembros de esa Trinidad, que por cierto, entre ellos no son celosos ni están en disputa por cada uno de nosotros (como en ocasiones solemos estar nosotros cuando se trata de nuestras relaciones con una determinada persona).

Para relacionarnos y llegar a conocer íntimamente al Espíritu Santo, necesitamos romper esa fortaleza establecida en nuestra mente respecto a la posición del Espíritu Santo en la Trinidad y reconocer que Él es Dios tanto como el Padre y el Hijo, y por su función específica para con nosotros, necesitamos tiempo para dedicarle a esa relación y a ese conocimiento porque nos conviene sobremanera:
• Jn 16:7. ”Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.”
• Jn 14:16-17. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.”
• Jn 14:26. “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”

El Espíritu Santo, entonces, es una Persona de la mismísima importancia que el Padre y el Hijo, y con Quién el Hijo, a nombre propio y del Padre (porque el Hijo no dice nada que no oiga decir al Padre) nos remite porque nos es de suma conveniencia porque es Quién está con nosotros y en nosotros representando al Padre y al Hijo y en nombre propio, y como ya vimos anteriormente, nos transformará interiormente para que cada día seamos perfeccionados y crezcamos gradualmente hacia el varón perfecto a la estatura de la plenitud de Cristo, nos enseñará todas las cosas, tanto las del Padre como las del Hijo, nos recordará la Palabra y nos equipará para obedecerla y de esa manera alcanzar las bendiciones que Él ha prometido solo para aquellos que le obedezcan, y nos llevará a alcanzar también la plenitud de vida en Cristo. Es decir, necesitamos conocer al Espíritu Santo para todo y por todo.



Conocer al Espíritu Santo.

Cuando en la Palabra de Dios se utilizan las palabras que al español se traducen “conocer”, “conocimiento” o alguna similar, no significan lo que usualmente entendemos nosotros por conocer (tener alguna información de algo o alguien). Cuando en la Biblia nos encontremos con la palabra conocer significa un conocimiento como el que un esposo y una esposa tienen entre sí: un conocimiento íntimo, profundo, dedicado, resultado del desarrollo en el tiempo de una relación creciente:
• Mat 1:24-25. “Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.”
• Mat 7:21-22: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

Ello nos indica, entonces, que necesitamos tomar conciencia, tiempo, paciencia y perseverancia para desarrollar una relación íntima con el Espíritu Santo, lo cual nos es conveniente a nosotros (no a Él) sino a nosotros, donde los beneficiados, bendecidos y transformados seremos nosotros. Y el Espíritu nos está esperando para ello:
• Stg 4:5. “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?”



El Espíritu Santo: la Persona de la Deidad en nosotros.

¿Por qué sería que Jesús le dijo a sus discípulos, en primer lugar, que no les dejaría huérfanos, y en segundo lugar, que les convenía que Él se fuera porque si no, no vendría el Espíritu Santo? Entre otras muchas razones, porque por la asignación de funciones y roles de la Trinidad, en este momento de la historia humana, y hasta que no se desarrollen todos los acontecimientos relacionados con los tiempos finales, en el plan de Dios y de común acuerdo, el Padre y el Hijo están en el cielo y el Espíritu Santo es el que ha descendido a la Tierra para estar en nosotros y con nosotros:
• Mat 26:64. “Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.”
• Mar 14:62. “Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.”
• Col 3:1. “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.”
• Heb 10:12-14. “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.”
• Hch 1:9-11. “Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.”
• Hch 3:19-21. “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.”

El Padre y Jesús siendo Omnipresentes, no nos dejan y no nos desamparan, están con nosotros y en nosotros, pero todo ello lo realizan en la Persona del Espíritu Santo, con Quién son uno y el mismo pero que tiene asignados roles y funciones específicas para con nosotros en este tiempo.

26 Sep 2014