La iglesia de Laodicea y la Iglesia de hoy.
Apo 3:14-22 (NVI). Carta del Señor Jesucristo a la Iglesia de Laodicea.
"Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el soberano* de la creación de Dios: Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca.
Dices: 'Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada'; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tú. Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista. Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias."
Las cartas a las siete iglesias pueden estudiarse desde varias perspectivas:
Primero. La realidad de cada una de las iglesias del siglo primero a las que van dirigidas.
Segundo. Las cosas que le agradan y que le desagradan a Dios dentro de la Iglesia.
Tercero. Los tipos de iglesias que van a existir en cada época.
Cuarto. Las siete etapas o eras por las que va a atravesar la iglesia entre la primera y la segunda venida de Cristo.
Si tomamos esta última perspectiva, entonces la Iglesia de Laodicea corresponde a la situación de la Iglesia en los tiempos inmediatamente anteriores a la segunda venida de Cristo, es decir, a la situación de la iglesia en este tiempo. Y efectivamente podemos ver como grandes sectores de la iglesia cristiana (no todos), se corresponden con esa descripción.
Primero. Jesús describe esa iglesia como una iglesia que es rica, a la que no le hace falta nada en lo material. Y hoy podemos observar como muchísimas iglesias por todas partes del mundo o personas que se confiesan cristianas tienen abundancia de recursos materiales y económicos de todo tipo (edificios enormes y lujosos (más que cómodos), estudios y estaciones de radio y televisión, editoriales, propiedades, enormes cuentas bancarias, etc., cuyos activos alcanzan cantidades multimillonarias.
Segundo. También encontramos que muchos sectores dentro de la iglesia hoy (iglesias y personas), son tibios en cuanto al amor a Cristo. Las personas se han conformado con ser “salvas” y “políticamente correctas” para evitar caer en conflictos, por causa de Cristo, con las personas que están perdidas a su alrededor, al punto que en muchos lugares (principalmente en Estados Unidos y Europa), a los predicadores invitados les pasan un listado de los temas que no pueden tocar desde el púlpito como: homosexualidad, lesbianismo, aborto, adulterio, pecado, arrepentimiento, santidad, etc., estando enfocadas más en temas de éxito, prosperidad económica y material. Eso determina, en muchos casos, un cristianismo tibio y hasta frío.
Tercero. También encontramos muchas denominaciones y personas individuales o grupos de personas dentro de las iglesias, que han hecho concesiones con el mundo, negando partes de la Biblia como la Creación, para amoldarse a los conceptos mundanos de la ciencia, o la tergiversación de ciertos pasajes bíblicos como sucede en el caso de la teología de la liberación para amoldarse a conceptos políticos mundanos, y que incluso han negado la divinidad de Cristo o el concepto del nacimiento virginal, o la resurrección, o los milagros, etc., para amoldarse al racionalismo imperante en el mundo. Esto determina, en muchos casos un cristianismo que ya no lo es tal, sino simplemente una actividad religiosa sin mayor contenido bíblico más que lo que “políticamente sea correcto”.
Total, hoy, amplios sectores de la cristiandad están en la tibieza tal como lo menciona la Carta de Cristo a la Iglesia de Laodicea.
Lo que Cristo le dice a esa Iglesia tibia, tanto en el tiempo en que fue escrita esa carta, como ahora, y en todos los tiempos, es que esa iglesia, si continua en ese estado va a ser vomitada de la boca de Cristo, es decir, va a recibir un total, completo y absoluto rechazo, y por lo tanto, de seguir así, va a vivir en un engaño religioso, que no le va a evitar la consecuencias eternas del rechazo.
Notemos que a esa iglesia Cristo le dice: “Yo estoy a la puerta y llamo”, es decir, que Cristo no está en esa iglesia, en esos creyentes. Pueden hablar de Cristo, pueden parecer cristianos, pueden tener cultos y otras actividades religiosas, pero no tienen a Cristo en lo absoluto, El está afuera, lo que implica que realmente no son cristianos aprobados, y peor aún, cristianos en lo absoluto, porque los cristianos verdaderos, los que han tenido una conversión verdadera, tienen a Cristo morando con ellos, en sus corazones, El no está fuera de ellos, sino en ellos.
Pero hay una solución en tres partes que Jesús le da a esa iglesia y a esos creyentes para salir de su condición de tibieza e improbación. Y además, es una solución que todos los creyentes debemos permanentemente estar aplicando para mantenernos firmes en el Señor y tomados de Su mano en toda circunstancia de nuestras vidas.
La primera es comprar de El oro refinado. El oro representa la fe (1 Ped 1:7), y la fe deviene de la Palabra de Dios (Rom 10:17). Lo primero que necesitan (y necesitamos todos los creyentes, en todo lugar, siempre), entonces, es volverse de todo corazón a la Palabra de Dios, reconocerla, aceptarla, recibirla y vivirla como la verdad, amarla, buscarla, meditarla, apreciarla, tener en ella su delicia y su contentamiento (Sal 1.1-3). No buscar pretextos para no obedecerla, o para no creerla, o para no recibirla, sino recibirla, creerla y obedecerla, tal como está escrita (2 Tim 3:16, Mat 5.18, Luc 6:47-48, Mat 7:24-25).
Lo segundo es comprar de El ropas blancas para cubrir su desnudez, Las ropas blancas significan pureza y santidad y recordemos que en Gen 3, Adán y Eva se dan cuenta de su desnudez después de pecar en contra de Dios desobedeciendo Su mandamiento, Su Palabra. Ello implica estar sucios por el pecado y necesitar volverse a la santidad de Dios (1 Ped 1:13-16) porque sin santidad nadie verá al Señor (Heb 12.14). Y la santidad viene de la obediencia a la Palabra y la guianza del Espíritu Santo para dirigir nuestros pasos. Necesitan (y necesitamos todos los creyentes) mantenernos todo el tiempo en la obediencia a la Palabra y bajo la guianza del Espíritu Santo para caminar en una santidad creciente todos los días de nuestra vida, clamando por el Espíritu de Gracia de Dios para obtener la victoria sobre el pecado diariamente.
Lo tercero es comprar colirio para los ojos, para ver. Es decir, que como ellos estaban separados de la Palabra, o no la consideraban, y tampoco eran guiados por el Espíritu Santo, estaban ciegos. Necesitamos ver siempre todas las cosas, en todo momento, desde la perspectiva que Dios las ve (Rom 8:28-29), desde la perspectiva de la Palabra (2 Tim 3:16-17) y la guianza del Espíritu Santo que nos fue dado para guiarnos a toda verdad (Jn 16:13, Efe 1.17-19), de tal manera que nuestras vidas sean vividas de acuerdo al propósito de Dios para nosotros y de acuerdo con Su Señorío, que es, en esencia, el cristianismo (Rom 10:8-10, Jer 29:11, Efe 2.10).
En resumen, ya sea que estemos tibios, fríos o calientes por el Señor, necesitamos, todo el tiempo, todos los días, en toda situación, tres cosas:
Primero: tener en la Palabra nuestra delicia y meditar en ella de día y de noche (Sal 1:1-3, 3 Jn 2), poniéndola en práctica en todo momento (Luc 6:47-48).
Segundo: mantenernos en obediencia a la Palabra para mantener la santidad sin la cual no veremos al Señor (Heb 12:14); llevar vidas de santidad tanto en lo referente a mantenernos alejados del pecado como en lo que se refiere a vivir vidas consagradas, dedicadas, rendidas a Cristo y a servirle en cualquier lugar en donde estemos, sea o no la iglesia.
Tercero: ver todas las cosas que nos suceden en lo particular, y todas las circunstancias de la vida a nuestro alrededor, desde la perspectiva de Dios (1 Cro 12:32) y ser guiados por la Palabra y el Espíritu para pasar en medio de ellas con victoria (Rom 8:28-29) y saber que es lo que necesitamos hacer en cada caso.
"Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el soberano* de la creación de Dios: Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca.
Dices: 'Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada'; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tú. Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista. Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias."
Las cartas a las siete iglesias pueden estudiarse desde varias perspectivas:
Primero. La realidad de cada una de las iglesias del siglo primero a las que van dirigidas.
Segundo. Las cosas que le agradan y que le desagradan a Dios dentro de la Iglesia.
Tercero. Los tipos de iglesias que van a existir en cada época.
Cuarto. Las siete etapas o eras por las que va a atravesar la iglesia entre la primera y la segunda venida de Cristo.
Si tomamos esta última perspectiva, entonces la Iglesia de Laodicea corresponde a la situación de la Iglesia en los tiempos inmediatamente anteriores a la segunda venida de Cristo, es decir, a la situación de la iglesia en este tiempo. Y efectivamente podemos ver como grandes sectores de la iglesia cristiana (no todos), se corresponden con esa descripción.
Primero. Jesús describe esa iglesia como una iglesia que es rica, a la que no le hace falta nada en lo material. Y hoy podemos observar como muchísimas iglesias por todas partes del mundo o personas que se confiesan cristianas tienen abundancia de recursos materiales y económicos de todo tipo (edificios enormes y lujosos (más que cómodos), estudios y estaciones de radio y televisión, editoriales, propiedades, enormes cuentas bancarias, etc., cuyos activos alcanzan cantidades multimillonarias.
Segundo. También encontramos que muchos sectores dentro de la iglesia hoy (iglesias y personas), son tibios en cuanto al amor a Cristo. Las personas se han conformado con ser “salvas” y “políticamente correctas” para evitar caer en conflictos, por causa de Cristo, con las personas que están perdidas a su alrededor, al punto que en muchos lugares (principalmente en Estados Unidos y Europa), a los predicadores invitados les pasan un listado de los temas que no pueden tocar desde el púlpito como: homosexualidad, lesbianismo, aborto, adulterio, pecado, arrepentimiento, santidad, etc., estando enfocadas más en temas de éxito, prosperidad económica y material. Eso determina, en muchos casos, un cristianismo tibio y hasta frío.
Tercero. También encontramos muchas denominaciones y personas individuales o grupos de personas dentro de las iglesias, que han hecho concesiones con el mundo, negando partes de la Biblia como la Creación, para amoldarse a los conceptos mundanos de la ciencia, o la tergiversación de ciertos pasajes bíblicos como sucede en el caso de la teología de la liberación para amoldarse a conceptos políticos mundanos, y que incluso han negado la divinidad de Cristo o el concepto del nacimiento virginal, o la resurrección, o los milagros, etc., para amoldarse al racionalismo imperante en el mundo. Esto determina, en muchos casos un cristianismo que ya no lo es tal, sino simplemente una actividad religiosa sin mayor contenido bíblico más que lo que “políticamente sea correcto”.
Total, hoy, amplios sectores de la cristiandad están en la tibieza tal como lo menciona la Carta de Cristo a la Iglesia de Laodicea.
Lo que Cristo le dice a esa Iglesia tibia, tanto en el tiempo en que fue escrita esa carta, como ahora, y en todos los tiempos, es que esa iglesia, si continua en ese estado va a ser vomitada de la boca de Cristo, es decir, va a recibir un total, completo y absoluto rechazo, y por lo tanto, de seguir así, va a vivir en un engaño religioso, que no le va a evitar la consecuencias eternas del rechazo.
Notemos que a esa iglesia Cristo le dice: “Yo estoy a la puerta y llamo”, es decir, que Cristo no está en esa iglesia, en esos creyentes. Pueden hablar de Cristo, pueden parecer cristianos, pueden tener cultos y otras actividades religiosas, pero no tienen a Cristo en lo absoluto, El está afuera, lo que implica que realmente no son cristianos aprobados, y peor aún, cristianos en lo absoluto, porque los cristianos verdaderos, los que han tenido una conversión verdadera, tienen a Cristo morando con ellos, en sus corazones, El no está fuera de ellos, sino en ellos.
Pero hay una solución en tres partes que Jesús le da a esa iglesia y a esos creyentes para salir de su condición de tibieza e improbación. Y además, es una solución que todos los creyentes debemos permanentemente estar aplicando para mantenernos firmes en el Señor y tomados de Su mano en toda circunstancia de nuestras vidas.
La primera es comprar de El oro refinado. El oro representa la fe (1 Ped 1:7), y la fe deviene de la Palabra de Dios (Rom 10:17). Lo primero que necesitan (y necesitamos todos los creyentes, en todo lugar, siempre), entonces, es volverse de todo corazón a la Palabra de Dios, reconocerla, aceptarla, recibirla y vivirla como la verdad, amarla, buscarla, meditarla, apreciarla, tener en ella su delicia y su contentamiento (Sal 1.1-3). No buscar pretextos para no obedecerla, o para no creerla, o para no recibirla, sino recibirla, creerla y obedecerla, tal como está escrita (2 Tim 3:16, Mat 5.18, Luc 6:47-48, Mat 7:24-25).
Lo segundo es comprar de El ropas blancas para cubrir su desnudez, Las ropas blancas significan pureza y santidad y recordemos que en Gen 3, Adán y Eva se dan cuenta de su desnudez después de pecar en contra de Dios desobedeciendo Su mandamiento, Su Palabra. Ello implica estar sucios por el pecado y necesitar volverse a la santidad de Dios (1 Ped 1:13-16) porque sin santidad nadie verá al Señor (Heb 12.14). Y la santidad viene de la obediencia a la Palabra y la guianza del Espíritu Santo para dirigir nuestros pasos. Necesitan (y necesitamos todos los creyentes) mantenernos todo el tiempo en la obediencia a la Palabra y bajo la guianza del Espíritu Santo para caminar en una santidad creciente todos los días de nuestra vida, clamando por el Espíritu de Gracia de Dios para obtener la victoria sobre el pecado diariamente.
Lo tercero es comprar colirio para los ojos, para ver. Es decir, que como ellos estaban separados de la Palabra, o no la consideraban, y tampoco eran guiados por el Espíritu Santo, estaban ciegos. Necesitamos ver siempre todas las cosas, en todo momento, desde la perspectiva que Dios las ve (Rom 8:28-29), desde la perspectiva de la Palabra (2 Tim 3:16-17) y la guianza del Espíritu Santo que nos fue dado para guiarnos a toda verdad (Jn 16:13, Efe 1.17-19), de tal manera que nuestras vidas sean vividas de acuerdo al propósito de Dios para nosotros y de acuerdo con Su Señorío, que es, en esencia, el cristianismo (Rom 10:8-10, Jer 29:11, Efe 2.10).
En resumen, ya sea que estemos tibios, fríos o calientes por el Señor, necesitamos, todo el tiempo, todos los días, en toda situación, tres cosas:
Primero: tener en la Palabra nuestra delicia y meditar en ella de día y de noche (Sal 1:1-3, 3 Jn 2), poniéndola en práctica en todo momento (Luc 6:47-48).
Segundo: mantenernos en obediencia a la Palabra para mantener la santidad sin la cual no veremos al Señor (Heb 12:14); llevar vidas de santidad tanto en lo referente a mantenernos alejados del pecado como en lo que se refiere a vivir vidas consagradas, dedicadas, rendidas a Cristo y a servirle en cualquier lugar en donde estemos, sea o no la iglesia.
Tercero: ver todas las cosas que nos suceden en lo particular, y todas las circunstancias de la vida a nuestro alrededor, desde la perspectiva de Dios (1 Cro 12:32) y ser guiados por la Palabra y el Espíritu para pasar en medio de ellas con victoria (Rom 8:28-29) y saber que es lo que necesitamos hacer en cada caso.
03
Nov
2014