La oración.
Oración para obediencia y santificación. "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también la tierra."
Este tipo de oración es la consecuencia inmediata de orar por la venida del Reino de Dios. El Reino de Dios es el ámbito en donde se hace la voluntad del Rey. Por lo tanto, "Venga Tu Reino" y "Hágase Tu Voluntad" son dos oraciones complementarias.
Y que se haga la Voluntad de Dios implica la santificación, porque esa es la Voluntad de Dios para con nosotros:
1 Tes 4:3. "pues la voluntad de Dios es vuestra santificación;…"
1 Tes 4:7. "Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación."
Aparte de esta visión general del que se haga la Voluntad de Dios en la tierra, hay algunas cuestiones implicadas en esta temática de oración que es importante que consideremos cuando hablamos con el Señor al respecto.
En primer lugar, para que las personas hagamos la Voluntad de Dios, necesitamos que el Espíritu Santo venga a morar en nosotros como nuestro "Parakleto" que nos da el poder de hacer morir las obras de la carne que son contrarias a la Voluntad de Dios (Rom 8.13) y que nos recuerda cual es la Voluntad de Dios expresada en Su Palabra (Jn 16:13) y además nos guía en todos los asuntos cuya respuesta específica no conozcamos (Rom 8:24) empoderándonos para ponerlas por obra (Jn 14:15-17).
Entonces, si ya somos salvos, necesitamos orar que nuestro corazón y nuestra mente se inclinen hacia Él, le busquemos para que nos empodere, nos guie, nos dirija. También necesitamos orar para que Él nos empodere para hacer morir las obras de la carne en nosotros, que nos ayude y guíe a morir a nosotros mismos y a vivir cada día más para Cristo. Y esta oración es también para con las personas que nos rodean que ya se hayan convertido a Cristo.
Y en el caso de las personas que nos rodean que no sean salvas, entonces necesitamos orar para que lo sean, arrepintiéndose de sus pecados y volviéndose al Señor Jesucristo de todo corazón, reconociendo Su Señorío sobre ellos. En consecuencia, nuestra oración en esta parte se convierte también en intercesión por la vida de la personas a nuestro alrededor para que el Espíritu Santo les dé convicción de pecados, de justicia y de juicio (Jn 16:7-11) y se arrepientan y se vuelvan a Cristo de todo corazón.
En segundo lugar, no es solamente necesario, para hacer la Voluntad de Dios, que seamos salvos y que tengamos el Espíritu Santo en nosotros, sino también nuestra actitud debe ser una de temor al Señor (reverencia, veneración, respeto, sujeción, obediencia), y que ella dirija nuestras vidas en todo momento de tal manera que en toda decisión que tengamos que tomar en todo tiempo hagamos la Voluntad de Dios, no la voluntad de la carne.
Prov 9:10. "El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia."
Prov 8:13. "El temor de Jehová es aborrecer el mal; La soberbia y la arrogancia, el mal camino, Y la boca perversa, aborrezco."
Prov 14:27. "El temor de Jehová es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte."
Por ello necesitamos orar para que el temor de Dios sea la actitud que esté por delante de toda decisión que tengamos que tomar en todo tiempo. Necesitamos orar que el Señor, por Su Espíritu Santo, nos de un corazón temeroso de Él, reconociendo al mismo tiempo Su Gracia y Su Misericordia para que haya un balance en nuestras vidas que nos impida tomar falsamente la Gracia y la Misericordia de Dios como un pretexto para el libertinaje y para hacer nuestra voluntad. Necesitamos orar para que en nuestro corazón se desarrolle el temor de Dios cada día más.
Al temor de Dios está ligada la obediencia. El temor de Dios nos debe, necesariamente, conducir a la obediencia, o si no, no es temor de Dios real, genuino, verdadero. Los hijos e hijas de Dios estaos llamados a ser hijos e hijas obedientes antes que cualquier otra cosa. Obedientes a Su Palabra, obedientes a Su dirección que nos es enseñada por el Espíritu Santo.
1 Ped 1.13-17. "Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; 14como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; 15sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 17Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;"
Por esa razón, nuestra oración, además de orar porque el temor de Dios sea nuestra actitud y la de las personas que nos rodean por las que estamos orando, también necesitamos orar para que esa actitud se traduzca en acciones que evidencien el temor de Dios presente en nuestras vidas a través de la obediencia a Su Palabra y a la dirección del Espíritu Santo que viven en nosotros.
Cuando el temor de Dios y la obediencia tomen parte fundamental en nuestras decisiones, entonces seguir la dirección del Espíritu Santo nos va a ser fácil, y por ende, vamos a vivir, como resultado adicional, no solo en la Voluntad de Dios y en comunión constante con Él, sino que además, bendecidos con toda bendición (Efe 1:3, Deut 28:1-14, Mat 6:33). Pero además de ello, en nosotros se va a manifestar de manera creciente, el carácter de Cristo (Rom 8:28-29) y el fruto del Espíritu, que también son la voluntad de Dios para con nosotros.
Rom 8:29. "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos."
Por lo tanto, también necesitamos orar por ello: que el carácter de Cristo sea formado en nosotros cada día, a través de cada decisión, y que manifestemos en todo momento el fruto del Espíritu (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio --mansedumbre--, Efe 5:22-23).
Todo ello es lo que conforma la santificación progresiva de nuestras vidas: convicción de pecado, arrepentimiento, temor de Dios, obediencia creciente, manifestar el carácter de Cristo y el fruto del Espíritu cada día más. Y nuestra oración debe ir encaminada a ello, tanto para nosotros como para las personas que nos rodean, y para que el Espíritu lo produzca en nosotros.
Este tipo de oración es la consecuencia inmediata de orar por la venida del Reino de Dios. El Reino de Dios es el ámbito en donde se hace la voluntad del Rey. Por lo tanto, "Venga Tu Reino" y "Hágase Tu Voluntad" son dos oraciones complementarias.
Y que se haga la Voluntad de Dios implica la santificación, porque esa es la Voluntad de Dios para con nosotros:
1 Tes 4:3. "pues la voluntad de Dios es vuestra santificación;…"
1 Tes 4:7. "Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación."
Aparte de esta visión general del que se haga la Voluntad de Dios en la tierra, hay algunas cuestiones implicadas en esta temática de oración que es importante que consideremos cuando hablamos con el Señor al respecto.
En primer lugar, para que las personas hagamos la Voluntad de Dios, necesitamos que el Espíritu Santo venga a morar en nosotros como nuestro "Parakleto" que nos da el poder de hacer morir las obras de la carne que son contrarias a la Voluntad de Dios (Rom 8.13) y que nos recuerda cual es la Voluntad de Dios expresada en Su Palabra (Jn 16:13) y además nos guía en todos los asuntos cuya respuesta específica no conozcamos (Rom 8:24) empoderándonos para ponerlas por obra (Jn 14:15-17).
Entonces, si ya somos salvos, necesitamos orar que nuestro corazón y nuestra mente se inclinen hacia Él, le busquemos para que nos empodere, nos guie, nos dirija. También necesitamos orar para que Él nos empodere para hacer morir las obras de la carne en nosotros, que nos ayude y guíe a morir a nosotros mismos y a vivir cada día más para Cristo. Y esta oración es también para con las personas que nos rodean que ya se hayan convertido a Cristo.
Y en el caso de las personas que nos rodean que no sean salvas, entonces necesitamos orar para que lo sean, arrepintiéndose de sus pecados y volviéndose al Señor Jesucristo de todo corazón, reconociendo Su Señorío sobre ellos. En consecuencia, nuestra oración en esta parte se convierte también en intercesión por la vida de la personas a nuestro alrededor para que el Espíritu Santo les dé convicción de pecados, de justicia y de juicio (Jn 16:7-11) y se arrepientan y se vuelvan a Cristo de todo corazón.
En segundo lugar, no es solamente necesario, para hacer la Voluntad de Dios, que seamos salvos y que tengamos el Espíritu Santo en nosotros, sino también nuestra actitud debe ser una de temor al Señor (reverencia, veneración, respeto, sujeción, obediencia), y que ella dirija nuestras vidas en todo momento de tal manera que en toda decisión que tengamos que tomar en todo tiempo hagamos la Voluntad de Dios, no la voluntad de la carne.
Prov 9:10. "El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia."
Prov 8:13. "El temor de Jehová es aborrecer el mal; La soberbia y la arrogancia, el mal camino, Y la boca perversa, aborrezco."
Prov 14:27. "El temor de Jehová es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte."
Por ello necesitamos orar para que el temor de Dios sea la actitud que esté por delante de toda decisión que tengamos que tomar en todo tiempo. Necesitamos orar que el Señor, por Su Espíritu Santo, nos de un corazón temeroso de Él, reconociendo al mismo tiempo Su Gracia y Su Misericordia para que haya un balance en nuestras vidas que nos impida tomar falsamente la Gracia y la Misericordia de Dios como un pretexto para el libertinaje y para hacer nuestra voluntad. Necesitamos orar para que en nuestro corazón se desarrolle el temor de Dios cada día más.
Al temor de Dios está ligada la obediencia. El temor de Dios nos debe, necesariamente, conducir a la obediencia, o si no, no es temor de Dios real, genuino, verdadero. Los hijos e hijas de Dios estaos llamados a ser hijos e hijas obedientes antes que cualquier otra cosa. Obedientes a Su Palabra, obedientes a Su dirección que nos es enseñada por el Espíritu Santo.
1 Ped 1.13-17. "Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; 14como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; 15sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 17Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;"
Por esa razón, nuestra oración, además de orar porque el temor de Dios sea nuestra actitud y la de las personas que nos rodean por las que estamos orando, también necesitamos orar para que esa actitud se traduzca en acciones que evidencien el temor de Dios presente en nuestras vidas a través de la obediencia a Su Palabra y a la dirección del Espíritu Santo que viven en nosotros.
Cuando el temor de Dios y la obediencia tomen parte fundamental en nuestras decisiones, entonces seguir la dirección del Espíritu Santo nos va a ser fácil, y por ende, vamos a vivir, como resultado adicional, no solo en la Voluntad de Dios y en comunión constante con Él, sino que además, bendecidos con toda bendición (Efe 1:3, Deut 28:1-14, Mat 6:33). Pero además de ello, en nosotros se va a manifestar de manera creciente, el carácter de Cristo (Rom 8:28-29) y el fruto del Espíritu, que también son la voluntad de Dios para con nosotros.
Rom 8:29. "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos."
Por lo tanto, también necesitamos orar por ello: que el carácter de Cristo sea formado en nosotros cada día, a través de cada decisión, y que manifestemos en todo momento el fruto del Espíritu (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio --mansedumbre--, Efe 5:22-23).
Todo ello es lo que conforma la santificación progresiva de nuestras vidas: convicción de pecado, arrepentimiento, temor de Dios, obediencia creciente, manifestar el carácter de Cristo y el fruto del Espíritu cada día más. Y nuestra oración debe ir encaminada a ello, tanto para nosotros como para las personas que nos rodean, y para que el Espíritu lo produzca en nosotros.
03
Nov
2014