Mayordomía (04). Rendición de cuentas.
RENDICIÓN DE CUENTAS.
Introducción.
La mayordomía no es solo una cuestión de tomar las cosas que nos han sido dadas y procurar hacer buen uso de ellas según nuestro criterio o nuestros particulares planes.
Es un asunto de considerar el criterio de quién nos dio las cosas porque en algún momento, corto, mediano o largo plazo, nos va a pedir cuentas y ello va a tener incidencia directa en el tipo de futuro que vamos a vivir, no solo en esta vida sino también en la vida eterna.
Luc 16:10–13. Fidelidad de la mayordomía. (Ver Mat. 6:24).
Primero, la forma en que la gente cuida de lo poco es un indicador de cómo cuidará de una suma mayor (vrs 10).
Si alguien es un mal administrador de dinero, difícilmente se le encargarán las riquezas espirituales que son más valiosas e importantes (vrs 11).
Segundo, si la gente no puede ejercer el cuidado necesario sobre algo que les ha sido confiado y por lo cual hay que rendir cuentas, no se les dará más para que la usen a su gusto (vrs 12).
Tercero, las exigencias de Dios son muy fuertes sobre lo que nos da (vrs 13).
Juicio y mayordomía.
La Escritura habla de un juicio para los creyentes.
Cristo en su venida juzgará a su pueblo (Mat 25.14–30, 31–46; Luc 19.12–28; 1 Cor 3.12–15; 2 Cor 5.10; 1 Ped 1.17; Apo 20.12s).
Los creyentes serán juzgados por su Señor con respecto a la mayordomía de los talentos, dones, oportunidades, y responsabilidades que se le hayan concedido en el curso de su vida.
1 Ped 1.17. El juicio divino del pueblo de Dios será un juicio paternal.
• No pondrá en peligro la posición del creyente en el seno de la familia de Dios.
• Se hará con toda la comprensión y la compasión de un padre.
• No por ello ha de tomarse con liviandad o descuidadamente.
• Este juicio paternal lo llevará a cabo Cristo cuando vuelva.
Mat 25:14–30. La parábola de los talentos (cf. Luc. 19:11–27).
Presenta a un dueño que emprende un viaje y deja a sus siervos con responsabilidades para llevar a cabo.
Hay una larga espera (vrs 19), y lo que interesa es la constancia en la realización de la tarea aprovechando a lo sumo las oportunidades que se nos han encomendado.
El talento es, sencillamente, el nombre de una suma (muy grande) de dinero, en términos modernos equivaldría a varios miles de dólares. Esta parábola le ha dado un significado metafórico al término, al ser aplicado a los dones y habilidades dados por Dios, y que tenemos la responsabilidad de usar.
A cada siervo le fueron entregadas diferentes cantidades (aunque todas muy grandes), conforme a su capacidad, y el aumento que se esperaba era en proporción a la cantidad encomendada.
Dios reconoce que todos somos diferentes y espera recibir de nosotros sólo lo que corresponda.
Es significante que los dos siervos que tuvieron éxito recibieron elogios idénticos del dueño (vrs 21, 23), aunque la escala de su responsabilidad original, y por lo tanto de sus logros, era diferente.
El tener un “don” menor no nos disculpa de hacer un esfuerzo apropiado. El error del tercer siervo fue que no reconoció las intenciones de su dueño, y optó por seguridad en lugar del servicio. Con la esperanza de no equivocarse, terminó no haciendo nada correctamente.
Dios espera, y premia, el uso creativo de las oportunidades de servicio que se nos abren. Si por error vemos a Dios como un tirano duro nos será difícil responderle de una manera amorosa y abierta.
Debemos usar esos dones responsablemente, pero también en forma aventurada. De esta manera estaremos listos para la parousía.
Introducción.
La mayordomía no es solo una cuestión de tomar las cosas que nos han sido dadas y procurar hacer buen uso de ellas según nuestro criterio o nuestros particulares planes.
Es un asunto de considerar el criterio de quién nos dio las cosas porque en algún momento, corto, mediano o largo plazo, nos va a pedir cuentas y ello va a tener incidencia directa en el tipo de futuro que vamos a vivir, no solo en esta vida sino también en la vida eterna.
Luc 16:10–13. Fidelidad de la mayordomía. (Ver Mat. 6:24).
Primero, la forma en que la gente cuida de lo poco es un indicador de cómo cuidará de una suma mayor (vrs 10).
Si alguien es un mal administrador de dinero, difícilmente se le encargarán las riquezas espirituales que son más valiosas e importantes (vrs 11).
Segundo, si la gente no puede ejercer el cuidado necesario sobre algo que les ha sido confiado y por lo cual hay que rendir cuentas, no se les dará más para que la usen a su gusto (vrs 12).
Tercero, las exigencias de Dios son muy fuertes sobre lo que nos da (vrs 13).
Juicio y mayordomía.
La Escritura habla de un juicio para los creyentes.
Cristo en su venida juzgará a su pueblo (Mat 25.14–30, 31–46; Luc 19.12–28; 1 Cor 3.12–15; 2 Cor 5.10; 1 Ped 1.17; Apo 20.12s).
Los creyentes serán juzgados por su Señor con respecto a la mayordomía de los talentos, dones, oportunidades, y responsabilidades que se le hayan concedido en el curso de su vida.
1 Ped 1.17. El juicio divino del pueblo de Dios será un juicio paternal.
• No pondrá en peligro la posición del creyente en el seno de la familia de Dios.
• Se hará con toda la comprensión y la compasión de un padre.
• No por ello ha de tomarse con liviandad o descuidadamente.
• Este juicio paternal lo llevará a cabo Cristo cuando vuelva.
Mat 25:14–30. La parábola de los talentos (cf. Luc. 19:11–27).
Presenta a un dueño que emprende un viaje y deja a sus siervos con responsabilidades para llevar a cabo.
Hay una larga espera (vrs 19), y lo que interesa es la constancia en la realización de la tarea aprovechando a lo sumo las oportunidades que se nos han encomendado.
El talento es, sencillamente, el nombre de una suma (muy grande) de dinero, en términos modernos equivaldría a varios miles de dólares. Esta parábola le ha dado un significado metafórico al término, al ser aplicado a los dones y habilidades dados por Dios, y que tenemos la responsabilidad de usar.
A cada siervo le fueron entregadas diferentes cantidades (aunque todas muy grandes), conforme a su capacidad, y el aumento que se esperaba era en proporción a la cantidad encomendada.
Dios reconoce que todos somos diferentes y espera recibir de nosotros sólo lo que corresponda.
Es significante que los dos siervos que tuvieron éxito recibieron elogios idénticos del dueño (vrs 21, 23), aunque la escala de su responsabilidad original, y por lo tanto de sus logros, era diferente.
El tener un “don” menor no nos disculpa de hacer un esfuerzo apropiado. El error del tercer siervo fue que no reconoció las intenciones de su dueño, y optó por seguridad en lugar del servicio. Con la esperanza de no equivocarse, terminó no haciendo nada correctamente.
Dios espera, y premia, el uso creativo de las oportunidades de servicio que se nos abren. Si por error vemos a Dios como un tirano duro nos será difícil responderle de una manera amorosa y abierta.
Debemos usar esos dones responsablemente, pero también en forma aventurada. De esta manera estaremos listos para la parousía.
23
Jun
2008