Problemas en el matrimonio (1) (apuntes).
PROBLEMAS EN EL MATRIMONIO (1).
Victoria en el matrimonio (actitud para lograrla).
No importa que tan importante, grave o difícil sea el problema, o cuanto tiempo tengamos de estarlo afrontando, para Dios no hay nada imposible y El puede restaurar nuestro matrimonio, siempre:
La actitud es importante, y más que importante, fundamental (Prov 23:7).
Dios es experto en resucitar a los muertos (el valle de los huesos secos, Ezeq 37.1-14)
Fe: sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 11:6).
Lo que se ve fue hecho de lo que no se ve (Heb 11:3).
Al que puede creer todo lo es posible (Mar 9:23).
Nada hay imposible para Dios (Mat 19:26).
Lo peor, lo vil, lo necio, lo que no sirve fue lo que Dios llamó (1 Cor 1:26-28).
El que está en Cristo es nueva criatura (2 Cor 5:17).
El que comenzó la buena obra en nosotros la perfeccionará (Fil 1:6).
Caminar en el perdón de Dios (Mat 6:14-15).
Dejando lo que queda atrás, proseguimos a la meta del supremo llamamiento de Dios (Fil 3:13).
Mirar a mi pareja como Dios la ve (Isa 55:8).
Así sentiré el amor y la gracia de Dios para caminar juntos.
Confiar solo en Dios y no en la pareja (Jer 17:5: “Maldito el hombre que confía en el hombre”).
Nuestro proveedor de soluciones es Jehová, no nuestra pareja (Sal 23.1).
El poder de Dios se magnifica en nuestra debilidad.
No pretender ser el Espíritu Santo para cambiar a mi pareja.
Solo Dios puede cambiar las circunstancias, “todo obra para bien de los que amamos a Dios” (Rom 8:28).
Aprender a caminar en la intimidad del Espíritu Santo para ser guiado por El y no por las circunstancias ni las emociones (1 Cor 12).
Comprender que la lucha que podamos tener no es contra mi pareja sino contra las fuerzas de maldad (Efe 6:10-13).
La causa última de todos los problemas en el matrimonio.
El endiosamiento (Gen 3:5).
El detonante puede ser cualquier circunstancia (comunicación, falta de afecto, economía, desacuerdos, etc.), pero al final, en la raíz del problema siempre vamos a encontrar el endiosamiento.
El "pecado original": todos nosotros tratamos de ser el centro del universo.
Endiosamiento = Egoísmo.
Es el pecado que nos asedia que obstruye la vida en común;
Es el verdadero asesino de las relaciones;
Interés en si mismo que no es sano y normal:
Cuando el interés en uno mismo es la parte dominante de nuestra vida, y dedicamos nuestras energías únicamente para nuestro bienestar por encima de todos los demás;
Personas dedicadas primero que todo, a ellas mismas, convencidas de que su dolor es el problema más importante;
Preocupación por su propio bienestar, felicidad y satisfacción personal;
Promover sus intereses personales sin importarles los de los demás;
El egocentrismo es el verdadero asesino de las relaciones con Dios e interpersonales.
Falta de comunicación, problemas de temperamento, actitudes poco sanas ante los malos antecedentes familiares, co-dependencia morbosa en las relaciones e incompatibilidad personal, todo fluye del lodazal del egocentrismo.
Reparar un sentido de identidad que ha sido dañado y sanar las heridas de nuestros corazones no encabeza la lista de asuntos importantes para la restauración de las relaciones con Dios e interpersonales.
Es más bien tratar con el sutil, persuasivo y testarudo egocentrismo que anida en nosotros.
No hay nada de pecado en desear nuestro bienestar; antes por el contrario, eso es algo natural e instintivo.
Dios nos ha dado todo, incluyendo nuestra propia existencia y desea que cuidemos lo que nos ha dado.
Es el acto de colocarnos a nosotros mismos como el centro del universo, el lugar que le pertenece a Dios, lo que es un incalificable pecado.
De hecho, lo anterior, es la definición más apropiada para pecado.
La mejor y más evidente prueba de que el endiosamiento es el pecado que nos asedia, es el millar de estrategias existentes en la literatura, la psicología, la psiquiatría, etc., dedicadas a ayudar a las personas a que se sientan mejor consigo mismas, utilizando sus propios recursos.
Una justificación usual para nuestro egocentrismo es la frase o argumento de "sí solamente otros supieran":
Creemos que si otros conocieran nuestro dolor en toda su extensión, seguramente estarían menos inclinados a juzgarnos por estar tan preocupados por nosotros mismos.
Por creer que el ser comprendidos es nuestra más urgente necesidad, entonces el egocentrismo nos parece no solamente justificado, sino algo completamente normal.
Cuando llegamos a la convicción de que la supervivencia personal es una prioridad, las preguntas acerca de sí es correcta moralmente la elección que tenemos por delante, llegan a ser algo secundario.
La vida cristiana no comienza hasta que nosotros vemos que la enfermedad del egocentrismo (y su asunción de autosuficiencia) tienen consecuencias fatales para nuestras almas.
El egocentrismo es tan moralmente malo para quien lo lleva dentro como es el cáncer en el cuerpo humano.
La vida cristiana no se puede desarrollar sin entender que el egocentrismo es la esencia de lo que queda de la vieja naturaleza (la carne) en nosotros.
Que es fatal y malo.
Que no es posible vencerlo con grandes esfuerzos y buenas intenciones.
Que su tratamiento requiere un cambio de corazón que solo es posible con la ayuda del Espíritu Santo de Dios (mientras tanto necesitamos obedecer la Palabra de Dios a pesar de nosotros mismos).
El deseo de hacer lo correcto solamente puede desarrollarse si enfrentamos honestamente el problema principal: el egocentrismo.
Entonces los mandatos de Dios llegan a ser un deleite, y no una caja en que tenemos que meternos con mucho esfuerzo, o una restricción a nuestra libertad.
El resultado del endiosamiento en el matrimonio.
Cada cual tratando de salvar su propio pellejo (división).
Adán: “la mujer que me diste”
Cain: “acaso soy yo guarda de mi hermano”.
Tres reinos: cada uno tratando, no solo de ser rey de si mismo, sino además “rey y amo” de la relación.
Manipulación, control, imposición enojo, cólera, ira.
Rebelión resentimiento, venganza, depresión.
División, separación, divorcio
La solución:
Ya no vivo yo, Cristo vive en mi (Gal 2:20).
Es necesario que El crezca pero que yo merme (Jn 3:30).
Ello implica:
Pensar lo que Cristo piensa: todo lo bueno, todo lo justo, todo lo de buen nombre, si hay algo digno de alabanza (Fil 4:8).
Todo obra para bien de los que le amamos (Rom 8.28-39).
Quien halla esposa, halla el bien (Prov 18:22).
La pareja es ayuda idonea no enemiga (Gen 2.18).
Toda buena dadiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces (Sant 1:17).
Hacer lo que Cristo hace: perdonar cuando nos ofenden.
Devolver el mal con el bien (Prov 17:13, Rom 12:21).
Amar incondicionalmente (1 Cor 13:4-8).
Obedecer como Cristo obedecio: sin condiciones.
Obediente hasta la muerte (Fil 2:8, Mat 16:24).
Algunas aplicaciones prácticas para los hombres:
No ser ásperas con ellas, tratarlas como vasos mas fragiles (1 Ped 3:7, Col 3:19).
Considerarlas como coherederas de la gracia de Dios (princesas) --> como Abraham con Sara cuando el problema de Agar tomarlas en cuenta para las decisiones importantes y tomar en cuenta su punto de vista (1 Ped 3:7, Gen 21:12).
Ser los mejores en servicio: darles el primer lugar, suplir sus necesidades fisicas, emocionales y espirituales (Mar 10:42-45).
Honrarlas, reconocerlas, apreciarlas, animarlas no son ni las sirvientas ni las mandaderas (1 Ped 3:7, Rom 13:7).
Algunas aplicaciones prácticas para las mujeres.
Reconocerlos como autoridad de Dios en el hogar honrarlos, respetarlos, sujetarse, servirlos que sea conocido por los ancianos, a las puertas de la ciudad (Efe 5:22-24, Rom 13:1-2, Prov 31:23).
No tratar de cubrir sus irresponsabilidades, rescatando, o asumiendo cargas que no le corresponden.
Considerarlos como coherederos de la gracia de Dios (príncipes) como Sara a Abraham, que se refería a él como “mi señor” (1 Ped 5:6-7).
Aplicaciones prácticas para ambos: hombres y mujeres.
El amor:
Todo lo soporta = todo lo perdona.
Todo lo cree = tiene fe.
Nunca deja de ser = no depende de las circunstancias ni de las emociones.
Todo lo espera = no esperar nada.
No busca lo suyo = no es egoísta, no es azadón, solo para dentro.
No hace nada indebido = no es abusivo
Victoria en el matrimonio (actitud para lograrla).
No importa que tan importante, grave o difícil sea el problema, o cuanto tiempo tengamos de estarlo afrontando, para Dios no hay nada imposible y El puede restaurar nuestro matrimonio, siempre:
La actitud es importante, y más que importante, fundamental (Prov 23:7).
Dios es experto en resucitar a los muertos (el valle de los huesos secos, Ezeq 37.1-14)
Fe: sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 11:6).
Lo que se ve fue hecho de lo que no se ve (Heb 11:3).
Al que puede creer todo lo es posible (Mar 9:23).
Nada hay imposible para Dios (Mat 19:26).
Lo peor, lo vil, lo necio, lo que no sirve fue lo que Dios llamó (1 Cor 1:26-28).
El que está en Cristo es nueva criatura (2 Cor 5:17).
El que comenzó la buena obra en nosotros la perfeccionará (Fil 1:6).
Caminar en el perdón de Dios (Mat 6:14-15).
Dejando lo que queda atrás, proseguimos a la meta del supremo llamamiento de Dios (Fil 3:13).
Mirar a mi pareja como Dios la ve (Isa 55:8).
Así sentiré el amor y la gracia de Dios para caminar juntos.
Confiar solo en Dios y no en la pareja (Jer 17:5: “Maldito el hombre que confía en el hombre”).
Nuestro proveedor de soluciones es Jehová, no nuestra pareja (Sal 23.1).
El poder de Dios se magnifica en nuestra debilidad.
No pretender ser el Espíritu Santo para cambiar a mi pareja.
Solo Dios puede cambiar las circunstancias, “todo obra para bien de los que amamos a Dios” (Rom 8:28).
Aprender a caminar en la intimidad del Espíritu Santo para ser guiado por El y no por las circunstancias ni las emociones (1 Cor 12).
Comprender que la lucha que podamos tener no es contra mi pareja sino contra las fuerzas de maldad (Efe 6:10-13).
La causa última de todos los problemas en el matrimonio.
El endiosamiento (Gen 3:5).
El detonante puede ser cualquier circunstancia (comunicación, falta de afecto, economía, desacuerdos, etc.), pero al final, en la raíz del problema siempre vamos a encontrar el endiosamiento.
El "pecado original": todos nosotros tratamos de ser el centro del universo.
Endiosamiento = Egoísmo.
Es el pecado que nos asedia que obstruye la vida en común;
Es el verdadero asesino de las relaciones;
Interés en si mismo que no es sano y normal:
Cuando el interés en uno mismo es la parte dominante de nuestra vida, y dedicamos nuestras energías únicamente para nuestro bienestar por encima de todos los demás;
Personas dedicadas primero que todo, a ellas mismas, convencidas de que su dolor es el problema más importante;
Preocupación por su propio bienestar, felicidad y satisfacción personal;
Promover sus intereses personales sin importarles los de los demás;
El egocentrismo es el verdadero asesino de las relaciones con Dios e interpersonales.
Falta de comunicación, problemas de temperamento, actitudes poco sanas ante los malos antecedentes familiares, co-dependencia morbosa en las relaciones e incompatibilidad personal, todo fluye del lodazal del egocentrismo.
Reparar un sentido de identidad que ha sido dañado y sanar las heridas de nuestros corazones no encabeza la lista de asuntos importantes para la restauración de las relaciones con Dios e interpersonales.
Es más bien tratar con el sutil, persuasivo y testarudo egocentrismo que anida en nosotros.
No hay nada de pecado en desear nuestro bienestar; antes por el contrario, eso es algo natural e instintivo.
Dios nos ha dado todo, incluyendo nuestra propia existencia y desea que cuidemos lo que nos ha dado.
Es el acto de colocarnos a nosotros mismos como el centro del universo, el lugar que le pertenece a Dios, lo que es un incalificable pecado.
De hecho, lo anterior, es la definición más apropiada para pecado.
La mejor y más evidente prueba de que el endiosamiento es el pecado que nos asedia, es el millar de estrategias existentes en la literatura, la psicología, la psiquiatría, etc., dedicadas a ayudar a las personas a que se sientan mejor consigo mismas, utilizando sus propios recursos.
Una justificación usual para nuestro egocentrismo es la frase o argumento de "sí solamente otros supieran":
Creemos que si otros conocieran nuestro dolor en toda su extensión, seguramente estarían menos inclinados a juzgarnos por estar tan preocupados por nosotros mismos.
Por creer que el ser comprendidos es nuestra más urgente necesidad, entonces el egocentrismo nos parece no solamente justificado, sino algo completamente normal.
Cuando llegamos a la convicción de que la supervivencia personal es una prioridad, las preguntas acerca de sí es correcta moralmente la elección que tenemos por delante, llegan a ser algo secundario.
La vida cristiana no comienza hasta que nosotros vemos que la enfermedad del egocentrismo (y su asunción de autosuficiencia) tienen consecuencias fatales para nuestras almas.
El egocentrismo es tan moralmente malo para quien lo lleva dentro como es el cáncer en el cuerpo humano.
La vida cristiana no se puede desarrollar sin entender que el egocentrismo es la esencia de lo que queda de la vieja naturaleza (la carne) en nosotros.
Que es fatal y malo.
Que no es posible vencerlo con grandes esfuerzos y buenas intenciones.
Que su tratamiento requiere un cambio de corazón que solo es posible con la ayuda del Espíritu Santo de Dios (mientras tanto necesitamos obedecer la Palabra de Dios a pesar de nosotros mismos).
El deseo de hacer lo correcto solamente puede desarrollarse si enfrentamos honestamente el problema principal: el egocentrismo.
Entonces los mandatos de Dios llegan a ser un deleite, y no una caja en que tenemos que meternos con mucho esfuerzo, o una restricción a nuestra libertad.
El resultado del endiosamiento en el matrimonio.
Cada cual tratando de salvar su propio pellejo (división).
Adán: “la mujer que me diste”
Cain: “acaso soy yo guarda de mi hermano”.
Tres reinos: cada uno tratando, no solo de ser rey de si mismo, sino además “rey y amo” de la relación.
Manipulación, control, imposición enojo, cólera, ira.
Rebelión resentimiento, venganza, depresión.
División, separación, divorcio
La solución:
Ya no vivo yo, Cristo vive en mi (Gal 2:20).
Es necesario que El crezca pero que yo merme (Jn 3:30).
Ello implica:
Pensar lo que Cristo piensa: todo lo bueno, todo lo justo, todo lo de buen nombre, si hay algo digno de alabanza (Fil 4:8).
Todo obra para bien de los que le amamos (Rom 8.28-39).
Quien halla esposa, halla el bien (Prov 18:22).
La pareja es ayuda idonea no enemiga (Gen 2.18).
Toda buena dadiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces (Sant 1:17).
Hacer lo que Cristo hace: perdonar cuando nos ofenden.
Devolver el mal con el bien (Prov 17:13, Rom 12:21).
Amar incondicionalmente (1 Cor 13:4-8).
Obedecer como Cristo obedecio: sin condiciones.
Obediente hasta la muerte (Fil 2:8, Mat 16:24).
Algunas aplicaciones prácticas para los hombres:
No ser ásperas con ellas, tratarlas como vasos mas fragiles (1 Ped 3:7, Col 3:19).
Considerarlas como coherederas de la gracia de Dios (princesas) --> como Abraham con Sara cuando el problema de Agar tomarlas en cuenta para las decisiones importantes y tomar en cuenta su punto de vista (1 Ped 3:7, Gen 21:12).
Ser los mejores en servicio: darles el primer lugar, suplir sus necesidades fisicas, emocionales y espirituales (Mar 10:42-45).
Honrarlas, reconocerlas, apreciarlas, animarlas no son ni las sirvientas ni las mandaderas (1 Ped 3:7, Rom 13:7).
Algunas aplicaciones prácticas para las mujeres.
Reconocerlos como autoridad de Dios en el hogar honrarlos, respetarlos, sujetarse, servirlos que sea conocido por los ancianos, a las puertas de la ciudad (Efe 5:22-24, Rom 13:1-2, Prov 31:23).
No tratar de cubrir sus irresponsabilidades, rescatando, o asumiendo cargas que no le corresponden.
Considerarlos como coherederos de la gracia de Dios (príncipes) como Sara a Abraham, que se refería a él como “mi señor” (1 Ped 5:6-7).
Aplicaciones prácticas para ambos: hombres y mujeres.
El amor:
Todo lo soporta = todo lo perdona.
Todo lo cree = tiene fe.
Nunca deja de ser = no depende de las circunstancias ni de las emociones.
Todo lo espera = no esperar nada.
No busca lo suyo = no es egoísta, no es azadón, solo para dentro.
No hace nada indebido = no es abusivo
24
Mar
2016