Estudio Bíblico

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La familia y la iglesia (apuntes).



a familia y la iglesia.
Los hijos de los creyentes deben recibir su instrucción espiritual básica (cosmovisión bíblica, principios y valores del Reino, propósito del Dios para cada creyente en cuanto a la construcción del Reino, etc.) de parte de sus propios padres (Deut 6:1-10, Deut 11:19), con la ayuda de los miembros de más edad de la familia y la Iglesia. A los hijos de los no creyentes se les debe proveer la oportunidad de recibir esa misma instrucción espiritual por parte de la Iglesia con aprobación paterna.
Los adultos reciben su preparación para los roles en la iglesia (Efe 4:11-16) por medio de la administración exitosa de sus propias familias (1 Tim 3:4, Tit 1:6, 2:3-5); y los adultos solteros pueden beneficiarse al ser recibidos en los grupos familiares de la iglesia como un medio de ministrar y ser ministrados (Hch 2:41-47).
Las iglesias y las escuelas y colegios cristianos no deberían de tratar de reemplazar a los padres o al hogar en la enseñanza y en el entrenamiento de los hijos, si bien es cierto que pueden ser auxiliares en esa tarea. Tampoco los programas de la iglesia deberían interferir con la vida familiar fundamentada bíblicamente.
Dado el importante rol de los padres en la dirección de la instrucción bíblica de sus hijos, principalmente en las edades tempranas de su desarrollo, las iglesias e instituciones cristianas no deberían estimular el cuidado infantil institucionalizado para niños con padre y madre capaces de brindar ese cuidado.
Las iglesias deberían buscar establecer padres ancianos sabios, que sean escrituralmente calificados como modelos razonables de Cristo en las relaciones familiares, que sean capaces de entrenar a otros en los roles familiares, para que inviten regularmente a su hogar a los miembros de la iglesia más jóvenes e inexpertos en estos temas, y sean responsables de entrenar a aquellas familias bajo su cuidado en las cualidades que les capaciten para convertirse en agentes eficientes del Reino en sus familias, sus ocupaciones, sus relaciones, etc., y en idóneos para enseñar también a otros lo mismo (1 Tim 3:1-5; Tit 1:6-9; Efe 5:25-33; 6:4).
La Iglesia debería considerar, al momento de establecer sus autoridades, que no solo las calificaciones que da el entrenamiento institucional son suficientes para ello, sino que también la práctica familiar y sus frutos es un elemento esencial, por lo que el entrenamiento no debería excluir el desempeño de la persona dentro de la familia. Las familias nunca son un impedimento para el ministerio, sino muy al contrario, son la mejor escuela para él, y las iglesias no deberían demandar o esperar que debido a sus ocupaciones a favor del ministerio dentro de ellas, los hombres casados pasaran un tiempo excesivo lejos de sus hogares. Más bien, ello debería ser inadmisible (1 Tim 3:4; Tit 1:6; 2:3-5).


26 Mar 2016