El crecimiento lo da Dios.
El crecimiento lo da Dios.
En un mundo plagado de conceptos sobre éxito externo (generalmente numérico) y mercadotecnia, recetas para todo o casi todo (la mayoría de ellas teóricas, no prácticas y con un índice de éxito en los casos de su aplicación muy bajo), productos instantáneos, etc., es muy fácil caer en la corriente del mundo de querer implementar métodos de otros y lograr los resultados de otros. Pero en el caso de Dios y de Su Iglesia, eso no funciona.
Primero, porque generalmente cuando tomamos esos métodos o recetas, lo hacemos siguiendo a un hombre o a un modelo humano, y no a Dios. Y la Palabra es clara al respecto:
Jer 17:5-9 (NVI): “Así dice el Señor: "¡Maldito el *hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita. "Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto." Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?
Segundo. Dios es el dueño de la Iglesia y El es el que agrega a la Iglesia y tiene las instrucciones, los métodos y las respuestas específicas para el crecimiento de Su obra en la tierra.
Hch 2:47: “alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
Rom 9:16: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.”
Como ya lo mencionáramos anteriormente, cada iglesia es única en cuanto a las personas que la forman y a las que debe alcanzar, la ubicación física, la comunidad y la historia comunitaria en la que se insertan, etc. Por lo tanto, el método que necesita usar para lograr sus propósitos únicos dependerá de cada congregación y de lo que Dios desee hacer a través de ella y de sus integrantes. Los métodos y soluciones de otros son para otras iglesias y otros creyentes en diferente lugar y circunstancias que no van a tener correspondencia exacta con las iglesias donde los queremos aplicar. Esa es la razón por la cual tantos pastores y asistentes pastorales se encuentran tan frustrados a lo largo y ancho del mundo, asistiendo a seminarios y copiando métodos de otros que puedan traerles éxito a sus ministerios, pero que vez tras vez, no llenan sus expectativas y logran resultados más bajos que lo mínimo esperado.
Nuestro consejo al respecto es que no hay que generar expectativas ilusorias respecto a ellos ni perder tiempo, energía y otros recursos aplicándolos mecánicamente. Ese es un camino seguro a más frustración y decepción. El enfoque correcto tendría que ser tomar los principios detrás del método exitoso, verificar que son bíblicos, invertir tiempo delante del Señor buscando su aprobación y dirección al respecto, y si la obtenemos, buscando la sabiduría de El para aplicarlos adaptados a nuestra congregación local específica. En este punto es bueno recordar que si Dios no está en el asunto, dirigiéndolo, guiándolo, prosperándolo (enfoque de Reino), de nada nos sirve aunque a los ojos humanos podamos tener éxito:
Mat 7:21-23: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Jn 15:4-5: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
Quienes vienen a la iglesia, ya sean miembros o visitantes, no asisten a ella porque estén preocupados o impresionados por la capacitación del pastor ni por los detalles más delicados de la doctrina. Ellos vienen a la iglesia porque se preocupan por ellos mismos, su empleo, su familia, los problemas de su vecindario, etc. y llegan a la iglesia con necesidades reales respecto a los temas más relevantes de su vida diaria buscando soluciones de Dios y transformarse en algo mejor, generalmente con el mayor grado de semejanza a Cristo (o a Dios) que sea posible.
Igualmente, quienes se sientan en los bancos del templo no le entregan su vida a Cristo porque les gusten determinados buenos métodos de trabajo, o clase de personas o tipo de música, edificio o decorado, ni por la excelencia de la predicación, ni por la apariencia del predicador. Le entregan su vida a Cristo porque tienen una necesidad personal, física, emocional y/o espiritual y porque reconocen que solo en Jesús pueden encontrar la satisfacción absoluta de esa necesidad. La música, la predicación y todo lo demás es bienvenido si apuntan hacia ello. De lo contrario, solo son apariencias sin sentido y sin resultados.
Si los métodos y nuestra motivación para aplicarlos van en esa dirección, de atender y suplir de parte de Dios las necesidades de las personas así como llevarlas a encontrar su propósito en El, podemos tener la seguridad de que Dios por su Espíritu Santo nos va a guiar hacia el método que más se acomode a las características de nuestra iglesia particular.
Jer 29:11: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”
Sal 138:8: “Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos.”
Rom 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. (En consecuencia, los hijos de Dios –entre ellos los pastores en relación con sus iglesias también- deben ser guiados por el Espíritu Santo, no por métodos, seminarios, etc.).
En resumen, los métodos y técnicas que otras iglesias y denominaciones utilicen para el crecimiento de la Iglesia, si bien pueden tener sus bondades, no deben ser adoptados por nuestras iglesias mecánicamente, sino que en primer lugar, debemos conocer los principios aplicados detrás de los métodos, y en base a esos principios y a las características de nuestras iglesias, bajo la dirección del Espíritu Santo, debemos buscar la forma de aplicación que más se adapte a nuestra realidad.
En un mundo plagado de conceptos sobre éxito externo (generalmente numérico) y mercadotecnia, recetas para todo o casi todo (la mayoría de ellas teóricas, no prácticas y con un índice de éxito en los casos de su aplicación muy bajo), productos instantáneos, etc., es muy fácil caer en la corriente del mundo de querer implementar métodos de otros y lograr los resultados de otros. Pero en el caso de Dios y de Su Iglesia, eso no funciona.
Primero, porque generalmente cuando tomamos esos métodos o recetas, lo hacemos siguiendo a un hombre o a un modelo humano, y no a Dios. Y la Palabra es clara al respecto:
Jer 17:5-9 (NVI): “Así dice el Señor: "¡Maldito el *hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita. "Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto." Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?
Segundo. Dios es el dueño de la Iglesia y El es el que agrega a la Iglesia y tiene las instrucciones, los métodos y las respuestas específicas para el crecimiento de Su obra en la tierra.
Hch 2:47: “alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
Rom 9:16: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.”
Como ya lo mencionáramos anteriormente, cada iglesia es única en cuanto a las personas que la forman y a las que debe alcanzar, la ubicación física, la comunidad y la historia comunitaria en la que se insertan, etc. Por lo tanto, el método que necesita usar para lograr sus propósitos únicos dependerá de cada congregación y de lo que Dios desee hacer a través de ella y de sus integrantes. Los métodos y soluciones de otros son para otras iglesias y otros creyentes en diferente lugar y circunstancias que no van a tener correspondencia exacta con las iglesias donde los queremos aplicar. Esa es la razón por la cual tantos pastores y asistentes pastorales se encuentran tan frustrados a lo largo y ancho del mundo, asistiendo a seminarios y copiando métodos de otros que puedan traerles éxito a sus ministerios, pero que vez tras vez, no llenan sus expectativas y logran resultados más bajos que lo mínimo esperado.
Nuestro consejo al respecto es que no hay que generar expectativas ilusorias respecto a ellos ni perder tiempo, energía y otros recursos aplicándolos mecánicamente. Ese es un camino seguro a más frustración y decepción. El enfoque correcto tendría que ser tomar los principios detrás del método exitoso, verificar que son bíblicos, invertir tiempo delante del Señor buscando su aprobación y dirección al respecto, y si la obtenemos, buscando la sabiduría de El para aplicarlos adaptados a nuestra congregación local específica. En este punto es bueno recordar que si Dios no está en el asunto, dirigiéndolo, guiándolo, prosperándolo (enfoque de Reino), de nada nos sirve aunque a los ojos humanos podamos tener éxito:
Mat 7:21-23: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Jn 15:4-5: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
Quienes vienen a la iglesia, ya sean miembros o visitantes, no asisten a ella porque estén preocupados o impresionados por la capacitación del pastor ni por los detalles más delicados de la doctrina. Ellos vienen a la iglesia porque se preocupan por ellos mismos, su empleo, su familia, los problemas de su vecindario, etc. y llegan a la iglesia con necesidades reales respecto a los temas más relevantes de su vida diaria buscando soluciones de Dios y transformarse en algo mejor, generalmente con el mayor grado de semejanza a Cristo (o a Dios) que sea posible.
Igualmente, quienes se sientan en los bancos del templo no le entregan su vida a Cristo porque les gusten determinados buenos métodos de trabajo, o clase de personas o tipo de música, edificio o decorado, ni por la excelencia de la predicación, ni por la apariencia del predicador. Le entregan su vida a Cristo porque tienen una necesidad personal, física, emocional y/o espiritual y porque reconocen que solo en Jesús pueden encontrar la satisfacción absoluta de esa necesidad. La música, la predicación y todo lo demás es bienvenido si apuntan hacia ello. De lo contrario, solo son apariencias sin sentido y sin resultados.
Si los métodos y nuestra motivación para aplicarlos van en esa dirección, de atender y suplir de parte de Dios las necesidades de las personas así como llevarlas a encontrar su propósito en El, podemos tener la seguridad de que Dios por su Espíritu Santo nos va a guiar hacia el método que más se acomode a las características de nuestra iglesia particular.
Jer 29:11: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”
Sal 138:8: “Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos.”
Rom 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. (En consecuencia, los hijos de Dios –entre ellos los pastores en relación con sus iglesias también- deben ser guiados por el Espíritu Santo, no por métodos, seminarios, etc.).
En resumen, los métodos y técnicas que otras iglesias y denominaciones utilicen para el crecimiento de la Iglesia, si bien pueden tener sus bondades, no deben ser adoptados por nuestras iglesias mecánicamente, sino que en primer lugar, debemos conocer los principios aplicados detrás de los métodos, y en base a esos principios y a las características de nuestras iglesias, bajo la dirección del Espíritu Santo, debemos buscar la forma de aplicación que más se adapte a nuestra realidad.
01
Abr
2016